Elsa Serrano: "Me separé hace 23 años y nunca más estuve en pareja; tuve y tengo muchos pretendientes"
Elsa Serrano baja del taxi cargada de bártulos, cubriéndose de la lluvia veraniega que potencia el sopor de la ciudad. Uno de sus brazos partido en ángulo recto para portar un vestido –no podía ser de otra manera–, cuidadosamente cubierto por su funda. Será el que lucirá en el set de Corte y confección, el programa de la productora de Marcelo Tinelli (laflia) que emite eltrece y que la cuenta como jurado desde ayer, cuando se inició la tercera temporada del exitoso formato conducido por Andrea Politti.
Junto a los reconocidos Benito Fernández y Verónica de la Canal, la diseñadora que fue una de las responsables de vestir a las mujeres del poder argentino durante décadas se pondrá en ese rol en el que su decir definirá, en gran medida, el destino de los participantes. Ni bien ingresa, justamente ese decir, su "buenas tardes", delata el acento que la define tanto como sus pantalones palazzo negros, esos que supo vestir Susana Giménez durante tanto tiempo. Quizás se trate de una estrategia innata para preservar esa identidad originaria, esos primigenios nueve años de vida transcurridos en su Calabria natal, la misma zona donde nació Gianni Versace, aunque en distintos pueblos. "Soy así, no lo hago a propósito. Llega un nuevo embajador, o un cónsul, y enseguida le dan mi teléfono. Soy una de las inmigrantes más antiguas en Argentina, estoy en contacto permanente con los italianos acá y también cuando viajo. Aunque, ahora lo hago menos, ya no se pueden traer telas, está todo muy caro". Dos maridos, tres hijas, seis nietos. Una empresa que quebró. Una vocación férrea que la hizo resurgir. Y un nombre que es sinónimo de alta costura. Inhundible, como Molly Brown.
–Sos una palabra autorizada para evaluar a los participantes de Corte y confección.
–Voy a ser auténtica, voy a ser como soy. Quiero evaluarlos un poco más…
–¿Un poco más con respecto a cómo se evaluaban hasta ahora? ¿Será más exigente que sus compañeros de jurado?
–Voy a buscar que los participantes sean más perfectos.
–La competencia se define como un proceso de aprendizaje. Los participantes pueden entristecerse o enojarse con su exigencia.
–Lo se…
–En las dos temporadas anteriores hubo discusiones intensas y momentos de tensión entre jurados y participantes. Usted misma algo experimentó en la etapa previa de casting que acaba de finalizar. ¿Se encuentra preparada para lo que implica un formato con tintes de reality?
–Sí. Yo tuve un instituto terciario donde creé materias nuevas, teníamos una exigencia tremenda. Sé lo que implica dar una lección. Muchos participantes ya tienen sus tiendas, pero veo que aún les falta aprender mucho, así que no sé qué es lo que le ofrecen a sus clientas. Ellos tienen que entender que no se trata solo de diseñar. Yo soy diseñadora, pero, sobre todo, modista. Valentino lo decía: "Se pueden hacer bocetos fabulosos, pero si no se sabe cortar, el trabajo no sirve".
–El programa espeja, en alguna medida, la proliferación de institutos de enseñanza en el rubro, canalizando el deseo de muchos jóvenes que quieren incursionar en el universo de la moda. Roberto Piazza, por ejemplo, tiene su propia escuela desde hace años.
–Muchos tienen escuela…
–¿Le parece mal?
–En algunos casos se montan solo para ganar dinero. Yo nunca me fijé en eso, aunque viví, y vivo, muy bien, pero la prioridad es el producto.
–¿Era televidente de Corte y confección?
–Poco, porque trabajaba…
–Tiene como compañeros de jurado a dos profesionales de gran trayectoria como Benito Fernández y Verónica de la Canal. Tendrá que congeniar con ellos…
–Nos llevamos bien. Benito es un genio en la alta costura, tiene un curriculum increíble.
Nunca fui a una escuela de diseño. Tenía 16 años cuando volví a Italia, allí hice seis meses de Ceremonial y Protocolo. Esos estudios me sirvieron para trabajar junto a presidentes como Raúl Alfonsín
–¿Qué le parece Verónica de la Canal?
