Farrah Fawcett: el ángel rebelde que padeció relaciones violentas y no recibió el reconocimiento que merecía
La actriz que impuso un estilo, le prestó su rostro a Barbie y se convirtió en vocera contra la violencia doméstica, murió despreciada por una industria que nunca la tomó en serio
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Un póster. Una muñeca con su rostro. Un peinado. La imagen de Farrah Fawcett se convirtió en emblema de toda una época, pero también su nombre, un invento de su madre porque “sonaba bien” junto al apellido de su marido, fue uno de los más utilizados durante su época de esplendor. Sin embargo, su explosiva y auspiciosa aparición en los medios a mediados de los años 70 no tuvo un correlato de igual envergadura en los años siguientes. Matrimonios complicados y su enfrentamiento con algunos de los hombres más poderosos de la industria terminaron confinándola a proyectos menores, y una enfermedad que no le dio tregua la condenó a un retiro prematuro. Ella luchó por sobrevivir en el medio —al igual que enfrentó sus propias batallas contra el cáncer- pero ni siquiera después de su muerte logró ser reconocida como merecía.
Cuando Farrah llegó a Hollywood tenía 21 años, un título universitario con una especialización en arte y varios pergaminos en concursos de belleza formales e informales. En cuestión de días ya tenía firmado su primer contrato con una agencia de modelos e inmediatamente su rostro y su cuerpo comenzaron a aparecer en anuncios gráficos y televisivos con una asiduidad poco frecuente. Así, esa chica rubia, de ojos cautivantes y sonrisa perfecta, se convirtió en la cara de productos tan disímiles como dentífricos, cosméticos, autos, pelucas, grifería y hasta colchones.
Un año más tarde, en 1969, concretó su ansiado paso a la actuación, en series emblemáticas de la época, como La novicia voladora o Mi bella genio. Su debut en la pantalla grande no se hizo esperar: en 1970 formó parte del elenco de Myra Breckinridge, el film de Michael Sarne protagonizado por Mae West, Raquel Welch y John Huston. La experiencia, sin embargo, estuvo lejos de ser placentera: “Experimenté mucho dolor al hacer esa película. Welch y West no se querían y, a su vez, ninguna de ellas me quería. No me hablaban y pasé la mayor parte del tiempo en el vestidor, llorando, con miedo de salir”, recordó años después del estreno. Pero además de un mal recuerdo, también se llevó una enseñanza: “Yo no era nadie, así que me paré cerca del set y escuché lo que el equipo decía sobre Welch. En ese momento decidí que haría todo lo que estuviera a mi alcance para que ningún compañero dijera esas cosas sobre mí”.
Su gran despegue llegaría, sin dudas, en 1976. Ese año tendría su primer papel con continuidad en El hombre nuclear, la exitosa serie protagonizada por Lee Majors, quien se había convertido en su marido tres años atrás. Además, ese año tomaría la decisión más importante de su carrera y conseguiría su rol consagratorio.
Un ángel al rojo vivo
A mediados de los 70, los fans que querían atesorar una imagen de sus ídolos solo tenían dos opciones: esperar que una fotografía suya saliera publicada en alguna revista o comprar un póster. En 1976 quiso la suerte que a un ejecutivo de Pro Arts —una de las tantas empresas estadounidenses que se encargaban de retratar y comercializar pósters de modelos, músicos y actores— se le ocurriera ofrecerle a Fawcett posar para ellos.
La actriz aceptó y así se organizó la sesión con el fotógrafo Bruce McBroom que se convertiría en su plataforma de despegue. Para la ocasión, Fawcett se peinó y se maquilló a sí misma y posó con atuendos de su propio guardarropa. Para las fotos más “osadas” eligió una malla enteriza color rojo sangre. El póster resultante se convirtió en el más vendido de la historia de los Estados Unidos.
Fawcett y Majors, que a esa altura era una de las estrellas más importantes de la televisión, solían jugar al tenis con el productor Aaron Spelling. En una de las charlas post partido, el creador de programas como El crucero del amor y La isla de la fantasía le propuso a la actriz formar parte de su próximo proyecto, basado en la historia de tres mujeres detectives que trabajan en una agencia comandada por un hombre misterioso.
El primer capítulo de Los ángeles de Charlie se emitió en los Estados Unidos el 21 de marzo de 1976 y el éxito fue inmediato. Además de Fawcett, lo protagonizaban la bellísima Jaclyn Smith y la histriónica Kate Jackson. “Cuando el programa se convirtió en el tercero más visto, pensé que se debía a nuestras buenas actuaciones, pero cuando llegó a la primera posición, llegué a la conclusión de que solo podía ser porque ninguna de nosotras usaba sostén”, se sinceró la actriz algún tiempo después.
