“La conocí cuando tenía 23 años”. Julio Salvarredi, el padre biológico de Fabiola Yañez, habla por primera vez sobre el vínculo con su hija
Tiene 61 años y trabaja como artesano en su taller de carpintería en Villa Regina, Río Negro; conoció a su hija Fabiola cuando ella tenía 23 años y sólo se vieron dos veces
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Julio Salvarredi, de 61 años, cuenta por primera vez su historia. Dice que en los últimos días lo han llamado desde todos los medios de comunicación nacionales. Y destaca tres momentos en la vida de su hija que reavivaron el interés de los periodistas en su persona: cuando su yerno Alberto Fernández ganó las elecciones, cuando trascendió el episodio conocido como “la fiesta de Olivos” y ahora, con la denuncia por violencia de género que hizo Fabiola Yañez contra el expresidente.
“Me enteré lo que estaba viviendo a través de los medios”, dice por teléfono desde Villa Regina, Río Negro. El padre biológico de Fabiola Yañez trabaja como artesano, especializado en madera: fabrica muebles y cartelería en madera.
“Siempre me mantuve al margen porque no quería exponer más a mi familia ni a mí mismo. Pero con todo lo que ha pasado y lo que está viviendo Fabiola, sentí que era el momento de contar cómo fueron las cosas realmente, para que se sepa la verdad y no haya más inventos o especulaciones”, insiste Julio.
—¿Por qué decidió hablar ahora?
—Es la primera vez que hablo porque nunca quise exponer a mi familia. Con todo lo que ha pasado y lo que está viviendo Fabiola, sentí que debía contar cómo fueron las cosas para que se sepa la verdad.
—¿Cómo supo sobre la situación que está atravesando Fabiola Yañez?
—Me enteré por los medios. Pensaba que su vida estaba bien, que ella estaba allá con su historia y yo acá con la mía... Pero es tremendo todo lo que está pasando, por lo que se ve en las noticias es un calvario realmente.
—¿Intentó contactarse con ella después de enterarse de la denuncia por violencia contra Alberto Fernández?
—No, ella y yo no nos comunicamos más. Pasaron unos cuatro años. Creo que no tiene ni el mismo número de teléfono... Pero si ella quisiera contactarme, podría hacerlo. Yo siempre estuve dispuesto a tener una relación, pero no quiero forzar nada. Ella sabe que si quiere, puede contactarme, pero no ha pasado.
Los Salvarredi en Argentina
Pascual Salvarredi Esnaola, bisabuelo de Fabiola Yañez, llegó a Argentina desde Berástegui, un pequeño pueblo en Guipúzcoa, País Vasco, a fines del siglo XIX. Trajo consigo “apenas lo puesto”. Junto a su esposa, Nazaria Gorrochotegui, se establecieron en San Martín, Mendoza, y poco a poco fueron trayendo a sus hermanos para “hacerse la América”, como tantos otros inmigrantes que llegaban desde Europa. Con trabajo, la familia logró reunir un gran patrimonio y fundar un pequeño imperio. Tuvieron, al mismo tiempo, una bodega, una aceitería, un tambo y una fábrica de conservas. “Vivían en una casa hermosa, con todo traído de Europa. Era un sueño rodeado de olivares. Y la bodega era el orgullo de la familia,” recuerda un familiar.
Pascual y Nazaria tuvieron tres hijos: Nazario, Urbano y Julio. El último, abuelo de Fabiola, decidió mudarse en la década de 1950 a Villa Regina, Río Negro, en busca de nuevas oportunidades. En ese lugar, rodeado de plantaciones de frutales, fundó su propia fábrica de conservas, distanciándose del núcleo familiar en Mendoza. Allí creció Julio Antonio Pascual Salvarredi, el padre de Fabiola.
La familia paterna de Yañez está muy ligada al radicalismo y actualmente a PRO. Su hermano, Jaime Salvarredi, tío paterno de Fabiola Yañez, y su hija Antonela, prima de la exprimera dama, fueron candidatos a concejales por ese partido en las elecciones de 2019. A pesar de estar políticamente en las antípodas de Yañez, se mantienen al margen del escándalo mediático.
“Hice lo mejor que pude...”
Durante años se repitió que Miriam Yañez, la madre de Fabiola, había trabajado en la fábrica de conservas de la familia Salvarredi en Villa Regina. Sin embargo, Salvarredi desmiente esa versión: “Eso no es cierto, nunca trabajó en la fábrica. Nos conocimos de otra manera,” afirma con determinación.