–Es otro tipo de mujer, basta ver cómo se viste. Es personal. Se ve bien.
–Andrea Politti, la conductora del programa, tiene un carácter fuerte, y sabe administrar los tiempos, emociones y energías, no solo de los participantes sino también de los jurados.
–Ella es divina, sabe llegar al pueblo. Es el pueblo. Es como Susana Giménez. Susana es pueblo, dice lo que piensa. Yo también hubiera dicho lo de las gallinas, si mi padre era mayorista del Mercado de Abasto. Este país está hecho por gallegos y tanos que dormían en el Hotel de los Inmigrantes.
–¿Vuelve a su Calabria natal?
–Siempre. Cada vez que llego, voy al aula de mi escuela y me saco fotos.
–¿Dónde se formó? ¿Cómo nace ese estilismo que la define?
–Nunca fui a una escuela de diseño. Tenía 16 años cuando volví a Italia, allí hice seis meses de Ceremonial y Protocolo. Esos estudios me sirvieron para trabajar junto a presidentes como Raúl Alfonsín.
–También pasó por Florencia.
–Ahí estaban los padres de Dolce y Gabanna, había muchos talleres de costura. Observé mucho y aprendí.
Puntadas con hilos
"A los 19 años me casé acá por primera vez. Era un señor mucho más grande que yo, con quien tuve a mi hija Roxana. Me separé a los diez años de matrimonio. Volví a la casa de mis padres para dormir en la misma camita de siempre que mi madre no desarmó jamás. Ya tenía a mi nena de diez años, sin embargo, dejé todo. Era muy rica, pero me fui a lo de mis padres", rememora la modista que conoció necesidades y abundancias. "La primera boutique la tuve en la calle Soldado de la Independencia. Me la puso mi primer marido para que me distrajera, pero un día me encontró tomando un ruedo a una señora y no le gustó. Rompió todo el negocio. Machismo. Como tenía dinero, podía hacerlo. Es una historia horrible".
–Sin embargo, no perdió el deseo de formar una nueva pareja.
–En la casa de mi madre conocí a un textil. Tenía 38 y yo 29. Yo no quería saber nada, pensaba que podía tener una familia y jamás en la vida destruiría algo así, tengo unos principios terribles.
–Pero Alfredo Serrano la conquistó.
–Sí, pero era soltero. ¡38 años y soltero! Al año nos casamos. Tuvimos dos hijas divinas: María Soledad y María Belén.
Lo indispensable es tener tailleurs, camisas, pantalones y algunos top. Con esos básicos, cualquier mujer se puede ir de viaje y estar bien vestida de la mañana a la noche
–¿Cuándo comienzan a trabajar juntos?
–Empezamos en marzo del 75, luego de la luna de miel en Europa. El hacía unas camisas tan espantosas que no me gustaban nada, así que comencé a hacerle los diseños. Nos fue bien. Teníamos un mapa donde marcábamos la clientela. En una oportunidad les di a los vendedores una prenda con lunares. El representante de Córdoba me dijo que era horrible, porque se parecía a la ropa que usaban, en esa época, las mucamas. Fue muy discriminador ese comentario.
–¿Qué sucedió con la repercusión de ese diseño? ¿Fue un fracaso?
–Al poco tiempo ese mismo vendedor me reconoció que era la prenda que más se vendía. Ahí me dejaron hacer lo que yo quería. Y un año después produje mi primer desfile. En el 77 mostré mi primera colección. Hoy los diseñadores solo ofrecen ropa de noche. No es así. En la pasarela, las colecciones tienen que mostrar de todo. Lo indispensable es tener tailleurs, camisas, pantalones y algunos top. Con esos básicos, cualquier mujer se puede ir de viaje y estar bien vestida de la mañana a la noche.
Celebridades, políticos y quiebra
Diseñó para novias ilustres: Claudia Villafañe primero y luego Susana Giménez, cuando contrajo enlace con Huberto Roviralta. Esas bodas marcaron su carrera. "Las hombreras que usaba Diego Maradona eran idea mía. Fue durante la época en la que teníamos a Personaggi di Serrano, la línea de hombres. Recuerdo que se había barajado que Claudia y Diego iban a vestirse con Valentino, Ferré y conmigo. Pero yo les di a elegir. Uno u otro. O los italianos o yo. A los diez minutos, me llamó Diego: 'Elsita nos vestimos con vos para la boda'".
