El difícil regreso a los escenarios de los humoristas acusados de acoso sexual
Las estrellas del stand-up suelen ser celebradas por decir lo que su público piensa, pero prefiere callar; sin embargo, en esta era del #MeToo, cuando intentan volver al candelero sin mencionar su pasado se encuentran con hostilidad
ATLANTIC CITY, Nueva Jersey.- Una noche de sábado en el teatro cavernoso de un casino, el comediante Aziz Ansari al que nunca había visto antes daba zancadas en el escenario. Llevaba campera de cuero negra y pantalones ajustados. El antiguo fanfarroneo había disminuido: en su lugar había exasperación. Ansari, conocido por su serie de NetflixMaster of None, comenzó su rutina con chistes sobre progresistas indignados en las redes. Mostró desdén por los que criticaron a Los Simpson por Apu, el personaje indio. El tema del espectáculo fue el desprecio por la "gente que trata de ganarle a otra en cuanto al nivel de conciencia que tiene sobre los temas importantes" en internet.
Lo que no se dijo fue que, desde la última vez que salió de gira, Aziz Ansari se volvió un sujeto de alto perfil del furor cibernético. Una mujer había publicado en forma anónima un artículo detallando una cita que había tenido con él y lo acusó de comportamiento inadecuado (Ansari sostiene que el encuentro sexual fue consensuado). El artículo suscitó una indignación viral, una reacción negativa igual de poderosa y muchos comentarios sobre la cultura de las citas románticas y el movimiento #MeToo .
Ahora, Ansari es uno de los muchos cómicos norteamericanos que regresan al escenario tras enfrentarse al escrutinio público por su conducta sexual. El más famoso de todos ellos es Louis C. K., quien trabaja principalmente de rutinas humorísticas que presenta en pequeños clubes de comedia, lo que tal vez le sirva como base para un especial televisivo.
Su última incursión fue la semana última en un club de Long Island, stand-up que se filtró a las redes sociales y provocó revuelo porque el cómico criticaba a los sobrevivientes de la masacre de Parkland y se burlaba de asiáticos y negros. Su nueva presentación, que se conoció días después del extraño video difundido por Kevin Spacey en la víspera de Navidad -con el que tiene en común el tono enojado y la desorientada búsqueda de complicidad de sus seguidores-, causó indignación en muchos de ellos. La prensa, por su lado, ensayó una teoría sobre el posible futuro profesional de Louis C. K. imaginándolo como representante de la derecha más recalcitrante a la que antes solía atacar.
Lo cierto es que se ha debatido incansablemente si estos cómicos deberían regresar a los escenarios y la manera en la que deberían hacerlo. Tanto Ansari como Louis C. K. están de regreso y, aunque su nuevo trabajo motivará preguntas políticas y morales, también da lugar a un cuestionamiento artístico: ¿deberían discutir las acusaciones de las que fueron blanco y su propia experiencia en el escenario?
Ansari es un ejemplo de los peligros de evitar el tema, en parte porque su nuevo espectáculo de stand-up es un enorme retroceso frente a su obra previa. Entre los cómicos norteamericanos que se presentan ante grandes multitudes en su país y graban especiales para Netflix, nunca había habido un comediante con más conciencia de los problemas del mundo. Antes de que formara parte de la lista de hombres perversos, Ansari desgranaba rutinas sobre el flagelo de los hombres perversos.
Tal vez, el hecho de que su vida privada se haya hecho pública no tenga nada que ver con su repentino cambio de perspectiva, pero me sorprendería que no fuera así.
Salvo que uno conozca su historia personal, la premisa de algunos de sus chistes resultan tímidos, incluso absurdos. Por ejemplo, Ansari divide al mundo en tres grupos: los seguidores fanáticos de Donald Trump, los fanáticos de crear conciencia social -los woke- y todos los demás, una situación que compara con una pelea entre los raperos Biggie y Tupac, mientras la boy band Boyz II Men hace lo posible por no ser parte de ella.
