El conductor y actor, que se prepara para una puesta de Chicago en el ND Ateneo, habló con LA NACIÓN sobre los altibajos de su carrera, el cambio de rumbo que hizo en pandemia y por qué decidió volver a su gran amor: el arte
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La agenda de Emiliano Rella es apretada, pero generosa: lunes y martes, ensaya el musical Chicago hasta tarde, tiene reuniones por otra comedia que acaba de estrenar en el Picadilly con René Bertrand, y al mediodía, tiene que hacer exteriores para el programa de televisión que conduce, pero hay un hueco. “Cómo no me voy a hacer un espacio”, dice y comienza la charla con LA NACIÓN. Se define como una persona “tímida”, pero 30 años en el medio hacen que lo pueda disimular sin problemas y que hable sin tapujos de todo: desde las charlas compartidas con su papá actor -aunque nunca lo pudo ver en escena- hasta el ego que lo confundió, luego del éxito de Call TV.
“Soy el Sebastián Yatra argentino”, bromea en referencia a que el próximo 26 en el ND Ateneo se pondrá en la piel de Billy Flynn, el abogado del clásico musical Chicago, personaje que el ex de Tini Stoessel hará en noviembre en Broadway y que Richard Gere llevó a la pantalla grande en 2002: “Cada vez que viene la oportunidad de cantar, lo hago”. En él conviven la meditación y el crossfit, el amigo que gusta de compartir asados y el hombre que aprendió a disfrutar de la soledad, pero tambien el artista y el emprendedor: vendió un departamento para poner una franquicia de empanadas.
Pronto a estrenar el ciclo Descomunales junto a Daniel Campomenosi en el Canal de la Ciudad, recordó sus primeros pasos en televisión y también el casting que lo llevó a conducir Call TV, el ciclo nocturno de juegos y llamadas que realizó entre 2004 y 2005 junto a Carla Conte en Canal 9 y que marcó un antes y un después en su vida: “Con ella hemos estado peleados en algún momento porque éramos como un matrimonio. No reniego del programa, estoy haciendo lo que hago gracias a eso”. Después de aquel éxito, la fama fue difícil de manejar por momentos y tuvo que lidiar con sus propios egos.
—Se viene Chicago (el 26 de octubre en el ND Ateneo), ¿qué nos vamos a encontrar?
—Es un clásico, el musical de Broadway, pero en concierto, es decir, con una orquesta en vivo. Es decir, no es el musical teatralmente representado, pero las canciones son las mismas y con la sinfónica, que son 20 músicos, y yo hago de Billy Flynn, que es el abogado. Está bueno el papel porque te mueve todo, es muy rico, el rol que hacía Richard Gere en la película.
—Y el que va a hacer Sebastián Yatra en noviembre en Broadway.
—Exactamente. Yo soy el Yatra argentino. Y el personaje es como un Burlando, muy abogado, me base un poco en él. Y estoy entre la conducción, la música y cada tanto viene una oportunidad del musical, o de cantar y lo hago.
—¿Cómo son los ensayos? Y después, ¿cómo llegás a tu casa? ¿muy arriba?
—Sí, porque estamos ensayando muchos a la vez y hay que ensamblar, tal vez está en una sala la directora vocal, en otra la orquesta y terminás como saturado porque también estás apoyando y arengando a tus compañeros porque está bueno que todos estemos bien. Y terminamos tarde, alrededor de las 21 o 22, llego cantando las canciones y hablando conmigo mismo y como al palo, como si salieras de bailar, pero yo hago mucha meditación. Entonces, llego a casa, medito un poco para ir bajando. Me hago la comida, están mis gatitos Pedro y Antonia, juego un poco. Tengo pasión por lo que hago, pero trato de dejar el laburo en el laburo.
—Sos actor, pero la conducción te agarró y no te soltó más, ¿cómo pasaste de actuar a conducir?
—Yo no la solté tampoco. Es mutuo. Venía de la actuación, de hacer publicidad, de estar con Cris Morena, en Frecuencia 04, hasta que me tocó un casting que hice, pero lo hice desde la actuación y de pronto era para conducir, en Endemol (hoy Kuarzo), y cuando llegué no sabían qué buscaban, pero les gustó y ahí empecé solo el primer mes y después llegó Carla (Conte).
—Estamos hablando de Call TV.
