El drama de Pinky contado por Gastón Satragno: depresión, apremios económicos y la dolorosa pérdida de su hijo Leo
"Es muy difícil llegar a la vejez en la Argentina". Gastón Satragno se permite reflexionar minutos antes de repetir la rutina diaria: visitar a su madre, Lidia Satragno, Pinky, en el hospital Juan Fernández donde se encuentra internada desde hace una semana a causa de una neumonía provocada por su epoc crónico. En la noche prematura del otoño porteño, llega al nosocomio acompañado por su sobrina Miranda, hija de su hermano Leonardo, quien murió en enero.
Cada mañana y cada tarde, Gastón hace un alto en sus ocupaciones vinculadas al trabajo creativo con su banda de música electrónica Ultratango, para ocuparse del almuerzo y la cena de la estrella televisiva quien, posiblemente, sea dada de alta este viernres. A pesar de los golpes que recibieron él y su familia en los últimos tiempos, se permite el humor. Sin embargo, su buena predisposición no le impide desnudar, en la charla exclusiva con LA NACION, el dramático presente de su madre. Café de por medio, habla confiado en poder ayudar a muchos que atraviesan dramas idénticos.
–Hablás de lo difícil de pertenecer a la tercera edad en nuestro país. Esa dificultad que conllevaría, per se, ser anciano en nuestro país. ¿Cómo afecta concretamente a Pinky?
–La afectó a nivel económico, en el plano de la salud y en lo social. Quedó un poco aislada. Los últimos siete años fueron difíciles.
–Se habla del amigo del campeón. ¿Hubo mucha gente que se alejó de Lidia en estos tiempos dolorosos?
–Hubo mucho amigo del campeón que se alejó, sin la menor duda. Cuando uno es exitoso, todos son amigos. Pero en los momentos de crisis se ven los verdaderos. Hay un montón de gente que se ha borrado.
–¿Los que fueron sus colegas en el mundo de la política también se distanciaron?
–Sobre todo, ellos fueron los que más se alejaron. Ya sabemos la política cómo es…
–Se puede presuponer que una estrella de la magnitud de Pinky se atendería en una clínica exclusiva. Sin embargo, se encuentra internada en el Hospital Fernández. ¿Por qué?
–Ella ya no tiene prepaga porque fue imposible mantenerla por el costo y porque a los ancianos se los quieren sacar de encima. Y te puedo asegurar que hacen todo por sacárselos de encima. Pienso hablar pestes de la prepaga que ella tenía porque son unos piratas. Mamá es discapacitada oficialmente desde hace cuatro años. Tiene todos los papeles en regla, está todo demostrado. Pero la prepaga se ha comportado de una manera lamentable. Ahora mamá se atiende por PAMI, eso nos ha ayudado muchísimo.
–¿Es el costo de las cuotas lo que imposibilitó que Pinky continuara con la cobertura de la prepaga?
–La prepaga aumentó a un nivel tremendo y estaba obligada a cumplir con ciertas cuestiones vinculadas a la discapacidad. Me hacían pagar la cuota, estar al día, con la promesa de que me iban a realizar los reintegros correspondientes.
–¿Esos reintegros tenían que ver con la condición de discapacitada de tu madre?
–Exacto. Pero siempre ponían una excusa para no pagar.
–Una celebridad de la talla de Pinky, que ha tenido remuneraciones importantes por su trabajo, ¿cómo llega a esta situación financiera?
–Su nivel de vida se deterioró. Hace muchos años que Pinky no trabaja. Te diría que la discapacidad no solo se comió los ahorros de ella sino los nuestros también. La familia quebró, esa es la realidad.
–Habiendo sido ella legisladora, ¿no le corresponde una jubilación más opulenta?
–Ella no quiso cobrar jamás esa jubilación. Le parecía incoherente porque había sido una de las que votó en contra de la jubilación de privilegio.