Al contrario de lo que le había ocurrido con Welch y West sus nuevas compañeras no tardaron en formar parte de su círculo más cercano de amistades. Esa misma química que habían conseguido fuera de cámara se veía semana a semana en la pantalla chica.
Atrapada sin salida
Sin embargo, a pesar del éxito, Fawcett comenzó a sentir que la historia de esas tres mujeres nunca terminaba de despegar. “Nuestros personajes no tenían ningún matiz y nunca pudimos cambiar eso. ¿Por qué Jill, mi personaje, o Kelly o Sabrina no podían sentirse deprimidas en algún capítulo? ¿Por qué no podían llorar alguna vez? Un día tomé la determinación de hablarlo con los productores ejecutivos, Spelling y Leonard Goldberg. Les planteé: “¿No sería genial si en un programa llevara a Kate y Jaclyn a mi casa para que conozcan a mis padres, así exploramos las posibilidades de estas chicas como amigas?’. La respuesta fue tajante: ‘Tenemos un programa y funciona. No lo vamos a cambiar’. En ese momento comencé a sentir que mi corazón ya estaba fuera de allí. No apreciaron lo que teníamos, que era lo que volvía al programa tan especial”, explicó Farrah en una entrevista varios años después.
El corazón había hablado y el ángel más venerado decidió escucharlo: después de la primera temporada, abandonó la serie, a pesar de haber firmado un contrato por cinco años. Rápidos de reflejos, los productores tomaron dos determinaciones: la reemplazaron por la también rubia y bonita Cheryl Ladd -que terminó interpretando a Kris, la hermana del personaje de Fawcett- y le iniciaron acciones legales por una cifra millonaria.
“Spelling y Goldberg le advirtieron a todos los estudios que los demandarían por daños si me contrataban”, reveló Fawcett en 1979. Y agregó: “Los estudios no querían meterse conmigo”. Finalmente, llegaron a un acuerdo: la actriz accedió a participar de la serie en carácter de invitada en la segunda temporada y en las venideras. De esa manera, no solo se vio condenada a seguir participando de un proyecto del que ya no quería formar parte, sino que ya ni siquiera formaba parte del trío protagónico.
Si bien los fans de la serie recibieron con buenos ojos a su reemplazante, Fawcett seguía siendo la favorita de la gran mayoría. Y es que más allá de su talento, su imagen seguía marcando tendencia. Tanto, que en 1977 Mattel decidió modificar los rasgos de Barbie y lanzar una muñeca especial inspirada en los icónicos mechones y la brillante sonrisa de la actriz.
Poco cielo para dos estrellas
Si bien Fawcett alegó en su momento que su decisión de abandonar el programa que la había catapultado al estrellato se debía a que quería encausar su carrera cinematográfica, por lo bajo las versiones que salían de su entorno eran bien distintas.
Esos rumores indicaban que Majors no soportaba el repentino suceso de su esposa. En 2022, el protagonista de El hombre nuclear rememoró aquellos años en una entrevista: “No era tan difícil moverse como lo es hoy, que todos tienen un teléfono celular y las redes sociales vuelven viral una imagen en cuestión de segundos, pero en ese entonces lidiábamos todo el tiempo con los paparazzi. Podías evadirlos algunas veces, pero no siempre”.
El actor contó que conoció a Fawcett por medio de su publicista, y que ese mismo día fueron a tomar un café. “Así empezó todo. Fue muy rápido y duró casi 12 años, pero hubo un año en el que creo que la vi tan solo dos semanas. Nuestras carreras hacían que todo fuera muy difícil. Este negocio es difícil. Trabajábamos 14 horas al día, los dos, y los días fueron pasando”, resumió. La relación entre ellos duró hasta 1979, pero recién se divorciaron en 1982.
Un nuevo (y tormentoso) amor
“Los matrimonios que duran están conformados por personas que no viven en Los Ángeles”, ironizó la actriz alguna vez. Sin embargo, tras su divorcio decidió volver a intentar con otra estrella de Hollywood: Ryan O’Neal, el galán del momento y uno de los mejores amigos de su exesposo.
Quizá aquel dato haya incrementado aún más el interés de la prensa y del público por la nueva pareja. Lo cierto es que en 1983, la dupla acaparaba la atención como pocos. Ambos eran bellos, deseados, millonarios, jóvenes, y no tenían problemas en posar juntos y sonrientes cada vez que eran interceptados por reporteros gráficos.