—Sí, fue una gran idea que hayan agregado a Carla porque no sé si yo hubiera aguantado tanto tiempo solo, no sé si hubiera estado energéticamente bien. Y con ella llegábamos y por ahí, uno le decía al otro “bancame”, como en cualquier laburo, pero más expuestos porque hay una pantalla. Igual, lo nuestro pasó más allá y descubrieron que éramos una linda dupla televisiva (luego hicieron Jugados por amor y otros ciclos). Pero ese programa yo lo comparaba siempre con una AM a la madrugada que te escucha el que está en la ruta, el que está estudiando o el sereno que trabaja toda la noche. Para mí no importa el formato, siempre me gusta acompañar e informar lúdicamente.
—¿Tenían la presión del rating o de que la gente llamara?
—No, y la producción en un momento soltó en el buen sentido porque estaba todo bien así, porque rendía, hacíamos tres puntos que para ese horario era un montón, picos de seis tuvimos y se hizo el formato en Chile también. Dejó de ser presión y era “vamos a divertirnos”, y eso indefectiblemente hacía que vendiera.
—Y por eso casi 20 años después, la gente sigue recordando la dupla, ¿te pesa o te pesó?
—Bueno, Arturo Puig es excelente actor, pero todos recordamos de ¡Grande Pá! Y no, no reniego de eso y no entiendo cuando reniegan o se enojan cuando les preguntan, no hay que encapsularse, hay que soltar y evolucionar porque sino ahora estaría haciendo el mismo programa que hace dos décadas, pero estoy haciendo lo que hago, gracias a eso también. Call TV fue una bisagra y soy muy agradecido a los productores que apostaron a un pibe que hacía publicidad y tele, pero que no era conocido.
—¿Cómo te llevás con Conte? ¿Siguen hablando?
—Sí, hablamos la semana pasada y dijimos que tenemos ganas de volver televisivamente, siempre nos gustaron los juegos y el entretenimiento, estar con la gente, tal vez ir por el país conociendo. Nos conocemos mucho y nos divertimos juntos. Nosotros hemos estado como distanciados, peleados, en algún que otro momento, cuando laburamos juntos, pero como lo puede estar cualquier matrimonio.
—Ahora que hablabas de recorrer el país, vas a recorrer la Ciudad como conductor...
—Sí, con Descomunales (lunes a viernes, a las 16, desde noviembre por el Canal de la Ciudad), con Daniel Campomenosi. Buenos Aires tiene tantas cosas, es infinito, estuvimos en La Boca, San Telmo, y siempre desde lo lúdico. Mostramos lugares turísticos, gastronómicos, espectáculos, estuvimos en el Festival de Tango y lo hago como conductor, desde el lado de la curiosidad que puedo llegar a tener como espectador, ¿qué preguntaría yo en casa?
El legado de su padre
—¿Y la vida antes de Call TV? Empezaste a trabajar estando en la escuela...
—Sí, a los 16 en Aprender a volar (Gloria Carrá, Valeria Britos y Marikena Riera) en el Estudio D dde Canal 13. Me iba antes del colegio, del Orsino en Caballito para poder llegar. Estudiaba teatro desde los 12, estudié con Esteban Mellino, con Graciela Dufau, Hugo Midón después y lo que ganaba en la tele me servía para pagar las fotos para los books que se usaban, salía con amigos y hacía todo, pero tenía en foco lo que quería, ya había descubierto por dónde iba o quería ir, tal vez en ese entonces más desde el juego, entraba y me sorprendía con las cámaras, los planos, observaba y todo eso lo retuve y me sirvió.
—Bueno, estaría bueno eso.
—Genial. Con mis amigos que hoy los veo, era todo buena onda, después había otros que sí decían “qué onda Emiliano que se está yendo”, pero después me decían que me habían visto, así que todo positivo. Pero no lo viví como nada malo, era una fiesta ir a grabar. Hasta hoy me pasa y me gusta lo que hago.
—¿En tu casa había actores, tus viejos?
—Sí, mi viejo, entre los 20 y los 30, después se casó, pero laburaba en cine. Laburaba con Rodolfo Bebán, dos pibes galancitos, hacía obras de teatro. Después se casó y tuvo dos hijos con su primera mujer y después con mi mamá que nací yo. No pudo seguir en la actuación, era difícil, pero me contaba anécdotas y cosas, y para mí era un placer. Estaba bueno esa comunión entre los dos, de grabaciones, o de cuando trabajé con Sofovich, por ejemplo él me acompañaba y me daba opiniones de la obra. Estaba bueno compartir ese mundo.
—¿De alguna manera seguiste con su legado y cumpliste su sueño de vivir de la actuación?