—Julio, ¿entonces cómo se conocieron con Miriam Yañez?
—Lo de la fábrica salió por todos lados, pero no fue así. La conocí en el pueblo, en la casa de un amigo en común. Ella nunca trabajó en la fábrica de mi familia, como se ha dicho por ahí.
—¿Usted tenía 17 y Miriam 15?
—Algo así, entre 16 y 17 tenía yo…Y ella entre 14 y 15.
—¿Fueron novios en ese momento?
—Fue una relación ocasional, casual, nos vimos un par de veces.
—¿Por qué no le dio su apellido a Fabiola?
—No fue una decisión que tomé a la ligera... Pero en ese momento no veía cómo hacerlo. La situación era complicada, éramos muy jóvenes y no había apoyo, y la verdad es que las cosas quedaron como estaban.
—¿Por qué se alejaron con Miriam Yañez?
—Fue una relación muy breve, esas cosas de adolescentes. Miriam quedó embarazada y todo se complicó. Después ella siguió con su vida y yo con la mía.
—¿Pero usted supo que ella quedó embarazada?
—Sí...
—¿No hubo reclamo?
—Nunca hubo una solicitud de reconocimiento, ella y su madre siguieron con sus vidas, y nosotros prácticamente no volvimos a vernos. Implícitamente se aceptó la situación tal como era.
—¿Y económico?
—Tampoco… nada… ni un reclamo económico, ni de ningún tipo.
—¿Cree que esa decisión impactó en la vida de Fabiola?
—Seguramente, uno siempre piensa en lo que podría haber sido. Pero, con el diario del lunes, es fácil juzgar. Hice lo mejor que pude en ese momento, con lo que tenía.
Una abuela que se convirtió en madre
Fabiola Yañez nació el 14 de julio de 1981 y nunca fue reconocida legalmente por su padre. Su madre, Miriam Yañez, tenía apenas 15 años cuando la tuvo, y desde entonces, su abuela materna, Violeta Verdugo, una inmigrante chilena que llegó a la Argentina en 1974 huyendo de la situación política de su país, asumió su crianza. “La crie hasta los 12 años; luego su madre se casó y se la llevó a Misiones,” contó Verdugo en una entrevista con el diario Río Negro.
“Trabajé toda mi vida como costurera y siempre colaboré con la iglesia católica. Ella era una niña dulce y siempre la traté como a mi hija,” recuerda Violeta desde su casa en un humilde barrio de General Roca, Río Negro, donde Fabiola pasó su infancia, entre calles de tierra y falta de servicios básicos. “Le enseñé a ser fuerte, a no depender de nadie. Estoy orgullosa de lo que ha logrado,” agrega su abuela con emoción.
—¿Julio, ¿tuvo algún contacto con la abuela de Fabiola, Violeta Verdugo?
—No, no tuve contacto con Violeta.
—¿La conoció?
—No supe mucho de ella, solo lo que me contó Miriam, la madre de Fabiola, cuando vino a hablar conmigo.
—¿Alguna vez se arrepintió de no haber estado presente en la vida de Fabiola?
—A veces sí...Puede que me arrepienta, pero no se pueden cambiar las decisiones de juventud. Era otra época, todo era más complicado.
—¿Cómo describiría su relación con Miriam Yañez después de que ella quedó embarazada?
—Después de eso, no hubo mucho más. Ella siguió con su vida y yo con la mía. Fue una relación corta, de esas cosas que pasan cuando uno es joven. No tuvimos contacto más allá de lo necesario.
Cuando Fabiola cumplió 12 años, Miriam Yañez decidió mudarse a Misiones con su nuevo esposo, Ricardo Miranda, un camionero de oficio. De esa relación nacieron dos hijas, Tamara Yañez y Mía Miranda, quienes crecieron en un entorno más estable que el de Fabiola. “A pesar de las diferencias en su crianza, Fabiola siempre mantuvo una relación cercana con sus hermanas, aunque su infancia fue mucho más complicada”, comenta un amigo cercano a la familia. “La abuela Violeta siempre fue una figura muy importante para ella. La acompañó en sus primeros años, y mudarse significó alejarse de ese soporte emocional”.
