En qué anda Rupert Everett, el actor de La boda de mi mejor amigo que rompió lazos con Hollywood y acaba de casarse
El artista británico, de 65 años, brilló junto a grandes celebridades como Madonna y Julia Roberts, pero la publicación de un libro autobiográfico y el encasillamiento que la industria le proponía lo llevó a replegarse y buscar nuevos caminos
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Cuarenta años atrás, Hollywood vivía un fuerte recambio generacional. Las comedias y dramas destinados al público adolescente se habían convertido en la mayor apuesta de la industria y jóvenes como Rob Lowe, Tom Cruise, Demi Moore, Molly Ringwald, Matt Dillon y Demi More ganaban protagonismo. Sin embargo, quizá por la resistencia a lo nuevo, desde ciertos sectores se comenzó a dudar de que aquellas estrellas recién surgidas tuvieran algún tipo de talento. En ese contexto, se estrenó Another Country, la película británica dirigida por Marek Kanievska, basada en la adolescencia y primera juventud de Guy Burgess, un joven inglés homosexual que terminaría emigrando a la Rusia comunista y se convertiría en uno de los miembros de la red de espías conocida como los Cinco de Cambridge. Los protagonistas de aquel film eran Rupert Everett y Colin Firth. Y si bien la película no fue un éxito, los medios estadounidenses y algunos popes de la industria posaron sus ojos en ellos. Esos jóvenes, aseguraban, sí tendrían una larga carrera.
“Fue una gran película, y uno de esos momentos afortunados de la vida”, rememoró Everett esta semana, en la nota de portada de la revista Tatler. Y agregó: “En primer lugar, conseguir el papel en el teatro y hacerme amigo de Robert Fox, que llevó la obra al West End y produjo la película poco después. Rodamos en un caluroso julio de 1983; la señora Thatcher estaba en su trono y yo estaba subiendo al mío, durante el año más productivo de mi carrera”.
Desde aquel momento, Everett dejó en claro que la falsa modestia no estaba entre sus características. Sin embargo, su ácido y lúcido humor y su locuacidad lo convirtieron en una de las personalidades más fascinantes y queridas del Reino Unido. Seguramente, no le resultó sencillo no creerse todos aquellos elogios. Es que no solo desde Hollywood repararon en él al verlo en aquel film; el mismo Orson Welles aseguró que ese muchacho era su versión contemporánea.
Hoy, de todos modos, el actor relativiza la magnitud de la importancia de su figura y, con caballerosidad, le cede el reconocimiento a uno de sus colegas: “De hecho, en los años 80, Los Ángeles no era el lugar para mí. Todo giraba en torno a los chicos del Brat Pack. No fue hasta que Hugh Grant hizo Cuatro bodas y un funeral (1994) que el estilo inglés elegante y pretencioso se puso de moda”, aseguró en la entrevista.
Cuando aterrizó en Hollywood, a mediados de los años 80, se convirtió en el acompañante perfecto de Andy Warhol, Bianca Jagger y Joan Collins. Con ellos salía de fiesta y podría conversar a sus anchas. Pero no todo fue color de rosa: con el correr de los meses vio enfermarse y morir de VIH a muchos de sus amantes. Eran tiempos difíciles en los que tampoco encontró refugio en su familia. Su madre, que lo abandonó en un internado a los 6 años, lavaba sus platos y sus cubiertos aparte y con guantes cada vez que lo invitaba a cenar.
“No es para mí”
No son pocos los que aseguran que si hubiese decidido mantenerse “dentro del armario”, Everett habría tenido una carrera similar a la que pudieron mantener Hugh Grant o su gran amigo Colin Firth. Él no lo niega ni lo afirma; simplemente no piensa en eso. “Soy un hombre gay que se formó de los últimos años de ilegalidad. Eso forjó todo mi carácter. Me vi a mí mismo fuera de la estructura central de la sociedad. Así eso de querer ser heteronormativo que se usa ahora, claramente no es para mí”, explicó.
En ese mismo reportaje que se publicó esta semana, el actor de 65 años realizó una revelación: a mediados de año se casó con Henrique, un contador brasileño con el que está en pareja desde hace largo tiempo, un hecho que sorprendió a sus seguidores, porque en más de una oportunidad había asegurado que descreía del matrimonio. “Detesto las bodas heterosexuales. Son grotescas. La torta, el velo, la fiesta y el inevitable divorcio dos años después. Me parece una pérdida de tiempo en el mundo heterosexual, y en el mundo homosexual encuentro trágico que queramos imitar una institución claramente desastrosa”, expresó alguna vez.
En una entrevista de 2020 con la publicación británica The Times, volvió a manifestar su desagrado por el matrimonio, pero dio indicios de que ya no lo consideraba un hecho disparatado. “Me casaría con mi novio, aunque solo asistirían dos o tres personas a mi boda”, explicó. También afirmó que, cuando llegara el momento, sería él quien le propondría matrimonio a Henrique, quien nunca ha abandonado su bajo perfil.
Ahora, sin embargo, explicó: “Siempre he odiado las bodas, aunque me encantan los funerales. Pero cuando te haces mayor... He visto tantos problemas a los que se enfrentan las parejas homosexuales, así que es más una cuestión de pensar en el futuro, ya que hemos estado juntos durante mucho tiempo”. Y añadió, con humor: “No sé cuánto tiempo voy a aguantar. Bueno, como soy alto, nunca he visto a una persona de 95 años que mida 1,96 m. Nunca se sabe lo que va a pasar”. La boda se llevó a cabo en el Candem Town de Londres, y después de la ceremonia, la pareja y un puñado de invitados muy cercanos cenaron en el restaurante italiano Ciao Bella.