–Trabajó para las mujeres de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem. Para Zulemita Menem y para las esposas de varios ministros. ¿Se arrepiente de haber vestido al poder de la Argentina?
–No. Una vez un empresario me dijo: "Sos la única mujer en el mundo que vistió a dos primeras damas de distintos partidos políticos en el mismo país". Participé de reuniones confidenciales, sin embargo no sé nada de política.
–Fue una mujer que, debido a esos vínculos, se convirtió en poderosa, de alta injerencia social. Sin embargo, su empresa quebró y tuvo que rematar su maison en la calle Mansilla.
–Llegué al remate por un crédito del Banco Nación, a partir de una hipoteca sobre la propiedad. Los años siguientes a obtener ese crédito fueron muy malos. Quebré el 19 de julio de 2001, el país venía cayéndose y los intereses eran muy grandes.
–¿Con qué finalidad había pedido el crédito?
–Para pagarle a la AFIP.
–Imagino la angustia de aquellos tiempos…
–No he llorado. La maison era el amor de mi vida. Mansilla era algo único en la Argentina. Todo hecho a medida. Sectores de diseño, de prueba, el instituto, jardines. Hice fiestas, como cuando Norma Aleandro ganó el Oscar. Yo la vestí para esa entrega. Me dijo: "Haceme lo que quieras".
–¿Recuerda el minuto final en su maison?
–Sí. Había cortado dos vestidos de novia.
Escuchaba por radio hablar sobre el riesgo país sin saber qué era hasta que me fundí
–¿Trabajó hasta el último día?
–¡Claro! Estaba trabajando y me avisan que en la puerta estaba el síndico para clausurar. Eran las nueve de la mañana. Me dicen: "Vienen a clausurar". "¿Clausurar qué?", preguntaba ingenuamente. No pudimos superar la situación. Fui, personalmente, a entregar los tres manojos de llaves que tenía. Escuchaba por radio hablar sobre el riesgo país sin saber qué era hasta que me fundí. Ahí entendí.
–Tengo entendido que tuvo un deseo final…
–Sí, llevarme lo que ya tenía cortado y dos máquinas de coser. El síndico fue amoroso, hasta me permitió sacar los costureros, las reglas y los centímetros. Llamé a un flete y me fui. Quedaba sin nada y con deudas, así que me compré una mesa en Easy y me puse a trabajar donde yo vivía, sobre avenida Del Libertador. Tenía un cuarto de vestir muy grande que acondicioné para seguir trabajando. Vinieron las tres modistas a mi casa, y seguimos. Así estuve dos años.
–Luego de la quiebra, ¿las celebridades del espectáculo y los políticos le siguieron atendiendo el teléfono o se fueron alejando?
–Nadie se alejó. Al contrario, todos se hicieron ropa, a pesar del momento difícil. Incluso, al poco tiempo, Zulemita me pidió que le hiciese el vestido de novia.
–Se habló mucho de una posible pelea con Zulemita Menem. Incluso se llegó a decir que ella le debía dinero.
–¡Jamás en la vida! Ella y Zulema me llaman siempre por teléfono. El 18 de diciembre fue el cumpleaños de Zulema, me llamaron desde una isla, estaban con el presidente. Siempre le decía a Zulema: "Vos puteás, pero yo sé que vas a terminar tu vida con el presidente".
–Al estilo norteamericano, le sigue diciendo presidente a Menem.
–Siempre le dije presidente, no le puedo decir Carlos. El me decía: "Elsita, decime Carlos", pero no puedo. No me sale.
–También tuvo un vínculo cercano con Raúl Alfonsín, quien poseía un estilo diferente al de Carlos Menem.
–Alfonsín era un padre. La primera vez que pisé la quinta presidencial fue gracias a él. Fuimos con mi hermana. Estaban su esposa María Lorenza y Silvia Alfonsín, su hermana. Cuando llegó, Raúl llamó a un mozo y pidió café, cantimpalo y vino tinto. El 22 de diciembre de 1983, unas semanas después de asumir, me invitó a comer un asado junto a su familia en el quincho de Olivos. Lo recuerdo y tengo ganas de llorar. Eso no volverá a pasar...