El kirchnerismo persiguió a la familia por ser de la oposición. En aquellos tiempos echaron a mamá de Radio 10
–Es decir que ella cobra la jubilación mínima.
-Así es. Hemos hecho de todo para poder salir adelante. Ella es una persona de la tercera edad. Sus problemas de salud y la crisis de nuestro país nos liquidaron. Además, durante el kirchnerismo nos echaron de los trabajos que teníamos. Había giras pautadas que se fueron cancelando.
–¿A qué giras te referís?
–A las que teníamos pautadas mi hermano y yo con Ultratango, nuestro grupo de música. El kirchnerismo persiguió a la familia por ser de la oposición. En aquellos tiempos echaron a mamá de Radio 10.
–Cuando Pinky realizaba su programa en Radio 10, el propietario de la emisora era Daniel Hadad. ¿Cierto?
–Sí, efectivamente. Pero cuando la radio se vendió, los nuevos propietarios le dijeron que estaba todo bien con la programación, menos con mi mamá. A Daniel Hadad no le quedó otra que echarla. Tuvo buena onda con ella y le pagó su indemnización. De hecho, mamá y Daniel son amigos.
–Aquel programa, con el que incluso ganó un Martín Fierro fue la última actividad de Lidia. ¿La desocupación quebrantó su salud?
–El trabajo siempre fue su combustible, le encanta hacerlo. Al no tener actividad comenzó a no estar tan bien.
Por estas horas, mientras Pinky se repone en el Hospital Fernández, su hermana Raquel se encuentra internada en una clínica por alteraciones en sus niveles de sodio. "Con mi prima decimos que cuando les den el alta a las dos compartimos la ambulancia y nos vamos de joda por ahí". A pesar del humor de Gastón, no son horas fáciles para los Satragno.
–Alguna vez Raquel comentó que Pinky no tenía ningún impedimento físico para no salir a la calle, pero que, sin embargo, optó por recluirse.
–Ella siempre tuvo un cuadro depresivo agudo. Así fue toda la vida.
–Su público no podría imaginar jamás que esa mujer tan bella, enérgica y de carácter arrollador podría padecer un cuadro depresivo.
–Estuvo siempre muy bien atendida con psiquiatras y lo supo llevar bien. Además, tiene problemas de tiroides que complican todo. Por otra parte, la política le hizo muy mal.
–Aquella famosa frase de ella donde se refería a "mi Matanza" imaginando un triunfo electoral que no fue tal fue un revés importante para su carrera política. ¿Lo sentís así?
-Aquello fue un golpe muy grande. Pero, además, su paso por el Congreso fue bravo. Néstor Kirchner la maltrató, le faltó el respeto, hacía cantar a la Cámpora en las gradas.
–¿En qué momento sucedía eso?
–Cuando ella presidía la sesión. Incluso, cuando le tomó el juramento, él parecía un estudiante de secundaria. Pero, más allá de eso, todo el trabajo en el Congreso fue muy bravo para ella. La decepcionó mucho.
–¿Por qué no siguió en la política?
–Ella buscó renovar su banca, pero no le dieron el lugar.
–Alejada de la política y de los medios, ¿qué sucedió con su vida?
–Ya no tenía más motor. Nosotros hicimos un montón de cosas para motivarla frente a la depresión. Pero había hecho un gran esfuerzo con la política. Al Congreso iba enferma, arrastrándose. Así que, luego de todo eso, se deprimió, no quiso hacer más nada. Incluso decidió dejar de caminar. Y, a esa edad, si no te movés…
–¿Decidió no caminar más?
–Sí. Eso la llevó a una trombosis muy brava que le hizo mucho daño. Y también tuvo complicaciones en la espalda por estar acostada.
–¿Intensificaron el tratamiento psiquiátrico?
–Sí, pero luchando con la prepaga. Finalmente apareció un salvador que se llama Salvador, que es el dueño de la clínica donde está rehabilitándose.
–Cacho Fontana tuvo mucho que ver con esa internación.
