Fabio Di Tomaso: de El Conde de Floricienta a un jugador que nunca sale del banco de suplentes
Hay una escena que muchos van a recordar: el Freezer (Juan Gil Navarro) salva al Conde ( Fabio Di Tomaso ) de un ataque. Ese gesto noble le cuesta la vida y, desde el cielo, Dios (Mario Pergolini) decide migrar el alma del primero en el cuerpo del segundo. Así de esta manera mística, Cris Morena resolvía un gran problema: darle a Floricienta una segunda temporada, tras la decisión de Navarro de alejarse de la tira infanto-juvenil, en la cual compartía protagónico con Florencia Bertotti. Con esta simple escena, Di Tomaso se cruzaba con una de las grandes oportunidades de su carrera. Con voz carrasposa, una vincha de tenista, los ojos claros y la melena negra, el actor se convertía en un galán de TV. Casi nadie extrañaría a su antecesor y, de a poco, Máximo Augusto Calderón de la Hoya se ganaría el corazón de los televidentes.
Pasaron 13 años de ese papel y otros tantos desafíos laborales en la vida de Di Tomaso, pero nunca uno tan grande y mediático como aquel. En este tiempo, trabajó en Consentidos y Dulce amor, hizo la película Soldado argentino solo conocido por Dios –donde conoció a Samira, su actual mujer– y no mucho más. Hace poco volvió al teatro como Fidel en Banco de suplentes, una obra donde interpreta a un jugador de fútbol que nunca pudo salir a jugar. De galán a "perdedor", así de versátil. La vida después de Floricienta fue más tranquila para el actor que si bien disfrutó de ser el Conde también se cansó un poco de la sociedad con Cris Morena y, de hecho, no participó del último show de la tira que se hizo en Vélez.
Di Tomaso está sentado en un café, emocionado con la obra que lo puso otra vez a trabajar después de ser padre de Fidel, el mismo nombre del personaje que le tocó interpretar. Este no es un año más para el actor, después de perder un embarazo muy avanzado y descubrir que su mujer sufría de trombofilia, decidieron volver a intentarlo. El camino no fue tan sencillo: primero, el miedo de volver a pasar por un aborto espontáneo y después, cada control, cada visita al médico fue para ellos un paso a superar. Fabio fue el encargado de darle las inyecciones a su pareja. Luego, a los pocos meses del nacimiento del esperado niño, descubrieron que tenía un problema en el corazón. De vuelta, apareció el miedo. Al bebé de 2 meses lo operaron a corazón abierto y la familia estuvo cerca de 1 mes instalada en un hospital. Finalmente, todo salió bien. Fidel tiene 7 meses y a pesar de ser un paciente cardíaco de por vida, los médicos le aseguraron al actor que podía tener una vida normal: desde deportes a extremos a lo que sueñe.
-¿Qué fue lo que pasó con Fidel?
-Él había entrado en un cuadro que no estaba comiendo y empezaba con síntomas. Fuimos, quedó ahí, y vieron que tenía una comunicación interventicular. Fue muy difícil ese momento porque veníamos de lo otro. Es una cardiopatía bastante frecuente. No lo pudieron operar en la semana porque había otra operación programada, después vino el fin de semana de Semana Santa que fue interminable. Pasaron 10 días, después la operación.
-¿Cómo fue la operación?
-Lo más riesgoso fue por su edad, es una operación frecuente pero al ser tan chiquito... saber que lo operan el corazón, que después está conectando con un montón de bombas, respirador. Pensé que iba a durar mucho. Mi mujer lo dejó en el quirófano. De hecho, cuando salieron a decir que había salido bien, estaba con mi mujer conteniéndola en una escalera de emergencia. Creo que duró 40 minutos, impresionante. Entre una cosa y otra, entre que se lo llevan y te lo traen, habrá pasado hora y media, dos horas. Fue duro, pero ¡basta! ya está, ahora a disfrutar. Eso es lo que estamos tratando de hacer ahora, él está bárbaro, pero tuvo ese problemita. La verdad que el grupo de cirujanos unos capos y toda la gente del Anchorena, los terapistas, la pediatría infantil, todos unos grosos. Fuimos pasándola y recién hace unos meses nos estamos pudiendo relajar y empezar a disfrutarlo, verlo crecer, y sacarnos ese resabio de lo que fue su intervención.
-Después de haber perdido un embarazo avanzado, deben haber vuelto todos esos miedos...
- Fue intenso. Nos había pasado con mi mujer la otra experiencia que también fue traumática. 29 semanas de embarazo. Pensá que hay chicos que nacen en la semana 23. Fue duro pasar eso, porque te preparás para recibir la vida y de golpe queda todo truncado. Después se hizo un estudio mi mujer y dio que tenía un tipo de trombofilia y te empiezan a llegar la cantidad de cosas de gente con trombofilia, que cuando no te pasa no tenés ni idea. Después nos pusimos contentos porque salió la ley de trombofilia, pero después se vetó. Siento que uno está para contener a la mujer. El duelo lo hice también, pero es la mujer la que pone el cuerpo en eso y debe ser una sensación que no la voy a tener nunca.
