La actriz habló en exclusiva con LA NACION sobre la bioserie de HBO de David E. Kelley, basada en el caso real de una mujer que asesinó a su mejor amiga y engañó a su comunidad; “La historia me shockeó”, contó Olsen, quien suena como fuerte candidata a una nominación al Emmy por su impactante interpretación
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Candy Montgomery no conoció la espontaneidad. Desde su juventud, fue planeando su vida de acuerdo a lo que observaba a su alrededor: ser una buena alumna, nunca faltar a misa, casarse con un buen hombre, tener hijos y ser la ama de casa perfecta. Luego, cuando eso no la satisfizo, llegó el deseo de progresar de su marido, Pat, su crecimiento laboral y, con este, la compra de una casa más grande. Así, Candy fue cumpliendo los sueños que ella que creía que le pertenecían.
Con el paso del tiempo, ya en sus 30, fue advirtiendo que muchos de esos hitos no habían sido verdaderamente deseados, por lo que su vida se convirtió en una fachada que ocultaba esa insatisfacción, una bomba de tiempo. “¿Y ahora qué?”, se preguntaba Candy, quien un día posó la vista sobre Allan, el esposo de su amiga Betty, y planeó tener una relación extramatrimonial con él. Tras un ensayo de coro, se subió a la camioneta de ese hombre que vivía en la misma comunidad de Wylie, Texas, y le propuso ser su amante con cierta ingenuidad. Allan lo pensó varias semanas y luego accedió.
Ese vínculo fue tan solo el puntapié de una historia real que Amor y muerte, la nueva miniserie de David E. Kelley disponible en HBO Max, retrata con un gran nivel de detalle, con ciertos toques de humor y, sobre todo, con un preciso estudio psicológico de Candy, una fascinante figura interpretada por Elizabeth Olsen. “El guion de la serie me llegó cuando estaba sin trabajar. Había terminado de filmar la secuela de Doctor Strange y, en ese descanso, apareció esta historia shockeante”, cuenta la actriz en una entrevista con LA NACION. “Lo que me atrajo de Candy fue que sentí que tenía que meterme en su cabeza, tratar de entender su mentalidad, el camino que la condujo a asesinar a Betty y a seguir con su vida como si nada hubiese sucedido”, explica Olsen sobre ese hecho que sacudió a ese suburbio de Dallas y que la ficción, dirigida por Lesli Linka Glatter, explora con ascetismo. “Eso fue lo que más me gustó”, apunta su protagonista. “Es una serie que no se queda en lo sangriento, sino que se acerca a Candy y a su entorno, para que podamos conocerla por fuera de ese episodio, para ver el panorama completo”.
Una rebelión que llegó demasiado lejos
En muchos aspectos, Candy no parecía pertenecer a ese mundo en el que se había convertido en una suerte de referente. Cuando las madres necesitaban que sus hijas sean supervisadas, tocaban la puerta de su casa con la tranquilidad de que allí iban a ser recibidas por una mujer cálida, amable, desinteresada. Candy en raras ocasiones pensaba en ella porque eso implicaba enfrentarse a las carencias que se volvían cada vez más evidentes, desde la falta de afecto de su esposo hasta un deseo, si se quiere, más abstracto. “Esta serie, que no es ni un whodunit ni un true crime, nos daba la gran oportunidad de pensar en cómo funcionaba esa comunidad de Texas y en la contradicción que había entre los pensamientos progresivos nacidos en los 70 y esas otras personas que habitaban un universo en el que se aferraban a una forma más conservadora de vivir la vida”, expresa Olsen sobre el trasfondo de Amor y muerte, cuyos siete episodios fueron escritos por el prolífico Kelley, lo que le aporta homogeneidad a una producción concisa.
Para Olsen, Candy era una mujer en ebullición que buscaba, quizá inconscientemente, rebelarse ante ese sistema al que pertenecía, sin pensar en las consecuencias de ese accionar, desestimando el impacto que podía tener en terceros su “capricho”, el verdadero quid de la cuestión. “En determinados puntos, Candy era una mujer consciente de su poder, me atraía cómo usaba su femineidad a su favor, para sacar ventaja en determinadas situaciones”, remarca la actriz. “En un momento, ella comenzó a adquirir confianza en sí misma y eso sí era un reflejo de los tiempos y a eso nos apegamos al concebirla”. Según la actriz, la historia real planteaba un recorrido que había que desandar: la suma de circunstancias que condujeron a esa mujer a disociarse del acto aberrante que había cometido. “Eso fue lo que más me sorprendió”, manifiesta Olsen. “Me shockeó, en realidad, todo lo que hizo después del asesinato. Por eso tuvimos que trabajar retroactivamente para entender cómo ella fue capaz de matar, darse un baño, ir a la Iglesia como si nada hubiese pasado, no contar lo que Betty le hizo a ella, no llamar a la policía... Todo me descolocó, pero como equipo de trabajo, no quisimos hacer un relato sensacionalista porque somos conscientes de que esta tragedia sucedió, la gente existió, hay familiares; y a la vez, cuando actúo, tampoco puedo sacarme esa emoción que me asalta cuando tengo que construir mi propia versión de alguien, forjar un personaje cuyo proceder debo estudiar”.
