Estaba por empezar sus vacaciones, se dirigía a Cancún con su esposa y sus hijas, pero se empezó a sentir mal en el avión; gracias al rápido accionar de dos médicos y a la tripulación de Aerolíneas Argentinas pudieron sacarlo del duro trance de salud que atravesaba
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Acostumbrado a ir en busca de la información, de contar historias de otros, esta vez la noticia fue él. Un síncope en pleno vuelo puso en riesgo su vida y convirtió lo que sería un viaje de placer junto a su familia en una pesadilla de la que aún le cuesta reponerse. Todo sucedió en cuestión de minutos y a bordo de un avión de Aerolíneas Argentinas que se dirigía desde Buenos Aires hacia Cancún. Desesperación, confusión y una descompensación que preocupó, no solo a su esposa Giselle y a sus hijas Magui y Lola, sino a toda la tripulación y el pasaje, y transformó su realidad.
“Hay que aprovechar el tiempo en aquello que vale la pena”, sostiene, en el comienzo de la charla con LA NACIÓN, Guillermo Panizza, periodista histórico de Telefe con notables cobertura en el trabajo de campo que lo llevó a sumergirse en la Argentina profunda y en situaciones internacionales de extrema peligrosidad como su cobertura de la guerra de Ucrania. Es una cara bien conocida. Cuando Cristina Pérez y Rodolfo Barili se tomaban vacaciones, él -junto a Erica Fontana y Mariano García, los suplían en la conducción de Telefe Noticias. En la actualidad lo siguen haciendo, ahora solo reemplazando a Barili.
De lo idílico al drama
El 22 de julio por la noche, Panizza y su familia embarcaron con la ilusión de las vacaciones anheladas. Luego de tres horas de vuelo, ya en la madrugada del 23 de julio, se encendieron las alarmas. “Estaba dormitando cuando me comencé a sentir mal; sentía palpitaciones, náuseas y sudoración. Vi todo negro y me apagué”.
-¿Cuándo volvés a tener conciencia de la situación?
-No sé cuánto duró todo esto, lo primero que vuelvo a ver es a mi esposa y al señor que estaba sentado al lado que trataban de reanimarme, me dolía mucho el pecho.
Rápidamente, la tripulación, alertada por la situación, ayudó con los tubos de oxígenos disponibles, ya que el periodista se encontraba con un nivel de saturación muy bajo.
-¿Cuál fue el diagnóstico concreto?
-En la clínica de Bolivia, en donde me atendieron confirmaron que se trató de un síncope convulsivo, probablemente provocado por una arritmia que afectó la normal irrigación, y también presenté una insuficiencia renal producto de la mala hidratación, algo que se logró mejorar.
-Antes de abordar el vuelo, ¿notaste algún síntoma anormal?
-No, sólo sentía el cansancio normal que uno tiene luego de hacer todos los trámites previos a un viaje y dejar todo organizado para el regreso. Tenía muchas ganas de descansar en el vuelo, aunque personalmente me cuesta mucho dormir en los aviones.
-¿Quiénes estaban sentados junto a vos?
-A la derecha iba mi esposa y a la izquierda estaba sentada una persona que ayudó mucho y con el que, luego, tomé contacto. Se llama Luciano Ruselli, quien, casualmente, es conocido de Rodolfo Barili. Cuando me descompensé, mi mujer iba dormida, se despertó por los gritos de Luciano. Él pensó que había tenido una convulsión por epilepsia, luego me contó que yo también gritaba y tosía de manera extraña. No recuerdo nada.
Como sucede en estos casos, la tripulación consultó si había algún médico entre los pasajeros. Dos profesionales se acercaron para brindar su ayuda y conocimientos: el neurocirujano Erick Cabrera Castedo y el ginecólogo especialista en fertilidad Sergio Papier. “Otra de las casualidades es que el doctor Papier ese íntimo amigo de la hermana de Fito Sbrizza, uno de mis compañeros de Telefe”.
Los médicos, al evaluar el caso, no dudaron en reconocer que el vuelo debía aterrizar lo antes posible, algo que sucedió en Santa Cruz de la Sierra. “El doctor Erick Cabrera Castedo es boliviano, pero trabaja en Buenos Aires, y fue quien le metió presión al comandante para que aterrizáramos lo antes posible. Avaló con su matrícula y su firma este pedido de emergencia, tuvo unos huevos bárbaros; él vio que me dolía el pecho, me faltaba el aire y había convulsionado, así que entendió que no había opción más que bajar a tierra”. En Santa Cruz de la Sierra, fue atendido en la Clínica de las Américas, la más cercana al aeropuerto.
