En 2006 mataron a la cineasta e intérprete, pero en un comienzo, la policía informó que se trataba de un suicidio, aunque tiempo después se supo la verdad; Adrienne, el documental de HBO Max, retrata la vida y obra de una prometedora artista
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“Cuando entro a esta casa no siento que sea la misma de siempre, es como si todavía estuviera esa presencia maligna, es aterrador”, expresó el productor Andy Ostroy, marido de la actriz y directora Adrienne Shelly, cuando reingresó al que fuera su hogar décadas atrás, donde hasta el 30 de octubre de 2006 vivía con su esposa y su pequeña hija, Sophie, a quien le habían festejado su tercer cumpleaños antes de que los azotara la tragedia. El 1° de noviembre, tan solo unas horas después de la celebración, Ostroy intentó infructuosamente comunicarse con su esposa y fue al departamento familiar cuando empezó a preocuparse. Allí, se encontró con la peor imagen: Adrienne en el baño, colgada de una sábana. La policía y los medios de comunicación confirmaron que se trató de un suicidio y el caso se cerró rápidamente, hasta que la insistencia de Ostroy y la aparición de nuevas pruebas hicieron dar un vuelco a la investigación.
En el documental de HBO Max, Adrienne, dirigido por el propio esposo de la artista, se pone el foco no solo en los momentos finales de su vida sino también en cómo Shelly era una intérprete consumada, que disfrutaba de ser parte de la contracorriente, y cuyas memorables colaboraciones creativas con el cineasta Hal Hartley la erigieron como la nueva promesa del cine indie. Cuando uno ve trabajos del realizador tales como The Unbelievable Truth y la inolvidable Trust, encuentra en Adrienne a una actriz completa. Hartley siempre supo eso y la corrió del lugar de mujer bonita para explotar tanto su faceta de comediante como una cierta vulnerabilidad que llevaba consigo.
“Por un largo tiempo, ella le tuvo miedo a la muerte -revela su marido en el documental-. Al menos, desde la muerte de su padre, algo con lo que no pudo lidiar”. Quienes conocieron a Adrienne, que en la Nueva York de los 90 buscaba no solo colaborar con directores del indie sino eventualmente convertirse ella misma en una cineasta respetada, aseguran que su presencia luminosa hacía que fuera imposible no querer tenerla cerca. Sin embargo, también arrastraba el peso de la angustia por el fallecimiento de su papá. “Ella buscaba respuestas a lo sucedido, no comprendía por qué él de repente ya no estaba más con nosotros”, explicó su madre, Elaine.
Sheldon Levine murió mientras dormía cuando Adrienne era pequeña y, como forma de homenajearlo, ella usó el nombre de su papá como apellido. Adrienne Levine pasó a ser Adrienne Shelly, como solía llamar a ese hombre que dejó un enorme vacío en su vida, pero también un lema: disfrutar de cada momento, no desperdiciarlo. En una industria que entonces no estaba habituada a ver historias comandadas por mujeres -muchos menos dirigidas por ellas-, Adrienne, quien había formado parte del film de Brent Hamer, Factotum junto a Matt Dillon, basado en la obra de Charles Bukowski, sabía que tenía que volver al ruedo como realizadora. En 1996 había dirigido la comedia Sudden Manhattan, pero algunas críticas lapidarias la hicieron replantearse su trabajo. “Le habían afectado algunos comentarios maliciosos -cuenta su marido en el documental-, pero luego recordó por qué había elegido su carrera y siguió adelante”. Shelly amaba Nueva York, amaba reunirse con colegas, filmar con poco presupuesto, lanzar algo al mundo, independientemente del resultado.
En un tramo muy elocuente de Adrienne, la propia actriz y directora narra, en un video rescatado por su esposo, cómo era la escena cinematográfica de la época, donde ya se asomaba la figura de Harvey Weinstein, quien la acosó en un rodaje: “No hay lugar para las mujeres, a veces creo que sí y luego veo algo que me hace cambiar de opinión, por eso espero alguna vez poder contar historias que nos representen”. Su enorme sonrisa al enunciar su deseo presagiaba lo que estaba concibiendo. Luego de su largometraje I’ll Take You There, Shelly se abocó a un guion que venía puliendo desde hacía mucho tiempo: el de Waitress.
