La actriz protagoniza “Yo nena, yo princesa”, que se estrena este jueves, sobre la abnegada lucha de una madre por defender el derecho a la identidad de su hija trans
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Para echar luz sobre la infancia trans, de la que tan poco se sabe y se habla, se estrena este jueves el film Yo nena, yo princesa, sobre Luana, la primera niña trans en obtener en la Argentina, en 2013, un DNI con su nombre y género de elección. La película de Federico Palazzo está basada en el libro homónimo de Gabriela Mansilla, la mamá real de la nena y se centra en su abnegada lucha por hacer que los derechos de su hija sean reconocidos. El elenco está integrado por un notorio grupo de figuras, como Juan Palomino, Fabián Vena, Paola Barrientos, Mauricio Dayub, Valentina Bassi, Lidia Catalano, María Onetto, Héctor Bidonde, Ana Celentano, Paula Morales y Claudio Da Passano, que acompaña a Eleonora Wexler como la Madre Coraje contemporánea de una historia con final feliz.
“La historia me atravesó desde un principio. No había leído el libro ni estaba al tanto de todos los detalles, pero en cuanto terminé de leer el guion acepté hacer la película sin dudar un segundo. Estaba conmocionada”, recuerda hoy la actriz de Valientes, Golpe al corazón y Un gallo para Esculapio, entre tantísimos éxitos televisivos. El período de ensayos y todo el rodaje no pudo haber sido más dramático: coincidió con dos de los peores meses de la pandemia, marzo y abril de este año, cuando arreciaban las muertes, las vacunas no llegaban y todas las actividades culminaban a las 20. Pero las ganas de llevar adelante un proyecto en el que todos creían pudo más y en un tiempo record lograron terminarlo. “Tuvimos la suerte de que todas las escenas transcurrían de día y que no hubo ni un solo caso de Covid durante el rodaje. De todos modos, el miedo era palpable y si bien nos testeaban día por medio sentíamos que la posibilidad de enfermarnos nos acechaba”. La complejidad de la filmación tuvo un tema extra: el trabajo con niños (porque por ley no pueden estar en un set más de cuatro horas diarias). “Por todo este mix siento que haber podido finalizar la película fue un milagro”, concluye.
–¿Cómo resumirías la historia de Yo nena, yo princesa?
–Es una historia de amor, de lucha y de coraje, de una madre que supo escuchar a su hija. Arranca en 2007, cuando no había mucha información sobre infancias trans. Gabriela es madre de mellizos, Elías y Manuel. De repente, en el cumpleaños número dos de los niños, Emanuel, que venía manifestando un comportamiento diferente al de su hermano –se rasguñaba, se le caía el pelo, tenía la mirada triste todo el tiempo, no quería vestirse con la ropa que le indicaban y dormía con un marcador rosa en la mano- le dice a su madre: ‘yo nena, yo princesa’. A partir de ese suceso lo lleva a una terapeuta que aplica un método correctivo: ‘todo lo que es de varón está bien, todo lo que es de nena se lo tiran a la calle, porque él tiene pene, es varón y punto’. Pero Gabriela se da cuenta de que así su hijo no mejora. Todo empieza a cambiar cuando su hermana, que es enfermera, ve en la televisión un documental sobre infancias trans y lo comparte con ella. Ahí Gabriela descubre por primera vez a su hija y le pide perdón. Empieza a luchar por sus derechos y se topa con el establishment médico, legal y educativo. Pero nada ni nadie la para.
–Durante el proceso de creación del personaje y el rodaje, ¿tuviste contacto con Gabriela Mansilla?
–Sí, desde el principio. El director me invitó a conocerla, fuimos a su casa de Merlo –la misma donde vivía cuando sucedió todo lo que relata la película-. Estaban Luana y Elías, pero no el papá de los chicos, él no pudo con todo esto y los abandonó. El director no ahonda en ese aspecto de la historia porque no quería que el foco se perdiera ahí, por eso tampoco hay escenas de violencia doméstica (como sí están desarrolladas en el libro de Gabriela) ni puteadas. Su deseo era que la película fuese apta para todo público y pueda exhibirse en los colegios porque, además de ser un producto artístico, es educativo. Volviendo a tu pregunta te cuento que pensé que sólo iba a estar un rato en la casa de Gabriela y al final me quedé cuatro horas. Ella no sólo me abrió su casa sino que también me presentó al resto de su familia, a su mamá y a su hermano y compartió conmigo un álbum de fotos en el que se podía ver claramente el proceso de transformación de Luana. En fin, me abrió su corazón.
