El escándalo entre Cris Miró y Raúl Portal que no está en la serie, terminó en Tribunales y desató la furia de la madre de la vedette
El conductor y la actriz tuvieron un duro intercambio mediático que llegó a la Justicia en 1999, poco antes de que ella perdiera la vida
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Juanito Belmonte, representante y amigo, se lo había dejado bien claro: “De ninguna manera te metas en escándalos mediáticos”. Así sucedió en la realidad, y así sucede en la serie Cris Miró (Ella), que se acaba de estrenar en Flow. La vedette asintió, e hizo lo que pudo para mantener un perfil bajo, enfocado exclusivamente en el crecimiento de su figura artística. Y no porque no tuviera personalidad y carácter (que los tenía, y mucho), sino porque ya bastante difícil era para ella lidiar con una sociedad que no la entendía, que se preguntaba por su “verdadero nombre”, por si se montaba solo para la escena, o si se afeitaba la barba antes o después de calzarse las plumas. Parecía que Cris Miró iba a salir airosa del brete, con cintura y simpatía, esquivó algunos conflictos de la época, como los temas de cartel con la excelente Cecilia Narova, por ejemplo. Hasta que se cruzó en su camino Raúl Portal, uno de los conductores más reconocidos de los años 90, y machista a ultranza.
Luego de su paso -durante la década anterior- por el legendario Semanario insólito, y de poner en valor la medianoche con Noti Dormi (horario que luego haría propio Marcelo Tinelli), a mediados de los 90 Portal se encontraba nuevamente marcando tendencia al frente de Perdona Nuestros Pecados (PNP), junto con Robocopia (también de su creación), los padres de los programas de archivo en nuestro país. Impredecible, disruptivo, por momentos gracioso, el conductor era una opinión autorizada para los medios de la época, sea inventando neologismos (llegó a sacar libros al respecto) o reivindicando la bandera del machismo, tanto en la esfera pública como privada. Cris creció de manera tan rápida y contundente, que un día quedó en su mira. Y Portal, fiel a su estilo, no dudó en disparar.
La cátedra del macho
Quizás por estar tan alejada de sus tradicionales valores, tal vez porque los diarios y revistas hablaban cada vez más de ella, o porque en cuestiones mediáticas siempre es bueno tener un antagonista, Raúl Portal eligió a Cris Miró como objetivo. En 1996, el conductor se sinceraba frente a Beto Casella: “No acusaría a nadie por ser homosexual. Eso sí, tampoco me gusta el culto a la homosexualidad. Me tiene un poco harto el relajo de ciertos homosexuales y de muchos heterosexuales. La onda del culto a Cris Miró me parece patética. ¿Cómo puede ser? En el país que tiene las minas más lindas del mundo, la primera vedette es un tipo. Mirá lo que lograron las feministas”.
Aunque con el prisma actual suena fuerte, puede que la anterior haya sido la más suave de sus declaraciones públicas, o tal vez no. Lo cierto es que aquello fue parte de una sucesión de referencias insultantes del conductor hacia la artista, que tuvieron su epítome con la calificación de “Puto”.
Si bien en la cabeza de Cris Miró golpeaba como un martillo el consejo de Juanito Belmonte, la estrella no pudo más y decidió iniciar una demanda por calumnias e injurias. “Pasé días muy malos -contaba-. A pesar de las explicaciones de Portal, sigo sin entender las razones por las cuales hizo esto. Solo sé que me agredió gratuitamente y que, aunque yo soy una persona pacífica, recurro a la Justicia para que se termine la agresión”. La causa tramitó en el juzgado civil N°49, Cris Miró estuvo patrocinada por su abogada y amiga, Sandra Beatriz Cilia.
Mientras el proceso avanzaba, en la vereda de enfrente, el periodista subía la apuesta: “Yo usé esa palabra porque en el barrio a estos muchachos no se los llama ‘gay’ sino como yo lo dije. Para mí no es un insulto porque yo respeto lo que él sea. Mi único interés es que los chicos no crean que pueden nacer de un sexo y cambiarlo como una camisa de la que no les gusta el color”.
Pasaron las semanas, los meses, y mientras en sede judicial continuaban las presentaciones, en los medios se libraba otra batalla, mucho más directa y virulenta. “Yo no tengo un juicio con Cris Miró -chicaneaba Portal a la periodista de la revista Así, en diciembre de 1996-, tengo un juicio con Gerardo Elías Virguez, que es su verdadero nombre. Lo único que me preocupa es la confusión de los chicos, que piensen que da lo mismo ser hombre que mujer. Entienden muy bien la homosexualidad pero los confunde la ambigüedad, y esto lo voy a avalar con profesionales. A Cris Miró lo estoy defendiendo porque me da pena que lo promocionen como número de feria en los programas. No es una mujer. Me enoja más la actitud de este señor con mi hijo, porque dijo que estaba muy fuerte. Y tengo pruebas. No me gusta que un tipo opine que le guste mi hijo. Y no es discriminar”.