El desafío de ir mostrando las distintas capas de Candy se refleja en una interpretación de Olsen entre aniñada y escalofriante, un reflejo perfecto de ese tira y afloje que la protagonista experimentaba en su cotidianidad. “Era importante mostrar, a través de su vida, cómo todos podemos tachar varias cosas de la lista de cosas que anhelamos y aun así percibir que algo está fuera de eje”, le explica Olsen a LA NACION. “Candy tenía la familia que quería, pero se casó demasiado joven, y las metas las fue cumpliendo demasiado rápido. Cuando se despertó de esa especie de sueño, ya era adulta, ya tenía 30 años, y empezaba a procesar lo que había logrado y creía que no iba a haber nada más por hacer. Quisimos tratar de entender a alguien que toma decisiones ilógicas e inmorales, como tener un affaire o matar a una persona y luego reaccionar de manera absurda por el hecho de estar perdida, por el hecho de tenerlo todo y sentir que, de todos modos, no está viviendo”.
Lo sexual, en un segundo plano
Si bien Amor y muerte se adentra en los pormenores de ese affaire entre Candy y Allan (Jesse Plemons), lo hace de un modo naïf. Así como la ficción se desentiende de las reglas del true crime, también hace lo propio con las expectativas sobre un relato donde lo erótico podía primar sobre otras aristas. Por el contrario, la serie retrata cómo esos amantes planeaban sus encuentros de manera metódica, tal como se movían en otros planos de sus vidas. “Lo que mostramos no es nada sexy”, cuenta Olsen, entre risas, al recordar cómo fue filmar las secuencias de sexo libres de impulsividad. De hecho, antes de verse por primera vez, Candy y Allan analizan los pros y contras con ayuda de post-its, otro guiño al pragmatismo con el que la mujer encaraba -de modo idéntico- cada día.
“No es sensual el affaire, y con Jesse nos divertimos mucho filmando esas escenas”, comparte la actriz. “Cuando estábamos en la etapa de ensayo, le poníamos títulos a cada una de las secuencias de los encuentros, y usamos la comida que llevaban los personajes para reflejar el nivel de confianza y cómo esta iba creciendo, nos enamoramos de esas cosas, de esos detalles”. En ese punto, la actriz se reconectó con sus mejores trabajos en el cine independiente, como Martha Marcy May Marlene de Sean Durkin e Ingrid cambia de rumbo de Matt Spicer, dos películas antagónicas en sus propuestas, pero en las que la construcción que hace Olsen de los personajes está signada por el profundo entendimiento de estos, de sus anhelos y frustraciones.
Con Candy, la serie que podría darle una segunda nominación al Emmy luego de haber sido candidata por WandaVision, Olsen aplica la misma regla. “Todo pasa por las minucias del rol, en este caso, analizar cuándo Candy iba a hacer tal o cual cosa en su intimidad, cuándo iba a ceder el control para que Allan también pudiera sentirse como un hombre en su vida, que era lo que él buscaba, y cómo ella iba a organizar todo para verlo. Nos quisimos informar sobre la historia y el arco que ambos tuvieron, y filmamos fuera de orden, por lo que el ensayo nos ayudó muchísimo”, remarca la actriz, quien estaba buscando trabajar con una dupla creativa con experiencia.
“No digo que las voces jóvenes no me interesen, porque sí, siempre me gusta rodearme de ideas novedosas, pero hay algo que tienen los experimentados, ese camino allanado, que suma mucho, y eso pasó en esta serie con David y Lesli”, asegura Olsen, destacando también la apertura del showrunner a sus propuestas para los guiones. “David ama tus pensamientos, escuchar lo que tenés para aportar. Aunque los guiones de la serie estuvieron escritos para el momento del rodaje, el diálogo nunca se cortó y hablamos muchísimo sobre el tono de la serie porque yo percibía un abordaje similar al de los films Todo por un sueño, La elección y de producciones de los hermanos Coen, y eso me fascinó, fue una de las razones por las que decidí hacer la serie, porque el guion tendía a magnificar las cosas, a aportar algo de absurdo”, remarca su protagonista.
Marcando un estilo
Además de ese tono que menciona Olsen que sobrevuela la ficción y con el que se alude a largometrajes donde lo perfecto se va resquebrajando ante nuestra mirada, en Amor y muerte hay una clara intención de desmarcarse de Candy, la miniserie de Star+ sobre el mismo caso, protagonizada por Jessica Biel, con quien Elizabeth tuvo una breve conversación sobre el personaje que interpretaron con abordajes disímiles. Además Olsen no usa el cabello rizado característico de Candy en la producción, una decisión de la realizadora, Lesli Linka Glatter.
“Me atraía trabajar mucho la voz, darle ese toque femenino en cómo la proyectaba al hablar, pero también sus movimientos”, explica la actriz. “En cuanto al pelo, la directora no quería los rulos porque le parecía que iba a distraer a la audiencia, y eso me pareció que correcto porque no estábamos seguros de si lucía así al comienzo de la historia. A pesar de eso, sí sentíamos que ella tenía que atravesar un cambio, porque en un momento vuelve a ser una ama de casa conservadora, entonces antes teníamos que hacerla un poco sensual, y su cabello era el comienzo de ese proceso. Descifrar a Candy fue fascinante”, añade y reitera cómo fue la colaboración con Kelley y Glatter.
“El guion me agarró en ese impasse tras Doctor Strange, justo cuando necesitaba una nueva posibilidad de aprender de los veteranos, de la gente que vivió mucho, que pasó por infinidad de cosas y de proyectos; eso me estimula. Sumarme a Amor y muerte me brindó la chance de probarme, de hacer algo diferente en mi carrera”.
Amor y muerte se encuentra disponible en HBO Max.
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