A dos años de haber comenzado su romance, se convirtieron en padres de Redmond, su único hijo. Sin embargo, puertas adentro las sonrisas no eran moneda corriente y muy pronto rumores de adicciones, violencia doméstica e infidelidades se hicieron cada vez más potentes. Para 1997, todo entre ellos parecía terminado, luego de que ella lo sorprendiera en la cama con la actriz Leslie Stefanson.
Luego de la separación, Tatum O’Neal, la hija del actor, reveló que su padre abusó físicamente de Fawcett durante el tiempo que estuvieron juntos. ”Tenía un temperamento terrible y era muy violento. La golpeó”, aseguró la entonces joven actriz.
Fawcett creyó haber encontrado consuelo en James Orr, el director de El amo de casa, la película que protagonizó junto a Chevy Chase en 1995. Sin embargo, la relación terminó de la peor manera: el realizador canadiense fue condenado por haber golpeado a la actriz en medio de una pelea en 1998.
La última batalla
Tal vez movilizada por su propia experiencia, Fawcett comenzó a interiorizarse sobre el tema, se convirtió en una de las personalidades más convocadas en los paneles de discusión y llegó a formar parte de la junta del Consejo asesor nacional contra la violencia doméstica. Sin embargo, otra batalla la llevaría a involucrarse activamente en otra causa: promover la investigación contra el cáncer, brindar asistencia económica a los pacientes que atraviesan la enfermedad y bregar por la proliferación de medidas de prevención y rápida detección.
En 2006, el diagnóstico de un cáncer anal puso a la actriz frente a un agresivo tratamiento que incluía cirugía y quimioterapia. Y entonces, O’Neal volvió a su encuentro, con la intención de ayudarla en su recuperación. Después de todo, él había pasado por una situación similar algunos años antes, cuando tuvo que luchar contra una leucemia de la que logró salir airoso.
A pesar de que el cáncer parecía haber remitido en un primer momento, en mayo de 2007 le comunicaron a la actriz que un pólipo maligno había sido encontrado en el área donde se le había declarado la enfermedad inicialmente. Ella tenía una cámara digital y decidió que, a partir de ese momento, documentaría todo el tratamiento para dar a conocer su lucha públicamente.
Durante esos meses, O’Neal ofició de vocero y se mantuvo todo el tiempo a su lado. “A veces, Ryan me rompe el corazón, pero también es responsable de darme confianza en mí misma”, había indicado Fawcett un tiempo antes, explicando de alguna manera este nuevo acercamiento.
El actor llegó a proponerle matrimonio unos días antes de que el estado de Fawcett empeorara. Pero sus deseos no llegaron a cumplirse: el 5 de abril de 2009, Fawcett fue hospitalizada en estado crítico. El cáncer había hecho metástasis en el hígado. Veinte días después, Fawcett falleció, a los 62 años. En aquel momento, O’Neil y dos de sus amigas se encontraban junto a ella. Su hijo apenas pudo despedirse telefónicamente: se encontraba cumpliendo una condena por tráfico de drogas.
Sin reconocimiento
Aquella decisión de enfrentar al comienzo de su carrera a hombres poderosos de Hollywood seguramente terminó cerrándole muchas puertas y cercenando sus posibilidades dentro de la industria. Sin embargo, Fawcett se las arregló para seguir llamando la atención durante décadas: su labor en distintas producciones televisivas le valieron cuatro nominaciones a los premios Emmy y seis a los Globo de Oro.
Pero a pesar de haber sido un ícono estético durante los setenta, una actriz respetada durante las décadas siguientes y de haberse convertido en una de las personalidades del mundo del espectáculo más comprometidas con las causas humanitarias, su muerte no llegó a encabezar las portadas de los principales medios estadounidenses. Aquel jueves en el que Fawcett perdió la vida, también dejó este mundo Michael Jackson, el músico más vendedor de la historia y fue su muerte la que ocupó las primeras planas.
Muchos de los fanáticos de la actriz consideran que ni siquiera después de su deceso Fawcett consiguió el reconocimiento que se merecía. Y algo de razón tienen... El clásico segmento In Memoriam de la ceremonia de entrega de los premios Oscar de 2010, que conmemora a los trabajadores de la industria cinematográfica que fallecieron el último año, no incluyó su imagen ni su nombre entre los homenajeados.
Ante las quejas, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, explicó que la omisión no fue casual: consideraron que a pesar de haber actuado en más de 15 películas estrenadas en cine, Fawcett era más conocida por su labor televisiva y por eso no merecía un lugar dentro del segmento. Jackson sí fue incluido. “Apareció en una película muy popular recientemente”, argumentaron, refiriéndose al breve cameo que el músico realizó en Hombres de negro 2.
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