En una entrevista imperdible, “las chicas” de Palito se destapan: el amor, la fama, los sueños y los mitos de una de las grandes familias del espectáculo
Bien dispuestas, compinches, de entrecasa. Evangelina Salazar (70) y sus hijas Julieta (44) y Rosario (31) Ortega reciben a ¡Hola! Argentina de una manera en la que no estamos acostumbradas a verlas: en pijamas. Las “mujeres” de Palito Ortega nos invitan a compartir una charla sincera, donde todo el tiempo sobrevuela el amor y el respeto que se tienen, pero también se animan a decirse cosas con frontalidad y ponen en palabras lo que piensan, sin importarles el qué dirán.
–¿Cómo les gustaría presentarse?
Rosario: Soy una chica que todavía se está encontrando y una cantante en una búsqueda musical constante.
Julieta: Me llamo Julieta, soy actriz y madre.
Evangelina: Soy Evangelina.
–¿La familia Ortega está más cerca de Los locos Adams o La familia Ingalls?
Rosario: Para mí estamos más cerca de Los locos Adams. [Las tres se ríen a carcajadas].
Julieta: De los Ingalls seguro que no…
Evangelina: Para mí somos Los Ingalls y Los locos Adams.
–¿Cuál creen que es la fantasía más recurrente que tiene la gente de los Ortega?
Julieta: No tengo ni idea, porque es algo muy ajeno. Lo mismo pasaría si yo me pusiera a hablar de gente que no conozco… Lo que nos pasa básicamente a nosotras, por ser hijos de personas que son muy públicas, es que heredamos el cariño y el “no cariño” que sienten por nuestros padres. En principio, la gente te quiere o no te quiere un poco por herencia.
Evangelina: Siempre nos ven como una familia muy unida y eso es cierto. Basta que a algunos de nosotros les pase algo lindo o no tan lindo para que estemos todos al pie del cañón. A veces se refieren a nosotros como “el clan Ortega” y no me gusta porque es una palabra asociada a la mafia, a lo cerrado, y nada más alejado que eso.
–¿Quién es la “voz cantante” de la familia?
Julieta y Rosario: ¡Mamá!
–¿Siempre fue así?
Evangelina: Sí. Yo me aboqué de lleno a la familia y me tomo esas atribuciones de ser la directora de orquesta con todo derecho. [Se ríe].
–¿Tus hijos te dicen en algún momento que dejes la batuta?
Evangelina: No, porque es cómodo para todos que yo sea así, incluso para mi marido.
Rosario: Todos delegamos mucho en ella.
–Rosario, ¿qué admirás de Julieta y de tu mamá?
–De Julieta admiro lo frontal que es y la determinación que tiene para muchas cosas. De mamá, su fuerza, el compañerismo que tiene con mi padre y lo fiel que pudo ser a lo que quería durante tantos años.
–¿Julieta?
Julieta: De Rosario me gusta la relación que tiene con sus amigos y el lugar de importancia que les da. También lo libre que es para moverse: primero está ella, le gusta pasarla bien y no tiene ese mandato de “me tengo que casar”, “tengo que tener hijos”… De mamá admiro cómo supo “tejer” todo lo que fue pasando en nuestra familia a través de los años. La buena relación que tenemos entre los hermanos se la debemos a ella, trabajó mucho para que seamos tan unidos.
–Evangelina, te toca a vos…
–Yo admiro de Rosario lo mismo que dijo Julieta: su disfrute de la vida, cómo sabe buscar sus tiempos para ser feliz, no se ata a nada. Me gusta también que tenga tan bajo perfil y que sea feliz cantando en la intimidad, para mucha o poca gente. No le interesa el éxito masivo y eso es muy valorable. Y de Julieta, admiro su inteligencia, su valentía y su frontalidad, que a veces duele, pero te dice las cosas exactamente como las ve.
–¿Qué les molesta o no soportan de la otra?
Rosario: Julieta no sabe guardar nada de lo que le contás. [Se ríe]. Y esa frontalidad que tiene, a veces la maneja bien y otras no tanto, y te da un palazo. [Se ríen las tres]. De mamá no me banco que sea tan perfeccionista: a veces eso te encanta porque su casa siempre está impecable o le pedís cualquier cosa y ella siempre tiene de repuesto y ordenado todo con etiqueta, pero también me gustaría que sea más relajada y le puedas decir “vamos a tal lugar” y pueda cambiarse rápido y salir… ¡Cosa que no pasa mucho!
