El ex Chiquititas que superó fuertes crisis personales, se enamoró de su mejor amiga y está listo para regresar a la tele
Santiago Stieben conoció la fama en su niñez y, luego de varios altibajos, decidió seguir apostando por el oficio
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Santiago Stieben conoció la popularidad con apenas 10 años, cuando interpretaba a “Roña” en Chiquititas, la serie infantil que a finales de los ‘90 fue un gran éxito en Telefe. Hoy, a los 37 años, el actor se siente afortunado y agradecido porque pudo sostenerse en la profesión, a pesar de algunos altibajos. De eso habla en una charla con LA NACIÓN, y confiesa que tuvo un bajón cuando terminó esa tira, pero un colega lo ayudó a continuar. Además cuenta su historia de amor con su mejor amiga, que hace 18 años es su mujer y también es madre de su hija, Ámbar.
Entusiasmado, Stieben cuenta que en el último año grabó dos series para televisión que pronto van a estrenarse. “Una es ATAV 2 (Argentina, tierra de amor y venganza) que va a poner al aire eltrece, en breve, donde interpreto a un periodista de espectáculos. Es muy divertido lo que se generó con los personajes con los que interactuó, Malena Solda y Juan Gil Navarro. Se sitúa en los ‘80, en la vuelta de la democracia, y es una época increíble para contar. Hacía rato que no hacía tira diaria para televisión abierta”, cuenta. “Y también grabé una serie que sea llama Freaks para Disney+; la historia trata sobre una banda de rock y ahí soy el hermano de uno de los protagonistas, un personaje particular, que se la juega en una situación y desata un problema interno muy grande. Son 12 capítulos”, detalla.
-¿Y qué planes hay para este año?
-Tengo más proyectos. Este año voy a tener mi primera experiencia en dirección. Me llamó un influencer y humorista para que lo dirija este invierno, y estoy muy entusiasmado. Además, trabajo como productor de un DJ que se llama Tommy Muñoz, que hace eventos enormes. Y por eso quizá este año estudié para ser stage manager.
-En el 2021 publicaste en redes un pedido de trabajo, ¿todo lo que contás surgió a partir de la publicación?
-No lo sé. Puede ser. Yo subí una búsqueda laboral a LinkedIn y no me imaginaba la repercusión que tuvo. Lo hago a menudo, no es raro decir que busco trabajo. Lo utilicé para acercar un pedido laboral porque la situación no era buena, me había quedado sin ahorros y necesitaba producir. En el 2020 iba a ser parte de Escuela de rock, con Migue Granados en el Teatro Opera, pero se pinchó con la pandemia. Ahí me di cuenta que no tenía un plan B, que me había confiado en ese trabajo. Siempre pensaba, ¿qué más me interesa hacer? Me formé como actor y no seguí otra carrera. En algún momento pensé en estudiar producción y dirección, locución, pero no lo hice porque siempre tuve trabajo como actor. De todas maneras, en algunos períodos tuve que trabajar de otras cosas.
-¿De qué otras cosas?
-Trabajé en la barra de un bar en Palermo hasta que fui a un casting para Media falta, en Canal 13, y quedé. Después trabajé para una marca de ropa de surfers, en un negocio de camperas en el Soleil Factory y un día vendí un stock de cuatro camperas que no se llevaba nadie, en pleno verano, y automáticamente me pasaron al Alto Palermo. Fue en el 2003 y en ese momento la ficción también estaba en una crisis tremenda. Salían participaciones pequeñas en series como Simuladores, Tiempo final.
-¿Ya vivías solo?
-Vivo solo desde los 16 años porque mis papás se fueron mudando cada vez más lejos de Capital Federal. Yo nací y me crié en Villa Crespo, y después se mudaron a Del Viso y estuve con ellos durante cuatro años, y volvieron a mudarse a Luján. Ya me quedaba demasiado lejos porque en ese momento lo que me interesaba sucedía en Capital. Así que me vine a vivir con uno de mis hermanos mayores. Somos cinco hermanos y viví con todos.
-Tenías 10 años cuando fuiste parte del boom de Chiquititas... ¿Qué recuerdos tenés de ese momento?
-Fue muy fuerte lo que pasó. Disfruté mucho esos años y los recuerdos con mucho cariño. Fue una gran escuela. Todo pasó muy rápido: empecé a grabar y a los pocos meses estaba en el escenario del Gran Rex. Fue una locura, pero lo pasé bien porque era entretenido y me gustan los desafíos. Dejé de ir a cumpleaños de amigos, a lugares públicos, no fui al viaje de egresados, pero no cambio lo vivido por nada del mundo.
