Érica Rivas: la maternidad, el precio de “plantarse” frente a un desacuerdo en el set y por qué hubiese preferido que su hija no siga sus pasos
La actriz presentó en el Festival de Mar del Plata la película Elena sabe, adaptación de una novela de Caludia Piñeiro con dirección de Anahí Berneri: en diálogo con LA NACIÓN, di cuenta de las cosas que aprende a diario desde el feminismo
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A Érica Rivas le ha tocado interpretar a todo tipo de mujeres en la gran pantalla, desde la novia desatada de Relatos salvajes (2014) y la viuda dividida entre el duelo y una nueva vida de La luz incidente (2015) hasta la atormentada cantante lírica de la más reciente El prófugo (2020). En Elena sabe, la nueva película de la directora Anahí Berneri basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro, Rivas le pone el cuerpo a Rita, la hija de una mujer de 65 años, Elena (Mercedes Morán), que se ve lanzada a una vejez precoz debido al Parkinson. Rita es más bien tímida y le gusta ir a la iglesia para horror de su madre, que la ve demasiado frágil e ingenua. Pero, debido a su enfermedad, Elena depende cada vez más de ella. Un día, Rita aparece colgada del campanario de una iglesia. Convencida de que su hija no se mató, sino que fue asesinada, la madre comienza a buscar pistas que le permitan entender qué pasó.
No es la primera vez que Rivas trabaja con Berneri, una directora cuya filmografía está especialmente atravesada por el tema de la maternidad (en 2010 protagonizó su película Por tu culpa, acerca de una madre bajo sospecha de haber lastimado a su hijo). Pero sí es la primera vez que Rivas actúa bajo la dirección de Berneri junto a su propia hija, la también actriz Miranda de la Serna, quien interpreta a Rita de chica (también forma parte del elenco Mercedes Scápola, la hija de Morán). Elena sabe acaba de tener su estreno mundial en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde forma parte de la competencia internacional por los premios Astor. Poco antes de que la película llegue a los cines del país el próximo 16 de noviembre y a la plataforma Netflix el 24 de este mes, Rivas conversó con LA NACIÓN desde Mar del Plata.
-En la presentación de la película, Berneri comentó que, a veces, a las mujeres que tuvieron que hacerse fuertes les molesta la debilidad de otras mujeres, como le pasa a Elena con su hija Rita. Desde afuera, se te ve como una mujer fuerte, bien plantada, que sabe lo que quiere. ¿Cómo es para vos ponerte en la piel de personajes tan vulnerables como este?
-Siempre pienso y digo que no soy fuerte. Estoy cagada en las patas, me siento re-débil, lloro un montón, me cuesta muchísimo tomar las decisiones que tomo y decir las cosas que digo. Es algo que tiene implicancias en mi cuerpo, en todo mi análisis... No es gratis plantarse. Creo que uno de los temas que plantea la película es cómo una mujer puede transformarse cuando está todo el tiempo trabajando e intercambiando con parámetros tan patriarcales, aun con alguien tan querido como una hija. De esa forma termina generando una hija que está como detenida, sin poder ser quien quisiera ser, que ni siquiera se da cuenta de que podría ser otra cosa que no sea ser hija. Pasa muchas veces, incluso con mujeres que se definen como feministas, que tienen esto de “yo soy fuerte, las mujeres tenemos que hacer tal cosa…”. Y no. A veces no. Las que no somos tan fuertes, ¿qué hacemos?
-Como actriz te dirigieron muchas mujeres: Marilú Marini ahora en teatro con Matáte, amor, Berneri, Paula Hernández y Natalia Meta en el cine… ¿Se juega algo distinto en esa relación de poder actriz-director cuando del otro lado de la cámara hay una mujer?
-Sí. Para mí sí. Anahí (Berneri), por ejemplo, entraba al set diciendo: “Vamos a encontrar algo juntos. Aunque aún no sepamos bien qué”. Hace poco le preguntaron qué consejo de dirección podía dar y contestó: “Entrá al set queriendo buscar con los demás, con todo el equipo que armaste. No sintiendo que sos la directora que todo lo sabe y a la que tienen que preguntarle todo”. Con una mujer es mucho más horizontal todo. Y además hay algo que para mí es más de base: como mujer ya entrás al set quebrada, porque como mujer nacés quebrada, rota. Entonces hay algo ahí que es como más permeable, más poroso.
-Bajás la defensa...
-Claro. A fin de cuentas se trata de nosotras, ¿no? A veces los hombres, por el mismo patriarcado, están más a la defensiva. También es terrible ser hombre en el patriarcado. Porque muchos tienen que sostener ese hombre, esa autoridad milica. Además el cine es re-milico, hasta ahora. Entonces hay algo que no te permite entrar. Igual me encanta trabajar con hombres también, y además hay muchos hombres que también están en esta. El hombre también padece el patriarcado. Estamos todos en esto. En una estructura tan milica, ser la cabeza es terrible. Porque tenés que ser de una manera que quizás no te conviene para trabajar cosas tan sensibles. Y si sos el único que sabe, no dejás que los demás puedan crear capas.
-Esta es una película que, al igual que Por tu culpa, aborda el tema de la maternidad. Tema sobre el cual, por otra parte, también trata la obra que venís haciendo en teatro, Matáte, amor. De tanto estar dándole vueltas al tema de la maternidad en tus trabajos… ¿Aprendiste o descubriste algo nuevo?
