La periodista de 85 años acaba de iniciar la décima temporada de su programa de radio Fanny, sin miedo; en una extensa charla con LA NACION, no duda en hablar de todo, de recordar su coqueteo con la política y adelanta a quién votará en las próximas elecciones presidenciales
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En su living se encuentran esparcidos un poco anárquicamente todos los recuerdos de su vida: fotos de familiares, de artistas, de políticos, libros y CD de música de todo tipo. Y muchos trofeos, entre ellos cinco premios Martín Fierro que la llenan de orgullo. “Es el departamento de una periodista”, se excusa con gracia Fanny Mandelbaum a días de haber iniciado la décima temporada de Fanny, sin miedo, su elogiado magazine radial con entrevistas y noticias de los ámbitos político, social y cultural que va los jueves, de 16 a 18, por la señal Conexión Abierta.
Tiene 50 años de carrera y a la edad en que muchos profesionales piensan en el retiro la también locutora y psicóloga social se encuentra llena de planes. “La semana pasada no pude asistir a la radio porque se me inflamó una pierna, pero lo conduje igual desde mi casa. Nadie ni nada me va a impedir cumplir con mi trabajo”, sostiene quien el 9 de diciembre pasado cumplió 85 años y hoy sueña con volver a la televisión con “un programa a corazón abierto”.
–Fanny, sin miedo cumple 10 años. Toda una cifra y un logro. ¿Qué balance hacés de esta primera década del programa?
–Este programa empezó por casualidad. Un día me invitaron a la radio, que en ese momento era nueva, para hacerme una nota en Mañana puede ser tarde, que aún sigue en la emisora. Fue una charla muy simpática. La escuchó el director de la radio y al otro día me llamó para ofrecerme el espacio que quisiera. El ofrecimiento me tomó por sorpresa, pero le contesté que sí. Aunque después de enumerarle mis condiciones: “Yo soy muy libre, no paso previamente listas de invitados, invito solo a quien quiero y digo lo que pienso”, le dije, y me las aceptó todas. Hoy estoy muy contenta con mis dos horas semanales de programa y con la enorme libertad con que cuento para trabajar. Eso es lo más importante de todo. Cada fin de año pienso que va a ser el último del programa, pero no me dejan ir, dicen que soy el símbolo de la radio, yo les creo y sigo.
–Para muchos periodistas es muy difícil seguir trabajando cuando se suman muchos años de vida. ¿Cuál es la clave de tu permanencia?
–No sentir que tengo tantos años, no tomar conciencia de eso y disfrutar profundamente de lo que hago.
–¿Te han discriminado por una cuestión de edad?
–Sí. Hoy estoy discriminada, de hecho no estoy en la televisión abierta por eso. Sé que tiene que ver con la edad. En el cable pasa lo mismo. Y cuando tuve durante dos décadas mi programa en el cable es porque me compré el espacio. La única vez que me sentí totalmente gratificada en la televisión fue cuando Horacio Levin me llamó para hacer Grandiosas. Eso fue hace 20 años, cuando ya tenía 65. Me eligió para estar junto a Laura Oliva y Karina Mazzocco, que eran unas pibitas. Enseguida nos aclimatamos las tres y hasta el día de hoy seguimos siendo amigas.
–De todos modos, luego viviste otro gran momento en la TV abierta y no fue hace mucho.
–¿Con Juventud acumulada? Sí, es cierto. Era el sueño de mi vida, un proyecto que tenía registrado desde hacía 10 años y que ningún canal aceptaba porque, me decían, a nadie le interesan los viejos. Hasta que una vez más me llamó Horacio Levin, que por aquel entonces era director de la TV Pública y me preguntó si tenía algún proyecto. Le conté lo que había registrado y todo el mundo rechazaba. “Me encanta”, me dijo, y a partir de ahí lo hice cuatro años, siempre los sábados de 14 a 15, hasta que cambió el gobierno. Una lástima, hacíamos el mejor rating de los sábados.
–¿Por qué creés que lo levantaron? ¿Al actual gobierno no le interesa la gente mayor?
–El actual gobierno ni me avisó que el programa no seguía. Ni me dijeron si era por una cuestión política o por lo que fuera. Además, la directora del canal (Rosario Lufrano) era amiga mía, así que no le costaba nada levantar el teléfono y decirme: “Rusa, vos sabés cómo son las cosas, nos encantaría que sigas, pero no se puede”. Yo le hubiera dicho: “Me imagino, está bien, no te calentés”. Nadie me dio el adiós, me enteré por mi productor, cuando me comentó que le habían pasado la nueva grilla de programación y Juventud acumulada no estaba. Correspondía que ella me llamara. Yo jamás pido nada. No me gusta pedir y que me digan que no. Cuando no me llaman me genero yo misma mi propio trabajo.