–¿Y con Luana tuviste trato? ¿Cómo fue?
–Con ella también hablé, pero estuve muy atenta a no incomodarla. Nunca le hice preguntas puntuales. Respeté a rajatablas su mundo privado, me limité a escuchar lo que ella quisiera contarme.
–¿De quién fue la idea de que tanto Gabriela como Luana y Elías participaran del film a través de cameos?
–Gabriela vino todos los días a la filmación, no faltó ni un solo día. Los chicos también nos visitaban, pero menos por sus compromisos escolares. Se venían de Merlo y en medio de la pandemia, con todo lo que eso implicaba. Éramos como una familia. Por eso al director se le ocurrió que participaran en tres escenas. Se los propuso y todos dijeron que sí, incluso Elías, que es más tímido y retraído. Evidentemente entre ellos hay una gran unión que se extiende al resto de la familia, que los apoyaron y los apoyan contantemente. Gabriela me dijo: ‘si no hubiera sido por mi familia no sé dónde estaría parada hoy’. Ella se refugió y se apoyó en su familia, un grupo de gente laburante.
–¿Qué es lo que más te conmovió de la historia?
–La historia me atravesó entera, pero lo que más me conmovió fue entender ese mundo, ese mundo trans, entender a todo lo que se enfrentan y van a seguir enfrentando. Eso también lo vi en Isabella G. C. Ella es la nena trans de siete años que interpretó en la película a Luana. Su familia también es austera, pero con unos valores inquebrantables y un nivel de educación superlativos. También fui a su casa y pude conversar bastante con su mamá, Ingrid. Isabella tiene cinco hermanos y viven en una zona bastante aislada de La Matanza. Ella es de una brillantez increíble, conocerla fue el mayor regalo que me llevo de la película. Como siempre decía que quería ‘una conejilla de las Indias’, a manera de despedida le regalé un cobayo. Y ella me firmó el libreto, hizo un dibujito de las botas que yo solía usar en la película y me puso ‘te quiero mucho botitas de duende, que siempre seas feliz’. Cómo no amar a esta criatura... Hoy seguimos en contacto y me manda videítos donde me muestra cómo el animalito va creciendo. Ella es la primera niña trans en el mundo en protagonizar una película.
–El film muestra un dato interesante que no es menor: lo bien que trató el caso de Luana la escuela pública en comparación con los establecimientos privados, a los que también había asistido. ¿Hoy el rechazo y la no integración han cesado? ¿Qué sabés al respecto?
–Yo creo que sí. En el colegio adonde va mi hija Miru, que es privado, hay chicas trans. Es verdad que es un colegio privado con mucha apertura, no sé si ocurrirá en todos los demás. Más allá de lo que pase en los establecimientos escolares hay algo que cambió y para siempre, fruto de las nuevas generaciones. Mi hija me habla con una libertad de cuestiones de género que a mí me asombra. Por ejemplo, viene un día y me dice: ‘esta amiga está de novia con otra chica, ahora le gusta María y está contenta’. Tiene varias amigas que experimentan y prueban, entre ellas no hay prejuicios y no se juzgan. No hay conflicto en cuanto a definición sexual ni a la sexualidad en general. Eso no quita que algunas de sus amigas no hayan tenido conflicto por este tema con sus padres. Porque hay familias que son más conservadoras y convencionales. Yo no me considero de avanzada, pero, por mi profesión, he trabajado desde chica con las emociones y me he criado en un mundo más permisivo. Así que si mi hija me planteara estar con una chica la acompañaría de la mejor manera posible, para mí eso no sería un problema.
