Familia de circo: Flavio Mendoza estrena un espectáculo ligado a sus orígenes
Patricia y Adriana Mendoza aprendieron un número de altura en el cual una de ellas se sostenía apretando bien los dientes. Quien les enseñó ese truco fue la tía Beatriz Eguino. Beatriz está por cumplir 70 años. Desborda vitalidad. Es sexta generación de familia de circo.
"Menos contorsionismo a lo largo de mi vida hice todo lo que se te ocurra en la pista: acrobacia, malabarismo, equilibrio, trapecio, cama elástica, báscula... Es más, mi principio fue ecuestre porque en esa época había animales. Bueno, tampoco hice segunda. Dejá que te explique: antes los circos de nuestro país tenían la primera parte, dedicada a la acrobacia; y la segunda, que era teatro. Por eso se dice que en el interior del país el circo fue la cuna del teatro", explica esta señora que la última vez que se subió a una pista fue hace cosa de 30 años, cuando tenía un número con Oscar Pueyrredón. De aquellos tiempo no siente nostalgia alguna.
"Volvemos al circo porque es nuestra raíz. Amamos esto", apunta ella. Uno de sus sobrinos es Flavio Mendoza , a quien ni hace falta presentar. Él aprendió aquel número de altura viendo a sus hermanas. Sin dudas, Flavio es el famoso de esta troup familiar que mañana estrena El circo del ánima en el que conviven los apellidos Pueyrredón, Eguino y Mendoza en una amplia gama de parentescos y de cruces generaciones.
Apostaron a lo grande con una carpa traída de Italia con capacidad para dos mil personas que, ahora, está ubicada en el kilómetro 9 de la autopista Buenos Aires-La Plata. A la hora indicada posan para la foto vestidos casi todos de negro. Algunas de ellas se pusieron todas las pilchas como para una verdadera noche de estreno, aunque estemos en plena mañana de frío y sol. Salvo Flavio, el resto del clan no es de hacer notas ni nada de esas cuestiones. Esta vez es la excepción a la regla. En medio de ellos hay dos pequeños: Noah, hijo de Patricia; y Dionisio, hijo de Flavio, que, como su padre, ya es casi famoso. "Mi gran éxito no es Stravaganza, es mi familia". Eso es lo que le dijo a este mismo cronista en 2012 en el camarín del teatro Luxor, de Villa Carlos Paz. Con ese espectáculo rompió records históricos de audiencias para el llamado teatro de verano. En aquel camarín convivían fotos en blanco y negro de su familia en el circo con la saturación de colores de aquellas tomadas en los programas de Marcelo Tinelli. En su impecable motor home traído de Estados Unidos no hay fotos, no hay detalles personales. Todo parece responder a un estilo ideado en Miami. A pocos metros está la gran carpa (en verdad, son varias) en donde técnicos, artistas e integrantes de este clan familiar pulen detalles para el estreno de mañana.
Cualquiera podría imaginar que el nervio ante un debut es algo que esta gente, curtida de tantos años de oficio, conoce a la perfección; pero no es tan así. Lo aclara el mismo señor platinado que divide su tiempo entre su rol como jurado del BAR en el Bailando por un sueño, sus presentaciones en Siddharta y, claro, la dirección de Ánima "¿Sabés qué pasa? –se pregunta y se responde– esto es otra historia porque es la historia de nuestras raíces, de nuestras familias. Cuando estrenás un espectáculo en un teatro la sala ya existe. Acá no, hubo que armar todo y desde hace tres años que estamos en ese todo. Esto es como un Luna Park que se irá trasladando de una ciudad a otro del país y fuera del país". La tía Beatriz agrega mientras Dionisio manipula todo lo que encuentra arriba de la mesa ratona del motor home: "acá hay una gran infraestructura. Es la primer carpa en América que está colgada de un gran arco sin que existan columnas que dificulten la visión".En escena no habrá nadie de este clan familiar ("los jubilamos a todos", se ríen). Bueno, no será tan así porque toda vez que pueda Flavio Mendoza hará su número y Dionisio, el inquieto, seguramente también pisará la pista ("yo quiero que él me vea en circo", dice él con cierta chochera). Padre e hijo sí forman parte de las imágenes que rodean a esta enorme carpa que está ubicada en medio un gigante playón de estacionamiento del Parque Avellaneda Shopping.
