La multifacética figura de 57 años durante la pandemia vivió una fuerte crisis que la llevó a generar un emprendimiento, que hoy la mantiene muy activa y entusiasmada aunque reconoció a LA NACION que la actuación es su “pasión real”
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Muchas vidas en una tiene Flavia Palmiero: actriz, animadora infantil, modelo, conductora... Y desde hace dos años, empresaria textil. En plena pandemia comenzó diseñando algunas bikinis y ahora tiene una colección de ropa con showroom propio que ya llegó a Miami. Hace unas semanas, realizó con éxito un desfile en un hotel de la Florida y la idea es expandirse más y más. Aunque ella, calma, dice “paso a paso”.
-¿Cómo terminaste armando este negocio?
-En pandemia sentí el vacío total porque siempre había trabajado de artista, nunca tuve otro trabajo. Y a mí me encanta trabajar, necesitaba hacer algo... Es una obviedad porque todos necesitamos seguir progresando. Entonces decía “algo tengo que hacer” y no me caía la ficha.
-¿Por qué?
-Y porque en este rubro siempre te llaman para una temporada de teatro, para esto y lo otro. Entonces cuando se produjo realmente ese vacío y pensé que quizás nunca más me iba a subir a un escenario, dije “bueno, hago algo”.
-¿Y por qué elegiste lo textil?
-Porque me llevo muy bien con la estética, me gusta, cuando hacía La Ola... yo armaba los looks del programa. Tampoco tengo asesores, siempre me vestí sola.
-Tenés un estilo clásico.
-Sí, a ver, yo creo que soy auténtica, hago lo que me gusta y me siento cómoda. No me gusta disfrazarme, no me gusta ser otra persona y tengo un ojo muy educado desde los 20 años con la ropa, pero la verdad no quería tener una empresa de ropa...
-¿Perdón?
-Porque esto es un producto ligado a la comunicación y a que de alguna manera yo sigo en contacto con la gente a través de mi ropa. Hago ciertos productos que corresponden a una necesidad, trajes de baño por ejemplo, que es complicadísimo.
-¿Por qué?
-Porque me parecía que era un producto que acá no estaba súper desarrollado y me gustaba. Se me dio la oportunidad de poder comprar unas telas, a ciegas prácticamente, y me bajó la información. No te lo puedo explicar porque me senté sola a hacer unos dibujitos, así como en su momento me senté a hacer unos dibujitos con La ola verde en mi casa, pasó un poco eso. Y en ese instante me empecé a comunicar con gente para decir, bueno, se arma esto, dale, consigo un taller, se empiezan a venir a probar a casa, elijo así como cinco-seis colores que tenía en mi cabeza... De golpe tenía como muy claras las cosas. Llamé a una amiga mía, la puse a trabajar en ese momento conmigo, armamos y lanzamos. Era plena pandemia y nos la jugamos. Quizás en otro momento lo hubiese pensado mucho y la verdad es que acá no lo pensé.
-¿Tuviste que hacer una gran inversión?
-Tuve una inversión mía personal que sabía que la podía perder, pero yo soy muy cuidadosa y muy práctica para eso.
-Y te mandaste...
-Sí. Mi hijo fue un gran estímulo porque en ese momento él se fue a vivir a otro país y yo estaba muy triste, pero muy triste desde un lugar horrible y él me dijo: “Prometeme que vas a hacer algo y que va a salir bien. Jugátela y jugátela vos, no te asocies con nadie, vos podés”.
-Te presionó un poquito.
-No, yo creo que a veces es realmente una gran terapia el trabajo, creo que es una necesidad. Te salva desde todos los lugares habidos y por haber. Entonces por eso te digo, yo no soy esa gente que le encanta no trabajar. Cuando mi trabajo se ponía en pausa, yo me sentía muy mal, muy culpable, no me sentía cómoda. Llamaba por teléfono, trataba de quedar en esto, en lo otro. Las redes sociales ayudaron mucho a que siga trabajando, pero estoy hablando de antes que surjan tanto las redes: no la pasaba bien. Entonces es como que ahora, mientras espero las oportunidades como actriz, tengo esto que es cada vez más grande.
-¿Te siguen muchas mujeres?
-Las mujeres han confiado en mí, me tienen como referente. Yo creo que pasa algo muy lindo. Te juro que me da una alegría tan grande que se sientan sexy y empoderadas. Me gusta que recuperen la seguridad y más mi generación, que es bastante sufrida.
-¿Las prendas son para todas las edades o es sólo ese target del que hablás?
-Son para cualquier edad: 20 a 70, 80, la que quiera. Mis trajes de baño, mis vestidos, mis leggins vienen en todos los tamaños, y de verdad tengo un público muy multitarget.
