En pareja con Agustín “Soy Rada” Aristarán, la comediante brilla en el musical éxito de la Calle Corrientes; además, es una de las referentes del stand up en nuestro país, género que cultiva de manera individual y junto al colectivo de humor Las chicas de la culpa
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“Estar en Matilda es un deseo. Cada vez que veía un musical pensaba en lo lindo que sería poder hacer uno como actriz, porque cantante no soy, mi formación no fue por ese lado”. Componiendo uno de los papeles protagónicos de Matilda, el musical, Fernanda Metilli cumplió uno de sus anhelos artísticos. En la pieza, una de las grandes producciones de este año, que se ofrece en el Gran Rex porteño, interpreta a la Sra. Wormwood, la superficial madre de Matilda.
“Siempre me gustaron los personajes que son una caricatura o las malvadas”, explica la actriz, quien encontró en su rol actual la posibilidad de desplegar el desborde que pide la esposa del Sr. Wormwood, en manos de José María Listorti. “El padre es quien peor trata a Matilda, pero la madre es cómplice”.
-Tal cuestión puede tener una mirada que se aparte de lo superfluo...
-Me parece que podemos pensar en el maltrato infantil en el seno de una familia o en la escuela.
Cada tanto, aparece Honorio, el perro de Agustín “Soy Rada” Aristarán, novio de la actriz y quien también trabaja en Matilda, el musical: compone a Tronchatoro, la tan temida directora de colegio. Metilli no convive con su pareja, quien conserva su domicilio fuera de Buenos Aires. La actriz habita un precioso lugar en Villa Ortúzar, que se lo alquila al actor Nicolás Scarpino, radicado en España.
Matilda, el musical está basado en la novela homónima de Roald Dahl y cuenta con libros de Dennis Kelly y música y letras de Tim Minchin. La versión, dirigida por Ariel Del Mastro, también es protagonizada por Laurita Fernández, quien le da vida a la Señorita Miel.
La producción, una de las más destacadas de esta temporada, es de Carlos y Tomás Rottemberg; Valentina Berger, de GO Broadway; Mariano Pagani, de MP y Pablo Kohlhuber y Fernando Moya de Ozono Producciones. La propuesta ya ha recorrido las carteleras de Broadway y Londres con notable repercusión de público.
“Es muy interesante cómo Matilda, siendo una niña que vive en soledad y sufre el maltrato, puede desarrollar un superpoder que la salva. ¿Quién no ha querido tener esa capacidad? Por otra parte, la violencia infantil o los padres que tienen un trato horrible con sus hijos siguen siendo, desgraciadamente, temas muy vigentes”.
-Si tuvieras un superpoder, como Matilda, ¿qué deseo cumplirías?
-¡Qué lindo pensar eso! Me gustaría poder estar en varios lugares a la vez. Por otra parte, siempre digo que soy siete personas al mismo tiempo.
-¿En qué lugares estarías en simultáneo?
-Me encanta hacer función los domingos, pero también me gusta estar en Tandil con mi familia.
-¿Cómo vivís el tándem que conformás con José María Listorti?
-Siento que tenemos el mismo humor y eso no quiere decir que hagamos lo mismo. Cuando con Las chicas de la culpa estuvimos invitadas a su programa, Súper Súper, lo pasé muy bien. Los dos estamos muy agradecidos del desafío.
-Tu personaje genera aceptación desde la crítica que provoca su actitud...
-Es amorosamente ignorante, no sé si tiene maldad, pero sí padece el desamor. Si es mala, lo es inconscientemente.
Camino al andar
Fernanda Metilli nació en Tandil, la serrana ciudad que supo tener una famosa piedra movediza. Se formó en su lugar y, a los 22, cuando se recibió de profesora de teatro, armó el bolso y se mudó a Buenos Aires. Se sabe, dicen que Dios es argentino, pero su oficina de atención al cliente queda en la Capital.
-¿Cómo fue la llegada a Buenos Aires?
-Fui medio inconsciente, conté con el apoyo de las mujeres de mi familia y no así de mi papá, que estaba muy enojado con mi decisión. Papá machista, no me habló durante quince días, hasta que volví a visitar a la familia.