Como la defensa mediática del conductor consistía en el ejemplo que se le daba a la juventud, la vedette decidió contestarle de igual forma: “Como yo también pienso en los chicos, siempre me preocupé de que fuera de dominio público mi condición de hombre. Nunca mentí al respecto. Jamás dije que era una mujer, y ahora gracias a Portal todos se enteran de lo contrario. Siempre confesé que nací como hombre, hice una elección de vida que no fue ni es cosa fácil y logré metas como trabajar en lo que me gusta y estar a punto de terminar mi carrera de odontología con mucho esfuerzo. Peor que todo esto es que el insulto de Portal aparezca ante los chicos como una forma habitual que tienen los adultos de tratarse”.
Perdona nuestros pecados
El martes 1 de junio de 1999 fue la fecha puesta por el tribunal para una audiencia de apelación, frente al dictamen en favor de Cris Miró, que en primera instancia había dictado la jueza Susana Nocetti de Angelelli. Ese mismo día, la estrella moría en la habitación 307 del tercer piso de la Clínica Santa Isabel. Tenía 33 años.
“Me indigna aquellos periodistas que me llamaron y me dijeron si estaba contento con la noticia. Me parece una falta de respeto -declaró Raúl Portal el mismo día a Diario Popular-. Lo mío no fue nada personal contra Cris Miró. Son cosas del medio. Además, en el juicio hubo una intención tanto mía como de Cris de poner fin, pero la abogada de él exigió unos honorarios imposibles de pagar. Esta es la razón por la cual se extendió el juicio. Yo me comuniqué con los familiares y les ofrecí ayuda. Me quedé tranquilo porque sé que los allegados recibieron mi mensaje”. El conductor, de acuerdo a sus propias declaraciones, había ofrecido incluso donar sangre.
Todo parecía indicar que el fallecimiento de Cris Miró marcaba también el final del mayor escándalo mediático que enfrentó en su corta carrera. Sin embargo, la televisión fue nuevamente artífice de un capítulo más, esta vez a cargo de Hilda, la madre de la artista. Al igual que en aquel almuerzo de Mirtha Legrand, donde se buscó “acercar posiciones” sacando al aire al conductor de PNP, mientas la estrella sentada a la mesa se mostraba visiblemente molesta, poco después de su deceso, en ATC Portal recibió un llamado en vivo de la mamá de Cris. A pesar de su dolor, o potenciado por él, las palabras de la señora fueron contundentes: “Él la agredió sin conocerla, sin saber nada de mi hija. La agredió terriblemente en una oportunidad, por lo cual ella le hizo juicio, a él y a su hijo. Los dos la agredieron con palabras muy duras, muy desagradables. Porque respecto a la sexualidad de Cris todo el mundo la conocía y la aceptaba. Se la ha aceptado tal cual fue. La acepté yo y la aceptó su padre, porque fue su naturaleza. Entonces, estas personas que no la conocían se tomaron el atrevimiento de agredirla verbalmente. Por algo mi hija ganó el juicio. Él le hizo una oferta a la abogada para pararlo ahí, pero no. El juicio va a seguir hasta las últimas consecuencias”.
Ni siquiera la mirada conmovida a cámara del conductor, y un tímido “la conciencia la tengo tranquila, conversamos con Cris y pudimos ponernos de acuerdo”, pudieron contener la angustia de Hilda: “No conversaron ni se pusieron de acuerdo. Tuvieron tal vez alguna palabra, la única vez que se encontraron. Usted sabe muy bien lo que dijo, no lo voy a repetir porque fue una palabra grosera. Tengo esa delicadeza, para que no se diga en televisión. No estoy en condiciones en este momento de hablar con todo lo que me pasa, pero esto con usted sí lo quería hablar. Las cosas hay que pensarlas antes de decirlas. En este momento no vale que se le llenen los ojos de lágrimas, en este momento no tiene caso eso ni tampoco su disculpa”.
Cris Miró tuvo que lidiar con el prejuicio de un mundo que no estaba preparado para ella, para ese fulgor incandescente que la destacó del resto. No fue fácil ni abrir esa puerta, ni marcar el camino. Pero lo hizo. “A pesar de que nací con un determinado sexo, que hace que tenga documentos de hombre y género de hombre, lo más importante es lo que yo siento. Yo soy una sola persona, y eso es lo que me importa. Eso de los opuestos lo ven los demás, yo lo vivo de una sola manera”.
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