-¿Cómo llegaste al programa?
-Fue algo rarísimo. De chico era muy inquieto y estaba al cuidado de mis hermanos porque mis padres trabajaban todo el día. En ese entonces jugábamos a la pelota en la calle, y a los 7 años me atropelló un auto en la puerta de mi casa, yendo a buscar la pelota. Terminé internado, me quebré el tabique y tenía la cara súper inflamada. Mis viejos se dieron cuenta que no podían dejarme al cuidado de adolescentes y me buscaron actividades. En fútbol no era bueno, y caí en una escuela de teatro, con Ana Pechman, pero a los tres meses me echaron por quilombero y le sugirieron que hiciera algo más físico. De todas maneras, quedé en un casting pata Telefe, porque estaban buscando chicos para Mi familia es un dibujo. Fui, superé varios castings hasta que quedamos dos.
-¿Y qué pasó?
-Me dijeron que yo no daba 6 años, porque tenía 9 o 10, pero que iban a llamarme. Y lo hicieron unas semanas después, para Chiquititas. Me acuerdo que la productora me dio seis capítulos y yo estudié la letra de todos los personajes, porque no sabía cómo se hacía. En la grabación murmuraba el texto de los otros. Me fueron puliendo.
-Fueron cuatro años de éxito, ¿qué pasó cuando eso se terminó?
-Fue un bajón durante un tiempo. Estaba un poco agotado porque había pasado de la primaria a la secundaria, rasguñando un poco porque nunca fui un gran alumno. En el ‘99 se terminó el programa y con la crisis del 2001 entré en una meseta. No era una depresión, pero lo sufrí. Entendí que había arrancado muy arriba y que todo lo que iba a venir iba a ser en caída. Y a eso se le sumaba la crisis de la adolescencia con la presión de la típica pregunta: qué vas a ser cuando seas grande.
-¿Y cómo saliste?
-Las respuestas no fueron simples, pero tuve suerte porque mis viejos y mis hermanos me bancaron emocionalmente, me bajaron a tierra y eso me ayudó a entender que lo que había pasado era algo extraordinario. Y que si quería seguir por ese camino, iba a tener que construirlo desde cero, porque no podía subirme a la ola y surfearla por el resto de mi vida. Tenía que formarme y eso es lo que hice. El que me ayudó fue Claudio Da Passano, que falleció hace muy poquito. Había trabajado en Chiquititas y yo lo quería mucho, siempre fue un genio con todos nosotros. Cuando el programa terminó, me lo crucé una vez, le conté lo que me pasaba y le dije que creía que no iba a seguir actuando, que había tenido mucha exposición y no sabía que me gustaba, pero también que tenía que construirme solo e iba a ser un caos. Y Dapa, que era un tipo maravilloso, muy humano e inteligente, me dijo que iba a dirigir una obra infantil, que podía haber algo para mí, y me aseguró que no nos iba a ver nadie y que me iba a enamorar del teatro. Así fue.
-¿Cómo se llamaba la obra?
-La obra se llamaba Diez corazones, en el ND Ateneo, y no nos fue a ver nadie y me enamoré del teatro. Dapa siempre me enseñó que el camino de actor se construía, que no había que dormirse en los laureles, y se lo voy a agradecer toda la vida. Fue un gran maestro. Yo quería seguir trabajando como actor, pero no sabía si estaba capacitado para hacerlo y fue Dapa quien me dijo que estudiara, que me formara, que siguiera buscando y en conexión con la gente que ya conocía.
-¿Seguiste viendo a algún compañero de Chiquititas?
-Si, somos muy amigos con Alfonso Burgos, que además es el padrino de mi hija Ámbar (7 años). Y hace unos años nos reencontramos con Diego Mesaglio, porque los tres hicimos una obra de teatro que se llama Se alquila. Los tres compramos los derechos de esta obra española, la montamos, la produjimos, la adaptamos y la hicimos durante más de un año.
-¿La mamá de tu hija tiene relación con el medio?
-No, nada que ver. Romina es diseñadora de calzado y carteras. Romi fue primero mi mejor amiga y vivimos juntos desde hace veinte años. Nos fuimos a vivir juntos siendo amigos, cuando yo ya había vivido con todos mis hermanos. Romi vivía con la abuela y en un momento me mudé con ellas. Después vivimos solos como amigos durante un año hasta que nos dimos cuenta que nos habíamos enamorado. Hace 18 años que estamos en pareja y 23 que nos conocemos. Ella fue parte de mi decisión de seguir actuando porque me lo planteé a los 15 y a los 20 también, porque es una profesión con muchos altos y bajos, y ella me apoyó.
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