—Él tuvo que dejar en su momento porque se casó, cosas de antes... Por ahí, quizás, yo llegó un momento como que miré y dije: “Esto me gusta para mí”. Siempre tuve el apoyo de mis viejos 200 por ciento, me inspiraron a estudiar otra cosa e hice la mitad de la carrera de Derecho, pero dejé porque no era para mí y en un momento, me tenía que decidir. Incluso me ofrecieron un trabajo bueno en una consultora, puesto fijo y dije que no. A la semana me llamaron para continuar con el personaje que yo estaba haciendo con Cris. Y fue una decisión en ese momento y me guié por lo que me vibraba.
—Incursionaste en el comercio también, tuviste una casa de empanadas, ¿cómo fue emprender y cómo fue dejar el emprendimiento?
—Sí, vendí un departamento para poder hacerlo “por las dudas”, no digo que no me fue bien, pero no pude mantenerlo, no me hacía bien a mí. Empecé justo antes de la pandemia, no se podía actuar, hacía delivery y este emprendimiento me ayudó en lo económico y porque podía salir al local. Me ayudó con mi cabeza. Después lo vendí a uno de mis amigos porque yo ya no podía. En su momento, me agarró un ataque de pánico, estaba con ansiedad, pero creo que fue por un poco todo. Hay que poner mucho y yo no podía, tenés que estar, mi vieja me ayudaba en lo administrativo y eso coincidió con que se pudo volver a lo artístico.
—Y una de las primeras cosas que hiciste post pandemia fue El Hotel de los Famosos II, ¿cómo la pasaste?
—Muy bien. Estando ahí quería asesinar gente, pero porque te surge, te sale lo mejor y lo peor tuyo. Más allá de que es televisión, te estás exponiendo. Hay un momento que te da bronca lo más mínimo, llorás y estás más sensible. Yo le había pedido a mi representante que quería estar, me parecía divertido esto del hotel, hago crossfit con lo cual no iba a hacer el ridículo en los juegos y estuve hasta la semifinal. Las peleas las sufrí bastante. Por ejemplo, Fernando Carrillo era bravo fuera de cámara; a Rocío Marengo la adoro y sabía jugar muy bien; Charlotte Caniggia también y no le importaba nada. Pero estás rodeado de cámaras y llega un momento que te olvidás.
—¿Hacés meditación y crossfit? Parecen dos mundos opuestos...
—Hago meditaciones exprés, me ayuda a estar tranquilo y estar presente en el momento, en otra época capaz estaba acá y pensando en algo de mañana. Meditaba desde antes de la pandemia, desde 2017, y crossfit arranqué porque me cansé del gimnasio.
—¿Y te ayuda para el medio?
—Sí, la voracidad del medio es fuerte...
La fama, el ego y sus costos
—¿Te ha costado el medio y lidiar con egos?
—Sí, los egos. Y yo lo he pasado también eh, al revés... Es decir, lo han sufrido conmigo. Cuando arranqué, después de Call TV, empezás a subir y en los picos de la curva hay momentos, en donde te mareás. Me ha pasado con mis amigos de toda la vida, esto literal, iba a comer un asado y lo cuento porque lo hablé con ellos y en terapia, y esperaba que me preguntaran por mi profesión y por lo que estaba haciendo, y capaz no me decían nada. Y no estaba mal que no lo hicieran, no lo hacían porque yo era uno más. Son los de afuera de este medio los que te ubican y el entorno más cercano. Amigos, tus viejos, me han dicho “Che, Emi. Mirá, ¿qué es esto? Esto me parece que no” y la terapia siempre me ha ayudado. Ya tengo cuarenta y tantos, y ahora tengo como un tamiz para separar lo que es importante y lo que no. Mi prima Gina (también del elenco de Chicago) es mi confidente, mi vieja, mi papá -que ya no está lo era- y mis amigos de toda la vida. No hay nada que te vuelva más a tierra que un mate con uno de ellos.
—¿Y qué pasaba con la fama y que te reconozcan en la calle o te pidieran un autógrafo?
—Sí, y pasaba por antipático muchas veces porque soy muy tímido.
—¿Qué otras cosas te gusta hacer?
—Voy mucho a correr, soy muy de las reuniones, esto del asado y de compartir. También aprendí a estar mucho solo en casa y no escaparle a esos momentos. Ahora no estoy en pareja.
—El año pasado, en Carlos Paz, dijiste que querías encontrar el amor...
—Sí, pero es difícil encontrar compañía.
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