En escena serán 35 artistas, varios de ellos que llegaron de distintos países, siete músicos de la banda en vivo que interpreta la música compuesta por Federico Vila y de 15 a 20 técnicos. Sumando acomodadores, gente de seguridad y de limpieza el batallón trepa a los 80 personas comandadas por esta familia de artistas de circo. Uno de los tíos, cuentan, todavía quería una carpa más grande. Pero Flavio se puso firme porque sabe que luego es difícil conseguir terrenos en donde montar semejante infraestructura.
"Cuando era chico había muchísimas compañías de circo, pero desde hace años eso ya no sucede –apunta el coreógrafo y acróbata famoso del clan–. Por eso mismo muchos artistas se fueron del país en busca de trabajo. En ese sentido, Ánima es como volver a poner a una gran compañía de circo argentina. Yo creo que marcará un antes o un después. Será un circo con dos escenarios móviles que suben y bajan, aire acondicionado frío/calor, pantallas de led, luces de última generación. Empezamos acá, en Avellaneda, en donde nunca vieron un show de estas características. No lo digo con soberbia, lo digo con orgullo. Y con orgullo de ser argentino. Porque tuvimos la oferta de lanzar el espectáculo en otro país, pero todos nos pusimos de acuerdo de empezar acá, en el nuestro, y luego hacer la gira por el interior y la internacional".
Al circo lo llevan en la piel, no hay con qué darle. Patricia y Adriana (la otra hermana de Flavio se llama Silvina) cuentan que empezaron en la carpa vendiendo caramelos y metiéndose, sea como sea, en el saludo final. "Pero mi felicidad era entrar al escenario –dice una de ellas–. Hemos hecho de todo: malambo, salto hasta especializarnos en trapecio volante".
Patricia, la mayor, cuenta: "Al principio a Adriana le costó meterse en esto porque quería irse a estudiar, quería tener la vida normal de cualquier adolescentes y no ser nómade". Pero las cosas cambiaron y con aquel número en altura la pegaron, vinieron contratos, giras, más viajes, los aplausos. Adriana reconoce que ahora, con Ánima y con todo el clan familiar reunido, "sentimos la felicidad de hacer algo que nos hace volver a nuestras raíces, a nuestra infancia".
La génesis de estos cuatros hermanos hay que buscarla en Entre Ríos. A Nogoyá llegó el circo familiar. Entre la troup había una acróbata llamada Zulma Guasconi. Al carnicero del pueblo, llamado Enrique Mendoza, le regalaron entradas para ver la función de estreno. Y allá fue él aquella tarde de hace varios años. Volvió religiosamente cada vez que había un función. En verdad, ese fanatismo tenía otra explicación: se había enamorado de la joven acróbata. Le enviaba cartas, flores, sonrisas a la distancia en el momento del saludo final. Pero, claro, el circo tenía que seguir giro por las rutas argentinas hasta el fin. Entonces, contaba Flavio en aquella charla en Carlos Paz, el señor tomó fuerzas y habló con el padre de la acróbata para contarle de su amor hacia su hija. Así fue como el carnicero del pueblo se sumó a la vida circo detrás de su nuevo amor. Entre giras y acrobacias tuvieron 4 hijos. Uno de ellos, claro, es Flavio.
"Es una escena bien de película, lo sé –confiesa él, quien la última vez que pisó una carpa familiar fue cuando tenía unos 13 años–. Por eso el espectáculo se llama Ánima porque el alma de todos ellos es fundamental en este historia. No creo que el espectador se de cuenta, pero hay infinidad de guiños con los que nos ha pasado como familia". Historias como estas se repiten. De hecho la tía Olga, una de las hermana menores de la mamá de Flavio y una de las que posó para la foto, se enamoró de un muchacho de Bell Ville que también se terminó subiendo al circo y que terminó siendo trapecista. La tía Beatriz en algún momento compró un parque de diversiones itinerante que funcionó muy bien. Al principio a una de sus hijas eso de la vida nómade no le cerraba. Desde hace un tiempo, con su esposo, están a tiempo repartido entre el parque y el circo. Su otra hija no se adaptaba a la cosa nómade y se puso a estudiar derecho. Un año antes de recibirse conoció a un muchacho de Córdoba, se casó. Ahora, los dos, están en el parque y en circo. Su otra hija está noviando con un ex atleta devenido en artista de circo. Así son las cosas y de esto hablan en el motor home que poco tiene que ver con el colectivo hecho trailer que se crió Flavio y sus hermanas.
El abuelo suyo solía decir: "Pasen y vean el espectáculo más antiguo e increíble del mundo". El nuevo capítulo de ese arte tan antiguo se llama Ánima.
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