El método infalible de Robert Redford para “protegerse” de Barbra Streisand en las escenas de sexo de Nuestros años felices
Un libro que salió a la venta esta semana revela la complicada relación que tuvieron los protagonistas la exitosa película de 1973 antes y durante la filmación
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Nunca es tarde para desenterrar oscuros e inesperados secretos. Y si son ajenos, mucho mejor. Esa parece ser una de las máximas que rigen en un Hollywood que no deja de mirar hacia atrás mientras intenta seguir construyendo su historia llena de glamour y egos exacerbados. Además de películas y series basadas en las vidas de estrellas de antaño, también es tiempo de investigaciones periodísticas que echan luz sobre algunos tramos de esa historia. Esta semana salió a la venta un libro basado en el detrás de escena de Nuestros años felices (1973, disponible en Apple TV+), que revela algunos de los entretelones más jugosos de las dos estrellas que encabezaron el elenco, Robert Redford y Barbra Streisand.
El libro lleva por título The Way They Were: How Epic Battles and Bruised Egos Brought a Classic Hollywood Love Story to the Screen y su autor es Robert Hofler, todo un especialista en revisar el pasado de las grandes figuras y las grandes producciones de la meca del cine. Allí, revela, entre otros detalles, que Redford usó dos ajustados calzoncillos deportivos durante las escenas de sexo, para “protegerse” de Streisand, a quien no consideraba “una actriz seria” y él era “un padre de cuatro hijos felizmente casado”.
La película
En la película, que se filmó entre agosto y noviembre de 1972, Redford interpreta a Hubell Gardiner, un hombre que hacía uso de sus privilegios de clase, raza y género sin ningún tipo de culpa. Streisand es Katie Morosky, una mujer judía comprometida políticamente. Más allá de las evidentes diferencias, los personajes se enamoran, se casan y se mudan juntos a California, para que Hubell pueda cumplir su sueño de convertirse en guionista de cine. Y allí resurgen las antiguas tensiones.
Además de convertirse en un éxito comercial, el film recibió muy buenas críticas y recibió dos premios Oscar. Uno de ellos fue a a mejor canción por “The Way We Were”, cantada por Streisand. Curiosamente, una de los condicionamientos que puso Redford cuando le propusieron a su compañera de elenco fue que no cantara.
Un hombre difícil
El libro cuenta con detalles todos los reparos del actor a la hora de recibir la propuesta. Luego de leer el guion le dijo al director, Sydney Pollack, que no estaba interesado porque su personaje era “un muñeco Ken”.
A Pollak le costó ocho meses convencerlo. Una de las principales trabas era, justamente, la presencia de Streisand. No la consideraba “una actriz seria” porque “jamás había sido puesta a prueba”, consideraba. Y aseguraba que sus películas anteriores habían sido musicales o films bastante ligeros.
“Tiene la reputación de ser una persona muy controladora. Va a querer dirigirse a sí misma. No va a funcionar”, le dijo al director. Pero ante la insistencia de Pollak, disparó: “Ella no va a cantar, ¿verdad? No quiero que cante en medio de la película”.
Redford tenía varios frentes abiertos. Su mala relación con el productor Ray Stark ya era un hito en Hollywood. Por eso, mientras Pollak le insistía, Stark no tenía ninguna intención de hacerlo. Lo consideraba “un advenedizo desagradecido”. Por eso, le dio un ultimátum al director: o Redford aceptaba inmediatamente o le ofrecía el papel a Ryan O’Neil.
Finalmente, Redford aceptó cuando, para “apaciguar su ego”, le ofrecieron 1,2 millones de dólares, 200.000 más que a Streisand.
El primer encuentro
Y entonces, llegó el momento en el que los dos protagonistas debían conocerse. Y tampoco resultó sencillo: Redford se negaba a reunirse con Streisand, asegurando que “cuando menos se conocen los actores, mejor es la química que se ve en pantalla”.
Después de otra ronda de ruegos, el actor terminó accediendo a cenar con Barbra. Según relata el libro, ella inmediatamente se “enamoró” de él. Pollack, a su vez, fue más allá: “Estaba enamorada de él incluso antes de que se conocieran”.
