Hace treinta años, Kevin Costner y Whitney Houston interpretaron a un guardaespaldas y a una superestrella y lograron uno de los más grandes magnetismos en la historia del cine; los protagonistas que no fueron, la historia de su canción y de su magnético afiche
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El comienzo de El guardaespaldas es dinamítico, sin prólogos, puro cine. Acaso porque su guionista es nada más ni nada menos que Lawrence Kasdan, uno de los más perfectos escritores del cine de las últimas décadas. Basta recordar el inicio de dos películas que él escribió: Indiana Jones y los cazadores del arca perdida y El imperio contraataca, de la saga Star Wars. Kasdan sabe cómo golpear primero.
“¡Agachate!”, le dice el personaje de Kevin Costner a su protegido, un multimillonario poderoso. Acto seguido sabemos que el personaje de Costner es un un exagente del FBI que protegió a dos presidentes norteamericanos, que no se queda quieto. Es un tipo duro. Y, como en la novela de Norman Mailer, “los tipos duros no bailan”. A menos que los hagan escuchar “I Will Always Love You”, por Whitney Houston.
Y sabemos luego de esos minutos aún más, casi todo (como en un buen clásico): que estamos ante una película que tiene dos elementos del cine norteamericano por excelencia pero también excelente. El western, con sus duelos, su rapidez masculina y sus revólveres. Y el policial negro: mundo de hombres solos, de mujeres hermosas y fatales y un universo de corrupción y de traición incluso entre socios, amigos o hermanos.
¿Qué elemento le podría podría faltar, entonces, a una película que cuenta con dos de las más grandes épicas del cine, las del cowboy y la del detective? Nada, excepto una canción y una historia de amor. Y El guardaespaldas las tuvo. Sólo que su camino hacia una de las bandas de sonido más vendedoras de todos los tiempos, no sería en línea recta. Más bien un recorrido sinuoso y casual hacia la música y la canción perfectas.
62 veces no quiero
Kasdan era un redactor publicitario que quería dedicarse al cine. Escribió ocho guiones en ocho años mientras aún hacía de Mad Men sin éxito para campañas publicitarias de cigarrillos y cervezas. El guardaespaldas fue escrito en los 70 y se inspiró en Yojimbo, de Akira Kurosawa. “Estaba interesado en qué tipo de persona haría ese tipo de trabajo: estar dispuesto a dar su vida por un salario, por alguien que no le importa nada de nada y por la cual incluso tenga sentimientos negativos”, dijo Kasdan en una entrevista para la prestigiosa revista Film Comment.
La película fue finalmente dirigida por Mick Jackson en 1992. Y había tenido ya varios intentos de ser llevada al cine. 62 exactamente. Es por eso que el personaje de Costner invita a Houston a ver Yojimbo y le dice que la vio “62 veces”. La idea original de llevarla al cine tuvo sus primeros intentos desde los años 70 y abrigó la esperanza de ser protagonizada por Steve McQueen (o eventualmente Ryan O’Neal) y la cantante Diana Ross. Eran las mega estrellas del momento. Galán y cantante encarnaban en aquellos años mucho más convulsos de reclamos de derechos civiles, a una pareja interracial aún polémica para la ortodoxia de Hollywood. Tristemente el proyecto no avanzó.
Para comienzos de los años 90, Kevin Costner venía de consagrarse en películas como Robin Hood: el príncipe de los ladrones y Los Intocables, de Brian de Palma. Unos años antes, durante la filmación de Silverado, un brillante western que Kasdan escribió y también dirigió, Costner leyó el guion de El guardaespaldas y, más que el comienzo de una bella amistad, se convertiría en un “amor por siempre”. Terminaría convirtiéndose en su protagonista y productor.
Costner y Houston: la pareja perfecta
Finalmente, luego de intentos fallidos, famosos actores que no pudieron ser y casi dos décadas de espera, se pudo gestar una de las películas más taquilleras de los 90. Con una pareja perfecta, acaso con mucho de relación y mímesis con la vida misma. Si Whitney Houston se interpretaba casi a sí misma como Rachel Marron (una Madonna de la época de Erotica, cruzada con la estética de la película Metropolis y de la cual Beyoncé probablemente haya tomado mucho “prestado”), Costner no estaba tan lejos. Era Frank Farmer, un guardaespaldas, que también en la vida real ya era un matador, un “pin up boy” en las habitaciones de las adolescentes (y no tanto) de la época. El atractivo, abajo y arriba de la pantalla, relucía. Se especuló mucho con un romance entre ambos nunca comprobado, pero los dos mantuvieron con los años y hasta la muerte de Houston una estrecha amistad.