-¿Te cobraron la atención en el centro de salud?
-Mi familia y yo contábamos con seguro médico.
Durante cinco días, el periodista fue sometido a diversos estudios buscando despejar dudas. “Ya me sentía bien, aunque seguía en shock y muy cansado”. Resonancias, ecografías cardíacas, electros, tomografías, cultivos de laboratorio formaron parte de la batería de estudios que buscaban develar las razones de la dolencia.
-¿Cómo fue la llegada a la Argentina?
-En Aeroparque me subieron a una ambulancia y me llevaron directo al Sanatorio de la Trinidad de Palermo, donde estuve internado tres días más.
El periodista hace especial hincapié en sus malos hábitos. Al estrés de su trabajo se le sumaron costumbres alimenticias desordenadas y una hidratación escasa. “Los últimos estudios salieron muy bien; la semana que viene me colocan un holter para seguir analizando la cuestión cardíaca durante varios días y esos resultados serán analizados por una especialista en síncope para ir cerrando el círculo de los estudios y normalizar la vida”.
-Este hecho inusual, ¿te lleva a replantearte tu forma de vida?
-Sí, como periodista suelo contar dramas ajenos, pero esta vez fue propio, algo que me asustó y asusta mucho y me obliga a contarlo para concientizar sobre lo que uno hace mal. Asumo la responsabilidad de no haberme cuidado durante mucho tiempo.
-¿A qué te referís?
-A no hacerme controles médicos muy seguidos, a no realizar actividad deportiva, comer mal, vivir diariamente en una adrenalina que me lleva a aceptar trabajos, de ir a todas las reuniones y eventos.
-Una vorágine...
-Hoy siento que está bueno parar y repensar la vida a futuro, cómo elegir vivir. Es una buena oportunidad para cambiar y resetearme.
-A veces, hay que llegar a un extremo para tomar conciencia.
-Pareciera que sí, es como una señal.
-Tus hijas, ¿cómo sobrellevaron el trauma en pleno vuelo?
-Se descompensaron, lloraron mucho. Mi mujer se puso la mochila de la resolución, de tomar decisiones y de contener a todos. No es fácil que te suceda algo así y mucho menos en el extranjero. Por todo lo que ellas pasaron, que no se les borrará fácilmente, siento que debo cambiar. Fue una pesadilla en el avión y con vacaciones en la clínica.
-Actualmente, ¿sentís miedos?
-Sí, porque, de un minuto a otro todo cambia por completo; pero me alientan los buenos resultados de todos los estudios que me estoy haciendo. Hoy tengo que encontrar el punto de equilibrio y retomar la vida normal, pero modificando mis hábitos.
-¿Cómo reaccionaron tus compañeros de trabajo?
-No tengo más que palabra de agradecimiento para toda la gente del canal, especialmente para Roberto Mayo, Rodolfo Barili, Marcelo Dell´Isola, Fito Sbrizza, quienes se pusieron a disposición y a trabajar para contener a mi esposa Giselle. Lo mismo digo de Darío Turovelsky y de toda la gente del noticiero. Reconforta saber que uno está trabajando en un lugar que es como su casa. También se portaron muy bien mi suegra, mi cuñada y mi hermana que ayudaron un montón, armaron grupos para llevar tranquilidad y comunicar los partes médicos. Valeria, una gran amiga, fue otro bastión. Y aún me conmueve mucho cómo se portó el personal de Aerolíneas Argentinas, con el piloto y copiloto a la cabeza. Además, siento que tengo dos ángeles de la guarda, Erick y Sergio, los doctores que estaban en el vuelo e hicieron tanto por mí, quiero reunirme con ellos. Grandes profesionales y muy empáticos. Estoy muy agradecido a todos.
Algunos de los pasajeros del vuelo le escriben a través de las redes sociales para saber cómo evoluciona, algo inimaginado. “Mostramos historias de los demás para lograr un cambio en sus protagonistas y en quienes ven esas crónicas; esa misma idea apareció en mí, pero reflejando mi propia experiencia. Quizás, lo que yo cuento, le puede servir a alguien para cambiar”, sostiene el periodista, quien aún no retomó su actividad laboral. “La vida es efímera, no hay que dejar de pasar un minuto sin decir ´te quiero´ a un afecto”, reflexiona antes de la despedida.
-¿Cómo te parás hoy frente a la vida?
-Mirando para adelante.
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