Federico Luppi: la difícil adolescencia que lo marcó, la elección que le cambió la vida y por qué nunca se iba de vacaciones
A través de anécdotas y del recuerdo de colegas y de su hijo mayor, Gustavo, un recorrido por la vida de uno de los actores argentinos más reconocidos, que murió un día como hoy, hace 6 años
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Federico Luppi fue uno de los actores más prestigiosos del cine nacional, y tiene el récord de Premios Cóndor de Plata, entre muchos otros galardones que recibió a lo largo de su productiva trayectoria. Nació el 23 de febrero de 1936, en Ramallo, y falleció a los 81 años, un tiempo después de haber sufrido un accidente doméstico, el 20 de octubre del 2017.
Antes de ser actor, Luppi trabajó como aprendiz de carpintero, en una cooperativa agrícola, fue corredor de seguros, empleado de banco, viajante. A los 19 años dejó su pueblo natal y se mudó a La Plata, con la intención de aprender dibujo y escultura. Pero allí conoció a Lito Cruz, que era mozo del restaurante adonde iban a comer los obreros del frigorífico en el que trabajaba, y entonces torció su destino. Ya estaba estudiando en Bellas Artes, pero abandonó y se mudó a Buenos Aires para trabajar en teatro e intentar vivir de esa pasión que recién descubría.
A mediados de los ‘60 hizo su primera película, Pajarito Gómez, y no paró más. Con decenas de films en su haber, fue uno de los referentes del cine nacional e hispanoparlante y trabajó con los directores más prestigiosos: Leonardo Favio, Adolfo Aristarain, Fernando Ayala, Héctor Olivera, Alejandro Doria, Eduardo Mignona, Juan José Jusid, Guillermo del Toro, y es parte de las películas más icónicas de nuestro cine. Filmó El romance del Aniceto y La Francisca, Cónica de una señora, La venganza de Beto Sánchez, La Patagonia rebelde, Tiempo de revancha, Últimos días de la víctima, Plata dulce, Cien veces no debo, Matar al abuelito, Sol de otoño, Bajo bandera, Martín (Hache), El espinazo del diablo, Elsa y Fred, El laberinto del fauno, entre muchas otras. Su última película fue Necronomicón, el libro del infierno, estrenada en el 2018. Como director, filmó Pasos, en el 2005, escrita por Susana Hornos.
“Trabajé con Federico en Al final del túnel y Caballos salvajes, y en varios episodios de Alta comedia. Fue un gran referente en la actuación para mí y para muchas generaciones. Y también un gran referente de actor argentino en toda Latinoamérica y en España”, le dice Leonardo Sbaraglia a LA NACIÓN. “Siempre fue un actor muy moderno, compañero además de grandes maestros de la actuación como Augusto Fernándes, Agustín Alezzo, Lito Cruz. Formó parte de esa generación y compartían una misma búsqueda que sucedió en un momento en nuestro país y que cambio muchísimo el lenguaje de la actuación”, subraya.
En televisión, debutó en la novela El amor tiene cara de mujer, en 1965, y luego participó en ciclos como Cuatro hombres para Eva, Historias de jóvenes, Cosa juzgada, Alta comedia, Situación límite, Ficciones, Hombres de ley, Atreverse, Tratame bien, Impostores, En terapia y Quién mató al Bebe Uriarte fue su último trabajo, en 2014. También hizo televisión en Chile (Tiempo de espera, Los amigos, Historias de mi tierra, Sonata de un violín y piano, Troncal Negrete) y en España (Estudio 1, y 7 vidas).
Se lució en teatro en obras como El rehén, Convivencia, El gran deschave, Filomena Marturano, Por tu padre, Salven al cómico y El vestidor, entre otras. Las últimas lunas, en 2017, fue su último trabajo en los escenarios.
“Trabajar con Federico fue mucho más que hacer escenas con un actor de los que vienen con lo sublime incorporado. Hacer Dios se lo pague para la televisión tuvo un agregado muy concreto e inesperado para mí, porque fue el primer trabajo de Federico al volver del exilio”, dice Leonor Benedetto. “Diez años después nos reunió el cine en Un lugar en el mundo, con Cecilia Roth y José Sacristán. Para ese entonces ya era él para mí un lugar seguro y un refugio. Un amigo que se fue y que dejó un vacío imposible de llenar. En 1980, su hijo Gustavo fue mi hijo en Rosa de Lejos, y además director en algunas telenovelas de las que la gente recuerda con amor. Esto quiere decir que he estado bastante tiempo rodeada de ‘Luppis’ y me alegro de eso”.
Un hombre de ley (y de buen comer)
También Rubén Stella recuerda a Luppi, para LA NACION: “Estamos hablando de uno de los grandes actores de nuestro país, y con uno de los que más trabajé: dos años ininterrumpidos en teatro, con una larga gira nacional e internacional incluida, con Convivencia de Oscar Viale, y tres años íntegros en televisión con Hombres de Ley, además de algún otro ciclo en el que me tocó participar como actor invitado. Fue uno de esos actores de los que aprendí mucho. Mucho. Y con el que tuve, también, enormes diferencias de mirada y de perspectiva”.
