El sinuoso camino de Mark Wahlberg: de abusar de las drogas y terminar en la cárcel por delitos de odio a convertirse en una de las grandes estrellas de Hollywood
El actor de cincuenta años tuvo una vida atravesada por las polémicas y la necesidad de redención que lo llevó a probar suerte dentro del mundo del espectáculo
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Mark Wahlberg goza de un privilegio del que gozan pocos actores: estar siempre en la cartelera. A través de dramas, comedias o películas de acción, el intérprete de 50 años no pierde vigencia en la pantalla grande y sigue siendo uno de los favoritos de los productores al momento de pensar en nombres convocantes. Sin ir más lejos, este jueves estrenó Uncharted, fuera del mapa, una enorme producción basada en un videojuego que lo reune en pantalla con el niño mimado de los “tanques” hollywoodenses, Tom Holland.
Sin embargo, el camino que Wahlberg recorrió hasta este lugar no fue sencillo, sino que le significó atravesar errores, aciertos y nuevos desafíos.
Una infancia difícil
El 5 de junio de 1971, Mark Robert Michael Wahlberg nació en Boston, Massachusetts, en el seno de un barrio de clase trabajadora. Era el menor de nueve hermanos, su madre era empleada bancaria y su padre hacía entregas en auto. La vida en la casa de los Wahlberg no era sencilla, y las constantes fricciones dentro del matrimonio derivaron en un divorcio cuando el pequeño tenía 11 años.
Wahlbergh estaba muy lejos de ser un niño modelo, y con el paso del tiempo sus problemas de conducta fueron cada vez más graves. Su infierno personal comenzó durante la preadolescencia, cuando empezó a pasar sus horas libres con jóvenes delincuentes. Con apenas 14 años, Mark consumía cocaína y se dedicaba a la venta de drogas; también había abandonado la escuela, y su futuro resultaba desolador.
Por esa época, Wahlberg cometió una serie de crímenes de odio que lo iban a perseguir de por vida. A finales de 1986, atacó a tres niños afroamericanos y dos años después, a los 16, le dio una paliza a un hombre de ascendencia vietnamita hasta dejarlo inconsciente en la vía pública. Ese mismo día, entró a un comercio, robó unas latas de cerveza y golpeó al vendedor, también de origen vietnamita. A las pocas horas fue detenido por el episodio, y llevado a juicio por tentativa de homicidio. Diversas pruebas toxicológicas demostraron que se encontraba bajo los efectos una droga disociativa y alucinógena llamada fenciclidina, popularmente conocida como “polvo de ángel”. Por ese ataque, fue sometido a juicio y recibió una condena de dos años, pero solo permaneció 45 días en un correccional para menores. Esa experiencia, fue un antes y un después para la futura estrella de Hollywood.
A partir de ese momento, Wahlberg comenzó a practicar el catolicismo y entendió que su vida debía dar un vuelco. Alguna vez aseguró que el tiempo en prisión le permitió comprender que “la única forma de alcanzar el éxito, era haciendo lo correcto”. Y a partir de ahí, decidió enfocarse en un rubro que lo atraía enormemente y que, de alguna manera, ya estaba instalado en la familia: el mundo de la música.
La música, un pasaporte de salida
Uno de los hermanos del clan, Donnie Wahlberg, entró en New Kids on the Block, una banda joven que prometía causar furor. Mark vio la oportunidad y también ingresó al conjunto, pero aburrido del proyecto, a los pocos meses renunció. A finales de los ochenta, el grupo se convirtió en un fenómeno de ventas, abriéndole el camino al furor de las boy band. Mark seguía por ese entonces interesado en la música, y gracias a los contactos de su hermano, tuvo la posibilidad de grabar su primer disco.
De esa manera, bajo el seudónimo de Marky Mark, en 1991 apareció Music for the People, de la banda Marky Mark and the Funky Bunch. Wahlberg estaba lejos de ser un cantante prodigio, pero su imagen de chico malo rapeando en ropa interior gustó a un sector del público, e hizo de Marky Mark una estrella musical. En 1992 publicó su segundo álbum, You Gotta Believe, que no logró el mismo impacto. Y aunque la revista Rolling Stone lo consideró el “peor cantante del año”, Wahlberg disfrutó de un éxito que resultó efímero que hasta le valió ser modelo de ropa interior para Calvin Klein.
Su llegada al cine, y la importancia de Juegos de placer
Con apenas 22 años, Wahlberg cambió la música por el cine con una facilidad notable. Luego de una participación para un film televisivo, en 1994 hizo su debut en la pantalla grande, con Un hombre nuevo, junto a Danny de Vito. Era un papel chico, pero le permitió poner un pie en la industria. En los años posteriores participó de otros proyectos modestos, alcanzando sus primeros protagónicos junto a otras futuras promesas, como Leonardo Di Caprio o Reese Whiterspoon. Pero en 1997, llegó el film que lo consagró como actor.
Paul Thomas Anderson había realizado solo una película cuando, a mediados de los noventa, comenzó a trabajar un relato anclado en el mundo de la pornografía. Juegos de placer contaba una historia de transición dentro del porno, de los dorados años setenta, a la caída de ese rubro en los ochenta. Era un drama espeso que se ambientaba en el universo de los films XXX, para mirar con nostalgia una sensibilidad pasada, a la vez que desconfiaba de los avances de un nuevo mundo. En ese historia, Wahlberg interpreta a Eddie Adams, un ambicioso joven que se convierta en estrella del cine para adultos, rebautizándose a sí mismo como Dirk Diggler.