-¿Dónde arrancaste? ¿En tu casa?
-Claro. De hecho todavía tengo una parte de mi casa tomada por esto.
-¿Y tu novio qué decía?
-Luis no vive conmigo y como se había ido mi hijo a vivir afuera, yo estaba sola en la casa, entonces hacía lo que quería.
-¿Y tu novio no te decía: “relajate, descansá...”?
-No, podría haber elegido muchas veces en mi vida no trabajar, pero nunca lo hice, siempre elegí ser independiente. A mí me criaron así, siempre tuve ese espíritu. Y es una llama que no falla. No me vería de otra manera, a veces estoy muy agotada, pero bueno, son las responsabilidades. Es cierto que estar al lado de una mujer que todo el día está como a 220 trabajando es loco. Yo me voy de vacaciones y trabajo el doble., pero creo que las oportunidades se dan y hay que aprovecharlas. Así que mientras pueda lo voy a hacer, mientras me dé la cabeza y el cuerpo. Corro todo el día y tengo dos personas adentro mío: soy mi jefa y mi propia empleada.
-¿Siempre fuiste así de exigente?
-Yo era muy chica y muy exigente. Es gracioso porque me digo: “Flavia, vos ya te subiste a un escenario frente a veinte mil personas, o sea, todo lo que venga después, no pasa nada, está todo bien, si no te asustaste ahí, no te podés asustar por hacer un desfile”.
-Y te asustaste.
-Porque lo vivo como si estuviese por subirme al estadio de no sé dónde, ya me quedó ese chip. Cuando estoy por lanzar una colección me pongo nerviosa como si tuviese que subirme a un escenario. Y me digo: “hiciste esto para pasarla bien, para disfrutarlo, porque es creativo, me divierto”. También me da libertad de crear, agarro una tela, no es que tengo a alguien arriba que me dice “No, tenés que agarrar la tela violeta”. Es como un mundo que se te abre.
-¿Con la actuación te pasa eso también?
-Sí, eso es tremendo. Es una felicidad enorme. La realidad es que cuando estoy acá, en el showroom, lo adoro, pero extraño mucho actuar porque es mi vida y mi pasión real.
-Hace poco hiciste una serie, Madame Requin.
-Sí, me llegó en un momento en que yo sentía que ya estaba con esto de la ropa y pensaba “bueno, esta es mi nueva vida, estoy contenta, estoy feliz, voy a seguir apostando a esto, vamos a seguir creciendo de a poco, bla bla...”.
-¿Cómo resignando ya tu trabajo de actriz?
-Sí, sí. Yo sentí que ya me había despedido de alguna manera. Entonces, un día me llama Luis (Scalella, su novio) y me dice: “Mirá, me llamaron, que quieren ofrecerte esto, que no saben si lo vas a querer hacer...”, y le digo: “¿Pero cómo me vas a hacer esa pregunta?, ¡Es obvio!” Entonces lo leo, me encanta, era de verdad lo que hacía años estaba esperando y cuando me senté con el director, le dije: “Yo ya pensé que no actuaba más”. Y me estaban poniendo sobre la mesa un personaje que era la primera vez que hacía, todo lo que yo soñaba.
-¿Por qué?
-Primero porque me fascinó, me resultó muy fácil cuando lo leí. Cuando llegó el momento de hacerlo igual hice un coacheo con un profesor porque era un personaje con muchísima letra, técnica, un personaje de un carácter y un monstruo.
-Te cambiaba la cara...
-Entonces una cosa es leer todo y decir “uy, que bueno” y otra cosa es el momento que hay que hacerlo. Así que no dormía, estudiaba los fines de semana. Fueron dos meses esquizofrénicos. Pero me encantaba, o sea era como que agradecía todos los días que me levantaba a las siete de la mañana para ir a grabar y decía “wow, mirá lo que me está pasando”.
-¿Y qué hiciste? ¿Dejaste medio en stand by el negocio?
-No, esto lo dejé como preparado porque entró en un formato que ya funciona. Ahora, por ejemplo, me voy de viaje y la verdad no debería irme porque empieza la nueva temporada de septiembre y el lanzamiento de la temporada de invierno.
-Pero te vas igual...
-Sí, quiero ir a ver a mis hijos, que viven afuera, pero dejo todo encaminadísimo. Y desde donde estoy sigo trabajando, sigo generando los contenidos, sigo controlando la fabricación porque bueno, yo hago todo, por ahora sigo haciendo yo todo. Y esto como lo grabé en junio y julio, son los dos meses que en un punto hay como un respiro porque ya está todo encaminado a la producción de verano y se está vendiendo la producción de invierno, entonces tenés que controlar la fabricación. Ahora es el momento más álgido porque tenés que empezar a crear y yo no tengo horarios, qué sé yo, un domingo a las seis de la tarde digo “a ver si hago esto y a ver si hago lo otro”.
