El Facha Martel: un buscavidas que se hizo actor, conoció el éxito, pero dos tragedias lo hundieron en una depresión
Fue íntimo amigo de Alberto Olmedo y Carlos Monzón, y sus trágicas muertes lo desestabilizaron; dejaron de llamarlo para trabajar y tuvo que vender todo para sobrevivir
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Fue el compinche de Alberto Olmedo y de su mano conoció la fama, aunque hacía un tiempo que trabajaba en el medio. La vida parecía sonreírle y era todo un ganador hasta que llegaron años oscuros cuando tuvo problemas con las drogas y hasta lo denunciaron de narcotraficante. Adrián Facha Martel era un buscavidas que tomó algunas malas decisiones que lo hundieron en un pozo del que nunca pudo salir y terminaron con su muerte el 21 de febrero de 2013. Había nacido en Buenos Aires el 26 de abril de 1948 como Pedro Julio César Martínez, pero cuando entró al mundo del espectáculo le sugirieron que eligiera otro nombre, más pegadizo. Sin embargo, todos lo conocían como “el Facha”, por su pinta claro.

Quiso ser jugador de fútbol y durante un tiempo pareció alcanzar ese deseo cuando jugó en un equipo de Mar del Plata, pero no era lo suyo y cuando lo entendió, decidió estudiar Derecho. Apenas llegó a cursar porque ese tampoco era su destino. Gracias a su tío Amadeo Mandarino, cantor de Aníbal Troilo, le propusieron hacer fotonovelas y a Martel le interesó el tema, tanto que se anotó en un taller de teatro de Marcelo Lavalle. Estaba feliz porque había encontrado su camino. Tuvo su primera oportunidad en televisión de la mano de Osvaldo Pacheco, en Viernes de Pacheco, y luego Una familia de tantas y El teatro de Pacheco hasta que Nene Cascallar lo convocó para que se sumara a la novela El amor tiene cara de mujer, que terminó de abrirle las puertas del mundo del espectáculo. Siguió con Se necesita una ilusión, Romina, Un día 32 en San Telmo, Departamento de comedia. Hasta ese momento trabajaba con el nombre que rezaba en sus documentos.
En ese entonces todavía no podía sostenerse con su trabajo de actor y se las rebuscaba vendiendo ropa, perfumes, relojes. Alguna vez él mismo dijo que era un “proveedor de cosas”. “Vendí buena ropa, en general era todo última moda que adaptaba junto con algún diseñador o que traía directamente de Europa, y lo pasaba por la Aduana como efectos personales”. Conseguía lo que le pidieran y de ese modo conoció a Alberto Olmedo, a principios de los 80. “Si Olmedo me decía que quería un reloj que en el mercado costaba 150 dólares, yo lo conseguía a 100 y se lo vendía a 120″, explicaba en las entrevistas. Gracias al humorista se sumó a No toca botón en televisión y también hizo dos películas, El manosanta está cargado y Atracción peculiar, y varias obras de teatro. Y así, de la mano de Olmedo, se transformó en el Facha Martel.
En televisión también hizo Increíblemente sola, Pelear por la vida (donde conoció a su gran amigo Carlos Monzón), Voy a pagar la luz, El sodero de mi vida, Son amores, Los pensionados, Odisea de un viento de cambio, un programa de cable de La Plata que se llamaba Los lobos de la noche, y su último trabajo fue un episodio de la serie 9 mm, crímenes a medida de la historia.
En cine participó de Los drogadictos, Comandos azules, Comandos azules en acción, Todo o nada, El telo y la tele, Sucedió en el internado, Correccional de mujeres, Los bañeros más locos del mundo, El manosanta está cargado, Los pilotos más locos del mundo, Atracción peculiar, Cargo de conciencia, Sin querer queriendo, El destino del Lukong. Incursionó como productor en la película Maytland, y también fue guionista de varios sketches en teatro junto a Olmedo, y del programa de Canal 9, Café fashion. Además, fue animador de un circo en 2001 y hasta hizo algunos trucos de magia.
En teatro hizo El bicho tuvo la culpa, El Negro no puede, Éramos tan pobres, Parado por retenciones, El champagne las pone mimosas. También administró algunos boliches de Palermo y fue dueño de una peluquería.