–Por supuesto. Un día fueron a verla y Salvador dijo: "Me la llevo". Y en la clínica comenzó a estar mejor.
–De hecho se mostró en la última edición del Martín Fierro junto a Cacho Fontana.
–Entró caminando al escenario. Fue increíble. Pero tiene los problemas de la gente de su edad.
–¿Hubo algún otro factor físico que diezmara su salud?
–Ella tiene epoc por haber fumado mucho, cualquier cosa vinculada a una bronquitis se complica mucho.
–¿Se podría decir que lo que ella tuvo esta última semana es eso?
–Sí, esos problemas derivaron en una neumonía.
–A pesar de su dependencia del tabaco, jamás se mostró fumando en público.
–No. Lo hacía en el marco de su privacidad. Los viernes se hacía comprar un cartón y el lunes no le quedaba un solo cigarrillo.
–¿Cómo está ahora?
–Muy bien. Habla, me dice que quiere irse con Cacho y con Salvador.
La muerte sin nombre
En la tarde del 10 de enero de este año falleció Leonardo Satragno, a los 54 años, luego de pasar la noche junto a Pinky, su madre, Raúl Lavié, su padre, y su hermano Gastón. El duelo por la muerte de una pareja se convierte en viudez. El fallecimiento de los padres convierte a la descendencia en huérfanos. Pero no existe una palabra que defina lo antinatural de la partida física de un hijo. "Mamá jamás superó lo de Leo, no lo va a superar".
–A la opinión pública le sorprendió la noticia. ¿Hacía mucho que estaba enfermo?
–El se enfermó de cáncer de vejiga hace diez años. Esa vez se salvó de milagro. Cuando volvió a recaer, las complicaciones fueron generándole varios problemas. Por eso, cuando falleció, de alguna manera estábamos preparados. Leo estaba sufriendo demasiado. Tenía muchos dolores y no podía desenvolverse como siempre.
Con Leo eramos uno. Muy distintos, por eso nos complementábamos... Mamá me decía Leo y a él Gastón
–¿Eran muy unidos?
-Eramos uno. Muy distintos, por eso nos complementábamos. Los amigos nos llamaban "Los Satragno Brother". Mamá me decía Leo y a él Gastón.
–¿Cómo fueron los últimos días con él?
–Cuando él empezó a estar mal de salud me dijo: "Aunque me recupere, no se si voy a poder seguir trabajando con vos como siempre". Así que armamos un sistema en el que él se quedaba en el búnker creando y yo salía con la banda a tocar. Durante ese tiempo hablamos mucho. Él era consciente de que probablemente no iba a sobrevivir.
–¿Te lo decía?
–Sí. Me decía: "Mirá que no sé si voy a poder zafar de ésta".
–¿Qué le respondías?
–Le daba ánimo. Pero, sinceramente, pensaba lo mismo. Vivo muy de frente a la realidad. No me ilusiono. Si no, cuando la realidad te golpea, te destruye. Sabía que tenía que ser el más fuerte y no flaquear porque, al momento de la muerte, tenía una responsabilidad muy grande.
–¿A qué te referís?
–A contener a mamá, a mis sobrinos.
–¿Recordás alguna charla especial con Leo?
–Un mes antes de morir me llamó y me dijo: "De esta no zafo. Así que te quiero pedir que te hagas cargo de los chicos, de Florencia (su pareja), de Mercedes (su exmujer). Y, por supuesto, de mamá y de papá. Además, me pidió que cuide de nuestro arte y de los chicos que tocan con nosotros.
–Luego de tanto sufrimiento, ¿Leo se quería morir?
–No, para nada. De hecho estaba esperanzado con el alta. Decía que se quería ir a su casa.
–¿Qué fue lo último que te dijo?
–Me pidió que arme mi estudio en la casa de mamá, frente al Botánico, donde estoy viviendo. Me dijo: "Armate el chateau de Gastón". Fue la noche anterior a fallecer.
–¿Pinky y Raúl Lavié pudieron hablar con él?