-Pero extrañás mucho a tus hijos, ¿no?
-Sí, muchísimo. Son muy grandes, pero igual me tiran. Yo creo que por eso trabajo tanto, para distraerme.
-¿Qué harías con ellos si estuvieran acá?
-Compartiríamos mucho. Con Giuliana armé todo el showroom porque ella es arquitecta, es una gran motivadora, ella venía acá, se probaba la ropa, era mi musa, mi maniquí viviente. Le probaba los trajes de baño, también le consultaba y le decía, “che, ¿qué te parece ese?” Y salíamos a comer... Ella es súper independiente pero compartíamos bastante, entonces extraño eso, salir a comer, salir a verla.
-¿Se fue a vivir a España?
-Sí, respeto muchísimo su decisión, igual que la de Gianni. La respeto y la sufro. No estoy de acuerdo, pero los banco y los acompaño. Saben que pueden contar conmigo siempre.
-¿Y por qué no estás de acuerdo?
-Porque no estoy de acuerdo con que estén lejos. Estamos viviendo tiempos en el mundo muy difíciles.
-¿Tenés miedo de que les pase algo?
-Todo el tiempo. Yo creo que nos da tanto vértigo lo que vivimos que es como que necesitás más que nunca los afectos cerca. Cuando pasó lo de la pandemia agradecí que estuvimos todos acá. Viste que el mundo se volatilizó.
-¿Y sos pesada de llamar mucho?
-No, pero estamos en contacto todos los días. Ella está como yo, con catorce mil cosas por día. Pero con el varón, sí, hablamos todos los días. Me encanta, compartimos un montón de cosas, vivencias.
-¿El papá de ellos vive acá?
-El papá vive acá también.
-Y también es textil.
-Sí, sí. Él es textil pero no tuvo nada que ver con esto. No consulté ni hablé, él se enteró cuando ya estaba todo hecho.
-¿Y qué te dijo?
-Primero me dijo que estaba loca y ahora no sé, pero es lo mismo que él me diga a mí “quiero ser actor”. Le diría “estás loco, vas a sufrir mucho”.
-¿No te dio ningún consejo?
-No, porque lo mío es bastante atípico. Es mi marca, que armé hace 40 años porque yo salí con mi nombre. Entonces, hay un punto en el cual no es que armé una marca de cero. Lo mío tiene que ver mucho con la comunicación también. Todo el tiempo tengo un montón de ideas, no me da la cabeza, no me da el tiempo, no puedo más. Pero bueno, se va dando. Yo tampoco me desespero, es como que digo, las cosas van apareciendo. Esto tiene que fluir, sino, no.
-¿Como lo de Miami?
-Claro, yo siempre llevo toda mi colección para hacer las fotos y conocí a una empresaria, Tamara Parikh, con la que había estado en contacto en julio cuando yo estuve allá, después ella vino a Buenos Aires, vino acá al showroom, quedó fascinada con todo, y me dijo hay que llevarlo allá. Llegué en enero y nos juntamos a tomar un café y me dijo “arranquemos”. Entonces ella es la representante de todo esto allá. En poquísimo tiempo armamos todo.
-¿Y tu ropa quedó ahí para ser vendida?
-Claro, mi ropa quedó ahí. Hay un stock especial y vamos a seguir haciendo presentaciones ahí para que la marca se instale. Me piden muchísimo de Miami, muchísimo de España, obviamente de Uruguay... son tres puntos muy importantes, pero vamos a ir de a poco. Por algo se empieza. La idea es empezar a crecer, ir por más. Le voy a dar un buen tiempo a esto. Todo se puede, nada es imposible.
-Vos ponés mucho el cuerpo.
-Yo soy la modelo, soy la que piensa la estrategia. Hoy hay que apuntar a esto, mañana hay que apuntar a lo otro. Ese vestido, ese color, el otro vestido, todo. El emprendedor es así y siempre fui así. En La ola verde tenía 23 años y ya tenía mi propia productora, era muy chiquita.
-¿Nunca fuiste empleada solamente?
-Sí.
-¿Y cómo te sentiste?
-Bien, sí.
-Te adaptaste, no era que querías tomar decisiones.
-No. Es más, por ejemplo, en la serie era súper empleada, entonces yo chocha de que no tenía que andar ocupándome porque en otro momento si hubiese sido también productora, entonces yo no sé cómo hacía para aprenderme la letra, para mirar las locaciones... no me da más la cabeza para eso tampoco. La pasé bien, quedé preseleccionada para los premios Platino como actriz, ahora espero poder llegar a la nominación. Una serie es un trabajo muy fuerte para los actores y para la producción porque es hacer como ocho películas en dos meses.
