La actriz, que estrena un unipersonal, habló con LA NACION sobre su humor, lo que significa el feminismo en su vida y también repasó sus inicios en Telecataplum, rodeado de celos y prejuicios; además contó por qué dio un paso al costado en la pantalla chica
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Llegó de su Uruguay natal con los cómicos de Telecataplum y aquí encontró su lugar en el mundo y un espacio en el cine, el teatro y la televisión. Gabriela Acher es una referente del humor aunque hace algunos años que abandonó la televisión por decisión propia y encontró en los unipersonales la forma de un mejor disfrute. Este domingo estrena ¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta? en el Paseo la Plaza y no puede estar más que feliz. En diálogo con LA NACION, la actriz habló del humor actual, el feminismo y .
-¿De qué se trata Qué hace una chica como yo en una edad como ésta?
-Es un unipersonal sacado del último de mis libros como es mi costumbre. Encontré el trabajo a mi medida. Todos los actores me hablaban de la magia del teatro y como estuve formada en la televisión, a pesar de haber hecho obras divinas con actores espectaculares, nunca sentí esa magia de la que hablaban. La descubrí con el unipersonal porque el otro actor es el público y nunca jamás antes en la vida tuve una relación tan carnal con la gente, que es la risa compartida al mismo tiempo y es casi como una meditación. Reírnos juntos es una manera de reconocer nuestra mutua humanidad, da una gratificación enorme y ya no quiero hacer otra cosa que mis unipersonales; mientras la memoria me responda voy a seguir haciendo esto.
-Es un trabajo muy solitario, ¿añorás tener compañeros sobre el escenario?
-Es un proceso solitario, como la tarea del escritor, pero yo disfruto y me río sola con la computadora, me tiento, me hacen gracia mis chistes. En el momento que estoy en el teatro tengo una comunión muy grande con la gente que jamás sentí antes. Presento este unipersonal como una charla Ted dirigida a las nuevas generaciones de mujeres, a las de 40, a las de 50, a las de 60, a las de 70, que son nuevas porque hasta hace solo 50 años no existían o no gozaban de lo que ahora nosotros llamamos vida. Pero la universidad de Taho Lindo, en la baja California, ha realizado un estudio genético a 150.000 mujeres en esa franja de edades y reveló que gracias al hecho de que las nuevas generaciones se han divertido un 1500 por ciento más que sus madres y abuelas, han logrado provocar una mutación en su ADN, que consiguió atrasar 20 años el gen del envejecimiento y sólo a fuerza de voluntad. Bueno, y hormonas suplementarias. Entonces, la pregunta es... ¿los 60 son los nuevos 40? ¿Los 50 son los nuevos 30? ¿Los 40 son los nuevos 20?
-¿Qué sentís cuando te mirás al espejo? ¿Aceptás el paso del tiempo?
-Es difícil para las mujeres que tenemos el mandato de ser bellas y jóvenes siempre. Aunque el mandato de los hombres es que tengan dinero y tampoco es muy liviano, ese no es mi problema (risas). No siempre que me miro en el espejo me reconozco. Bueno, todavía me reconozco bastante en realidad porque hablo mucho de las cirugías que te convierten en mutante, no me gustan y no me las voy a hacer porque entonces no me voy a poder reír de eso. Me parezco bastante a mí, pero no es que me mato de risa cada vez que me miro la celulitis o la panza, nada que se le parezca. Sin embargo, me da mucho material para el humor, que se nutre de lo que está mal: en un mundo perfecto, lo lindo no es gracioso. Siempre tiene que haber algún valor que se degrada, sino no hay risa. Creo que el humor existe precisamente para descomprimir el dolor de la existencia, en un mundo perfecto no tendría razón de ser.
-¿Cuándo descubriste el don del humor?
-Siempre tuve humor y desde siempre lo consumo, pero empecé a escribir y desarrollarlo mucho después. Cuando me presenté para Telecataplum, los libretistas y productores Jorge y Daniel Scheck estaban buscando a una chica que cantara, bailara y actuara y les dije “soy yo”, y les recité toda su obra. Era fanática de su humor, eran extraordinarios y en el primer año de Telecataplum, yo entré en el segundo, iba a la puerta del canal para verlos. Cuando recuerdan a los cómicos uruguayos todos piensan en los actores y yo en los libretistas porque sin un buen guion no hay actor en el mundo que te pueda hacer reír. Ellos fueron los artífices de aquella maravilla y al conocerme y ver mi locura por su humor, intuyeron que iba a funcionar a pesar de ser tan joven e inexperta. Fueron muy visionarios, Telecataplum fue mi escuela y los recordaré siempre.
-¿Cómo fue la experiencia de trabajar con un grupo de actores tan prestigiosos?
-Buenísima, era aprender y aprender. Me tocó una estrella al entrar en ese grupo y fue mi primera experiencia porque antes no había trabajado ni como actriz ni como nada porque era muy chica. Fue fantástico, logramos hacer cosas maravillosos, yo pude destacarme haciendo imitaciones de cantantes, hice de Mina que era famosísima en ese momento. Mina estuvo de moda con un programa en la RAI que se llamaba Studio Uno, que ella conducía e invitaba a los grandes actores que cantaban, hacían sketchs. Nosotros imitábamos muchas cosas y de eso también. Lamentablemente lo único que queda son las fotos porque el programa se grababa en unas cintas anchas que se borraban para seguir grabando, que se haya perdido ese material maravilloso es un dolor que no puedo resistir. La única memoria de Telecataplum que queda soy yo.
-¿Te trataban como una par? Eran casi todos varones y con más experiencia...