-Dicen que estas experiencias pueden unir o separar: ¿cómo fue para ustedes?
-Nos hicimos fuertes y seguimos para adelante. El amor todo lo puede, eso sentimos los dos. No es que vivimos en un mundo de rosas. Pasamos esas cosas con intensidad, con miedo, con discusiones, con cosas que no estuvimos de acuerdo y hay que tomar decisiones. Entonces dialogando, discutiendo, acordando, sabiendo que en algún momento iba a empezar a pasar. Pasás por procesos de enojo, de necesitar respuestas y te van cayendo fichas de que no las vas a tener nunca, que no existen. Vos necesitás saber el porqué pasó y te das cuenta de que no hay una respuesta porque nada te va a satisfacer. Pienso en algo más metafísico como "ah, pero es para aprender algo en la vida", y "está todo bien, pero lo podría haber aprendido de otra manera".
-Aparece el por qué a mí...
-No pensé tanto en el por qué a mí, pensaba más en el por qué. Quería comprender cuál era el aprendizaje. Soy de mantenerme en silencio y escuchar. Tuve un momento de salir a resolver cosas: de golpe estás en una funeraria viendo cosas, qué vas a hacer cremación... cuando estabas esperando otra situación en la vida. Y, en paralelo, acompañando a mi mujer que además había ido a una cesárea, estaba en un estado de debilidad. Recién cuando ella estuvo mejor, me di lugar para mi duelo.
-¿Sos creyente?
-No. Creo en mis cosas, en una energía. No desde un lugar cristiano ni católico. Lo que fui aprendiendo es a juzgar menos. Nunca me metí con nadie con las creencias porque, en los momentos de mucho dolor o de soledad, cada uno encuentra lo que puede. Por suerte encuentra algo porque quedarte sin encontrar nada, en ese dolor perpetuo, debe ser muy difícil. Todos necesitamos de algo en qué creer o armarte algo en donde depositar toda esa angustia.
-¿Y qué hiciste vos?
-Me metí más para adentro, me costaba mucho volver a vincularme. No tenía ganas de estar con la gente porque estás sensible, sentís que molestás, que sos redundante y en eso prefería quedarme tranquilo, conmigo, en mi casa, con los amigos más íntimos. Una de las cosas que más me angustiaba es que sentía que no me iba a volver a reír más, es muy loco eso. Soy una persona que tiene mucho sentido del humor. Pasaron varios meses, vino a comer un amigo músico que quiero y se cortó la luz esa noche, prendimos las velas, él empezó a hacer payasadas, me empecé a reír y fue muy loco. Me volví a reír.
Di Tomaso y su mujer se conocieron en Córdoba trabajando. Ella era productora y todo sucedió velozmente: después del rodaje, él la invitó a Buenos Aires y ella se quedó. Salen desde 2015. Ella tiene menos de 30 y el 41. El actor dice que no soñaba con una familia, pero que con Samira las cosas se dieron solas. "Fue sin calcularlo, sin planearlo. No tenía en mente enamorarme, me pasó, y cuando te pasa es muy raro", cuenta a LA NACION. Antes, había salido durante 10 años con su colega Melina Pietrella de quien prefiere no hablar ("no tengo idea en que está. Terminamos a secas"). El actor, nacido en Quebec por puro azar, viene de una familia de italianos que se dividió entre la Argentina y Canadá. A pesar de haber vivido el primer año y medio de vida en el hemisferio norte aún no ha visitado esa ciudad. Es una cuenta pendiente. "Somos la primera generación de argentinos, con mis primos. La inmigración está ahí nomás. Todos mis tíos son italianos. La pasta no va a faltar nunca", señala.
-Antes de ser actor, hiciste de todo... ¡hasta manejaste un colectivo!
- Mi viejo fue colectivero, siempre estuvo involucrado ahí. Es el oficio de familia, de mi padre y en algún momento lo tenía que hacer. A los 21 años me preparé y lo hice, pero al mismo tiempo estudiaba teatro. Siempre el objetivo estuvo claro, entonces me iba aburriendo de los trabajos. No me duraban mucho. Iba viendo, cuando se me complicaba con el estudio, buscaba otra cosa.
-El Conde fue tu papel consagratorio, ¿cómo fue protagonizar esa tira?
