Hace tres años, el periodista deportivo fue diagnosticado con Parkinson; cómo es su día a día, cómo intenta superar sus limitaciones y por qué decidió separarse de su última pareja en un mano a mano con LA NACIÓN
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Hace tres años, su vida cambió por completo. Emiliano Pinsón fue diagnosticado con Parkinson y, si bien en un principio decidió transitar esta enfermedad en silencio, con el tiempo se animó a contarlo. Hoy, mientras convive a diario con ciertas limitaciones, el periodista deportivo se convirtió en un referente en el tema, ayudando a quienes están atravesando una situación similar y dando un mensaje de esperanza. “No tengo mucho por perder, tengo todo para ganar. Tengo mucha gente que me quiere y siento mucho apoyo, así que puedo decir, y sin temor a ruborizarme, que soy un tipo feliz”, confiesa este luchador que hace apenas un mes recibió la noticia de que su cuadro se volvió más agresivo.
Lejos de bajar los brazos, Pinsón intenta seguir con su vida normal como siempre. Viaja por el mundo con sus hijos, hace tele y radio dos veces por semana; labor por la cual acaba de ser nominado para los próximos Martín Fierro de radio 2024.
-Estás nominado al Martín Fierro de radio como Comentarista Deportivo, ¿te sorprendió?
-Me sorprendió porque obviamente no lo esperaba. Hay gente que ha tenido más actividad que yo, pero imagino que debe tener que ver con una cierta exposición en este último tiempo. No sé si soy el mejor, pero es un mimo de parte de mis colegas el nominarme. Después no sé si voy a ganar o a perder. No es que me da lo mismo (nunca me da lo mismo), pero que alguien haya pensado: “che, hagámosle un homenaje o un reconocimiento a Emiliano”, ya me parece que está bueno.
-Sentís que es un mimo...
-Sí, sin duda. Creo que es un reconocimiento al laburo, al ser un tipo sin grandes problemas, de siempre dar una mano. Ya el estar entre Sofía (Martínez), Martín Liberman y Fernando Pacini (que los conozco a todos), es un mimo. Si lo gano, ¡mucho mejor!
-¿Cómo te enteraste de la noticia?
-Estaba en casa, me llamaron y me dijeron: “Felicitaciones”. “¿De qué?”, les digo. “Estás ternado a los Martín Fierro”.
-Te voy a poner a prueba: estamos en la ceremonia, te nombran, lo ganaste... ¿a quién se lo dedicás?
-Obviamente a mi familia. Primero, a mis hijos. Después, a la madre de mis hijos, a mi vieja y a mi abuela que no están, pero que siempre me apoyaron y siempre estuvieron ahí. Y después a gente del laburo, mucha gente del canal y de la radio que -inclusive sabiendo mi tema de salud- decidieron contar igual conmigo y apoyarme, liberarme de un montón de presiones.
-Hace un tiempito se decía “Emiliano Pinsón deja de trabajar”, pero nunca lo hiciste, ¿necesitabas ordenarte a partir de este “nuevo” Parkinson?
-Exacto. Cuando me vuelven a diagnosticar, me cambian el diagnóstico de Parkinson rígido a Parkinson atípico con atrofia sistémica. La verdad es un diagnóstico complicado, no te voy a mentir. Tampoco me voy a mentir a mí; aparte lo veo en la cara de los neurólogos. Además de lo dolorosa, la crueldad de la enfermedad es que la cabeza te va a funcionar un cien por cien, pero el cuerpo no. Pero bueno, hay también un porcentaje de gente que no tiene ese final que es el que espero yo; o sea tener un final más bien digno y no estar tirado en algún lado. Después de este nuevo diagnóstico, me siento en un lugar de mucha tranquilidad. Incluso te diría más que antes porque no tengo mucho por perder; tengo todo para ganar. Y tengo mucha gente que me quiere y siento mucho apoyo de los medios y afuera de ellos. Así que puedo decir, y sin temor a ruborizarme, que soy un tipo feliz.
-Te volviste como una especie de referente. Te siguen en las redes sociales, me imagino que aparecen un montón de historias y de casos que te deben conmover...
-Sí, es muy difícil. Hay gente que no sabe ni siquiera por dónde empezar. Entonces ahí intento dar una mano. Les digo que busquen un neurólogo en su zona, que empiecen a buscar el primer diagnóstico. Que vayan a un instituto y se hagan las pruebas. En los hospitales públicos hay muy buenos médicos, muy buenos neurólogos.
-¿Cuál fue el caso que más te conmovió?
-Lo más fuerte que me pasó (y varias veces) es lo que me dicen. Me agradecen porque a partir de escucharme se animaron a salir del letargo, se levantaron. Gente que estaba deprimida y dijo: “Si él puede, yo también” y eso me parece hermoso. Chicos que me han agradecido, muchos hijos que me preguntan: “¿qué hago con mi viejo?” Lo primero es tenerles paciencia porque, si bien cada enfermedad depende del enfermo, una persona con Parkinson -que además está deprimida- es complicadísimo. La paciencia es fundamental.
