Esteban Lamothe: “Soy más parecido a Palermo que a Román Riquelme”
Vito Paternó, el violento manipulador de Campanas en la noche, es el primer villano que encarna Esteban Lamothe en la tele (lunes a viernes, a las 23.30, por Telefe). Después de años de hacer de amigo, de compinche, de buen novio, la exrevelación de El estudiante (celebrada ópera prima de Santiago Mitre en 2011) se animó con un personaje bien oscuro. "Me divierte", dice una tarde de sol en Conde, su bar favorito de Colegiales. "La novela es terreno fértil para hacer a estos malvados: seres medio diabólicos que van mostrando la hilacha y cada vez se ponen peor. El final es directamente un delirio", avisa, satisfecho con la repercusión que viene obteniendo el programa que comparte con Calu Rivero y Federico Amador . "Para hacer de Vito me inspiré en actores que hacían de malos en los ochenta como Oscar Ferreyra, Jorge Marrale. Personajes bien caricaturescos. Por eso lo de la ceja, que pegó", sonríe en referencia a los memes que circularon alrededor del gesto y que lo tienen sin cuidado (ver aparte).
–En general, los que rondan los cuarenta tuvieron una infancia marcada por la tele en los ochenta. ¿Cómo fue tu caso?
–No había mucha tele en Ameghino (donde creció). Recuerdo mirar novelas con mi abuela. Y dibujitos tipo Popeye, Bugs Bunny, Tom y Jerry. No había muchas cosas que me interesaran.
–¿Eras más de estar con tus amigos fuera de las casa?
–Sí. Nos metíamos en los campos, las casas abandonadas; robábamos fruta. Éramos medio vandálicos. Y nos agarrábamos a piñas día por medio. Estaba muy instalado lo de pegarse. Tarde o temprano tenías que pelearte con alguien para ver hasta dónde llegaba tu poderío. Muy ley de la selva.
–¿Y cómo te iba?
–Y... Bastante bien hasta que en un momento me agarró uno que me recontra mató a palos (risas). Mano a mano, de frente, limpio. Me mató. De más grande nos encontramos en un baile una vez que volvió a visitar el pueblo, en la barra, y nos acordamos. Linda pelea porque me hizo entender que siempre hay uno mejor que vos.
–Cuando salió El estudiante (2011) muchos destacaron tu naturalidad. En un medio donde a primera vista se destaca más el histrionismo, vos te hiciste fuerte en lo opuesto. En lo de hacer más con poco.
–Sí, yo creo que soy así. No soy buen imitador, no soy histriónico, no sé hacer voces ni componer tanto un personaje, etcétera. Pero sé lo que tengo que hacer.
–¿Puede ser que a veces entre los actores haya también una admiración cruzada? ¿Que los habilidosos aprecien esa sencillez que no tienen tan a mano, y viceversa?
–Sí. Es como en el fútbol que está un talentoso como Riquelme y está...
–¿Palermo?
–¡Sí! ¡Palermo! ¡Totalmente! Alguien que por ahí ves jugar y no decís: "Qué buen jugador". Pero ves que la mete, funciona. Hace que la Argentina vaya al Mundial. En ese sentido sí: soy más parecido a Palermo que a Riquelme. Un poco tímido, pero sin miedo. Y eso me parece más importante que ser histriónico. Porque en un teatro la podés romper, pero después te mandan a la tele y lo tenés que hacer rápido, bien y ya. ¿Sabés las veces que tuve que hacer casting y definir por penales? Si me toca una final me la juego de cabeza. Que me saquen muerto de la cancha.
–¿Qué valorás en un amigo?
–La amistad, el compañerismo, el cariño. Anteponer lo humano. No ser garca. Poder hablar si hay un problema.
–¿Y en ese aspecto cómo sos?
–Creo que soy buen amigo. Tal vez lo que mejor hago. Soy fiel, soy bueno. Me gusta divertirme con mis amigos.
