La carrera de una de las protagonistas de la exitosa Thelma & Louise sufrió las consecuencias de tomar malas decisiones, pero también del machismo reinante en Hollywood
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En 1988 ganó un Oscar. En 1992, su inolvidable papel en Thelma & Louise la convirtió en un icono feminista. En 1995, su carrera parecía acabada. Pocos estrellatos duraron tan poco como el de Geena Davis, la actriz que pudo tenerlo todo pero que, tras una serie de malas decisiones, cayó en el olvido.
Lo que pasó con la carrera de Davis fue desafortunado y también podría decirse que estuvo vinculado con el machismo imperante en Hollywood, así como a su vida sentimental Quizás sea injusto culpar al director Renny Harlin (su tercer marido) de dilapidar su carrera en tiempo récord, pero lo cierto es que Davis tenía enamorado a todo el continente norteamericano antes de contraer matrimonio en 1993.
Una seguidilla de desaciertos y malas elecciones en la parte actoral fueron augurando lo que sería el derrumbe artístico de una de las estrellas del star system hollywoodense. Sin dudas, uno de sus mayores fracasos de taquilla fue La pirata (1995), película que filmó junto a su esposo y que fue un punto de inflexión en su carrera. Y si bien al principio fue duro, con el tiempo supo reinventarse y transformar sus días “en el olvido” en algo mucho más productivo: se convirtió en una activista feminista y hasta el día de hoy trabaja duro para lograr una industria más justa y equitativa.
La época dorada
Su figura parecían indicar que la carrera de Virginia Elizabeth Davis estaba más para las pasarelas que para la pantalla. Sin embargo, tras modelar para marcas como Victoria’s Secret y una brillante carrera académica (que la tuvo durante un tiempo viviendo en Suecia), el director Sidney Pollack vio algo en ella y le dio su primer papel en Tootsie junto a Dustin Hoffman. “Se me ocurrió la idea de modelar porque desde siempre a las modelos famosas les ofrecieron trabajar en las películas. Yo pensaba que si lograba ser lo suficientemente famosa como modelo, se iban a dar cuenta que yo también podía actuar”, reveló Davis sobre sus comienzos en el medio.
No fue hasta finales de los ’80 cuando llegó su auténtico boom en el cine. El rodaje en Yugoslavia de la comedia Transilvania 6-5000 no solo le dio popularidad sino que le cambió la vida: allí conoció al que sería su marido, el actor Jeff Goldblum. Era su segundo matrimonio, ya que en 1982 Davis había estado casada con el empresario gastronómico Richard Emmolo, relación que apenas duró unos meses.
Si bien en un principio la pareja intentó desmentir su romance argumentando que sólo eran compañeros de trabajo (“tenemos ideas y gustos similares. Realmente jugamos bien el uno con el otro”, comentaba Davis), las declaraciones del actor dejaron en evidencia su verdadero vínculo. “Estaba sentado leyendo el diario y entra en la sala de proyección esta impresionante y hermosa chica, magníficamente tímida (...) Es tan fácil enamorarse de Geena. Es puramente cariñosa, cautivadora, irresistible. Por supuesto, me atrae mucho”, confesó Goldblum sobre la primera vez que se la cruzó en bambalinas.
Junto a su nuevo esposo, Geena rodó La mosca y Hay un marciano en mi vida, convirtiéndose en una de las parejas más cool de Nueva York. Al tiempo que crecía su amor, crecía su carrera, ya sea bajo las órdenes de Tim Burton en Beetlejuice el súper fantasma o de Lawrence Kasdan en Un tropiezo llamado amor. Fue esta última película la que convenció a la crítica de que estaban ante una gran actriz (y no ante otra exmodelo con ganas de probar suerte en el cine) y le otorgó el Oscar a la mejor actriz de Reparto en 1988.