-Cuando te diagnostican la enfermedad te tomaste casi un año para procesarlo, ¿te sirvió vivirlo en silencio?
-Siempre en cualquier situación fui de tomarme un tiempo, de ver qué me pasaba y tratar de atravesarlo, dure lo que dure, solo. No sé si está bien o está mal, es mi fórmula. Y ese tiempo me sirvió para decir: “bueno, tengo que decirlo”. Uno de mis amigos me dijo: “Emi, vos sos comunicador, tenés que decirlo” y, a partir de ahí, hice un clic. Decirlo me liberó muchísimo. Me acuerdo que en ese momento me había hecho una bio-decodificación y la frase era: “sacate mochilas” y esa fue una mochila que me saqué. Hasta el segundo diagnóstico, viví todo con mucha libertad, muy tranquilo, pero después del segundo diagnóstico me pegó y me di cuenta de la crueldad de la enfermedad, que es una enfermedad jodida. Empecé a darme cuenta de lo que es, de lo que invade y hay veces que estoy herido. Por ejemplo, ahora en este viaje que acabo de hacer hubo días que no podía caminar. En Roma estaba caminando y me iba con el bastón en pendiente y ahí es cuando decís: “Estoy limitado”.
-¿Te referís a ese viaje por Europa que hiciste con tu hija?
-Sí, lleve un bastón para estrenar y lo usé todo el tiempo... (risas). Después me pasó de todo: se me ampollaron los pies, tuve que usar franciscanas, tuve que llamar al seguro médico... Más allá de lo físico, el viaje fue precioso. Son lugares hermosos y fue muy lindo porque además fui con mi exmujer, la mamá de Vicky. Es una relación de mucho respecto. Nosotros nos separamos hace 12 años. Cuando nos separamos, también nos fuimos a Disney. Era un viaje familiar en el que me iba a ir solo con los chicos y ellos empezaron: “¿No puede venir mamá?”. Vino y también la pasamos muy bien. Tenemos un concepto de familia muy lindo que lo resalté después en mi cuenta de Instagram. En cada lado nos sacamos una foto los tres, pero yo no iba a publicar ninguna porque no me parecía. Paula (su ex) las publicó y me puso unas cosas muy lindas de lo que fue el viaje, el respeto, el trato nuestro y me pareció lindo también ponerlo en las redes. Por supuesto, hubo alguna polémica, pero me ayudó mucho. Cuando la pasé mal, la que se hizo cargo fue ella. Puede no haber amor de pareja, pero sí hay respeto y hay tres hijos.
-¿Con qué expectativas te fuiste?
-Yo me fui a ver cómo sonreía Vicky. Eso fue el viaje. Llegamos a Madrid, después fuimos a París. Creo que no hay una persona que tenga más fotos de la Torre Eiffel que Vicky (risas). No me sobra la plata, pero valió la pena. Y no es una frase televisiva para quedar bien, enserio vale la pena.
-¿Te pudiste adaptar a todas las excursiones o había días que te quedabas en el hotel?
-No, no, no, no me quedé nunca en el hotel; cosa que los neurólogos me retaron, pero no voy todos los días a Europa. Estuvimos en Berlín; esa ciudad la elegí yo porque había ido en el Mundial 2006, pero la historia de todo lo que pasó en la Guerra Fría y en esa época me seduce. Hicimos un free tour con un español y el camino eran siete kilómetros. Estuvimos tres horas caminando. Mis dedos latían y Victoria estaba aburrida porque quería ir a un shopping. Pero yo fui a todos lados; salió todo muy bien. Solo una cosita que perdimos un vuelo nada más, pero de relajados.
-¿Qué te enseñó este viaje?
-Aprendí que no puedo viajar más solo, que necesito alguien que me ayude. Aprendí que este tipo de viajes o experiencias siempre es lindo hacerlas con alguien que querés, con alguien con el que puedas compartir, sea un amigo o quien sea, pero vivirlo con alguien. Y también a aceptar algunas cosas como que uno tiene limitaciones (algunas más dolorosas que otras), pero a partir de aceptar eso, uno puede avanzar.
-Recién hablabas del tema de la plata, en algún momento contaste que cuando recibiste la herencia de tu mamá, tus hermanos fueron por un camino y vos usaste ese dinero para otra cosa...