–Evidentemente genera mucha confianza en sus clientes porque se ha inmiscuido en los círculos más exclusivos y confidenciales del poder nacional.
–Jamás nadie sabrá nada. Jamás contaré nada. Me ofrecen escribir libros, ¿para qué?
–La discreción es uno de sus capitales a la hora de ganar clientes poderosos.
-No me interesa contar nada en ningún libro. No me da ganas. Tengo anotaciones, pero no quiero. Las cosas se hacen bien o no se hacen. Soy canceriana. No tengo grises. Blanco o negro.
Me arrepiento de no haber estado más tiempo con mis hijas
–Volviendo al mito que dice que los Menem nunca le habían pagado…
–Zulemita me pagó su vestido de novia. Y los trabajos anteriores eran parte de un canje por los viajes. Algunas prendas se quedaba y otras me las devolvía. Es más, quiero exponer muchos de esos vestidos que usaron las personalidades y luego rematarlos para ayudar al Museo de Arte Decorativo, que está en diagonal a mi atelier, y para alguna otra institución de bien público. Hasta tengo vestidos de María Lorenza. A Susana la vestí doce años seguidos.
–¿Vestiría a Fabiola Yáñez, la esposa del presidente Alberto Fernández?
–Ahora estoy muy abocada al programa y no volvería a viajar tanto. Es mucho esfuerzo.
–¿Es agotador estar cerca del poder?
–Yo no lo vivía así, no me daba cuenta, pero era un trajín importante. El ex ministro Jorge Faurie trabajaba en Ceremonial y era compinche nuestro. Nos apuraba para que llegáramos a horario a todos lados. A veces, entre una comida y un evento, había cinco minutos y tenía que cambiar entera a Zulemita. Yo le decía: "Ay, Faurie, no llego".
–Dijo que no quiere viajar tanto, pero su actividad es intensa.
–Estoy tratando de hacer menos, quiero ver a mis nietos. Ahora vivo al lado de la casa que era de Borges, tengo una terraza con jardín de 400 metros cuadrados. Quiero disfrutar de eso y de mi familia. Cocinarles mis pastas con mariscos. Soy mejor cocinera que modista, ¿sabías?
–Tomando un término de moda, se podría decir que usted es una mujer resiliente.
–Nunca he llorado…
–¿Es bueno no llorar?
–Lloro por muchas cosas, pero jamás por lo material. Soy muy católica, aunque no voy a misa. Y sé que tengo un ángel de la guarda sobre mí. A ese ángel, cuando tengo un problema, le pregunto qué tengo que hacer y, al otro día, me lo resuelve. Mi ángel me da la dirección.
–Se la ve espléndida, y un caballero no debe consultar jamás la edad de una dama…
–¿Querés saberla?
–Usted dirá…
–Voy a cumplir 73.
–¿Cómo se cuida?
–Como mucha fruta y verdura. Y tomo mucha agua.
–Esa es la fórmula.
–Pero también tomo vino y champagne. No soy vegetariana ni vegana, me ponen histérica los veganos. Hago poca gimnasia. Me caí hace diez años y me rompí el fémur, por eso tengo diez centímetros de titanio adentro mío. Pero, a los tres meses de la operación, ya estaba con taco alto. No paro. Mis hermanas me piden que pare, pero no puedo.
–¿Se arrepiente de algo?
–De no haber estado más tiempo con mis hijas.
–¿Se puede hablar de amor con una señora de 73?
–Me separé hace 23 años de Serrano y nunca más estuve en pareja. Tuve, y tengo, muchos pretendientes, pero jamás una pareja. Antes, con mis chicas muy chiquitas, no iba a hacer entrar un hombre a la casa, soy muy calabresa. Y después, cuando las chicas estaban más grandes, no tuve tiempo.
–¿Cómo es su vínculo con Alfredo Serrano?
–No nos llamamos, pero nos vemos en reuniones familiares.
–Separada de su marido, ¿no le interesó tener una pareja?
–Priorizaba a las chicas.
–Ahora están grandes las chicas, le dieron nietos. ¿Qué excusa tiene entre manos?
–Una nunca cierra las puertas, pero tendría que ser una persona muy especial.
–En la vida, en el amor y en el programa, ¿qué importa más: el corte o la confección?
–Las dos cosas.
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