“En aquellos primeros años de mi vida profesional tuve oportunidad de observarlo y seguir su actuación en detalle, ya que era de rigor para mí que en cada función elegía una escena en la que yo no tenía participación directa y me ponía en el lateral del escenario para regocijarme, divertirme y aprender de lo que Luis Brandoni y Luppi hacían esa función de Convivencia”, continúa Stella. “Siempre sorprendentes, creativos, comprometidos con la tarea y con su relación con el público. Fue una época muy intensa para mí, viéndolos abordar cada noche sus muy bien construidos personajes y cómo le iban sacando el jugo en cada momento”.
De su paso por el ciclo de ATC Hombres de ley, que se emitió entre 1987 y 1989, Stella también tiene grandes recuerdos: “Puedo recordar aquellos memorables finales de capítulo de Hombres de Ley, que eran improvisados. Todos los días analizábamos los libros, ensayábamos y grabábamos, y durante esos análisis de los variados temas que supimos tocar en el ciclo, hubo miradas y perspectivas diversas que casi siempre se zanjaban con acuerdos y otras permitiéndonos opinar diferente. Es justo decir que a veces era un tanto taxativo en sus opiniones y conceptos y yo, también. Pero esos tres años consecutivos fueron de una gran trabajo, armonía y diversión. Después de cada grabación terminábamos compartiendo un café o un copetín en el bar frente a ATC, comentando la jornada, a plena risa. Hemos compartido largas mesas de cenas, sobre todo durante la gira que también fue muy armónica y agradable”.
“Para concluir, recuerdo que le gustaba muchísimo comer… Mucho (risas). Así que alguna vez, que a solicitud de mi querido viejo, los invité a comer a mi casa paterna allá en Liniers, quedó registrado en el recuerdo familiar el récord de empanadas criollas que comió como aperitivo del suculento asado que venía luego, y que también se sirvió varias veces . Sobre el final de la comida, mi papá que en general se olvidaba de los dulces, se lamentó de su distracción, y Federico gentilmente desestimó el olvido y dijo: ’No te hagas problema, Negro… (así le decían a mi viejo) ¿No te sobró una empanadita?’. Y para sorpresa de todos los presentes y regocijo de mi padre, que era un gran anfitrión, volvió a devorar un buen número de aquellas riquísimas empanadas”, concluye Stella, entre risas.
Los amores de Federico
Federico Luppi se casó a los 23 años con Rosa Petcoff, y tuvo dos hijos: Gustavo (que es actor y director), y Marcela. Se separaron seis años después. Trabajando en teatro conoció a Haydée Padilla, con quien estuvo durante diez años. Luego de separarse, ella lo acusó de maltrato, violencia física y psicológica.
“Era un hombre duro que se hizo solo; a los 16 años falleció su papá y él se tuvo que hacer cargo de su madre, una hermana y un hermano. Y eso lo hizo forjarse un destino con bastante dureza. Después la vida lo fue acomodando, pero siempre amaba su trabajo, actuar. No podía estar sin hacer algo en cine, teatro o televisión”, le dice a LA NACIÓN su hijo mayor, Gustavo Luppi. “Yo siempre le decía que no se iba de vacaciones sino a ver locaciones. Porque sus vacaciones eran cuando terminaba una película y se quedaba por el lugar en el que estaban filmando, España, Portugal, México o Perú, recorriendo. Siempre pensando en el trabajo del actor, en nuevas técnicas, descubriendo personalidades que hablaban del trabajo del actor. Era fanático del cine: veía una película y te podía decir el nombre del actor que hacía de guardiacárcel, sin tener un solo parlamento. Le encantaraba leer y ver películas. Y tomar mate; se bajaba termos enteros de mate mientras leía o miraba una película. Era su programa favorito”.
El actor también tuvo un romance con la actriz uruguaya Brenda Accinelli, con quien tuvo a Leonardo, hijo al que nunca conoció aunque le dio el apellido. En el 2003 se casó con Susana Hornos, actriz y escritora española, a quien le llevaba 37 años. Su nieto, Juan Luppi, hijo de Gustavo, también es actor y actualmente reside en España.
Hace algunos años se habló de un escándalo en torno a la herencia de Federico Luppi. Sus hijos Gustavo y Marcela nunca hablaron del tema públicamente, pero sí Accinelli, la madre de su tercer hijo. La mujer dijo que le habían dejado una herencia irrisoria a su hijo, porque Luppi le habría cedido en vida todo a Hornos, su última esposa.
En los últimos años, Luppi se quejaba de su situación económica y repetía, a quien quisiera oírlo: “Llego con lo justo a fin de mes, si llego. Soy ya sólo un dinosaurio, un superviviente”. Cuando lo sorprendió la muerte estaba ensayando una obra de teatro con la que pensaba volver a subirse a las tablas, Las últimas horas, que iba a dirigir su mujer, y cuyo argumento giraba en torno a la vejez. Pero una noche se cayó en su dormitorio, se golpeó la cabeza con la mesita de luz y a los pocos días fue operado de un coágulo en la cabeza. Falleció poco después en la Fundación Favaloro, donde había sido ingresado unos días antes y tenía previsto someterse a un tratamiento de rehabilitación, por complicaciones derivadas de la intervención quirúrgica.
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