Pasaron dieciséis años y aún recuerda aquellas frases que su padre le decía: “¿Vas a terminar en pelotas en la avenida Corrientes?”. Curiosa manera de ver al teatro porteño. “Lo que pasa es que crecimos con el humor de los programas del canal Volver o de El palacio de la risa, donde el trato a la mujer no era el mejor. Mi papá pensaba que no había otra posibilidad de trabajo, por eso, cuando me vio, por primera vez, en un stand up, fue un flash. Le explicaba que estudiaba clown o commedia dell arte y no entendía. Además, me preguntaba si iba a poder vivir de eso”.
Fernanda Metilli se hizo un lugar en el campo del stand up, esos monólogos que desafían al intérprete, pero, además, forma parte del irreverente colectivo Las chicas de la culpa, con Connie Ballarini, Natalia Carulias y Malena Guinzburg. También fue parte de Stravaganza, la creación de Flavio Mendoza, y del elenco de la comedia Inmaduros, junto a Adrián Suar y Diego Peretti. Muchos recuerdan su paso rimbombante por el televisivo Bailando de Marcelo Tinelli, en compañía de Peter Alfonso.
“Durante mi primer mes en Buenos Aires trabajé en un local de ropa, oficio que conocía porque, mientras estudiaba, también me dedicaba a eso”. Su olfato no le falló, a poco de llegar aprobó una prueba para ingresar a Fox Life y formar parte del ciclo Vanesa de noche, con la humorista y comediante chilena Vanesa Miller. “Lo tomé como una señal y también había sido suerte de principiante”. En aquel programa cobró su primer cachet profesional, aunque en Tandil ya había cobrado modestamente por la animación de fiestas y viáticos por sus primeras presentaciones en el stand up.
-¿Viviste siempre de lo artístico?
-Sí, a veces con más ingresos y otras con menos, pero, como tengo el título de profesora de teatro, también me las he arreglado dando clases.
En aquellos tiempos iniciales en la ciudad, ingresó a diversos centros de día, con un régimen de educación especial, donde pudo brindar sus conocimientos como profesora de teatro para niños con síndrome de Down. “También hacía obras para niños los fines de semana y en vacaciones de invierno”. El Grupo Alas la cobijó en su elenco. Esa agrupación solía tener un régimen muy intenso con cuatro funciones diarias, pero para Metilli era parte de un gran juego, de un sueño cumplido: “Además, a la noche, me mandaba con dos presentaciones de stand up”. Todo sucedía en la sala Colette del Paseo La Plaza.
Lejos de los prejuicios, Metilli tenía muy claro que quería subirse a los escenarios del teatro comercial e incursionar en el mundo de la televisión: “Vengo de una formación de arte con un nivel espectacular, pero en ninguna facultad te enseñan a venderte, no te explican que las horas de escenario se cobran. Aprendí a ponerle precio a mi laburo, lo aprendí de Agustín, mi pareja, que tiene muchos años de autogestión”.
-Eso también es parte de la actividad.
-Y no tengo ningún prurito en decir que me gusta lo comercial, eso no me hace menos actriz. ¿Por qué, por hacer teatro, no me puede gustar el lujo, vivir bien y viajar?
La televisión abierta no tardó en llegar. Paso a paso, también le llegó el turno de mostrarse en los sets. Su debut en este medio se produjo en la tira Los únicos, donde compartió una escena con Nicolás Cabré y Mariano Martínez. “Para ese trabajo me había llamado la hermana de Adrián Suar, que había visto un video mío haciendo stand up”. Luego llegó La Pelu, con Flor de la V, en la pantalla de Telefe: allí hacía el rol de la recepcionista. “El vértigo de ese programa en vivo era similar a lo que sucede en el teatro. Hace diez años fue un programa revolucionario”.
Hoy, se siente amiga de Adrián Suar, con quien hizo el programa El host. Durante ese tiempo, el pope de eltrece y de Polka le ofreció sumarse al elenco de la comedia Inmaduros. “Adrián, los guionistas y el director fueron muy generosos conmigo, me permitían agregar mis propias ideas”.
El humor tiene cara de mujer
-El monologuista del stand up no siempre es reconocido en su dimensión, a pesar de ser un lenguaje muy desafiante.
-Siento que es el género más difícil y más puro de la comedia. Sos vos con tu pensamiento, tu guion, tu forma de decir, tu cuerpo y tu cara. Se subestima mucho porque no se sabe hacer. He dado clases de stand up y he tenido buenos actores como alumnos, pero que miran desde arriba, con lo cual les termina yendo muy mal, porque no entienden la dificultad que tiene el género.
