El sueño que finalmente pueden cumplir Julieta Díaz y su papá, Ricardo Díaz Mourelle
Con El oficio de dar... logran compartir el espectáculo que soñaron por años y que hoy los tiene una vez por semana sobre las tablas del Centro Cultural de la Cooperación
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El oficio de dar (para no quedarnos con las manos vacías). Así se titula esta propuesta poética y musical que reúne en el escenario a Ricardo Díaz Mourelle y Julieta Díaz. Padre e hija entrelazan la historia de nuestro país con su pasión por el teatro, la música y la poesía. El espectáculo puede verse los miércoles a las 20, en el Centro Cultural de la Cooperación, con un repertorio que incluye obras de Atahualpa Yupanqui, César Isella, Manuel J. Castilla, Gustavo Leguizamón, Charly García, Carlos Carabajal y los hermanos Ríos, y también canciones de los protagonistas con material poético de Juan Gelman, Juana Bignozzi y Juan L. Ortiz. En diálogo con LA NACION, padre e hija cuentan cómo nació la idea de trabajar juntos, cómo se llevan sobre el escenario y qué los conmueve del otro.
-¿Quién dio el primer paso?
Ricardo Díaz Mourelle: -Hace mucho tiempo que tengo una idea muy primigenia de hacer algo juntos y poder cantar. Pero hubo complicaciones de horarios y el teatro es todo un arte de combinar las agendas. En pandemia, al aislarnos, trabajamos cada uno desde su casa con videollamadas, empezamos a cruzarnos materiales y fuimos armando un itinerario que nos trajo hasta acá. Es un enorme placer para mí poder plasmar este sueño que teníamos con mi hija desde hace años.
Julieta Díaz: -Este espectáculo nació hace muchos años. Me crie con mi padre actor, poeta y cantor. Él me enseñó a leer y a interpretar un personaje, una historia, tocando la guitarra y el bombo. Cantando canciones propias y ajenas, que sabía y sabe hacer propias. Entre muchas otras cosas, me enseñó eso de que la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita. Fue y es un padre-maestro. Me pedía que prestará atención a como decía Goyeneche, a cómo se movía Marlon Brando o cómo Cortázar narraba la magia de lo real. Siempre cantamos y leímos juntos. Hoy lo hacemos para dar lo que nos dimos al recibir el arte de otros. El proceso creativo tiene un año y medio de trabajo conjunto. Papá me mandaba poemas y canciones para elegirlos juntos. Es nuestro sueño hecho realidad.
-¿Se pusieron rápidamente de acuerdo en la selección de poemas y canciones o costó?
Julieta Díaz: -Seguí mucho a mi padre en lo poético y artístico porque la idea, el libro y la dirección son de él, que sabe mucho más de poesía y de música que yo. Entonces, proponía mucho más. Además, conocí poetas que no conocía como Juan L. Ortiz, que me enamoró, y quería que estuviera en el espectáculo. A Gelman lo conocía muy poco. La selección de poemas realmente está cruzada con las canciones. Y tuvimos algunas diferencias con respecto a los prontuarios de los poetas porque soy un poco exigente.
Ricardo Díaz Mourelle: -Yo no creo en esos prontuarios...
Julieta Díaz: -Quizá lo dije de una manera un poco expulsiva, pero algunos poetas muy admirados también son polémicos para mi sensibilidad femenina. Charlamos y llegamos a Atahualpa, que es sin duda nuestro padre poético, moral y humano. Y ahí estuvimos totalmente de acuerdo. El oficio de dar tiene mucho que ver con mi padre dándome no sólo canciones y poesía sino también lucha, principios, humanidad. Siempre digo que mi padre es mi maestro arriba y abajo del escenario, y mi madre también, por supuesto. Pero él es mi primer maestro de actuación e interpretación en general.
-El nombre del espectáculo es conmovedor...
Julieta Díaz: -El nombre también fue idea de mi padre. Es muy democrático todo, pero es de él (ríe).
-¿Siempre pensaste en hacerlo con tu hija?
Ricardo Díaz Mourelle: -Sí, era con ella. Siempre fue con ella. Ahora es un sueño cumplido. Era muy importante poder cruzar las formas interpretativas. Yo admiro a mi hija, canta muy bien, actúa muy bien y es alguien de mucho valor. El título salió de una canción que escribí y se llama “Jóvenes perpetuos”. Siempre me conmovieron los que hacen canciones. Recuerdo una anécdota sobre el tango “La última curda” y tiene que ver con el deleite de dar. Cátulo Castillo le pasó la letra por teléfono a Aníbal Troilo y se juntaron con Edmundo Rivero en un departamento del 4º piso de un edificio de Avenida Corrientes y Paraná. Allí la cantaron y le pusieron música y a las 4 de la mañana había abajo un mundo de gente pidiendo otra y otra más. La tuvo que cantar varias veces.