Adiós, Hollywood
A muchos les llamó la atención una celebración tan poco concurrida. Es que, durante años, su nombre estuvo asociado a las salidas nocturnas y los paseos y viajes con otras grandes estrellas, como Julia Roberts, Madonna, Kate Moss o Sharon Stone. Todas esas relaciones más o menos profundas se terminaron cuando salió a la venta su libro de memorias, Red Carpets and Other Banana Skins, en el que habla sin reparos sobre su vida sexual, su adicción a las drogas y también sobre sus grandes amigas.
“Julia Roberts es tan caprichosa como un caballo de carreras: hermosa y teñida de locura. En una ocasión se ofreció a acercarme al rodaje de La boda de mi mejor amigo a bordo del jet privado de Sony. Entonces, presencié toda la maquinaria en acción, la grandeza de Hollywood transportando su mercancía de un lugar a otro”, escribió en su libro.
Junto a Sharon Stone, protagonizó A Different Loyalty (2004), la película en la que interpretó nuevamente a un espía de Cambridge. En su libro, la define como una diosa, pero agrega: “Cuando comenzaron los ensayos comprendí algo que se me había escapado: que está absolutamente trastornada. Pero no lo digo como una ofensa, estar desquiciado es un requisito para trabajar en el show business”.
Si bien no hay registro de que Roberts y Stone se hayan ofendido por sus declaraciones a tal punto de no dirigirle más la palabra, sí se sabe que su amistad con Madonna cayó al vacío tras la publicación del libro. Y no es para menos. “Ella renguea por su casa durante media hora para después enrollarse en papel film y afrontar otra noche en vela conspirando. Igual que los Estados Unidos, Madonna ha cambiado. Ha metido con cuidado su pasado en una cámara frigorífica, pero en momentos de estrés saltan los plomos, la cámara frigorífica se descongela y deja salir a la vieja camarera quejándose a los gritos”, escribió sobre la cantante, con la que filmó el estrepitoso fracaso Una pareja casi perfecta (2000). También indicó que prefería a la Madonna de los 80. “Exudaba sexo y exigía una respuesta sexual por parte de todo el mundo, daba igual si eras gay. Y se pasaba toda la cena jugando con el miembro de Sean Penn”, indicó.
Quizá haya sido el orgullo con el que siempre vivió su sexualidad o la incomodidad que generaban sus declaraciones directas, sinceras y poco estudiadas. Lo cierto es que así como un día se enamoró de él, Hollywood decidió dejar de convocarlo. Su última particiación en el cine estadounidense fue ponerle la voz al Príncipe Encantador en Shrek Tercero, de 2007. “Lo emocionante es que se trata de un personaje que jamás conseguiría hacer en una película de imagen real”, ironizó en su momento. Es que a partir de que la prensa lo catalogara como “el mejor amigo gay de Madonna”, las únicas propuestas que le llegaban eran las de personajes homosexuales sin ningún tipo de peso en la trama.
Harto, armó las valijas y volvió a su país. Allí participó de varias series y films mientras seguía trabajando en lo que era su mayor sueño por esos días: terminar el guion de una película basada en los últimos años de Oscar Wilde, con la idea de dirigirla y protagonizarla. Les hizo prometer a sus amigos Firth y Emily Watson que participarían del proyecto. Ellos aceptaron, entre risas, pero en el fondo estaban convencidos de que nunca se concretaría. Le llevó más de una década conseguir financiación, pero The Happy Prince finalmente se estrenó en 2018 y se convirtió en uno de los trabajos más elogiados de su carrera.
En la escritura encontró, claramante, una segunda pasión. En breve saldrá su nuevo libro The American No, una serie de relatos breves. “Normalmente, todo el proceso de escritura me abruma, pero como cada relato es tan breve, es como estar en una reunión de Alcohólicos Anónimos, concentrándome en un relato a la vez. Como escritor, podés contar tu versión de los hechos. En cierto sentido, siempre me he comportado como un actor cuando escribo, pensando cómo abordaría a este personaje. Es una habilidad poder pintar un cuadro que salga de una página”, indicó.
Además, Everett se incorporó al elenco de Emily en París en su última temporada. Allí interpreta al diseñador de interiores Giorgio Barbieri. “Aunque el personaje es gay, se ha acostado con casi todas las mujeres de la serie, incluida su vieja amiga Sylvie, a quien adoro”. Fue la presencia de la actriz que interpreta a Sylvie, Philippine Leroy-Beaulieu, justamente, uno de los motivos que llevaron al actor a aceptar la invitación de trabajar en la serie, pero no fue el único: “Sé bien las cosas que puedo hacer, y sabía que podía aportar algo. Darren Star es brillante: ya sea Beverly Hills 90210 o Sex and the City, todo lo que hizo fue lo correcto en el momento indicado”, explicó.
A su vez, ya está preparándose para su nuevo proyecto, un film sobre el quinto marqués de Anglesey, Henry Cyril Paget, un pintoresco aristócrata de finales de la época victoriana. “Era un hada loca a la que le encantaban las joyas y arreglarse. No, no lo interpreto. Esta vez soy el mayordomo”, aclaró. Es que en su larga carrera, fueron varios los miembros de la realeza a los que les prestó el cuerpo. De hecho, fueron tantos los duques, reyes, príncipes y cortesanos que interpretó, que en algún momento se vio obligado a aclarar que no era adorador de la monarquía y que toda su vida había votado a los laboristas.
Ya lo dejó en claro en más de una oportunidad: para bien o para mal, lo suyo es la sinceridad: “Decidí ser una estrella cuando eso significaba decir exactamente lo que pensabas, como hacía Elizabeth Taylor, porque su valor radicaba en que era genuina. Ahora, las celebridades son espejismos, figuras fantasmagóricas, intocables, que no se permiten a sí mismas ser nada”.
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