Si este film le dio el prestigio y su primer gran premio, la popularidad llegaría con su inolvidable papel en Thelma y Louise en 1991. En la piel de Thelma, Davis era la envidia de todas las mujeres, especialmente por esa noche de pasión con el vaquero interpretado por Brad Pitt. A partir de esta road movie, la actriz se convirtió en un icono feminista y la imagen de ambas amigas (Susan Sarandon era Louise) entrelazando sus manos en la última escena es, todavía hoy, una de las más recordadas de la historia del cine. “El objetivo de la película era que las mujeres asumieran su propio destino. Las espectadoras me paraban por la calle para contarme cómo les había impactado [...] Esa película me cambió la vida radicalmente”, declaró ante semejante repercusión la nueva heroína a The Guardian.
El declive
En 1993, Davis y Harlin se convirtieron en uno de esos matrimonios que comparte todo: casa, cama y trabajo. “Nuestra experiencia trabajando juntos ha sido maravillosa. No sólo en el set, en general nos gusta estar juntos y apreciamos el trabajo de cada uno. Aunque trabajábamos catorce o dieciséis horas al día no podíamos dejar de hablar acerca de cada proyecto. Volvíamos a casa y seguíamos hablando, o nos despertábamos en medio de la noche para hablar acerca de alguna escena. Además nunca voy a sentirme tan cómoda con un director como con Renny. Ningún otro director que me haya tenido corriendo y saltando todo el día va a tomarse la molestia de prepararme la cena y darme un buen masaje en la espalda al final de cada jornada de rodaje”, comentaba por aquel entonces la actriz. Su primer proyecto juntos titulado Sin palabras (una comedia romántica con trasfondo político) los animó para un gran desafío: refundar el clásico cine de piratas. Sin embargo, La pirata no tuvo el resultado esperado y su fracaso de taquilla terminó por hundir a la productora del finlandés y la carrera de Davis.
Su caché dentro de la industria se devaluó rápidamente y la actriz tomó una drástica decisión: retirarse por un tiempo de los sets. Lejos de amedrentarse, la intérprete y productora confiaba en que en el futuro le llegaría la oportunidad de convertirse en la generadora de una nueva tradición cinematográfica, donde sean las mujeres las que peguen las patadas y reduzcan a los delincuentes: “Todavía no ha habido una película de este calibre, en donde sea la heroína la que vive todo tipo de aventuras”, señaló, quién tiempo después se involucraría en primera persona para que esto suceda.
Sin fama y con su nombre asociado al fracaso, la artista volvió a vivir otro gran golpe cuando descubrió que su marido la engañaba con su amiga y asistente personal, Tiffany Browne. Un día de esos en los que el rodaje termina antes de tiempo, Davis los sorprendió juntos y, al parecer, no era el primer encuentro entre ambos, ya que -a las pocas semanas- se supo que la tercera en discordia estaba esperando un hijo de Renny.
Golpeada profesional y sentimentalmente, Davis decidió refugiarse en el deporte, más precisamente en la disciplina de tiro con arco. ¡Y vaya si le fue bien! En 1999, la aficionada llegó a ser una de las semifinalistas que compitieron para formar parte del equipo olímpico estadounidense en Sidney 2000; aunque lamentablemente quedó fuera de la lista por muy poco.
Mientras intentaba retomar su carrera actoral con algunas producciones modestas, su reivindicación la obtuvo recién en 2005 cuando interpretó a la presidenta de los Estados Unidos en Commander in Chief, una serie televisiva por la que obtuvo un Globo de Oro. Sin dudas, este papel y su paso por algunas producciones como Stuart Little, Grey’s Anatomy y Me Him Her le devolvieron la tranquilidad y le permitieron recuperarse dentro de una industria tan prejuiciosa.
Su vida sentimental también se fue acomodando. En 2001, y a pesar de la diferencia de edad (ella tenía 45 y el 30), se casó por cuarta vez con su cirujano plástico, el iraní Reza Jarrahy. “Estamos ansiosos por pasar el resto de nuestras vidas juntos”, declararon los tortolitos a punto de dar el sí en una ceremonia privada en la localidad de Wainscott, en Long Island. Pero 16 años después, y con tres hijos en común, la pareja decidió poner punto final a su amor.