-Floricienta fue lo más masivo, lo más popular. Hay un momento que necesité tomar distancia porque estaba cansado, agobiado. Fue muy intenso. Al principio me daba el temor de "vas a hacer esto, te vas a quedar acá para siempre". Hoy, a la distancia, no me molesta para nada. Me parece que también en algún punto le pasa a Juan [Gil Navarro]. Cuando vos marcaste algo en la vida de un niño o una niña es difícil que se olviden, porque cuando uno es niño se acuerda de los héroes. Es muy difícil, de hecho, en las redes sociales me contactan desde Italia preguntando por el Conde y pidiendo que hagamos otro Floricienta. Todas esas cosas son muy divertidas. En este momento de mi vida no me genera nada, me da ternura y me reconecta con esa parte desde otro lado. No desde querer huir y hacer otra cosa o del encasillamiento sino desde "está bien".
-Fue mucho de repente, ¿cómo te llevás con la exposición?
-No me lo esperaba. Venía haciendo un camino tranquilo para ir aprendiendo. Pero a veces la vida te presenta oportunidades que uno elige y elegí. Después como todo ¿no? Llegó un momento que estaba agobiado y necesité tomar distancia, hacer otro viaje en mí, otras búsquedas. No solamente en un tema laboral sino para poder comprender y acomodar un poco todo lo que me había pasado.
-¿Cómo terminaron las cosas con Cris Morena?
-Tuvimos nuestras diferencias. Arreglé, me llevé lo que se arregló, lo hice aceptando las condiciones. Después, como todo cuando estás con tanta intensidad de trabajo y venís cansado, hay un momento que uno está hipersensible con un montón de cosas. Hay cosas con las que no estuve de acuerdo y las manifesté. Las hablé con las personas que tenía que hablarlas y listo, para mí quedó ahí. No volví a trabajar con ella.
-Gil Navarro quería despegarse de ese papel, ¿te pasó algo así?
-No fue por decir ´no, busco otra cosa como actor´. Siempre te pasa que hacés una cosa y después querés hacer otra. Me divierte eso, sino me empiezo a aburrir. Ir cambiando para divertirse, no por un tema de renegar de lo que hice. Estuve haciendo Consentidos. Los chicos son un público que me gusta, son nobles, tienen algo de espontaneidad, de sinceridad, de sentido del humor que está buenísimo.
-De alguna manera le escapaste al mote de galán, ¿no te sentías cómodo en ese papel?
-Tiene esas cosas la televisión: vos hacés de galán y hay momentos de tu vida que no te sentís así. Yo tenía mis conflictos, mis quilombos, mis cosas, mi vida. Después entendés que es un personaje, como cualquier otro personaje. Pero no es que yo salía y era "hola, ¿qué tal?, soy el galán". Salía a comprar al kiosquito. Nunca dejé de hacer mi cotidianidad, me costó tomar ese registro.
-¿Y qué fue de tu vida post Floricienta?
-Fue un paso interesante porque fue genuino con lo que me estaba pasando, con necesitar estar más tranquilo, conectarme con otras cosas, entonces fue acorde. Yo soy una persona tranquila, me gusta tener mis tiempos, no soy hiperactivo, no necesito estar al palo las 24 horas del día. Me gusta irme al parque, tomar unos mates, llevar a la perra, reunirme con amigos y disfrutar de mi trabajo y eso se fue dando. Cuando vos empezás a elegir también pasa eso, vas quedando en un lugar y los lugares son ocupados por otros que tengan ese deseo tal vez mayor que uno a ocupar esos lugares. Y después empecé también a elegir más o a preferir otras cosas. Me gusta estar así, como medio satélite. Hay momentos que me gusta involucrarme más.
-Ahora volviste a hacer teatro, pero independiente, ¿cómo son tus elecciones a la hora de trabajar?
-Disfruté de lo más masivo, pero también me pasa que el teatro independiente tiene otra intimidad. Uno se sube al escenario y quiere llegar al público. No tengo muchos pruritos. Me gusta, lo quiero hacer, lo hago y después vemos si es comercial, independiente, qué es. El teatro tiene algo distinto. Me inicié estudiando teatro, haciendo obras y no es que hago tanto ahora. Siempre llega en momentos muy particulares.
Di Tomaso se toma tranquilo sus días, se quiere dedicar a Fidel y a Samira. Cuando puede, estudia batería, lee y mira series. Para él las tareas son compartidas: cocina, va al súper pero dice que nada se equipara con el rol de su mujer en estos primeros meses de maternidad. Hermano de dos mujeres, el actor disfruta de ver este momento de las mujeres. "A mí este oficio me ayudó mucho a abrir la cabeza, yo venía de un barrio, era un adoquín a los 17 años", reconoce. "Es muy difícil decir ´no soy machista´, siento que al decirlo lo soy. Me gustaría que en algún momento ya no se hable, que sean términos que no haga falta utilizar", concluye.
El actor termina su café y saluda. Vuelve a casa para estar unas horas con Fidel y más tarde irá a La Comedia a ensayar Banco de suplentes, la obra donde se luce los domingos, a las 21, en el teatro de Recoleta.
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