El personaje de la semana: Santiago Maratea, el influencer rebelde que cruza conflictos y fronteras agitando la bandera de la solidaridad
En una semana marcada por la guerra, su última cruzada por las redes aún sigue dando que hablar: logró reunir más de 180 millones para equipar a los bomberos que combaten los incendios en Corrientes
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“Una ONG más grande que Google”. La idea se desprende del completísimo perfil que el lunes publicó LA NACION sobre Santiago -Santi para todo el mundo- Maratea, nombre que circuló como nunca antes esta semana luego de que su última recaudación por redes haya alcanzado cifras récord.
Al día de hoy (y seguramente la cifra quede vieja en un par de horas), el influencer juntó unos 183 millones de pesos para comprar camiones, equipos y renovar la infraestructura del sistema de combate de incendios en la provincia de Corrientes. Lo hizo, como en todas las anteriores ocasiones, a través de Instagram y con el llamativo método de “microdonaciones”, pequeñas sumas que, trasladadas a sus más de 3,2 millones de seguidores (muchos de ellos, auténticos “maratistas”), enseguida alcanzan cifras inauditas.
Así fue en los casos anteriores, donde consiguió lo propuesto y más. Así fue con el viaje de los atletas argentinos al Sudamericano de Ecuador, con las camionetas para una comunidad wichí del Chaco y con las recordadas cruzadas para comprar “el medicamento más caro del mundo” para Madeleine o Emmita, dos bebas diagnosticadas con Atrofia Muscular Espinal tipo (AME).
Su misión comenzó en 2021, entre la pandemia, los vivos de Instagram y las historias que se multiplican sin parar, que generan miles de corazones y que no se detienen ante nada. “Me fumo uno y arranca la colecta”, dijo en la madrugada del domingo, remarcando una vez más un estilo sin filtros (aun desde las redes que los popularizó), ni “caretas”, como suele decir cada vez que puede.
Hace un año, de hecho, fue ese mismo espíritu el que trasladó a la ¿más acartonada? televisión, cuando mostró cómo se prendía un cigarrillo de marihuana mientras esperaba para entrar al panel de El precio justo, por Telefe.
Y ahí hay otra especie de “clave maratista”: una relación ambivalente con los medios tradicionales, a los que jura haber amado con toda su alma -hacía colas eternas para ser parte de los programas de Cris Morena- pero con los que hoy mantiene una creciente y notoria distancia (su última incursión “tradicional” fue en 2020, en el programa Generación perdida, por Vorterix).
“Tinelli no es influencer” decía una de sus tantas holgadas remeras con la que se presentó en 2018 a la entrega de los premios Martín Fierro Digital. “Sabía que iba a traer polémica” dijo después, cuando varias personas salieron a cruzarlo, entre ellas la propia hija del conductor de Showmatch, Cande Tinelli, quien le espetó un “alto zapallo”, también desde las redes. La pelea en ese caso no escaló (al punto que hoy “Lelé” es una fiel defensora suya) y demostró otra de las pequeñas virtudes de este muchacho que bien podría inaugurar la figura de “megainfluencer”: su ecumenismo.
En el medio de su camino (que encima arrancó en Twitter, la red social del conflicto) hubo, hay y habrá peleas, como las que tuvo con Flavio Azzaro, Viviana Canosa o la última con el también periodista Juan Cruz Sanz, pero sin prisa y sin pausa Santi Maratea está logrando que todos -nuestras madres, hijos, hermanos, abuelas y hasta ese primo que vive en el exterior- sepan quién es, qué hace, qué puede lograr y qué no.
Como muestra de ese ecumenismo, basta un botón: en el propio día de su cumpleaños número 95, Mirtha Legrand festejó hablar con él y llenarlo de elogios de manera directa. “Sos un ejemplo para todos”, concluyó la diva al aire de Nadie dice nada, el programa de YouTube al que Maratea fue invitado para reemplazar por un día a Nicolás Occhiatto.
Y si las peleas acompañan ese camino, también lo hacen las polémicas. La última, y quizá la más ruidosa, tomó la forma de una pregunta bien apta para un zócalos de TV: “¿Es Santi Maratea mejor que el Estado?” Si bien la idea casi no resiste un análisis, lo cierto es que los debates que generó terminaron amplificando la acción a nuevas zonas de influencia, metiendo en el medio tanto a detractores -el músico Manuel Quieto- como a fieles seguidores. Y en este último grupo incluiría a Javier Milei, quien salió a ponderarlo sin modificar una coma de aquella máxima tan reduccionista: “Un chico que maneja redes sociales termina siendo más eficiente que el Estado nacional y provincial”.
Ajeno, pero hasta ahí, a cada una de esas diatribas, Santi sigue demostrando que no hace falta llevar la rebeldía a elevados niveles ni patear tableros que casi ni pisa. Como aquella antigua máxima de Leandro N. Alem, pero al revés: “que se doble pero que no se rompa”.
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