Una familia dividida
A diferencia de Fabiola, sus hermanas, Tamara Yañez y Mía Miranda, crecieron con su madre, Miriam, y su padrastro, Ricardo Miranda, en Misiones. “Por ser la mayor, Fabiola asumió un rol protector con ellas”, señala un allegado. Aunque mantuvieron contacto, sus vidas fueron muy distintas: “Mientras Tamara y Mía crecieron en un entorno mas estable, Fabiola tuvo que pelearla desde muy chica”.
Por otro lado, Yañez tiene dos hermanos más: Santiago y Guadalupe Salvarredi, hijos de Julio, que crecieron en Bahía Blanca, con el apellido que ella nunca llevó.
—¿Alguna vez intentó acercar a Fabiola a sus hermanos?
—No, nunca hubo ese tipo de conversaciones. Cada uno tomó su camino.
—¿Le hubiese gustado que Fabiola tuviera relación con ellos?
—Eso no dependía de mí. Cada uno tiene su vida.
Padre e hija, el primer encuentro
Julio Salvarredi y Fabiola Yañez se conocieron en 2003. “La primera vez que la vi ella tenía 22 años. Poco tiempo antes su madre vino a hablar conmigo para decirme que Fabiola quería conocerme. Finalmente, en un viaje que ella hizo a Río Negro, nos encontramos”, recuerda Salvarredi.
—¿Cómo fue ese primer encuentro con Fabiola?
—Fue muy breve. Hablamos, ella me hizo un par de preguntas. En ese momento, sentí que era lo que correspondía.
—¿Piensa que heredó algo de los Salvarredi?
—Es difícil decirlo. Nunca la conocí lo suficiente para saberlo, pero creo que algunas cosas sí, como su carácter fuerte. A veces me dicen que nos parecemos en eso.
—¿Y físicamente?
—Dicen que nos parecemos en los ojos, pero no puedo asegurarlo. No tuvimos tanto tiempo para conocernos de cerca. A veces, las personas ven lo que quieren ver... Pero más allá de eso, no sé si hay un parecido real.
—Se volvieron a encontrar?
—La otra vez fue en 2008, cuando la llevé a conocer a mis padres. Y por suerte los pudo conocer, mi padre ya falleció.
—¿Cómo siguió su relación?
—Después de ese primer encuentro mantuvimos contacto por mensajes y llamadas, pero no mucho más. Hace como cuatro años que no hablamos. Intenté comunicarme, pero no hubo respuesta. Si ella quisiera contactarse, lo haría; no quiero forzar nada.
—¿Solo se vieron dos veces?
—Dos veces en toda la vida.
—¿Cree que la distancia con Fabiola podría haberse evitado?
—Puede ser, pero no sé. Creo que las circunstancias fueron difíciles para todos. A veces uno hace lo que puede con lo que tiene en ese momento y no siempre resulta como uno quisiera.
—¿Cómo ha sido su vida desde entonces?
—No sé… Tranquila. No tengo un speech preparado, no sé bien porqué estoy hablando ahora... Ha sido un mal año... Aparte me asaltaron, me golpearon y tuvieron que operarme. Todavía no termino de recuperarme. Así que trabajo como artesano, hago muebles de madera, cartelería, ese tipo de cosas... No tengo un ingreso fijo.
—¿Quién se ocupa de la fábrica de conservas de su familia?
—Cerró hace mucho, como tantas cosas en este país, y desde entonces me dediqué a otras cosas para subsistir…
“No puedo cambiar lo que pasó”
Julio Salvarredi reflexiona sobre los errores del pasado y las oportunidades perdidas. “Entiendo que no puedo cambiar lo que pasó. Solo espero que el tiempo cure las heridas que quedaron,” expresa con un tono de resignación desde el otro lado de la línea telefónica, consciente de que su ausencia marcó profundamente la vida de su hija.
—¿Qué mensaje le daría hoy a Fabiola?
—A veces, las cosas no salen como uno quiere, pero siempre hay una manera de seguir adelante.
—¿Qué harías si ella decidiera buscarte ahora?
—La recibiría, claro. Nunca le cerré la puerta, pero tampoco quiero forzar una relación. Ella sabe dónde encontrarme si quiere hablar.
Salvarredi admite que la relación con su hija fue siempre distante, pero deja entrever un anhelo de reconciliación: “No es fácil mirar hacia atrás y ver lo que podría haberse hecho diferente, pero siempre estuve dispuesto a hablar con ella. Aunque nunca quise forzar nada”.
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