Es hija de una vedette y un galán, creció entre camarines y se dedica al canto, pero le huye a la fama: “Decían que me iba a morir de hambre”
Eleonora Guerrero forjó un camino propio dentro del mundo del espectáculo, tiene una hermosa relación con su mamá, es la albacea legal de su papá y no se habla con su hermana
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Es hija de una vedette y un galán y es cantante, pero Eleonora Guerrero Faiad eligió tener un perfil bajo. “Mi idea fue que nadie me conozca y por eso me decidí por la rama del arte en la que puedo pasar desapercibida. Hice musicales, casas de tango, eventos privados y así me resguardo y la gente no sabe quién soy”, le explica a LA NACION. Durante la charla, habla de su infancia con sus padres, Zulma Faiad y Daniel Guerrero, de su doble vida de artista y empleada de multinacionales, y cuenta por qué no tiene relación con su hermana Daniela.
-Ser cantante y esquivarle a la fama no parece algo lógico, ¿por qué esa elección?
-Viví la fama con mis dos padres, e incluso antes de nacer porque mi mamá bailaba en el Maipo conmigo en la panza, hasta los siete meses de embarazo. Entonces la conozco demasiado bien y sé cuáles son los pro y los contra. Me parece que la fama tiene un precio alto. Tuve la oportunidad de conocer a los más grandes de este país desde muy chica, porque vivía en los teatros y en los canales de televisión, porque mi madre es una actriz completísima y mi padre no solo era actor sino también locutor y animador.
-¿Ellos te marcaron el camino a seguir?
- Es que ambos vienen de familias hermosas y muy trabajadores, y sus méritos se los ganaron ellos estudiando y trabajando, con mucho sacrificio. Y es el ejemplo que recibí y que sigo. Por eso también estudié publicidad y comunicación estratégica, y trabajando me pagué la facultad. Durante veinte años me dediqué al marketing, en la mejor agencia de publicidad del país de ese momento. Me hubiera gustado hacer psicología forense y quizá lo haga alguna vez porque me apasiona.
-¿Paralelamente desarrollabas tu carrera como cantante?
-Sí. Empecé a estudiar canto gracias a mi tía Virginia (Faiad) que fue la que me pagó las primeras clases, a los 17 años. Me decían que no fuera artista, que me iba a morir de hambre, así que al principio lo hice como hobby y me metí en la facultad y a trabajar en distintas multinacionales. Pero el canto es mi vida y lo que se hereda no se hurta (risas). Amo cantar.
-¿Convivís armoniosamente con esa dualidad?
-Siempre fue así, y a veces por etapas. Debuté cantando en Feliz domingo con 17 años, con canciones de Francis Smith y coreografías de Raúl Martorel y me acompañaba el grupo de baile de la Escuela Nacional de Danzas. Y también cantábamos a dúo con Ricardito Marin. Después empecé a estudiar y a trabajar y no me dediqué de lleno a la música. Necesitaba una opción B que me gustara, y de alguna manera ambas cosas están relacionadas. Estudié teatro, danzas, canto y audicioné para una beca en la escuela de Julio Bocca y quedé. Nadie sabía quién era porque nunca usé el apellido de mi madre, a propósito. Y Guerrero hay muchos. Lo que gané me lo gané yo. Me gustan mis dos profesiones, aprendí mucho de ambas y me sirvieron una para la otra.
-Hiciste varios musicales también, ¿cómo fue la experiencia?
-Maravillosa. Hice El caballero de la armadura oxidada en el Teatro Regina, con Juan Carlos Puppo. Era uno de mis libros preferidos y de repente se me dio ser la protagonista con doble personaje, porque era la Ardilla y Julieta; fue todo un desafío. Hice Robin Hood, El mago de Oz, canté con artistas como Juan Marcelo, en El café de los Angelitos, en el Faena Rojo Tango, y en diferentes compañías. Pude hacer lo que amaba sin decir que era la hija de nadie.
-¿Te pesa ser la hija de...?
-Nunca me pesaron mis padres porque estoy profundamente orgullosa de ellos. Dos personas decentes, estudiosas, profesionales, respetuosas que me enseñaron a hacer mi propio camino y ganarme todo por mis propios medios y no usando el apellido. No me gusta que me allanen el camino sino ganármelo. Tuve mucha suerte de trabajar con compañeros talentosos de los que aprendí mucho y cada trabajo me obligó a desafiar mi talento vocal.
-¿Cómo fue crecer con una mamá y un papá famosos?
-Los dos muy lindos y deseados, y a veces me pregunto por qué no heredé esa belleza (risas). La vara estuvo siempre muy alta porque arranqué con dos padres exitosos y famosos. Tuve una infancia mágica, hermosa, que amé profundamente. Tenía una doble vida, iba a los teatros y era la mascota de los artistas (risas). Estaba en los camarines de Osvaldo Pacheco, de Nélida Lobato, con quien tenía una relación muy profunda porque cuando mi mamá le dijo que estaba embarazada ella le respondió que yo iba a nacer el mismo día y a la misma hora que ella. Y así fue. Por otra parte, tenía una vida de una nena normal.
-¿Cómo la recordás?