Como era de esperarse, Redford no fue muy galante. “Si vamos a trabajar juntos, tenés que tener en cuenta que cualquier cosa que te diga sobre mí, voy a hacerlo porque quiero. No pienses que es porque tenés algún derecho a saberlo”, le dijo. El autor asegura que el efecto logrado fue el contrario al que buscaba: Streisand amaba a los hombres fuertes y el discurso de Redford la atrajo aún más.
Llegó el momento de la primera lectura de guion y, según los presentes, ese fue el instante en el que la química de ellos estalló “como un relámpago” en la habitación. La filmación comenzó con atraso, porque Redford fue atacado por un murciélago en su casa de Utha y tuvo que ser vacunado contra la rabia.
Las escenas de sexo
Uno de los momentos más tensos fue cuando debieron filmar la primera escena de sexo. Allí, Streisand se acuesta junto Redford, pero el personaje, borracho, cae rendido. Ella lo despierta y tienen relaciones.
En la novela en la que se basó la película, describen ese primer encuentro como rápido, y explicita que el personaje de Redford llega al clímax, pero no el de Streisand. Según Pollack, la escena terminó siendo bastante light, para que los productores pudieran obtener la calificación de apta para todo público.
“Para protegerse en más de un sentido, Redford usó dos sujetadores atléticos para su escena de amor con Streisand, quien eligió ponerse un bikini, escribió Hofler. Sin embargo, tiempo después del estreno de la película, cuando un periodista le preguntó que llevaba puesto al filmar aquella escena, el actor respondió “perfume”.
La segunda escena de sexo que requería el guion despertó nuevos chispazos entre el actor y el equipo. Según estaba escrito, los protagonistas se dan de comer uvas el uno al otro, y cuando la temperatura sube, Hubell le dice a Katie: “Esta vez será mejor”. Sin embargo, Redford se negó rotundamente.
El autor explica que el motivo era que el actor no quería que su imagen se viera afectada. Stark estaba convencido de que Redford debía decir la línea porque humanizaba al personaje y demostraba algo de arrepentimiento por la forma en que trató a Katie en su encuentro anterior. Envió una docena de memorandos a Pollack exigiéndole que le pidiera que dijera aquella frase, pero nunca sucedió.
Ese no fue el único punto del guion que el actor consideró un golpe a su ego. En otra escena en la que Streisand cepilla el flequillo de Redford, se suponía que debía decir que el cabello era gris, pero esa frase tampoco fue pronunciada. “Si Hubbell nunca fue malo en la cama, tampoco iba a tener canas”, explica el libro.
No más preguntas
Apenas coincidieron en el set, quedó en claro que los protagonistas tenían personalidades muy diferentes y maneras casi opuestas de relacionarse con el trabajo y con sus compañeros. Redford nunca se apartó de su “indiferencia extrema” y Streisand era un manojo de “ansiedad crónica”.
Según cuenta el autor, la actriz comenzó a hacer “preguntas incesantes” al director y a su coestrella. Era frecuente que, a las 11 de la noche, Pollack recibiera una larga llamada telefónica de Streisand para comentar lo que había sucedido ese día en el set y planear lo que sucedería al día siguiente. Para el director, ese “no era un problema, pero llevaba mucho tiempo”.
Pero no con todo el mundo Streisand era igual de comunicativa. Un pasante le aseguró al Post-Star and Times, un periódico local: “Es difícil trabajar con Streisand. Ella desaparece a menudo y tenemos que esperar. Nunca se mezcla con nosotros y siempre se va a la hora del almuerzo. Redford habla y bromea mucho con todos”.
Para sumar un poco más de conflicto a una filmación complicada, faltaba un detalle: tanto Streisand como Redford querían que las cámaras tomaran solo su mejor perfil, el izquierdo. Ella no quería que la cámara tomara su nariz desde la derecha. A él no le gustaban los lunares que tenía a la derecha de su labio.
Por eso, por ejemplo, durante una escena en la que bailan juntos durante una graduación, la actriz se quedó congelada al ver que la cámara mostraba su perfil “malo”.
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