-En Las chicas de la culpa todo eso se potencia.
-Venimos todas del stand up, así que el humor que construimos las cuatro tiene el chip de la observación.
-Todo un fenómeno lo que generó el grupo.
-Además, estamos muy agradecidas de formar parte del cambio. Que cuatro meses antes se agoten las funciones de los teatros, no es habitual.
Niní Marshall, Edda Díaz, Norah Blay, Juana Molina, Gabriela Acher, Nelly Lainez, Carmen Vallejo... no son tantas las mujeres que se han dedicado al humor. Los mandatos patriarcales también se hicieron notar en este arte, pero este puñado de nombres se las ingenió para abrir camino, sembrar algo que hoy es recuperado y potenciado por aristas como Metilli: “Hay que agradecer lo que hicieron las pioneras. Yo miraba Rompeportones y, más allá que ese tipo de humor hoy lo podemos criticar y mucho, me partía la cabeza lo que hacía Ana Acosta. En El palacio de la risa me hipnotizaba Verónica Llinás”.
-El humor acarrea una complejidad en cuanto a la recepción del espectador. Es muy amplia la paleta de colores de deseos y gustos del destinatario...
-En el drama lloramos todos por lo mismo, pero el humor es muy individual.
-¿Cómo es tu humor?
-Como yo, de muchas aristas. Me caracterizo por el acting, por ponerle mucho el cuerpo.
-¿Referentes?
-Puedo gozar mucho con Chaplin como con Mr. Bean. Y me hace reír mucho el humor del teatro para chicos, todo eso que Matilda también tiene.
-¿Cuándo creás? ¿Qué te inspira?
-Es un chip que está activo todo el tiempo, aunque debería tener el ejercicio de sentarme a escribir todos los días. Tengo muchísimos cuadernitos escritos. Algo que veo y me interesa, lo transcribo. En general se trata de situaciones, cosas con las que yo pasé vergüenza y siento que me tengo que reír. Ese es un poco el germen.
-Partís de la antiheroína.
-Pero no de la perdedora. Se trata de escribir mucho y ver qué va saliendo.
En pareja
“Nosotros decimos que somos novios”. A la antigua. Así define Metilli a su pareja de nueve años con Agustín Aristarán. “Tuvimos una separación de seis meses en el medio, es un buen promedio. Cada cuatro años, tomarse seis meses, está muy bien, debería ser así, lo vamos a implementar. Después de Matilda nos tomaremos las vacaciones de la pareja”, bromea.
Se conocieron en una grabación donde fueron convocados para realizar lo suyo. En ese momento, ambos estaban en pareja, pero luego de un año se reencontraron. “La primera vez que lo vi dije: ´que hermoso´, pero estábamos muy bien con nuestros compromisos”. Hay que creer en el destino: un nuevo ofrecimiento laboral los volvió a encontrar, cuando ellos ya estaban separados. “Me mandó saludos para mi pareja, así que le tuve que decir que estaba separada”. “Yo también”, le respondió él. Fueron a tomar algo para tantear el terreno que, evidentemente, estaba fértil.
Soy Rada tiene una hija. Fernanda Metilli no es madre: “No tengo ese deseo, nunca quise ser mamá, aunque siento que sería hermoso tener una hija o hijo con Agus, porque me enamora mucho cómo es él como papá. Me daría mucha tranquilidad”.
-¿Qué opina él al respecto?
-Respeta mi deseo.
-¿Te ha sucedido recibir cierta incomprensión del afuera por tu decisión?
-Sí, claro. Me ha pasado que me preguntaran: “¿no querés o no podés?”, lo cual es un horror, porque, en caso de tener un problema, sería muy triste. O reflexionan con tono crítico: “elegiste tu carrera a ser madre”. Tengo 38 años, estoy en lo mejor de mi carrera, hoy no quiero ser madre, pero no sé a los 45. Aún hoy escuchás: “jodió de joven y ahora de grande quiere ser madre”.
-¿Se dicen esas frases?
-Por supuesto, yo las escucho. Sobre todo lo dice gente grande, que tiene esa cabeza. Se juzga elegir ser libre. Por otra parte, traer un hijo al mundo sin estar segura me parece un acto súper egoísta.
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