En la década del ‘70, el cine atravesaba una etapa prolífica de títulos que con el tiempo se convirtieron en clásicos. No importa si la lista es cronológica (Contacto en Francia, La última película, La conversación), alfabética (Atrapado sin salida, Ese oscuro objeto del deseo, Taxi Driver, Un día muy particular), por director (Spielberg, Coppola, Scorsese), actor o actriz. Cualquiera sea la combinación que se use, el resultado es abrumador.
Cuando un proyecto encuentra a su director ideal, un guion inmejorable, una partitura inolvidable y dos protagonistas insuperables, dicen los que saben que nace una "película perfecta". Al repasarse la increíble historia de cómo nació El golpe (The Sting, 1973), uno empieza a creer que hasta las quimeras, de vez en cuando puede convertirse en realidad.
La estafa maestra
"Estaba investigando cómo trabajaban los carteristas, tenía un montón de libros sobre eso. y cuanto más leía sobre estafadores más pensaba: ‘Es una subcultura increíble, me encantaría hacer un film sobre esto’". El que habla es David S. Ward, guionista que al comenzar la década del 70 apenas arañaba los 25 años.
A pesar de su nula experiencia en el mundo del cine, Ward estaba seguro de que la historia, que había escrito día a día durante un año, podía convertirse en una película. Soñaba con la utopía de la pantalla grande sin importarle cuántos gigantes habían pasado y pasaban por ella. Él iba a ser uno más.
Más allá del entusiasmo juvenil, su convicción partía de que, hasta entonces, prácticamente ningún film popular había puesto a estafadores como héroes. Lo habitual era mostrarlos como los villanos. Esto no dejaba de llamarle la atención porque de acuerdo a su investigación: "Parecían ser criminales morales porque no eran violentos y utilizaban la codicia del otro contra él. De algún modo estaban exponiendo la hipocresía de gente que era supuestamente respetable".
De esa interpretación nació la historia de El golpe. Johnny Hooker (Redford) es un joven con talento para la trampa, pero con poca experiencia, que busca vengar la muerte de su mentor, asesinado por orden del jefe mafioso Doyle Lonnegan. Mientras escapa de un policía corrupto que se la tiene jurada, Johnny se asocia con un experto timador, Henry Gondorff (Newman), quien le propone una compleja puesta en escena para hacer caer a Lonnegan. De esta manera da comienzo una compleja sucesión de engaños, del que en algún momento serán víctimas todos los personajes de la historia. E incluso el espectador.
Un proyecto a punto de naufragar
Con el guion bajo el brazo y cerrado el acuerdo con los productores para también dirigirlo, Ward fue a buscar a su protagonista, el actor de moda en ese momento: Robert Redford. Grande fue su desilusión cuando el intérprete le dijo que todo era muy lindo, muy original, pero no estaba interesado. "El golpe era un film pequeño -recordaría años después el artista-, con gente muy joven, que no tenían mucha experiencia pero sí mucho entusiasmo. Formaban una suerte de cooperativa y se apoyaban mucho entre ellos, algo que me gustó de entrada. Pero cuando leí el guion no me convenció demasiado, dije ‘puede ser’ pero hice un esfuerzo muy grande para verme en ese papel".
En realidad, lo que le molestaba a Redford no era la historia en sí, sino que la propuesta viniera de alguien sin experiencia: "Parecía divertido y bastante extravagante pero por su estructura entendí que necesitaba a un gran director. No quería insultar a un desconocido pero le dije: ‘Lo siento, no me parece. Creo que para que yo participe en esto debería estar en manos de un director de mayor experiencia’".
El golpe al ego de Ward no fue tan grande como para resignarse a no tener al protagonista que él había imaginado. Así que tragándose su orgullo le pidió consejo y el actor le sugirió a George Roy Hill, un director respetado pero no muy famoso, al que en ese momento no le sobraba el trabajo y que era muy amigo de Redford desde que en 1969 habían filmado juntos Butch Cassidy (Butch Cassidy and the Sundance Kid).
"Pocos días después George me llamó y me dijo: ‘Acabo de leer el guion y me parece fabuloso’. Estaba muy comprometido con hacerlo, esa fue la primera señal: cuando el director tiene un enfoque. Así que acepté", recuerda Redford.
Mientras duró el rodaje de Butch Cassidy, Hill le había alquilado la casa donde paraba a Paul Newman, el otro protagonista del western del 69. Como le había encantado el lugar decidió hacer lo mismo mientras durara la filmación de El golpe, así que lo llamó para ver si la tenía disponible. "Por supuesto, pero ¿qué andás haciendo por acá?", le preguntó el actor. Al escuchar que la respuesta fue una película con Robert Redford, enseguida le preguntó: "¿No tendrás algo para mí?". Después de aclararle que el papel que quedaba vacante era secundario, Hill le mandó el guion. El círculo estaba a punto de cerrarse.
Dos hombres y un destino
"Cuando lo leí me pareció maravilloso, casi perfecto, pero el papel no tenía nada que ver conmigo. Cuando George me preguntó por qué, se lo dije directamente: ‘Está muy claro que es el rey entregándole el cetro al príncipe. Deberías conseguirte a alguien mayor porque Gondorff está en el ocaso, despareciendo y necesita un reemplazo. Toda la historia gira en torno a esa idea’".
Esta vez el que sintió el golpe de la frustración fue el director, que soñaba con repetir la exitosa y redituable pareja de su película anterior. Sin embargo nuevamente el destino actuó a favor del proyecto y esta vez por medio de un viaje en ascensor. "Yo estaba viviendo en el tercer piso de un edificio de departamentos -recuerda Newman-, George y Robert vinieron a hablar conmigo para hacer esto. Cuando se iban, llamé el ascensor pero se pasó de piso, mientras esperábamos que volviera George me dijo ‘si no hacés esta película sos un idiota’ entre otros insultos. Así que después de escuchar un rato su discurso decidí aceptar. Siempre me pregunto qué hubiera pasado si ese hombre del piso 12 no llamaba el ascensor y no hubiéramos tenido esa conversación ni me hubiera insultado de ese modo".