Cuando comenzó el rodaje, ya no tenía dudas de lo que quería para su futuro y en su obra póstuma se plasma un discurso feminista atravesado también por la dulzura, por la ingenuidad. El rol de Jenna Hunterson fue interpretado a la perfección por Keri Russell, quien personifica a una mujer embarazada que vive con un marido abusivo y quien se enamora del médico del pueblo. De todas formas, Waitress no es el relato de un triángulo amoroso, es un retrato extraordinario sobre el camino a la maternidad con todos sus vaivenes, y de la importancia de la amistad en un mundo sin certezas (la actuación secundaria de la directora va por ese carril).
“Adrienne estaba muy orgullosa de la película. Su sueño era que quedara seleccionada para el Festival de Sundance”, recordó su esposo en una ocasión. En ese lugar, tiempo atrás, Hartley había sido nominado al Premio del Jurado por The Unbelievable Truth, y Shelly lo sintió como el escenario ideal para exhibir sus propios trabajos. Un día, le llegó la carta. Waitress iba a exhibirse el 21 de enero de 2007 en el festival. La emoción de la directora la condujo a celebrar con sus amigos, entre ellos, el actor Paul Rudd y la actriz Cheryl Hines, quien también integraba el elenco del film, y a prepararse para el momento que estaba esperando desde que a los 10 años les dijo a sus padres que quería hacer obras de teatro en el Stagedoor Manor de Long Island. Lamentablemente, horas después de festejar Halloween y el cumpleaños de su hija, Adrienne se cruzó con Diego Pillco, un joven de 19 años que la asesinó en el estudio de su departamento en el barrio West Village.
Un desenlace trágico y un reconocimiento agridulce
Luego de que Ostroy declarara ante la policía y les explicara que su esposa jamás hubiese tomado la decisión de quitarse la vida, se ordenó una autopsia que debió haberse realizado mucho antes. El resultado de la misma confirmó la hipótesis de la familia de Shelly: a sus 40 años, había sido estrangulada en su oficina. Al poco tiempo, encontraron al asesinato, Diego Pillco, un constructor que estaba trabajando en el edificio, y quien confesó haber matado a Adrienne porque ella lo había encontrado robando en su departamento. Luego, la llevó al baño, donde intentó hacer pasar el asesinato por suicidio. Ese montaje confundió a los investigadores inicialmente, hasta que la evidencia y la posterior declaración de Pillco demostró que Adrienne había sido asesinada. En 2008, el joven fue condenado a 25 años de prisión.
Como Ostroy no quería vivir con la última imagen de su esposa gritando, decidió visitar a Pillco y registró el encuentro en la cárcel para su documental. Se trata de un momento desolador de su trabajo, en el que el hombre le narra lo que le hizo a Shelly mientras Ostroy no puede dejar de llorar. “Quería que vieras que le arrebataste una madre a su hija, una hija a su madre, y una esposa a alguien que la amaba muchísimo”, le dice el productor al asesino, quien se retira del lugar impertérrito.
Adrienne, el documental que Ostroy realizó como tributo a Shelly, no concluye con ese episodio, pero de todas formas es imposible no sentir la misma impotencia que el marido de una artista que tenía mucho para dar. Como prueba, lo vemos caminando por Nueva York, paseando por Broadway, en donde se estaba exhibiendo Waitress, el exitoso musical basado en la película de Shelly, con canciones de Sara Bareilles, que fue nominado a cuatro premios Tony. El hombre habla con quienes compraron entradas para ver la obra y les cuenta quién escribió la historia original, como una forma de mantener vivo el nombre de su esposa, de asegurarse que su legado no se pierda. Tiempo antes, cuando el film se estrenó en Sundance, la presentación fue agridulce. “Creo que todos estábamos llorando en ese momento, pensando en lo mucho que a Adrienne le hubiese gustado estar ahí”, contó una de sus amigas.
En memoria de su esposa, Ostroy creó la Fundación Adrienne Shelly, que otorga becas a mujeres directoras, como sucedió con las ganadoras del Oscar Cynthia Wade y Chloé Zhao. “En esta industria, son los animales los que están a cargo”, había contado Shelly sobre su experiencia al cruzarse con Weinstein, quien produjo The Unbelievable Truth. En la filmación, le pidió a Hal Hartley que incluyera más escenas sensuales de Adrienne, ante lo que el director se negó generando una disputa. Adrienne iba en camino a combatir a esos animales hasta que uno de ellos acabó con su vida. “Ella era una persona cálida, con una enorme belleza interior y una energía contagiosa”, así la evoca su marido y de esa forma se la describe a su hija, quien tiene muy pocos recuerdos de ella. Para sentirse más cerca de su mamá, lee sus diarios y sigue sus pasos: Sophie también descubrió que el arte es su vocación.
Adrienne, de Andy Ostroy, está disponible en HBO Max.
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