-Todo el tiempo. Estoy todo el tiempo pensándome. Además Matáte, amor la empecé a hacer en 2018 y la sigo haciendo ahora, después de un parate para filmar El prófugo y Elena sabe. Pero ahora volví de otra manera. Mi hija ya es grande, pasó a ser mayor de edad, se quiere ir a vivir un rato a otro país, decidió conscientemente y ya como persona adulta ser actriz. Una está todo el tiempo con esta sensación de que es mala madre; siempre digo que la base de ser madre es sentirse mala madre. Y después está esto otro de no saber cómo acompañar. Para mí la película también trata de esto: cómo una puede acompañar no solamente una enfermedad, sino una vida. La vida con otra persona. Cómo el maltrato, aunque sea encubierto o pasivo-agresivo, puede socavar la personalidad de ese otro que es más chiquito. Esto me hizo pensar en cómo influyen las palabras, las formas en las que una pide o dice ciertas cosas. O cosas en las que está plantada la maternidad, como “yo tengo hijos para que me cuiden de mayor”. ¿Tener un hijo para que te cuide? Para eso contratate un ejército de enfermeres... ¿Por qué vas a obnubilarle la vida así a una persona? El tema es cómo alguien que vos ves crecer desde tan chiquito, que es tan vulnerable, pueda seguir teniendo su libertad sin que una le haga daño. Algún daño como madre vas a hacer. Pero la idea es que no sea imposibilitante.
-Hablabas de acompañar. Tu hija también es actriz. ¿Cómo la acompañas en su carrera? ¿Le das consejos?
-Hasta que fue mayor de edad, siempre puse el cuerpo. Hay situaciones en las que les hijes sufren que no les podés evitar, porque muchas veces no te dicen cosas para que no intervengas. Cosas como el bullying en el colegio, cosas que todas pasamos, sobre todo siendo mujeres, y que hacen mucho daño. Como mamá todo el tiempo estás pensando: “¿Cómo no estuve, cómo no fui más severa con los demás, cómo no me di cuenta…?”. Estuve todo el tiempo tratando de poner el cuerpo, de estar al lado. Y a partir de que fue mayor de edad, fue acompañar en silencio. Preguntarle “¿qué necesitás?” y después asumir un rol de monje tibetano. Porque un montón de veces me dan ganas de ir a poner bombas (risas). Hace poco, por ejemplo, mi hija me dijo: “No quiero que te metas. Dejame resolverlo a mí”.
-¿Le das consejos sobre cómo manejarse en el medio?
-Sí, sí...
-¿Y te escucha?
-Sí, me escucha. Por suerte sí. Y no solamente ella. Me escuchan muchas chicas, muchas pibas. Y muchas pibas también me enseñan cuando me vienen a preguntar. Porque ellas están en otra, vienen con otra cosa. Yo soy de la generación que sentía que era un problema mío no querer desnudarme en una escena, no querer usar armas, por ejemplo, aunque sean de mentira, tener problemas, graves problemas con el uso de ciertos símbolos... El papá de mi hija también, eh [el actor Rodrigo de la Serna]. Pero entonces, ¿cómo se hace? ¿Lo decís? Si sos hombre ya está, tenés la entidad para decirlo. ¿Y si sos mujer? En ese caso estás todo el tiempo en la mira, sos una loca, una histérica, una complicada…Siempre era yo el problema. En cambio la generación de ahora te dice: “No, no sos el problema. Hay otros problemas”. ¡Ya no somos el problema! El problema es lo que estamos viviendo. Una lo sabe porque es feminista, sabe que es así. Cuando hablo con las chicas, siempre les digo que si hay algo que no quieren hacer, tienen que decirlo. Y si no quieren escucharlas, en todo caso voy yo al set, te juro que voy (risas).
-¿Alguna vez fuiste?
-No, no, no. Creo que me tienen miedo (risas). Lo digo porque a mí también me pasó. Vi amigas mías que dejaron de actuar por abusos. ¡Dejaron de actuar! ¿Entendés? Se fueron a hacer otras cosas.
-Cuando tu hija te dijo que quería ser actriz, ¿pensaste en todo eso, en las cosas por las que quizá iba a pasar? ¿O te dio alegría que siguiera los pasos de sus padres?
-No, no, no, ninguno de los dos estaba todo el tiempo queriendo que ella fuera actriz. Siempre le decíamos que había otras profesiones (risas). Pero ella me decía: “Yo soy muy feliz actuando. Siempre me gustó, mamá”. Solo una vez me dijo: “No sé si me gusta solamente actuar”. En ese momento me preocupé muchísimo y le dije: “Bueno, empecemos terapia, veamos para dónde querés ir hija, está todo bien”. Casi como contenta.
-¿Hubieras preferido que no siga tus pasos?
-No sé. Siento que como mujeres, todas estamos expuestas a situaciones así, en cualquier ámbito. Quizás en el mío estoy más expuesta. Pero a partir de que me expuse como feminista y fui contando las cosas que me pasaban, también me fui dando cuenta, por todas las demás pibas y mujeres que me contaban las experiencias de lo que viven en todas las profesiones, que muchas veces es mucho peor de lo que vivimos las actrices.
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