Julieta Díaz: -Tenemos que cantar “La última curda” y contar esa anécdota, papá.
Ricardo Díaz Mourelle: -Yo no quiero cantar tangos, soy muy respetuoso.
Julieta Díaz: -Me pasa algo parecido, ¡qué loco!
Ricardo Díaz Mourelle: -El primer movimiento en el artista es un goce de hacer algo, no está pensando en la guita que va a cobrar. Y ese es el oficio de dar. Y el mecanismo de dar produce un rebote, inevitablemente.
Julieta Díaz: -Como dice mi papá, ¿por qué el oficio de dar? Porque somos lo que nos dieron. Porque somos lo que damos. El oficio de dar nos construyó. El oficio de dar de los poetas, de los músicos, nos enseñó también a dar, nos animó a escribir poemas y canciones y a cantar. Por el sólo goce de dar, como una madre da a su hijo, sin pretender nada a cambio. Dar para no quedarse con las manos vacías.
-Una frase inspiradora...
Julieta Díaz: -Sí, es una frase de la compañera de mi padre, Laura, que fue inspiradora para muchas cosas pero en este caso, también para este texto. Y dar tiene que ver con la sinergia de recibir.
-¿Ya habían trabajado juntos?
Ricardo Díaz Mourelle: -Trabajamos en Juan y Eva, de Paula de Luque. Y en televisión nos cruzamos en Pequeñas victorias y en 099 Central, hace muchos años.
Julieta Díaz: -También hicimos una docu-ficción, Norma Arrostito, la montonera. Y en teatro hicimos Tontos de amor, una obra que dirigió Rubens Correa.
-¿Cómo se llevan sobre el escenario?
Ricardo Díaz Mourelle: -Yo me llevo bárbaro con Juli y con los músicos también, toda gente divina y talentosa.
Julieta Díaz: -Nuestro padrino y quien nos ayudó mucho en nuestro avance fue Lito Vitale. Lo llamamos para contarle el proyecto, porque queríamos que nos diera una mano aunque sabíamos que estaba con mucho trabajo. Pero compartimos varios cafés y nos ayudó. Los dos habíamos trabajado con Lito y fue quien nos recomendó al maestro Daniel Homer, nuestro director musical, arreglador y guitarrista. Daniel trajo a Diego Gazzaniaga en percusión y a Leandro Pitu Marquesano en piano, y así se formó la banda.
-¿Qué significa para cada uno compartir esta pasión con el otro?
Julieta Díaz: -Es muy emocionante compartir el escenario con mi papá. Hay anécdotas que escuché toda mi infancia. Estoy atravesada por eso, porque lo veía a mi padre escribir poesías y decirlas, tocar la guitarra, el bombo, sus canciones, su unipersonal nominado a los Premios ACE y que hizo durante muchos años de su vida. Y ahí cantaba una canción que escuché toda mi vida y hoy, con 44 años, yo la canto. Y en el espectáculo están cruzados poemas y canciones con la historia de nuestro país, la búsqueda de la esperanza, nuestro vínculo, la mamá de mi papá que era cantante lírica y abandonó para tener a sus hijos y a quien aplaudían desde los balcones cuando cantaba mientras colgaba la ropa. Es un sueño hecho realidad. Y la gente viene y se acuerda de sus padres, de los artistas. Es muy entrañable.
Ricardo Díaz Mourelle: -Recién estamos empezando a relacionarnos con el juego en la escena y me gusta que esas cosas que nos pasaron a nosotros se vayan cruzando con los cuentos y las canciones. Vamos a seguir avanzando y a abrir más el espectáculo. Tenemos ganas de seguir. Cada miércoles me motiva más. Y los aplausos de la gente son muy fuertes, no son de compromiso y eso es emocionante. El espectáculo le llega a la gente y eso me hace sentir feliz.
Julieta Díaz: -El otro día, justo antes del aplauso, se hizo un silencio y se escuchó un gracias, y fue muy hermoso.
El oficio de dar (para no quedarnos con las manos vacías). Todos los miércoles de agosto y septiembre, a las 20, en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543
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