Corría el año 2000, Jeff Buckley había muerto de forma trágica tres años antes y Brad Pitt decidió que no solo quería llevar al cine la historia del cantante sino que, además, quería ser él el protagonista de la biopic. Entre otros tantos cineastas con la misma idea, se acercó hasta la mamá del artista con su propuesta. La reacción de Mary Guibert no fue la que esperaba: la respuesta fue un rotundo no.