Al parecer, fue Jarrahy quien pidió el divorcio argumentando “diferencias irreconciliables”. Además no sólo reclamó un apoyo económico por parte de Davis y la tenencia compartida de sus tres hijos sino que le pidió al juez que le niegue a la actriz la posibilidad de que ella le solicite a él un respaldo económico.
El activismo, su mayor éxito
Su activismo feminista -que surgió cuando rodó la película Thelma & Louise- nunca desapareció. De hecho, a lo largo de su carrera, Geena siempre intentó buscar para sí misma personajes que escaparan de ciertos estereotipos (Un equipo muy especial o El largo beso del adiós son buenos ejemplos de esto). “Me hubiera gustado que Thelma & Louise hubiera tenido un efecto más fuerte. No he visto muchas más películas sobre mujeres, ni protagonizadas por mujeres, y aún menos explorando los complicados sentimientos que solemos tener las mujeres”, había asegurado a principios del nuevo siglo.
Sin embargo, la elección correcta de un papel no era suficiente. En 2004, y mientras miraba televisión con su hija, Davis notó un desequilibrio en la proporción de personajes masculinos y femeninos en las producciones infantiles. Su inquietud la llevó a impulsar un proyecto de investigación sobre género en la Escuela de Comunicación y Periodismo Annenberg de la Universidad del Sur de California.
Los resultados con números tan desequilibrados sorprendieron a la estrella que en 2007 decidió crear el Instituto Geena Davis que tiene como objetivo aumentar la presencia de personajes femeninos en las producciones de entretenimiento y en el deporte. “Estoy completamente obsesionada con los números y los datos (...) Mi teoría es que no tenemos suficientes modelos reales de mujeres en puestos y ocupaciones importantes para impulsar el cambio y, por lo tanto, necesitamos tenerlos en la ficción para que la vida imite al arte”, declaró a The Guardian.
“Yo creía que la reacción de la prensa ante Thelma & Louise iba a cambiar todo y que ahora iba a haber muchos más personajes principales femeninos en el cine. Estaba muy entusiasmada y, de hecho, con la siguiente película que hice Un equipo muy especial, la prensa anunció lo mismo, que iba a haber muchas películas de deportes, pero nada de eso pasó”, agregó preocupada.
Impulsora del Festival de cine de Bentonville (que nació para fomentar la diversidad e inclusión tanto delante como detrás de la cámara) y activista en la promoción del deporte femenino, la lucha de Davis no fue en vano y obtuvo reconocimiento. Por su trabajo no sólo recibió un doctorado honorario del Bates College sino que, en 2019, la Academia de cine reconoció su labor “científica” otorgándole un Oscar en pos de la reducción de la brecha de género.
“Escuché que en Francia hay un 24 por ciento de directoras y en los Estados Unidos sólo el 4 por ciento. Quiero decir, 24 por ciento tampoco es suficiente, pero 4 por ciento es una vergüenza”, dijo durante la presentación de su nuevo documental This Changes Everything, en el que actrices de la talla de Meryl Streep, Jessica Chastain y Reese Witherspoon analizan la discriminación de género en los medios.
La paridad de género e igualdad de salario no son los únicos reclamos por los que la artista se ha proclamado públicamente estos años. Davis también es otra de las voces del movimiento #MeToo, que denuncia el abuso sexual en diferentes ámbitos laborales de Hollywood. Mientras aseguró que al principio de su carrera se desalentaba a las actrices a contar lo que les pasaba (advirtiéndoles de que siempre habría alguien dispuesto a asumir sus papeles), la actriz se animó a contar una experiencia personal. “Durante una audición me obligaron a sentarme en el regazo de un director para una escena romántica (...) Te decían que siempre habría una actriz más barata o lo que sea”, recordó advirtiendo que parte de su lucha es dejar eso en el pasado.
Optimista y perseverante, Davis asegura que estos movimientos han tenido un impacto “notable” en la industria. “Podemos percibir el cambio en el aire. Me parece que la manera más fácil de provocar el cambio en nuestra cultura es la representación en la pantalla, y si uno logra que se concrete allí, se concretará en la vida real”, remató quién ha sabido aprovechar los vaivenes de esta profesión para convertirse en un gran referente del género femenino.
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