Emilia Mernes, las redes y lo que no se dice
Días atrás, en una conversación con la prensa española en medio de su primera gira por ese país, la artista vivió una encrucijada cuando una periodista le consultó sobre la situación política de la Argentina; ¿qué revela su silencio?
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No dijo nada; ni una sola palabra. Apenas un gesto de incomodidad bastó para que, esta semana, Emilia Mernes se convirtiera en trending topic en las redes sociales. En resumen: la cantante del momento está promocionando su gira europea y una periodista española le preguntó acerca del presidente argentino, Javier Milei. En tiempos de cancelación, la joven en ascenso -en constante ascenso- ni siquiera atisbó a responder el ya mediático estandarte “lo dejo a tu criterio”. Nada. Gritó socorro con la mirada. Y el silencio fue tan fuerte, tan profundo y tan letal que la voz que saltó a su auxilio fue la de su manager: “No hablamos de política”. Emilia suspiró por lo bajo, sonrío y jamás se imaginó que un silencio hablara tanto.
Mernes nació en Nogoyá, en Entre Ríos, con un sueño: cantar. Lo que a veces le cuesta creer -por la velocidad del asunto- es que a sus 27 años ese sueño sea una realidad tangible. Desde que el 8 de marzo de 2019 lanzó su primer tema como solista, “Recalienta”, su carrera no para de crecer: fue nombrada “Latin Artist on The Rise” (artista latina en ascenso) por la revista Billboard y este año, para alegría de sus fans, agotó 10 estadios Movistar Arena en 10 horas y anunció dos fechas en Vélez. Junto con otros jóvenes de su generación, la entrerriana encabeza un verdadero fenómeno para la música argentina en particular y la de habla hispana en general.
La música de Emilia es para entretenerse, para bailar: sus letras no revisten profundidad ni tienen -dato importante- pretensión de explorarla. Nadie escucha a Emilia para cuestionarse, así como nadie mira Friends con la intención de cultivar una mirada sobre la macroeconomía ni lee un libro de cocina para indagar en los mundos sutiles. “Nadie espera que Emilia y Duki sean Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre pero si les ponen un micrófono, digan algo”, sentenciaron esta semana las redes. El hecho de que, ante la consulta por la situación de los artistas en el país, una joven artista no deslizara ni un comentario destapó un torbellino de dedos acusadores en internet.
Hubo un tiempo en que los artistas no encontraban cauce posible para su arte por fuera de las posiciones políticas, pero la nueva generación de músicos urbanos elige otros rumbos. Tal como la selección argentina de fútbol durante el Mundial de Qatar, la mayoría de los nuevos ídolos intenta salir ileso de cualquier etiqueta partidaria. Hay excepciones, por supuesto. Lali, por ejemplo, no titubeó a la hora de convertirse en enemiga pública del presidente. Por su parte, tras el episodio viral de Emilia, María Becerra se movió veloz y publicó un video en el cual comentó la apremiante situación del país. El gesto apartidario, pero reflexivo, la dejó airosa.
Ahora bien, existe una grosera línea entre alguien que prefiere no exponerse pronunciando públicamente sus ideas y alguien que elige callar porque considera que no tiene nada para decir. Ese dilema traspasa otras fronteras y suele ser más implacable cuando se trata de mujeres. Dua Lipa, una de las estrellas del pop más destacadas del momento, expresó su frustración por la percepción de su rol como artista. “No sé si la gente se cree que me gusta leer libros”, dijo. “No quieren que seas político, no quieren que seas inteligente”. Después del éxito de “New Rules”, la canción que la lanzó a la fama en 2017, la cantante británico-albanesa se dio el gusto de crear un club de lectura y, llegado el momento, se animó a criticar la postura del gobierno británico sobre la inmigración y pidió un cese al fuego en Gaza. En los Estados Unidos sigue latente el fenómeno de Taylor Swift y su disputa con Trump. Rosalía, que intenta involucrarse lo menos posible en polémicas, hace cuatro años decidió publicar un “Fuck Vox”, que disparó tanto un apoyo masivo por parte de sus seguidores como una respuesta personalizada de parte Santiago Abascal, el líder de ese partido: “Solo los millonarios, con aviones privados como tú, pueden permitirse el lujo de no tener patria”.
Sin embargo, los artistas de la nueva generación que se expresan con fervor son pocos. La mayoría, ya sea para evitar la merma de seguidores o simplemente porque no tienen una opinión formada, no lo hace. No todo el mundo está convencido de algo. O que tire la primera piedra quien nunca pensó en votar en blanco o en callarse cuando en una mesa se discuten temas de política o religión. El voto es secreto desde que se sancionó la Ley Sáenz Peña, pero aún hoy la obsesión por conocer (y etiquetar) a cada persona por su inclinación política se vive de manera crucial.
El dedo acusador hacia Emilia no es una cuestión personal. No es Lali, ni es Emilia. Hay un fenómeno aquí que excede las individualidades: ellas representan una discusión mayor entre las personas de su generación. ¿Opinar en Twitter te vuelve héroe? ¿Callar te hace menos patriota? Pareciera que, digan lo que digan, callen lo que callen se van a encontrar con mensajes de odio.
Ningún artista emerge aislado de la conciencia colectiva. Si un músico vende y convoca es porque logra conectar con su público. No siempre alcanza con tener un buen marketing. Si Mernes arrasa acá y afuera es porque “algo” de la sociedad captó y logró empatizar con la juventud. Precisamente porque -como señalaron las redes- Duki y Emilia no son Sartre y De Beauvoir, ni coetáneos a Madonna o Roger Waters, internalizaron las reglas del mundo digital con soltura. Se cuidan porque saben que cada una de sus palabras impacta en las redes sociales con consecuencias reales en su audiencia. Descubrieron enseguida que el dedo acusador se enciende fácil y que nada es gratis en tiempos de viralización. La decisión de mantenerse al margen a algunos les parecerá tibia. A otros, inteligente.
Lo irónico es que esa nada que invadió a Emilia expuso cómo viven muchos la política en la Argentina. Su silencio canalizó algo en el ambiente: la búsqueda de respuestas donde sea y de quien sea. En su incapacidad de decir se revela la agresividad imperante; la altanería tuitera. Su evasión es también un temor: opinar de política te puede llevar al fracaso.
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