El mal negocio de ser princesa: Grace Kelly solo tenía 10 mil dólares cuando murió
Un documental revela que pese a llevar una vida de lujo, la esposa de Raniero de Mónaco dejó de ganar una fortuna cuando se retiró de la actuación
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La trama resulta sorprendentemente familiar: una actriz norteamericana pasa a formar parte de una de las casas reales más antiguas de Europa, pierde su independencia financiera y descubre la cara oculta de la vida palaciega. Décadas antes de que Meghan Markle, la duquesa de Sussex, conociese a su príncipe azul, Grace Kelly había aprendido que los cuentos de hadas solo funcionan en la imaginación de los guionistas de Hollywood. Su matrimonio con Raniero de Mónaco y su transformación de musa de Alfred Hitchcock a princesa habían impresionado a los medios, pero lo que no se sabía hasta ahora es que cuando murió, a los 52 años, apenas tenía 10 mil dólares a su nombre.
El documental Grace Kelly: The Missing Millions (Los Millones Desaparecidos), emitido en la cadena británica Channel 5, analiza la fortuna de una de las grandes estrellas del cine clásico y concluye que, independientemente de su vínculo con los Grimaldi, tendría que haber acumulado cerca de 50 millones de dólares. La estimación es el resultado del análisis de contabilidad forense de la analista Gemma Godfrey, quien estudió las finanzas de la intérprete de La ventana indiscreta antes y después de su boda en 1956, un trabajo de investigación que la llevó a deducir que Kelly no habría quedado muy por detrás de contemporáneas como Audrey Hepburn, otro gran símbolo del séptimo arte, cuya fortuna está valorada en torno a los 85 millones.
Grace Kelly: The Missing Millions revela el alcance de las renuncias que requiere pasar a formar parte de una dinastía real, pero también evidencia la misoginia endémica que las actrices han sufrido históricamente en la industria del entretenimiento. Incluso tras ganar un Oscar, su sueldo de 5 mil dólares a la semana por Atrapa a un ladrón fue cuatro veces inferior al de su compañero de reparto, Cary Grant, mientras que en Mogambo ganó apenas una sexta parte de los 5.500 dólares semanales recibidos por Clark Gable, con quien durante el rodaje tendría un romance que explicaría elocuentemente: “¿Qué más puedes hacer cuando estás sola en una tienda de campaña en África con Clark Gable?”.
De hecho, sus amoríos previos a su conversión en devota princesa de Mónaco generaron tantos titulares como su talento para la actuación. Entre sus amantes figuran: William Holden, Marlon Brando, Gary Cooper, 28 años mayor y casado, Ray Milland, quien acumulaba 20 años de matrimonio cuando se cruzó con Kelly en el rodaje de Crimen perfecto, de Hitchcock. Todo cambió cuando en 1955, durante una visita al Festival de Cannes, conoció a Raniero, quien llevaba un tiempo embarcado en su particular casting para encontrar a la esposa perfecta que le permitiera relanzar Mónaco como el paraíso de los millonarios.
Los cuentos de princesas suelen acabar en boda y el de Kelly no iba a ser diferente. Aceptó que su marido le prohibiese volver a actuar, la peor decisión de su vida, según confesaría amargamente décadas después. No solo eso sino que tuvo que pagar una dote de dos millones de dólares, lo que significó toda su fortuna de ese entonces y también la herencia que esperaba recibir de su familia.
Antes de la boda, seguida por 30 millones de personas en todo el mundo, las señales apuntaban a un choque vital y cultural para el que Kelly, de 26 años, apenas estaba preparada. Su último acto como mujer independiente fue, paradójicamente, para costearse la dote, ya que no quiso pedir ayuda directa a su padre, Jack, un acaudalado empresario de Filadelfia que no le había dado permiso para dedicarse a la actuación. Fue su resolución la que la llevó a abandonar con tan solo 18 años la mansión con sirvientes en la que había crecido para mudarse a Nueva York, donde se labró una notable carrera como modelo mientras estudiaba interpretación.
Kelly, eso sí, nunca se lamentó, al menos, no públicamente. Mientras Markle, con una trayectoria como actriz simplemente incomparable a la de la princesa de Mónaco, no se guardó nada en la nota con Oprah Winfrey, la protagonista de A la hora señalada cumplió hasta el final con el rol que le asignaron en Mónaco: el de convertir al Principado en meca del glamour.
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