Los 80 fueron años de éxitos, fama y mujeres para el Facha Martel y hasta llegó a formar parte del codiciado equipo de “Los galanes”, junto a Carlín Calvo, Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Miguel Ángel Solá, entre otros. El director técnico era Luis Tasca y durante algunos años recorrieron el país jugando partidos a beneficio de alguna institución.
Era todo un caballero y jamás hablaba de sus relaciones, pero se sabe que tuvo romances con Mónica Gonzaga, Yuyito González, Noemí Alan, Sandra Villarruel, Carina Ferreyra -que era una de las secretarias de Tato Bores-, y Marcela Uset, hija de la actriz Marcela López Rey. Se casó con Cristina Furri y tuvieron dos hijos, Román y Soledad. Con el tiempo él se enteró de que Soledad no era su verdadera hija y la pareja se rompió. Siempre polémico, alguna vez contó que fue taxi boy: “Una vez me quisieron pagar con campos”, aseguró.
Mónica Gonzaga, que también fue su amiga, lo recuerda para LA NACIÓN: “Era muy buen compañero y un caballero. Siempre estaba atento a tu estado emocional. Hasta el día de hoy los chicos de 40 años me repiten la letra que el Facha decía en Los bañeros, en la escena de la playa cuando él tocaba la armónica”. En tanto, Noemí Alan cuenta: “Fuimos muy amigotes, muchas salidas, sobre todo en temporadas en Mar del Plata. Era un tipo muy divertido”.
El principio del fin
Después de la fama llegó la oscuridad, cuando sin querer se vio atrapado en el mundo de las drogas. A eso se sumó la sentencia de su gran amigo Carlos Monzón por el asesinato de Alicia Muñiz, y luego la muerte de su otro gran amigo, Olmedo. Recibió varias denuncias, lo acusaron de ser narcotraficante, de proporcionarle drogas a algunos artistas. Guillermo Patricio Kelly llegó a decir que vendía drogas en Marsella, Francia, amparado por Alain Delon. También fue testigo de la muerte de Alicia Muñiz porque esa noche el Facha estuvo con la pareja en el casino y tomando unos tragos en un club, y luego fueron a la casa que había alquilado esa temporada en Mar del Plata, donde sucedió el femicidio. Monzón y Muñiz estaban pasando unos días allí, invitados por el actor.
Por ese entonces, decía de Monzón: “A un amigo estoy dispuesto a apoyarlo en las buenas y en las malas. También estoy dispuesto a censurarlo y a no apoyarlo de ninguna manera si estuvo mal... Yo no lo defiendo, yo lo apoyo porque creo que fue un accidente porque me lo dijo el mismo Carlos, a quien le creo”.
Los hechos sucedieron el 14 de febrero de 1988 y unos días después, el 5 de marzo, se moría Olmedo, también en extrañas circunstancias. Algunos acusaron al Facha Martel de proveerles drogas, pero él negó todo, aunque aceptó que era consumidor. Fue el principio del fin porque a partir de entonces muchos que se decían sus amigos empezaron a esquivarlo y los productores ya no lo convocaron para trabajar. Llegó a vender cuatro terrenos, un departamento y su auto para subsistir. Se encerró en su casa y luego confesó: “Estuve meses en pijama, entre botellas de cerveza, y llegué a pesar 110 kilos...”.
Una novia lo saco de ese estado y se mudaron a Bariloche durante un tiempo, pero la cosa no funcionó y él volvió a Buenos Aires, peor de lo que se había ido. “Tomaba las 24 horas. Sin tomar droga no podía ni levantarme. Perdí lo que no tenía y me quedé sin plata para drogarme. Escribí una nota y pensé en matarme. Gerardo Sofovich se enteró, me llamó una madrugada y me puso en el programa de Mario Sapag”. De a poco las cosas empezaron a mejorar y volvió a trabajar en El sodero de mi vida. Pareció recuperarse, pero no del todo. Con el tiempo los problemas de salud empeoraron, tuvo dos infartos, le colocaron stents, se rompió la cadera, tuvo problemas renales y finalmente murió el 22 de febrero de 2013, a los 64 años.
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