Evangelina: Tiene razón.
Julieta: A mí de Rosario me molesta su impuntualidad, el desorden y esa cosa que tiene de no organizarse. Por ejemplo, la fui a buscar para venir a la nota y se estaba haciendo los pies y teníamos que estar acá en veinte minutos…
Rosario: [Interrumpe] ¡Eso es por el ADD! [N. de la R.: se refiere al trastorno por déficit de atención que padece].
Julieta: Ella dice que tiene ADD y ¡lo usa como excusa!
–¿Pero es una excusa real?
Julieta: Sí, sí, tiene ADD, pero igual. Se toma un taxi sin plata, por ejemplo, y tenés que bajar a pagar.
Evangelina: No organiza su casa, su vida, no organiza nada. [Se ríe]. Viene a casa y me dice: “Ma, ¿me prestás un cargador para el celular?”. Y yo le digo: “Pero ya te llevaste uno, Ro”. Y ella: “¿Sí? No sé qué me pasa, a veces tengo seis cargadores y de golpe, ninguno”. [Se ríen las tres].
Julieta: De mamá me molesta lo mismo que dijo Rosario: que no disfrute más de la vida sin importarle si está arreglada o no, que no pueda salir rápido a la calle así como está.
Evangelina: Me perjudica mucho lo perfeccionista que soy para todo. Por eso, de alguna manera, ellas eran muy apegadas a mí cuando eran chiquitas y cuando crecieron volaron para liberarse.
Rosario: Igualmente Julieta es mucho más parecida a mamá en la estética. Yo soy un poco más varonil.
Julieta: Pero yo puedo salir a la calle como esté, a cara lavada, no me importa quién me mira, ¡mamá no! Eso hace que nadie quiera viajar con ella porque tarda horas en salir del hotel. Papá la padece más, nosotros ya sabemos que es así y no hacemos planes de viaje con ella.
Rosario: Cuando te estás comprando una campera, su preocupación es con qué te la vas a poner o si tenés algo que combine y ¡pretende que lo pienses en ese momento!
Julieta: Eso no me parece tan mal.
Rosario: ¿Ves? Son parecidas.
COSA DE MADRE, HIJOS Y SOBRINOS
–¿Cómo es Evangelina abuela?
Julieta: Es muy buena abuela, pero como tiene ese problema de que no sale rápido de su casa, le tenés que llevar los nietos ahí.
Evangelina: Todo es un problema de tiempos. [Se ríe]. No me podés decir “te necesito en media ahora” porque no funciono así. Siempre fui igual a pesar de la troupe de hijos que tuve.
–¿Cómo hacías con tantos hijos y tus tiempos?
Evangelina: Es que soy monocomando, por eso cuando quise tener mi familia, me dediqué de lleno a eso. No me sale estar en un lugar pensando en otro al mismo tiempo.
Julieta: Hay una percepción de que mamá dejó todo y abandonó su carrera para dedicarse a su familia y quizás, al haber empezado de tan chica a trabajar, la familia le sirvió como un bálsamo para poder dedicarse a nosotros puertas adentro.
Evangelina: La verdad es que desde chica fui muy tranquila, con mis cosas, sin que nadie me molestase. Yo me siento muy cómoda y feliz con mi forma de ser, pero las chicas dicen que no vivo todo lo que podría vivir.
Julieta: Por eso yo decía que mucha gente cree que mamá “renunció” a su carrera por su familia y no fue así.
Evangelina: Tal cual. Yo me casé con un hombre que había tenido una infancia muy difícil –sin su mamá– y justamente necesitaba una mujer como yo que se desvivía por ser madre y formar su propia familia. Se dio así y nos salió bastante bien.
–Julieta, ¿te reconocés en tu mamá a la hora de criar a Benito?
Julieta: Un poquito puede ser, porque tenemos muchas cosas parecidas y seguramente ahí se cuela algo de la maternidad. Pero mi camino fue distinto: me casé, tuve a mi hijo y me separé cuando él tenía 3 años.
Evangelina: Yo no la veo parecida a mí porque se ocupa de otra manera de su hijo. Yo estaba muy encima de los chicos, no los dejaba en ningún momento. Julieta le da más libertad a Benito. Si el chiquito está seguro y ella tiene que trabajar, está feliz y disfrutando. Yo no podría ni pensarlo.
–Hablemos de la tía Rosario.