En ese proyecto, Mark trabajó junto a un elenco soberbio, de intérpretes consagrados y otros que pronto se consagrarían, con nombres como Burt Reynolds, Julianne Moore, William H. Macy, Heather Graham, Alfred Molina y Phillip Seymour Hoffman, entre otros. Y más allá del gran recibimiento que tuvo Juegos de placer por parte de la crítica, la prensa especializada elogió especialmente el trabajo de Wahlberg, aplaudiendo su notable capacidad para los papeles dramáticos. Sin lugar a dudas, ese film fue el que posicionó al rapero devenido en actor, lo confirmó como un gran intérprete, y le abrió las puertas del cine.
Una suerte de biografía en forma de serie
Entre finales de los noventa y comienzos de los dos mil, Wahlberg se convirtió en una de las estrellas más atractivas de Hollywood, un actor que encabezaba un recambio generacional y cuyas herramientas interpretativas iban mucho más allá de su destreza física. Él se movía cómodo entre distintos géneros, y si bien los grandes tanques eran su especialidad, eso no le impidió protagonizar algunos proyectos que lo alejaban de su zona de confort. Por esos años, algunos de sus títulos más populares fueron Tres reyes, La tormenta perfecta, La estafa maestra, El planeta de los simios y Rock Star. Wahlberg era tan solicitado, que incluso rechazó ofertas muy tentadoras, como La gran estafa o Secreto en la montaña.
En 2006, recibe una oportunidad de oro, con uno de los directores más prestigiosos de la industria. “Cuando alguien te dice que tenés la oportunidad de trabajar con Martin Scorsese, no lo dudás un instante”, aseguró en una oportunidad, en referencia a su participación en Los infiltrados. En ese film, Wahlberg logró uno de sus mejores personajes, en la piel de un irascible pero noble sargento, que se encuentra sumergido en un violento juego de mafiosos y policías. Por ese rol, recibió su primera nominación a los Oscar, en la categoría mejor actor de reparto.
Pocos años después, Wahlberg pudo cumplir su sueño de llevar a la pantalla la vida del boxeador Micky Ward en El ganador. El propio actor fue el principal impulsor de ese proyecto, por el que trabajó incansablemente, y hasta llegó a convencer personalmente a Christian Bale de ser su coprotagonista.
Otro de los rubros en los que Wahlberg trabaja desde hace tiempo es el de la producción de series y largometrajes, un lugar en el que tiene una mano invisible pero no por eso menos importante. Y su comienzo en esa área fue una casualidad.
Wahlberg tenía un grupo de amigos muy cercanos, con los que solía pasar la mayor parte de su tiempo libre. Un productor amigo le sugirió que debería retratar de alguna manera la dinámica de ese grupo, y cómo vive la fama una celebridad que tiene a Hollywood a sus pies. Ahí entra en escena Doug Ellin, un guionista que le da forma a esa idea, y crea la gran serie Entourage. Basada en esos años iniciales de Wahlberg en la meca del cine, la ficción retrata la vida de una joven estrella en ascenso, que vive con sus amigos de la infancia y comparte con ellos la miel del éxito.
La riqueza de Entourage es el modo en el que desnuda las miserias de Hollywood, los contratos leoninos, las cruentas luchas por el poder y los egos gigantescos de las estrellas, los productores y los directores. Pero gracias a su tono ligero, esta ficción supo traficar dardos que pasaron casi desapercibidos ante los ojos de la mismísima industria. Con esta serie, Wahlberg comenzó un camino en la producción que se extendió a otros títulos como How to Make It in America, Boardwalk Empire, Ballers o En terapia.
Mirar al futuro, sin borrar el pasado
En el 2017, Wahlberg se convirtió en el actor mejor pago de Hollywood, al recaudar 68 millones de dólares. Así, la industria veía frente a sus ojos una de esas historias que tanto disfruta contar: un joven que durante su infancia paseó por el lado más oscuro de la vida, supo redimirse y convertirse en uno de los nombres más convocantes. Pero para él, ese pasado es uno de los aspectos que lo define: “En mis películas, no intento borrar la vieja imagen que la gente tiene de mí. Tampoco intento imitar a nadie o seguir pasos ajenos. Burt Reynolds una vez me dijo que solo se puede durar en esta industria si tenés algo especial para ofrecer. Me aconsejó que simplemente fuera yo mismo, porque los imitadores no trascienden, y yo quiero trascender”.
Casado desde 2009 con la modelo Rhea Durham, y padre de cuatro hijos, Wahlberg se muestra en la actualidad mucho más reflexivo y deseoso de encontrar la paz que no logró en su adolescencia. Hace poco tiempo, quiso reencontrarse con el hombre al que golpeó luego de robarle unas cervezas, y le pidió disculpas por aquello que había sucedido, hacía más de veinticinco años. “Hice muchas cosas de las que me arrepiento, y desde luego que pagué por mis errores”, aseguró el actor en una nota, y concluyó: “Fue importante pedir perdón, y no empecé a liberarme de la culpa que cargaba hasta que empecé a hacer las cosas bien por mí y por mi gente. Y solo de esa forma logré dormir tranquilo por la noche”. De esa manera, Wahlberg finalmente alcanzó ese equilibrio que le fue tan esquivo: el de una vida profesional plena y una realidad familiar que le sirve de nido, algo que nunca pudo conseguir en su niñez.
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