-El trato era bueno en general y la que tenía un poco de celos era Henny Trailles porque hasta que entré yo, ella era la única mujer. Conmigo entró Charito Semblat, la esposa de Berugo Carámbula, que era preciosa, joven y cantaba divino. Los varones se acostumbraron a mi presencia (risas) y durante muchos años fuimos buenos compañeros, incluso en programas posteriores como Hupumorpo y Comicolor. Ahí empezó la dificultad porque yo escribía mis libretos, no me gustaba lo que me escribían, me parecía muy estereotipado, no me hacía gracia y siempre pensé que si yo no me reía, no iba a hacer reír a nadie. Escribí Chochi, la Dicharachera, que tuvo un éxito bárbaro, una vedette que se llamaba Lorena del Valle, y también escribí sketches para todos, que nunca aceptaron.
-¿No aceptaron la mano femenina en los libretos?
-Exacto. Tanto es así que al año siguiente, cuando fui a firmar el contrato, me dijeron que me querían como actriz, pero que no escribiera y yo me fui.
-¿Nunca te arrepentiste?
-Para nada, todo lo contrario. Me parece que fue una gran decisión defender lo que escribo. Ya ves, escribí cinco libros y varios unipersonales.
¿Por qué no hacés televisión?
-La abandoné. Después del éxito que tuve con Tato Bores, hice Hagamos el humor (en 1991), que escribíamos con Maitena y con la exigencia que tengo, trabajábamos 14 horas por día, hasta íbamos a las galerías de arte a buscar cuadros para poner en la escenografía de Canal 13, que era horrorosa en ese momento. Yo quería magia y me daban dos foquitos de miércoles. Trabajaba como una perra, no sabía si afuera era de día, hacia sol o llovía y tenía un hijo chico en casa. No era feliz increíblemente, aún cuando tenía la oportunidad de hacer ese programa tan divino. Me agoté y decidí vivir de otra manera y la forma que encontré de seguir en contacto con el público fue escribir los libros. Ahora tengo una vida mucho más acorde a lo que quiero y tengo tiempo para mi familia, para ir a nadar o andar en bicicleta, para ver a mis amigas. También fue una buena elección, aunque lamento haber dejado la televisión, que fue un gran amor durante tantos años. Pero ya no daba porque no tenía buena relación con el resto de mi vida.
-Aunque tu humor nunca fue chabacano, ¿tuviste que adaptar algo en estos tiempos de feminismo?
-En absoluto. Antes de escribir los libros, lo hice para revistas y me decían: “escribí lo que quieras mientras sea con humor”, y yo escribía sobre temas personales, los problemas con los novios y esas cosas. Cuando vi la repercusión de esos temas en las demás mujeres, me di cuenta de que eran problemas del género y ahí nació mi feminismo más acérrimo porque sentí un amor desesperado por el resto de las mujeres. Entendí que por más diferentes que seamos, vivir en un cuerpo de mujer significa pasar por experiencias que son comunes: menstruaciones, embarazos, menopausia, partos, post partos. La vida entera pasa por el cuerpo de una mujer.
-Eras feminista sin saberlo, en un principio.
-Exactamente. Mi humor nunca fue chabacano ni lo será porque soy una heredera de Jorge y Daniel Scheck. Fueron mi primera escuela de humor y el de ellos era elegante. Una vez alguien escribió sobre mi humor y dijo que era elegante y se lo agradeceré toda la vida. Hacían un humor culto, de referencia y después tuve influencias de artistas que conocí acá, como Les Lutheirs, Antonio Gasalla y Enrique Pinti. Cuando empecé a escribir lo hacía en referencia a mis desventuras con los varones y sentía que las mujeres no estábamos ocupando el lugar que merecíamos en cuanto a respeto, fundamentalmente.
-¿Cómo vivís el avance del feminismo?
-Creí que no lo iba a ver en esta vida. Fue una gran satisfacción ver que las mujeres se despertaran finalmente en esta zona del mundo. Yo decía que el feminismo no había llegado a Latinoamérica y que me iba a morir sin verlo. Es una enorme satisfacción que esté sucediendo pero por otro lado, veo que hay excesos, que las chicas van a tener que pagar el mismo precio que pagué yo en algún momento porque los varones quedaron amedrentados. Sé que la historia no se mueve en línea recta sino en péndulo y es inevitable llegar a un extremo hasta que encontrar un equilibrio en el medio. Yo lo defino así: ya salimos de donde estábamos, pero todavía no llegamos adónde vamos.
-Poco se sabe de tu vida privada, ¿cuáles son tus rutinas?
-Tengo un hijo precioso, que se llama Rodrigo y ahora una nieta maravillosa, Vera, de un año y medio, y me tiene loca de amor. Es como si tuviera un amante porque el corazón me palpita y cuando me dice abuela, me derrito toda. Rodrigo nació en España porque ahí me compraron Chochi, la Dicharachera para el programa de Chicho Ibáñez Serrador y le tuve que cambiar el nombre, se llamó Charito Muchamarcha. Estuve en pareja con un argentino, quedé embarazada y mi hijo nació allá. Rodrigo es técnico en redes de internet.
En cuanto a mí, me gusta andar en bicicleta todos los días, por la bicisenda de mi barrio y en el verano me voy a Uruguay y nado en el mar. Veo a mis amigas, todas con un sentido del humor extraordinario. Tengo una vida social agradable. He sido una gran lectora, pero ya no tanto porque me ganó lo audiovisual, las series, las películas. En el unipersonal digo que estoy de romance con la series porque la que te atrapa puede ocupar tanto tiempo de tu vida como un marido e impresionarte más. Es mejor una mala serie que un mal marido... Qué digo… La peor serie en el mundo es mejor que un mal marido y da más tiempo de entretenimiento (risas).
Dónde verla. El unipersonal ¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta? se puede ver todos los domingos, en la sala Pablo Picasso del Paseo la Plaza, a las 19.30.
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