Sin embargo y según diversas entrevistas, fue Costner el que tenía que convencer a Houston, a pesar del nivel de su popularidad ya a comienzos de los 90, debido a sus problemas de autoestima. La cantante era una fortaleza y usina de hits número 1 desde 1985 con su éxito “Saving All My Love for You”. “La tenía que motivar. Le decía lo hermosa que era porque era la mujer más hermosa que yo jamás había visto y todo lo hacía realmente bien”, declaró Costner en varias entrevistas.
Cuando en 2012 llegó la triste noticia de la muerte de Whitney Houston, su amigo Kevin Costner estuvo presente en su funeral. “La he querido siempre y siempre la querré”, dijo. La frase, por supuesto, resonaba y era cita de la canción “I Will Always Love You”, el hit que marcó la película, el éxito que logró que El guardaespaldas se convirtiera en la banda de sonido más vendida de la historia.
Pero la canción fue parte del mito fundador casi por casualidad. No sólo no estaba incluida en los primeros planes de la producción, sino que Martin Scorsese ya la había utilizado en 1974 para su película Alicia ya no vive aquí. En realidad, la canción es de otra mega-estrella pero de música country: Dolly Parton. Por casualidad, Costner y su asistente escucharon cantar a Houston en su camarín una versión casi a la ligera y en un momento de distracción en el set. Quedaron embelesados y decidieron crear, fuera del guion, toda una escena que justificara su inclusión en el rodaje final. Parton, una heroína de la música country, recordó en diversas entrevistas: “Siempre me llegan permisos para utilizar mis canciones. No recordaba especialmente haber firmado por ésta, de manera que cuando la escuché por primera vez me sorprendió totalmente. Tuve que detener mi auto porque sencillamente no pude creer cuán maravillosa era la nueva versión de Whitney”.
La imagen perfecta: la historia del afiche de El guardaespaldas
Hay muchas escenas que quedaron grabadas para siempre en la retina emocional de los espectadores de la película. El caos en un club nocturno de Miami cuando ocurre uno de los primeros atentados, esa interpretación de Whitney Houston de mujer contemporánea e imparable tratando de manejar una espada japonesa katana (como si se tratase de una Kill Bill pretérita), ellos bailando un lento de música música country, el despliegue de la escena final e incluso la tierna escena en que ella lo invita a salir a él: “Como quiero tener una cita con alguien y no puedo porque estás todo el tiempo vigilándome, quiero tener una salida con vos”.
Pero es justamente cuando sucede la escena del club donde ella se presenta, donde surge otra de las grandes casualidades (como la canción principal de la película) que sería su santo ícono: la foto del poster del film.
Si las películas jamás pueden ser reducidas a su expresión más simple, los afiches que las ilustran tratan de sintetizar en una imagen fija toda una aventura de color, movimiento y sonido. Eso que llamamos cine. La de El guardaespaldas es singular: la cabeza de ella recogida y resguardada en el pecho de él, que parece avanzar en un campo minado. Es un escenario de guerra donde lo que puede perderse, la tragedia del hombre común y corriente, no es tanto la vida sino la posibilidad de enamorarse. Es una imagen potente, casi religiosa (ella es como una virgen arrodillada) y a la vez romántica. Por algo el poster original llevaba esta leyenda:
- Nunca la alejes de tu mirada
- Nunca bajes la guardia
- Nunca te enamores
Pero hace apenas pocos años se supo que la mujer del afiche no era Whitney Houston. La actriz y cantante se encontraba demasiado cansada esa jornada y decidió ir a su camarín. Costner, productor también del film, no dudó en componer la foto pero con la doble de riesgo de Houston. Por eso en la imagen se la ve con su rostro escondido. El estudio rechazó la foto una y otra vez. Es lógico: no podía verse la cara de la protagonista. No tanto como 62 veces, pero las suficientes como para que Costner insistiera e insistiera y esa fuera, finalmente, la imagen ideal que acompañaría también a la canción perfecta. Ambas nacieron por casualidad. Como muchas veces ocurre con los mejores clásicos del cine.
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