–Mamá lo hizo personalmente y papá por teléfono. Cuando nos juntamos los tres, Leo ya estaba dormido, pero creemos que nos escuchaba.
–¿Cómo se sostiene a Pinky luego de esa tragedia?
–Con amor, con paciencia. Si bien hubo muchos que se borraron hay mucha gente que la contiene. Mis tías Raquel y Susy, Marcelo Araujo, el exmarido de Raquel.
–¿Su gran amigo Rodolfo Terragno se preocupó?
–Sí, como vive en París vino especialmente a verla.
–¿Las figuras del mundo del espectáculo se interesan por ella?
–Mirtha Legrand y Susana Giménez llamaron. Y ni hablar de Cacho Fontana que la persigue por la clínica.
–¿Con Cacho fueron pareja alguna vez?
–No. Creo que Cacho hubiese querido, pero para mamá es un gran amigo.
–Estos últimos problemas de salud, ¿sentís que son consecuencia del dolor por la muerte de Leonardo?
–Sin dudas. Ella estaba mejor en la clínica. Pero, luego de la muerte de Leo, comenzó a desmejorar. Pese al dolor, estamos muy unidos y nada nos detiene. Tratamos de tener humor y hasta tuvimos momentos lindos pese a la adversidad.
Miranda, la descendiente
Miranda Peralta Satragno Coghlan cumplirá 18 años en un mes. Estudia en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires con vistas a iniciar la carrera de Diseño de Imagen y Sonido. De hablar perfecto, herencia de Pinky, y simpatía a flor de piel, naturaliza la partida de su padre Leonardo y acompaña a su tío Gastón en todo lo que refiere al cuidado de su ilustre abuela. Ella y sus dos hermanos Simón e Isidoro son motivo de alegría de Lidia Satragno en estos momentos de tristeza, salud frágil y apremios financieros.
"Hace diez años, a papá le sacaron la vejiga entera. Fue una operación muy compleja, pero salió todo muy bien. Sin embargo, a principios de 2018, le diagnosticaron el nuevo cáncer. Nosotros sospechamos que él se enfermó a mediados de 2017 porque manifestaba estar muy cansado, sentirse mal. Pero, por diversas razones, no se hizo los estudios correspondientes. En febrero, el cáncer ya estaba un poco avanzado. Empezamos la quimioterapia, pero le hizo mal. Le provocó una encefalitis. Estuvo una semana inconsciente. Luego de eso quedó con problemas en la cabeza. Nos decía: 'No puedo tocar, no puedo pensar'. Finalmente comenzó con tratamiento de radioterapia en la zona donde tenía la metástasis, a la altura de la vejiga. Seguramente esa metástasis tenía que ver con el cáncer anterior que tardó diez años en volver a manifestarse. De todos modos, la radioterapia le trajo algunos problemas colaterales como llagas y, por tratarse de un tratamiento local, cuando se le produjo la metástasis no fue tratada en todo el cuerpo. Los tratamientos fueron muy nocivos. Llegó a su último cumpleaños, el 14 de diciembre, pero el 28 de diciembre ya tuvo que ser internado. Pasó fin de año con Florencia, su pareja. Nosotros lo visitamos el 31 de diciembre y el 1° de enero. Le llevamos gaseosa porque le encantaba, lo revivía. Me dejó un audio en el que me agradecía 'la alegría cocacolera'. Fue tan consciente de su destino que nos dejó su computadora totalmente organizada. De un lado del escritorio, los temas pendientes. El resto de los archivos, del otro lado. Tenía la intuición que no iba a volver. Nunca paró. El día que lo internaron, estuvo trabajando con un amigo sobre el tributo a El Signo, su banda. En los últimos días tenía muchos dolores. Había una posibilidad de aplicarle un medicamente para hacerlo dormir, pero con la probabilidad que no despierte. Se le aplicó cuando ya no daba más. Estuvo un día dormido y falleció".
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