-Y por suerte tus hijos son grandes, las actrices jóvenes que tienen bebés...
-Yo cuando hacía La ola... no dormía. Tenía 24 años y me iba a hacer un show y Giuliana tenía fiebre... ahora que los chicos son grandes es una felicidad.
-Tuviste hijos muy joven.
-Claro. A los 22 tuve a Giuliana y a los 28 a Gianni. Entonces es como que toda mi vida fui madre. O sea, yo no sé lo que es no ser madre, y siempre trabajando.
-Es un tema ese porque es doble trabajo.
-Yo digo soy la jefa, soy la que tiene que inventar a dónde hay que pescar y qué pescar, hago los dos trabajos. La que después tiene que estar en la casa diciendo se rompió el caño, la heladera está vacía, hay que ir al supermercado. Todo te toca hacer, pero bueno, toda la vida fue así.
-Siempre respetaste que tus hijos no quieran exponerse.
-A rajatabla. Sí, sí. A veces yo me sentía mal porque ponían “ay, no mostrás a tus hijos”, “estás sola”. No, no estoy sola, estoy rodeada de gente que no le interesa formar parte de un circo. Igual, a mí me gusta que sean así, ¿Eh? Yo reconozco que me gusta, sí.
-¿Pero no te dan ganas de mostrarlos?
-Obvio siempre las mamás quieren mostrar a sus hijos y va a ser así hasta que cumplan 80 años, lo hacemos todos y eso es imposible, pero me gusta que tengan ese estilo. Ahora Gianni se estuvo exponiendo un poco pero Giuliana no, es una genia, la amo.
-¿Consumían tus productos?
-Giuliana vivió de chiquita lo de La ola..., pero después ya no porque crecieron y yo no lo hice más. Y todo lo demás que hice sí, venían al teatro, lo compartían, los programas de tele un poco los miraban. Lo que pasa es que ellos lo comparten pero no desde un lugar cholulo, sino del lugar de mis hijos. Entonces, yo no vivo con mis fans, vivo con mis hijos. Jamás entré al colegio con el sombrero de leopardo. O sea, siempre fui la mamá de ellos, entonces es como que en mi casa era lo mismo que volviera de una oficina o de un programa de televisión. Se criaron al margen de lo mío, saben que es una situación como atípica.
-¿Pero nunca hubo una situación así medio violenta “ay no, los chicos no”?
-Lo manejamos. De hecho, no nos exponemos a ir a un lugar que sabemos que va a haber catorce mil fotógrafos, no nos divierte y eso es una realidad, eso hace años que lo dejamos de hacer, pero tampoco es un drama.
-¿Nunca quisiste tener más hijos después con otras parejas?
-A mí me hubiese gustado tener más hijos pero no se dio. Pero sí, me hubiese encantado. Me parece que ser madre es el rol más importante en mi vida. No sé si lo hago bien, o sea es un rol fuerte, es un rol agotador. Pero bueno, es un rol importante. Ser madre es una batalla diaria y todos los días hay que pelearla. Lo más importante es que yo tenga una relación sana con ellos, honesta, auténtica.
-¿Y ahora tenés una relación sana también con tu pareja? Porque eso también lleva tiempo conseguirlo.
-Sí, tenemos una relación más adulta. Fue mutando nuestra pareja en 11 años que estamos juntos. Es un momento de nuestras vidas en que pasás a tener un crecimiento diferente en lo personal, entonces es como que nos fuimos acompañando y nos estamos acompañando. Pero bueno, qué sé yo sé, se aprende día a día. Estamos cómodos uno con el otro... son dos mundos que tienen que engancharse y no es fácil.
-Después de 11 años ya está, ya están enganchados...
-Sí, pero hay diferentes crecimientos para un lado y para el otro, entonces lo importante es que cada uno respete los espacios y los tiempos. No hay problema con eso, así que...
-¿Por qué no viven juntos?
-No sé. Porque queremos saber que hay otra casa por las dudas.
-Tenés dos gatos, ¿a él le gustan?
-No le gustaban pero ahora los quiere y los tiene que aguantar porque los gatos están primero.
-¿Tienen proyectos de pareja?
-Seguir día a día, estamos en una relación adulta linda. Estamos bien. Nos queremos mucho y nos respetamos el uno al otro. Nos acompañamos, nos gustan las mismas cosas... Lo que está bueno del paso del tiempo es que uno logra domar la inmadurez, entonces es como que te sentís más tranquilo.
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