–Hay una premisa en el mundo del espectáculo que asegura que no hay que trabajar ni con perros ni con chicos porque se roban todas las escenas. ¿Cómo fue hacerlo con Isabella G. C. y con el hijo de Fabián Vena y Paula Morales, Valentino “Nino” Vena, quien encarna a Elías?
–Difícil y hermoso a la vez. Complicado porque los niños se dispersan y no contábamos con mucho tiempo. Fue un plan de grabación muy apretado, rodamos el film en sólo cinco semanas. Las escenas con los chicos eran muchas y no había un coach infantil, así que de todo tuvo que encargarse el director. A favor jugó que, previamente, habíamos ensayado bastante y por eso tanto Juan Palomino (quien interpreta al padre de Luana y Elías) como yo habíamos generado un vínculo muy estrecho con Isabella y Nino. Por eso más allá de las complicaciones que existieron durante el rodaje yo dejaba el set absolutamente feliz. Con lo de complicaciones me refiero a que debíamos trasladarnos todos los días a La Matanza en medio de la pandemia, cada uno en un remís distinto. Luego, al llegar a la Universidad de La Matanza (donde se rodaron la mayoría de las escenas) debíamos pasar por un túnel que detectaba al toque la temperatura y luego nos tocaba el hisopado. Recién después podíamos empezar a rodar. Fue una odisea.
–Vos también tenés por estrenar dos películas sobre cuestiones de género y justicia, una sobre trata de mujeres y otra sobre abusos. ¿Es una casualidad o este tipo de temáticas son los que más te interesan hoy en día?
–Creo poco en las casualidades, así que si me llegan este tipo de proyectos es por algo. Estoy cada vez más convencida de eso. Tuve más ofertas, sí, pero yo decidí hacer estos filmes. Historias invisibles está dirigida por Guillermo Navarro, un argentino que vive en Hawái. La hicimos en Mendoza y también durante la pandemia, en agosto de este año. Es una historia que va a retrotraer a la de Marita Verón y Susana Trimarco, aunque el director amplió el espectro para que se comprenda que la trata está mucho más cerca de lo que uno se imagina y en toda clase social. Esta madre de clase media despide un día a su hija, de 18 años, que se iba a hacer un chequeo médico y luego a encontrarse con unas amigas, y nunca más la vuelve a ver.
-¿Qué fue lo que le pasó?
-En la esquina de su casa dos tipos la agarran, la meten en una trafic y se la llevan primero a Santiago del Estero y después a un lugar recóndito en el Sur. El de la trata también es un mundo que yo desconocía, espantoso, por eso rodar esta película fue durísimo. Yo encarno a la madre, que termina generando una fundación. En julio filmé Algo incorrecto, en Mar del Plata, basada en un hecho real. Interpreto a la hija del juez camarista y supuestamente ejemplar, Edmundo O´Neill, de clase acomodadísima, que trabajó durante la época del Proceso. Ella con el tiempo se convierte en psicóloga y es contactada por una asistente social, que resulta ser hermana de una antigua amiga suya de la infancia. La contacta para intentar entender el suicidio de su hermana, que sospecha se debió a algo vivido en la infancia, que no pudo superar. Ahí Victoria empieza a recordar que, en su niñez, a sus cumpleaños asistían cada vez menos compañeritas, y que año tras año se iba quedando sin amigas, hasta que se le aparece una imagen muy nítida de un hombre adulto con una mano presionando el cuerpo de una niña, como diciendo: ‘callate la boca, acá no hablás’. Finalmente Victoria se entera que su padre abusaba de sus amigas. Y si bien el tema llegó a la Justicia en 2005, la causa fue cajoneada. El juez murió sin ser juzgado y eso que tenía como una docena de denuncias. Bueno, a su manera, este primer largo de ficción de la documentalista Susana Nieri intenta hacer justicia.
–Tu hija Miranda aún es adolescente. Si bien algunas cosas han mejorado, ¿te preocupa lo que puede llegar a atravesar una chica de su edad? ¿Qué medidas tomás para preservarla del bullying, los abusos físicos, las drogas y otros excesos y peligros?