–A propósito, ¿hoy la solución es la autogestión? Siempre se piensa en ese recurso para los más jóvenes.
–Sí, a Fanny, sin miedo lo produzco yo, de mi bolsillo. Hay pocos avisadores y los anunciantes prefieren la televisión. Así que con los poquitos que tengo cubro los gastos de producción y el resto lo pongo yo, pero no me importa, porque si me quedo en mi casa y voy a terapia todos los días me va a salir mucho más caro. Las opciones son: o hago radio o me vuelvo loca. En la radio me divierto y gano en salud, no la cambiaría por nada, aun si pierdo plata. Empecé con esto de la autogestión en 1999, cuando me echaron sin causa de Telefe después de haber ganado tres Martín Fierro como movilera. No me echaron a mí sola, sino también a 90 compañeros, incluidos todos los conductores del canal, luego de un paro. Al toque me compré un espacio en el canal Metro gracias al apoyo económico de mi marido y en marzo de 1999 empecé con Sin miedo. El programa duró hasta que cambió el gobierno y nadie me quería poner avisos. Hoy me pasa lo mismo, pero sigo igual porque nadie me va a tapar la boca.
–¿Cuáles reconocés como los highlights de tu carrera? ¿La cobertura del asesinato de María Soledad está en primer lugar?
–Sin dudas. Aquello fue un clic. Es más, ahora que se murió Ramón (Saadi) todo el mundo me llama para saber cómo fue el caso María Soledad, sobre todo la gente joven. Muchos de los que se interesan hoy por ese caso no habían nacido, es que fue hace 33 años. Al principio de la cobertura yo era simplemente una mano que sostenía un micrófono (porque en Telefe nadie ponía la cara salvo los conductores), pero después empecé a cerrar cada uno de los móviles en vivo mirando a la cámara y diciendo: “Para Telefe Noticias, Fanny Mandelbaum”. Y ahí la gente me conoció. Esa cobertura se la debo a Carlos Montero, quien era el jefe de noticias del canal. Cuando me envió la primera vez a Catamarca, me dijo: “Te mando con un cheque en blanco porque confío en lo que vas a hacer”. Eso fue lo peor y lo mejor que me pudo decir, porque me metió tanta presión que me rompí el lomo trabajando y a partir de ahí me mandó siempre a mí a lo largo de los siete años que duró el caso. El resto de los canales, en cambio, fueron alternando con distintos cronistas. Mis colegas lo hacían bien, pero yo fui la única que pudo seguir con continuidad los acontecimientos. Por eso la hermana Martha Pelloni y yo representamos el caso María Soledad. De hecho, al cumplirse los 25 años fuimos con Martha juntas a Catamarca, y lo íbamos a volver a hacer para los 30, pero la pandemia lo impidió. Ayer me vino a ver una chica que está trabajando en un documental sobre el caso para Netflix y me contó que recientemente estuvo en Catamarca y que todo el mundo le habla de mí, que todos me recuerdan. Supongo que hice bien mi trabajo.
–Si hoy fueras movilera nuevamente, ¿qué caso te habría gustado cubrir de los últimos tiempos o de hoy en día?
–Me hubiera gustado seguir el caso de Lucio Dupuy, pero muy a fondo y desde un primer momento. Porque hace mucho que vengo haciendo denuncias de este tipo de cosas, de abusos y maltratos infantiles. Por ejemplo, denuncié que un sitio para chicas en situación de peligro iba una vez por semana un grupo de señores y se llevaba a las pibas para tener sexo. Fui con un móvil a la puerta del obispado, el obispo no me quiso atender, pero hice igual la nota y terminó interviniendo la Dirección del Menor: las chicas fueron llevadas al hospital y no solo se comprobó que habían sido violadas, sino también infectadas con sífilis.
–En tu cobertura del caso Lucio, ¿hubieras puesto el foco en que las asesinas son una pareja de mujeres, como hicieron algunos periodistas y medios?
–No, de ninguna manera. Yo hubiera puesto el foco en la cantidad de cómplices por omisión que hubo. Ese chico estuvo en un jardín de infantes, ese chico estuvo en un hospital, entonces: ¿cómo no hubo una maestra que denunciara, cómo no hubo un médico o una enfermera que dijera algo? No es excusa tener miedo porque ahora se puede denunciar de forma anónima.
–Se te conoce en el medio como una profesional honesta y auténtica. ¿Pagaste algún costo por serlo?
–Sí, cuando te negás a hacer una nota te ponen una bolilla negra. Y yo me negué a hacer varias a lo largo de mi carrera. Me negué a hacer notas con cuestionarios hechos por otros, como me negué a hacer “tachín tachín” por la reelección de Menem. Reconozco que tenía la ventaja de tener mi casa propia, de que en un caso así mi marido me podía ayudar y que sabía que no me faltaría nada.
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