La anécdota es genial, es más, tiene ribetes casi cósmicos o sobrenaturales y a decir de Redford, también una importante dosis de fantasía: "Paul tenía muy mala memoria. No sé si él y George estuvieron en un ascensor, pero yo no recuerdo ninguno. Está bien que puede ser que yo también esté perdiendo la memoria".
La notable química entre Newman y Redford -que inmediatamente se trasladó a sus personajes Hooker y Gondorff- se potenció durante todo el rodaje en forma de bromas pesadas que se hacían uno a otro. El actor Ray Walston, que fue parte del elenco, repitió en varias entrevistas su preferida: "Cada uno de ellos tenía un Porsche estacionado en la puerta del estudio y cuando no estaban filmando, los podías encontrar lustrándolos con un trapo. Hasta en eso competían. Un día Paul consiguió las llaves del auto de Redford, se lo llevó y lo escondió y Robert al enterarse nos dijo: ‘Sabía que alguna vez me iba a robar el auto’". Otras versiones dicen que la broma fue todavía más lejos, que Newman hizo compactar el auto de su colega y que se lo mandó de regalo a su casa. Sin embargo, ninguno de los protagonistas confirmó nunca esto.
El reparto principal de El golpe se completó con Robert Shaw en el papel del mafioso Doyle Lonnegan. Actor profesional y con experiencia en teatro, durante muchos años se creyó que había sido idea de él aportarle al personaje esa característica renguera que se ve en el film. como una forma de potenciar su carácter; sin embargo, la historia fue otra. Cuenta Walston: "Un día durante un ensayo antes de empezar la filmación, Robert Shaw entró rengueando, se acercó a George y le dijo: ‘Lo lamento mucho, estaba jugando al handball y me torcí el tobillo. Se que estuve mal y que es todo mi culpa, así que si decides poner a otro actor en mi lugar lo entiendo’. George le contestó: ‘Caminá para allá y volvé’. Le gustó tanto que se lo dejó como característica del personaje, y así Robert conservó su trabajo".
El ragtime que pasó a la historia
Dos cosas distinguen a El golpe por sobre otras películas de su época: la precisión del guion y la música. Si bien el material original era impecable en su concepción y giros, algunos aportes del director George Roy Hill ayudaron a ajustar hasta el más mínimo detalle. De acuerdo a Newman: "El guion era una obra casi perfecta en cuanto a destreza cinematográfica. La mirada de George tuvo que ver con ciertos aspectos de la estructura. Él era un fanático de cómics desde muy chico, como también de las historietas que salían en los diarios. Le gustaba mucho estructurar la historia en cuatro o cinco paneles, como si fueran las viñetas de las tiras cómicas. Además otra de las cosas que lo caracterizaban como director era que entendía el valor de la sorpresa. Justo cuando el público creía que tenía algo resuelto, él cambiaba de sentido. Te hacía creer que había que ir a la derecha y él iba a la izquierda. Y cuando finalmente te acomodabas, te sorprendía otra vez. Eso es lo que mantiene a la película viva hasta hoy".
La banda sonora y más específicamente al tema de Scott Joplin "The Entertainer" (que desde ese momento pasó a ser conocido como "la música de El golpe") generó una gran controversia al momento del estreno, y un poco antes también: desde que el realizador le dijo al guionista David Ward que su idea era usar solo música de ragtime. "Mientras escribía la historia escuchaba mucho blues, la música me ayudaba a enfocarme y era la que pensaba para la película. Siempre me imaginé a Johnny Hooker proveniente de ese mundo, del lado sur de Chicago. Cuando George me contó su idea me enojé, le dije que estaba equivocado incluso por cuestiones de época, el ragtime era de principios de siglo y nuestra película estaba ambientada en los años 30. Él me contestó: ‘Tal vez seas una de las cinco personas que vea la película y se dé cuenta de eso. Nadie más’. Al final el ragtime fue apropiado para el espíritu de la historia, para su sensibilidad. Tenía razón".
El músico y arreglador Marvin Hamlisch aportó su recuerdo de aquel momento: "La música de Scott Joplin era perfecta porque daba la sensación de estar escrita para el film. El ragtime funcionó porque la película no parece hecha del todo en serio. Es cierto que algunos críticos se quejaron porque no se correspondía con la época, pero mi respuesta fue: ‘El ragtime te dice que es divertido, que es rítmico, que es atrevido, que es Chicago, por lo tanto podíamos usarlo sin tomárnoslo totalmente en serio’.
Al mismo tiempo, Hamlisch aportó otro dato que nuevamente revela el talento del realizador: "George también era músico, tocaba el piano, así que sabía exactamente lo que quería. Generalmente, en el cine la música se usa como acompañamiento; es decir, hay alguien hablando y detrás se escucha la música. En el 98 por ciento de El golpe la música suena cuando nadie habla. Así que se aprecia por completo. Creo que por esa razón tuvo tanto impacto".
Así, de a pinceladas, se va deconstruyendo la historia de El golpe (que ganó siete premios Oscar, entre ellos: mejor película, director y guion original) . Y la sensación que se tiene al sumergirse en los recuerdos de los creadores es la misma que se siente cada vez que se vuelve a ver: un director ideal, un guion inmejorable, una partitura inolvidable y dos protagonistas insuperables. En resumen: una "película perfecta".
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