–En estos años de salto a la fama y separación, ¿hubo algún hecho de amistad que te haya ayudado a superar un mal momento?
–Nada puntual porque la verdad que tengo muchos amigos. De la infancia y de ahora. Y la única pérdida importante que tuve en mi vida fue cuando murió un amigo que era como mi hermano porque su mamá era la mejor amiga de mi mamá, y fue mi compañero de banco toda la primaria y secundaria.
–¿Siempre el mismo?
–Sí. Teníamos una banda, un programa de radio, y se murió en un accidente de auto en el 94 cuando estábamos haciendo quinto año. Eso hizo que hoy quiera y valore cada segundo que tengo con un amigo. Joaquín se llamaba. Su mamá, Griselda, había muerto cuando tenía 7, y su papá, cuando cumplió 14. Estábamos siempre juntos. Venía todos los días a casa, se quedaba a dormir. Y yo también en lo de su abuela Tita, que murió hace un par de mes. Seguí hablando con ella hasta no hace mucho. Lo mismo con su hermano Nano.
–Esa pérdida habrá sido una bisagra en tu vida.
–Sí, me mató. Me destruyó. Nunca sentí tanto dolor. Fue lo más doloroso que viví. Eso y la separación. Pero esto fue peor porque la separación se transforma en otra cosa. Y cuando sos chico nunca te imaginás que se te puede llegar a morir un amigo. Ahí aparece la idea de lo siniestro. Que desaparezca la vida de un segundo a otro. Pero bueno, pude salir adelante. Sin duda me marcó. El episodio más importante de mi vida. Eso y tener un hijo.
–¿Cómo te pegó que Luis arranque primer grado?
–Lloré todo el acto (risas). Entré rebién, recanchero, y cuando pusieron el himno me quebré. Me liquidó. Más que la final del Mundial, más que cualquier cosa. Por suerte tenía puestos los lentes y pude disimular. Aparte se me infló el pecho: "Mi hijo está en la escuela pública", pensé. Tengo expectativa de que sea una experiencia buena y de que como padre pueda acompañarlo a él y a los otros padres con sus hijos.
–¿Y cómo te afectó el hecho de verlo crecer tan rápido, que ya no es un bebé?
–¡Me desespera! (Risas.)
–Porque como padre uno ama a su hijo y quiere que crezca, pero a la vez ve que se le está yendo...
–Sí. Un impulso humano bastante ridículo en el cual me incluyo porque es un poco querer que siempre sea chiquito. Todavía nuestras madres por ahí nos dicen: "Ay, hijito". Y no, ya tenemos cuarenta. En mi caso Luis por suerte todavía se viene a veces a dormir un rato conmigo. Pero de a poco va cortando amarras. Hoy llegamos a la puerta de la escuela y me dijo: "Chau, andate. No te quedes a ver la formación". Una angustia te agarra... Pero ser padre también es eso: poder soltar y acompañarlo. Es lo más difícil porque uno quisiera estar cuando por ahí otro nene le pega. La fantasía es entrar al patio e intervenir. Pero no. Son cosas que pasan.
–¿Cómo es la relación con Julieta (Zylberberg, la mamá)?
–Bárbara. Si algo sabía yo es que estaba teniendo un hijo con una mujer increíble. Y no me equivoqué.
–Y ahora que ya pasó tiempo, ¿cómo procesó él la separación?
–Es un chico que habitó muy bien las dos casas. No es que tiene la de la mamá y aparte el departamento del papá con tres cositas, algo bastante usual. No. Mi casa está tomada por Luis (risas). Es más de él. La verdad que con Julieta nos llevamos muy bien. Ya damos hasta asco de lo bien que nos llevamos (risas). Puede ser que alguna vez discutamos por alguna pavada, pero lo normal. No existe lo de joder al otro. Si yo tengo una fiesta y Juli me llama para ver si puedo estar con Luis, no voy a la fiesta. Y lo mismo al revés. No hay mejor programa que estar con mi hijo.
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