–Siempre me preocuparon esos temas y la manera que yo encontré para preservarla de todos fue la misma: hablar mucho, hablarlo todo. Otro gran peligro son las redes, los chicos se conectan con las redes y uno no tiene acceso, porque además hay cosas que los adultos desconocemos. A los 11, ella publicó inocentemente una foto en bikini y tuve que explicarle que eso no estaba bien. Nadie la acosó ni nada por el estilo, pero a mí se me cerró el pecho porque sé los peligros que acechan. Yo sé que las nenas quieren ser populares y para eso usan sus redes, ¿pero cómo sabés quién te sigue? De golpe alguien te dice que tiene 14, y de hecho pone una foto de alguien de 14, pero ¿y si es un pedófilo? Ahí su padre y yo, que estamos separados hace ya 10 años, hablamos con ella y le explicamos que su intimidad es de ella y sólo para ella. Sabemos que a esta edad el alcohol y las drogas corren como reguera de pólvora, en ese sentido los jóvenes están rodeados. Por eso es fundamental hablar y advertirles. Yo con ella siempre he sido muy franca, le he dicho hasta el cansancio que en materia sexual no basta con un método anticonceptivo, que su pareja siempre debe utilizar un preservativo. Cuando era más chica le daba vergüenza que yo fuera tan específica, pero a mí no me importaba. Soy de las que piensan que la información clara nunca está de más.
–Tu hija no vive full time con vos. ¿Eso hace más difícil “controlar” sus acciones y su entorno?
–Sí, mi hija vive un poco conmigo y otro tanto con su padre (el empresario Leonardo Wassington). Vive por elección repartida entre dos casas. De todos modos, ya entendí que cuanto más controlamos peor es. Yo creo que hay que estar atentos y observar. Yo aprendo con ella y si la pifio en algo le pido perdón, no tengo problemas en hacerlo. Lo importante es que yo confío en ella y ella lo sabe. Seguramente alguna vez meterá la pata porque eso también es parte de la vida, y no puede estar resguardada en una cajita de cristal, porque tiene que salir al mundo, que es cada vez más complejo, y aprender a desenvolverse en él.
–En 2017 protagonizaste Amar después de amar, la ficción de Telefe que se centraba en la historia de una mujer infiel. El planteo, que tanto revuelo causó en ese momento, ¿hoy queda absolutamente demodé frente a la historia de la China Suárez, Mauro Icardi y Wanda Nara? ¿Este sería un caso de la realidad superando a la ficción?
–Absolutamente, este caso supera cualquier ficción. Lo que más me sorprende es que no se hable de otra cosa más que de esto, incluso en los noticieros. Yo no voy a defender ni a acusar a nadie, pero creo que ahí hubo sólo un histeriqueo. Si fue así, ¿quién puede arrojar la primera piedra? ¿Nadie histeriqueó con alguien estando en pareja? Creo que en torno a este tipo de temas sigue primando el machismo. En general se toma al hombre infiel como a un canchero, como a un banana, mientras que a la mujer con iniciativa se la denigra, se la trata como a una puta. Y si encima es madre, se la acusa mucho más. De todos modos, y sin dar nombres, no hacía falta meterse justo ahí, en la boca del lobo… A mí me cuesta un poco entender todo esto porque soy muy rigurosa de mi intimidad.
–A propósito, ¿hoy estás sola?¿Te gustaría volver a estar en pareja?
–Sí. Bueno, no es que esté sola... pero no estoy en una pareja estable. A veces me gustaría volver a estar en pareja y a veces no, tengo momentos y momentos. Sola tengo una vida muy completa. La verdad es esa. Me llevo muy bien con mi soledad. Disfruto mucho de mis amigos, de mi familia, de mi hija, de mis perros, de ver una película a solas y luego leer un libro. Salgo a comer con alguna amiga de noche, voy al teatro, en fin, tengo mucha libertad. Amo lo que hago, siento pasión por mi trabajo y eso me hace sentir completa. Mi vida hoy tiene muchos condimentos, tantos que si un hombre no suma no vale la pena negociar mi libertad. Salvo que me pegue un flechazo loco y diga: guauuu, ¿qué pasó? Ok, negociemos (risas).
Agradecimiento: Hotel Four Seasons.
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