-Mi mamá murió al año de mi diagnóstico. Ella tenía un par de departamentos de los años de laburo y que heredó en su momento. Nosotros somos cuatro, había que dividir y dijimos: “¿qué hacemos?” Mis hermanos decían de invertir en un pozo y yo les dije: “Yo no me meto. Yo voy a viajar, voy a disfrutar porque no sé cuánto tiempo más voy a poder viajar con cierta independencia”. Lo pensaba cuando no tenía tanto dolor en las piernas. Voy a disfrutar porque es lo que me voy a llevar. Lo otro era un departamento, que está buenísimo y te asegura ciertas cosas, pero que lo va a vivir otro y que lo único que yo voy a hacer es usufructuarlo. Yo necesito vivir, necesito laburar. Intento vivir como lo hacía antes, con muchas ganas. Sé que hay cosas que no las puedo hacer, que termino cansado y no voy. El otro día me invitaron a un cumpleaños, dije que iba, estaba re excitado, pero cuando llegué a casa me quedé dormido. Entonces me pasa eso, pero la intención es vivir como vivía antes, con mis limitaciones. Entonces, en ese momento le dije a mis hermanos: “Yo me lo voy a gastar”. Hace unos años tuve la suerte de comprar una casa, en donde viven mis hijos y la madre, así que en el peor de los casos me iré ahí de viejito...
-¿Y el próximo objetivo es un viaje con los varones?
-Sí, originalmente era volver a Disney (donde fuimos muchas veces), pero por más que tenga silla de ruedas son unas distancias muy largas entre los parques. Entonces, pensé: “¿Qué me falta hacer?” y un compañero me dice: “¿Viste algún partido de la Premier League en la cancha?” Así que apuntamos a irnos a Londres en enero. Si uno no tiene objetivos, te terminás apagando.
-¿Y cómo son tus días hoy?
-Vivo solo, por ahora puedo tener esa independencia. Sigo manejando. Hay veces que me siento un poquito más duro, a lo mejor físicamente, pero cuando es así me tiro a un costado y voy más lento. No todas las mañanas son iguales. Yo me doy cuenta cómo es mi día cuando me voy a duchar. Tengo cinco pasos hasta el baño, así que según cómo camino me doy cuenta cómo estoy de las piernas. Si me cuesta entrar a la bañadera, si me cuesta secarme; ahí ya me doy cuenta. Lunes y viernes hago tele, y martes y jueves radio. Al margen de eso, hago mis terapias: fonoaudiología, kinesiología, gimnasio y terapia ocupacional.
-¿Estás en pareja? ¿Conociste a alguien después de la pandemia?
-Sí, conocí a Laura. Digamos que la re-conocí porque ya nos conocíamos de cuando éramos chicos, pero no nos vimos nunca más. Estuvimos en pareja hasta antes del viaje, casi durante, pero bueno, después hubo algunas desavenencias. Ahora estamos un poco distanciados, pero creo que tiene que ver más que nada con el momento mío porque el segundo diagnóstico me golpeó aunque parezca que estoy entero. Hay momentos que me pone triste. No porque haga vivos diciendo: “Vamos para adelante”, superé todo. Entonces quizá no estoy para dar en una relación lo que necesita la otra persona. Laura es una chica divina, me ha dado todo, me ha tratado muy bien, me cuidó muchísimo, me sentí súper cómodo.
-¿Fue algo que empezó por redes sociales?
-Sí, yo la empecé a seguir por redes sociales porque la conocía y bueno, un día fuimos a comer. Nos seguimos viendo, empezamos una relación muy linda, muy linda. La verdad yo no tengo ninguna palabra fea para decir. Sinceramente, después del segundo diagnóstico dije: “No estoy para una relación”. Lo intenté, pero no se dio. Quizás me hubiera gustado seguir, pero eso me cambió la visión de todo y ahora estoy pensando en mí. Me parecía injusto también para ella tener que atenderme, cuidarme.
-Así que volviste a la soltería, ¿hay que tener cuidado con vos?
-No, no, no, ya estoy en cautiverio. En algún momento era más bravo, ahora estoy mucho más tranquilo. Estoy buscándome en algunas cosas, algunas las tengo más claras, otras no. Con mis sueños, con mis hijos, con mis amigos; haciendo una vida normal.
-¿Cómo te acompañan tus hijos?
-En este tiempo creo que los chicos están más cerca, sabiendo que mi tema se hizo más conocido porque tuve más exposición. Yo les dije: “miren que puede haber gente que les diga o los cargue por mi capacidad o por mi problema” entonces al principio medio que no se hicieron cargo, pero ahora sí. Valentín y Joaquín están re metidos y Vicky, un día estábamos en Italia y yo no podía caminar entonces me dice: “agarrate de mi hombro”. Me costaba levantar las piernas a ese nivel. Entonces me dice: “Bueno, a ver, dale: 1, 2, 1, 2″ y fuimos así en voz alta caminando hasta que pude arrancar.
-Me imagino que se te cayó un lagrimón.
-¡Varios! No solo me parece muy tierno sino que fue como “no te hablo de la enfermedad, pero me hago cargo”.
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