Rosario: Me entiendo bárbaro con todos mis sobrinos, pero no soy una tía que se los lleve todo un fin de semana, pero porque ellos tienen mucha familia –de acá, de allá– y siempre tienen programas.
Evangelina: Los chicos la ven más como una prima que como una tía.
Rosario: Pasa lo mismo con Luis, mi hermano. No nos ven con la autoridad de tíos. A los hijos de Sebastián los veo los fines de semana y con Benito, como vivimos más cerca, hacemos más planes.
–¿Te gustaría ser madre?
–Sí. Creo que sería muy buena madre, más allá de todo lo que me critican ellas.
–¿Cuál fue el mejor consejo que les dio su mamá?
Julieta: Seguramente algo que tuviera que ver con cómo organizarme y los cuidados de la piel.
Evangelina: Yo siento que no le pude dar muchos consejos porque desde la adolescencia en adelante tuvo un carácter terrible y no me atrevía a darle un consejo. Nos peleábamos mucho en esa época. Cuando Julieta fue mamá, empezó a consultarme prácticamente todo. A todo nivel.
Julieta: Es verdad, yo ahora le pregunto mucho. El otro día, cuando estábamos de vacaciones, mi novio se reía porque le mandé una foto a mamá de una cosa que quería comprarme para que me ayudara a decidirme.
Evangelina: También me pide consejo sobre su nuevo noviazgo.
Julieta: Ahí no sé si te pido consejos, más bien te cuento cosas.
Evangelina: Como es la primera vez que tiene un novio doce años más grande, me pide consejos de cómo tratar una persona más formal, que no sea músico o artista.
Rosario: Yo ni loca le pido consejos de mis relaciones. Le cuento y ella opina.
Evangelina: Tampoco me contás tanto, eh.
–¿Se pelean mucho?
Evangelina: Por ahí ellas se enojan por algo que les digo, pero no nos peleamos.
Julieta: Tampoco estamos mucho tiempo sin hablarnos.
Evangelina: Si estamos mal, la primera que levanta el teléfono soy yo.
EL AMOR, AHORA Y SIEMPRE
–¿Cómo viviste, Evangelina, el festejo de tus Bodas de Oro?
–Muy bien, porque estuvimos rodeados de la gente elegida, la gente querida, pero creo que me podría haber divertido más. Lo que pasa es que estaba en todos los detalles.
Rosario: Para mí, en esos momentos estás muy pendiente de todo el mundo.
Julieta: Pero igual lo pasó divino.
Evangelina: Sí, la pasé divino, fue muy divertido, pero estaba más como espectadora, muy emocionada.
–¿Sienten admiración por la historia de amor de sus padres?
Julieta: ¡Totalmente! De alguna manera yo siempre supe que no iba a estar muchos años con alguien, ni para toda la vida. Rosario y yo decididamente no somos chicas formales. Pero aun así no dejo de mirar con mucha admiración a mis padres, porque muy poca gente sabe construir algo tan lindo como lo hicieron ellos. Hoy todo conspira para que las relaciones no duren.
Rosario: Creo que también desapareció esa presión de que un amor debe durar tanto tiempo. Para mí lo de mis papás es como un cuento.
Julieta: Cuando me casé [N. de la R.: con el músico Iván Noble], estaba muy enamorada, pero dije: “Cruzo los dedos y que sea lo que tenga que ser”. Volvería a elegir a todos los hombres con los que estuve porque todos me dejaron algo. En ese sentido, nuestra familia es bastante particular porque toda esa gente, y las parejas de mis otros hermanos también, siguen siendo bienvenidas a casa de mis padres.
Evangelina: Iván, su ex marido, sigue viniendo a casa a comer asados y otros novios de ella están trabajando con mis otros hijos.
–Evangelina, ¿que opinión tenés vos de los tiempos nuevos para el amor?
–Mis hijos han tenido toda la libertad para vivir sus relaciones como quisieron. A mí me pone muy orgullosa que hayan volado y se hayan animado a vivir de manera diferente a la nuestra. ¡Me encanta! Sí tengo el anhelo, a esta altura de mi vida, (Ramón y yo ya somos grandes) de que todos encuentren un buen amor para que yo me pueda ir tranquila de este mundo.
–¿Qué les gustaría preguntarse?
Evangelina: Yo les preguntaría: “¿Están enamoradas, hijas?”
Julieta: Estoy re enamorada.
Rosario: Yo también.
- Texto: Sebastián Fernandez Zini
- Fotos: Sol Abadi
- Producción: Georgina Colzani
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