-Mis padres querían que yo y la otra parte [N. de la R.: se refiere a su hermana Daniela, un año menor] tuviéramos la mejor educación y nos mandaron a colegios muy caros, y ahí ser hijos de artistas era estar debajo del nivel y me hicieron mucho bullying; me pasó en un solo colegio que fue el más caro de todos, en el resto no, y en los del Estado estaba todo bien. Me dolía, pero lo manejaba bien. Siempre hice la mía.
-Hablás de tu hermana cuando te referís a la otra parte, ¿cómo está la relación?
-No tenemos relación. No existe. La última vez que la vi fue en el 2021 porque ella me contactó, como siempre. De chicas nos adorábamos y si le pasaba algo me venía a buscar, pero perdió la memoria, parece. Los problemas entre nosotras empezaron en la adolescencia, aunque yo siempre la amé y la cuidé. Teníamos momentos de amor y de problemas intercaladamente y eso fue empeorando. Es muy doloroso, tuve que hacer terapia y sé que a ella no la quiero más en mi vida, bajo ningún punto de vista. Pero le deseo el mayor bien del mundo, toda la salud y la felicidad del planeta, porque no tengo rencor ni odio. Solamente no quiero nada negativo en mi vida.
-De haber sido una decisión muy dura...
-Es que lo que pasa entre nosotras tiene que ver con ella, porque yo siempre la amé y la traté de la misma manera. Haciendo terapia entendí que porque una persona sea de tu sangre, no significa que tengas que estar en una relación que no está buena. Prefiero alejarme. Tuvimos buenos momentos, no es que toda la vida fue un espanto.
-¿La pelea se intensificó por la herencia de tu papá?
-Acá nunca hubo una pelea porque para eso se necesitan dos personas y yo no peleo. Se dijeron muchas atrocidades y muchas mentiras. Sé quién soy y quienes me conocen, también. Y estoy orgullosa de mí. Son muchas heridas a través del tiempo. Quiero ser una mejor persona y no hacer daño. La cosa es así. Mi papá tenía una inmobiliaria y su departamento, que vendió para comprar un hueco en un edificio para hacer el local y la vivienda atrás. En el boleto de compra venta figuraba la puerta de entrada del local y otra dentro de la parte de la vivienda que daba al hall del edificio. Y eso es lo que cuido a diario porque soy la albacea legal. Se dijeron muchas mentiras para anular la testamentaria, pero yo nunca le pedí nada a mi papá, y usé la plata con la que me iba a comprar mi departamento para salvar su inmueble y no permití que lo pusiera a mi nombre ni tampoco acepté la plata cuando quiso devolvérmela. Nunca abusé de mi padre, ni le mentí, ni lo engañé, ni nada. Solo lo cuidé durante seis años y salvé su inmueble.
-¿Él estaba muy mal?
-Estaba muy mal, tuvo dos intentos de suicidio en seis meses y en el primero le salvé la vida con la ayuda de la fiscalía del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Mi papá estuvo internado bastante tiempo y tengo sus últimas palabras en el celular, antes de morirse. Me llamaron las últimas 24 horas porque mi papá se los pidió, yo era la única persona a la que se le podía pasar el parte médico y nunca lo hicieron porque yo estaba recién operada, con morfina porque había tenido una mala praxis en una operación del colon. Y así y todo seguía haciéndome cargo de mi padre y en contacto con él, aunque no estaba presente; bajé 9 kilos en menos de un mes. Mi padre murió el 15 de enero del 2022 y yo recién tuve el alta el 23 de febrero e igual lo fui a visitar en contra de lo que me pedían los médicos.
-¡Qué situación horrible!
-La otra parte me dijo de todo y nada es cierto. Hay que saber soltar lo que no te hace bien. Fueron momentos muy difíciles.
-Viviste en varios países, ¿en qué circunstancias?
-Viví en México cuando era chica, con mis padres, y hasta fuimos a la escuela allá durante un año. Ya de adulta me casé con Diego y me fui a vivir a España y a Italia. Conocí a mi exmarido y a los cuatro días me propuso casamiento. En realidad, nos conocimos dos años antes en un aeropuerto, me ayudó con la valija, nos pasamos el mail y cada uno se fue a su destino. Por un tiempo nos escribimos y después quedó en la nada. Un día me escribió, dijo que venía a Buenos Aires y quería verme, y a los cuatro días me dijo que era el amor de su vida y que quería casarse conmigo. Al mes nos casamos y me fui con él a España primero y después a Italia, a Cerdeña. Estuvimos juntos un poco más de un año. Enseguida me di cuenta que no iba a funcionar, pero le puse una garra tremenda porque ya me había casado (risas). No era el hombre para mí. Me llevó mucho tiempo separarme porque no quería darme el divorcio. Hoy quiero estar sola. La vida no fue lo que soñé, planeé y esperaba, pero fue extraordinaria y me llenó de sorpresas y de todo aprendo.
-¿Y de qué trabajaste en Europa?
-En Cerdeña trabajé como camarera en un bar al lado del mar y era la única que hablaba tres idiomas, inglés, italiano y español. Y en España viví experiencias fuertes porque me casé y enseguida me fui, vivimos en tres ciudades, y para ir a Italia tomamos el tren en Atocha y cuatro días después fue el atentado terrorista en Atocha (Madrid), en el 2004. Por cuatro días yo estoy viva.
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