Protagonista de los “bikini open” de Moria Casán, tuvo un affaire con Huberto Roviralta mientras estaba casado con la diva, pero desapareció después de vivir en carne propia el precio del estrellato
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Saltó a la fama por un video prohibido que provocó uno de los divorcios más famosos de la Argentina, pero luego de cumplir su sueño de trabajar en teatro, cine y TV, una tragedia transmitida en vivo y en directo la alejó de los medios. Hoy Flavia Miller, que atiende una peluquería, trata de vivir lejos de la atención pública, pero no puede evitar que la sigan reconociendo por sus años en pantalla.
Mucho antes de elegir su nombre artístico, esta rubia despampanante era Alejandra Olga Suárez, nacida en el seno de una familia de clase media, y reconocida desde pequeña por su belleza. Creció siendo una adolescente muy coqueta que le pidió a sus padres ir a la escuela de modelos de María Fernanda Cartier. Si bien no tenía la altura que en ese momento era condición necesaria para el rubro, supo sacarle provecho a sus encantos y empezó a trabajar en desfiles y producciones de fotos.
“Siempre fui muy vistosa y muy coqueta. Desde chica que me gusta verme bien y sentir la mirada de los demás... ¡aunque duela! Como soy bajita vivo en tacos, por ejemplo, y como tengo pie plano a veces eso me trae dolores, pero prefiero sufrir antes que verme desarreglada”, contó hace un tiempo.
Luego de participar en varias telenovelas y ficciones de ATC como extra, a comienzos de la década del 90 fue una de las elegidas por Moria Casán para participar del “corte de corpiños” de Playa Franka, un emprendimiento que la vedette y actriz tenía en las afueras de Mar del Plata y que fomentaba el topless, una práctica que nunca había sido masiva en el país.
“Las otras chicas se tapaban cuando se caía el corpiño, pero yo entendí que la idea era otra. Por eso Moria siempre me destacaba y me llamaba porque yo podía canalizar lo que ella quería, tenía una idea innovadora para ese momento”, reveló.
La vida de Miller, sin embargo, cambiaría por completo gracias a un VHS. En 1998 un misterioso casete de video cayó en manos de una periodista del diario Crónica quien se sorprendió al encontrar allí imágenes de Huberto Roviralta, quien por ese entonces llevaba una década de matrimonio con Susana Giménez, en una cama con una rubia despampanante. La rubia era Miller, quien también había sido responsable de la filmación y de entregarle el material a la prensa. Se habían conocido unos meses antes en un consultorio médico, al que ella había concurrido por su pie plano y el entonces polista por un desgarro, y el flechazo fue automático.
Sin embargo, luego de varios encuentros a lo largo de casi todo 1995, él dejó de responderle el teléfono y, según su versión, el envío del VHS a la prensa había sido una manera de tratar que regresara. Las imágenes fueron la portada del diario popular una mañana de verano de 1996 y desde ese momento no se habló de otra cosa en los programas de TV y las radios.
Por el impacto de las imágenes y la dimensión pública que tenía Giménez en esa época, no sólo fue un tema en los programas de chimentos, que no perdieron la oportunidad para sacar a relucir viejas versiones de infidelidad que habían sido desmentidas, sino también de noticieros y programas políticos.
La diva de los teléfonos vivió el inicio del escándalo en Miami, en donde estaba de vacaciones. A los pocos días regresó y se encontró con su marido en su casa en Barrio Parque y discutieron a los gritos mientras afuera estaban las cámaras grabando. Tras un ataque de ira de la diva, se escuchó un fuerte golpe y Roviralta, con la nariz ensangrentada, salió a la calle para que todos pudieran comprobar que había sido herido con un “cenicerazo”. El escándalo mediático no paraba de crecer.
Mientras la violencia se adueñaba de Barrio Parque, la tercera en discordia se mantenía callada. Miller en un comienzo negó ser la del video, pero su pelo rubio, su voluptuosa figura y su risa la delataban. Así que terminó reconociendo la infidelidad.
Giménez, por su parte, dio una conferencia de prensa y, como su programa no estaba al aire porque era verano, decidió presentarse como invitada a Hora Clave, el ciclo político de Canal 9 conducido por Mariano Grondona. Allí se cuidó de hablar mal de Miller, a la que calificó de víctima, y se centró en el Código Civil vigente por ese entonces, redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield en 1869, y que la obligaba a darle la mitad de su fortuna a su marido en un divorcio.
Aunque los detalles legales de la separación nunca se hicieron públicos, en ese momento se habló de una fortuna de 40 millones de dólares que Giménez se encargó de desmentir. Lo cierto es que la versión que aún circula es que fue ella misma la que arregló con Miller la difusión de las imágenes, ya que por ese entonces el adulterio era una causal de divorcio que podía ayudarla en Tribunales a no perder tanto dinero. Más allá de si eso es cierto, la verdad es que el affaire con Roviralta le abrió nuevas puertas, como un papel en la comedia televisiva Rompeportones y obtuvo su primer protagónico teatral en Las señoritas de la cama redonda, bajo la dirección de Hugo Sofovich y en donde compartió elenco con Tristán, Emilio Disi y Paula Volpe. Incluso Víctor Maytland, el director de películas pornográficas argentinas, la eligió para ponerla al frente de una parodia triple X del escándalo: Susy, Umberto y Gladiolo.
Miller incluso llegó a grabar su propio disco, Soy tuya, que tiene como corte de difusión “Me está pegando el trópico”.
Su siguiente momento de fama mediática no fue tan feliz. En un móvil para Memoria, el programa de Chiche Gelblung, el periodista peruano Jaime Bayly le pidió que se sacara los lentes negros, a pesar de que ella inicialmente se había reusado porque no estaba maquillada y creó una imagen que fue repetida infinidad de veces por los programas de archivo de aquel entonces y que hoy es un cruel meme.
Con el inicio de siglo, Miller finalmente había conseguido su sueño, ser conocida por su belleza en todo el país y poder trabajar en los medios. En 2002 quiso completar su felicidad casándose con su novio taxista, Charly, a quien había conocido en una cita a ciegas y que hoy sigue siendo su gran amor. Pero la ceremonia, que tenía firmada una exclusividad con Gelblung terminó en tragedia cuando su primo hermano y padrino, Miguel Ángel, murió durante el festejo.
“Desde que éramos chicos Miguel Ángel era mi protector y ¡estaba tan feliz con mi boda! Él tenía episodios previos de salud y debía cuidarse mucho de las grandes emociones y seguir una dieta estricta. Ese día se dejó llevar y lo pagó caro. No hay día que no lo recuerde. Lo recuerdo con mucho amor”, confesó. El dolor que vivió y las burlas que recibió de la televisión por esos meses fueron tan fuertes que luego de una vida de sacrificios hechos para poder ser quien soñaba ser, Miller decidió dejar los medios.
Tras estudiar maquillaje y estética, trabaja desde hace años en un local de Recoleta en el que usa su verdadero nombre, pero -claro- todos los días alguien la reconoce. En un comienzo eso le molestaba, pero hoy disfruta ser recordada y poder compartir complicidades con las clientas. Reinventada y feliz consigo misma, finalmente Flavia parece haber encontrado el destino que tanto buscaba.
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