Considerando que los fanáticos de crear conciencia en internet tienen mucho menos poder, peso e influencia que el actual presidente estadounidense, es una forma bastante extraña de concebir el mundo. No obstante, Ansari es incapaz de pensar de otro modo: se siente marginado tanto por un gobierno con el que no está de acuerdo como por aquellos que lo asociaron con Harvey Weinstein y otros hombres que recientemente cayeron en desgracia por sus delitos sexuales. Ignorar su experiencia personal abre un vacío enorme en su comedia. A los integrantes del público que no están familiarizados con sus antecedentes, la premisa de su show podría parecerles desconcertante; quienes sí los conocen, pueden considerar que está evadiendo un problema.
Pero, ¿lo es? A menudo el arte hace planteos a través de la metáfora y las indirectas. Arthur Miller no necesitó mencionar la amenaza comunista en Las brujas de Salem para decir algo incisivo. Así que ¿por qué debería ser distinto para Ansari? La respuesta tiene que ver con la naturaleza peculiar de la comedia en vivo. El stand-up es una disciplina artística en la que el tema difícil de tratar no constituye el trasfondo del monólogo, sino que se para justo frente al micrófono y hace un escándalo.
Para ejemplificar, una anécdota personal: la única vez que hablé con Louis C. K. fue tras bambalinas en un teatro de comedia mientras trabajaba en otro artículo hace varios años. El comediante hizo una aparición sorpresa en el escenario y contó algo gracioso que le había dicho su hija. Dado que, como él, tengo dos hijas, la mayor de las cuales ronda la edad de su hija menor, tuve curiosidad. Cuando hablamos entre bastidores, le pregunté a cuál de sus hijas se refería. Su respuesta: "Lo inventé".
Me dedico a cubrir stand-up, por lo que estoy muy consciente de sus mecanismos internos. A pesar de ello, confieso que me tomó por sorpresa, lo cual da cuenta de su capacidad dramática, pero también, me parece, de las convenciones de la comedia en vivo. Si algo nos han enseñado las historias sobre Bill Cosby y Louis C. K., es que no podemos confiar en la veracidad del personaje que los comediantes presentan en el escenario ni mucho menos en los detalles de sus bromas.
Sin embargo, cuando los artistas talentosos aparecen en el escenario anunciando que son "ellos mismos" y le dicen algo al público sobre sus vidas, nuestro instinto básico es creer que es verdad. Tal vez somos crédulos o ingenuos, pero eso también ayuda a explicar el éxito de la comedia en vivo, la persistente atracción de la autenticidad -la más sobrevalorada de las virtudes- y el desafío para los cómicos que han perdido la confianza de su audiencia.
El personaje de Aziz Ansari dependía de la convicción de que es un tipo progresista sensible a las costumbres de las citas románticas (incluso escribió un libro llamado Modern Romance). El personaje de Louis C. K. era más complejo; hablaba continuamente de la perversión sexual y la inmoralidad, pero también hacía que sus seguidores creyeran que, en última instancia, era un buen tipo.
Cuando volvió a los escenarios, trató de ignorar sus faltas (reconoció haberse masturbado frente a dos mujeres, entre otros episodios de acoso sexual), pero ha vuelto a hablar de ellas en sus actuaciones. En realidad, lo que hizo en el set que se filtró hace unos días fue quejarse por haber perdido más de 35 millones en un día a causa de sus víctimas y de lo mal que lo pasó en su autoexilio en Francia. La gran desventaja de que alguien tan famoso como Louis C. K. se refiera a sus escándalos pasados es que las víctimas no opinan en el stand-up, por lo que reviven la experiencia.
Para parte de su audiencia, las noticias sobre estos hombres no solo fueron decepcionantes, sino que fueron una traición a su trabajo. Por eso muchos tipos de comediantes se extinguieron. No pueden usar algunas de sus herramientas y, para florecer, tendrán que encontrar otras. En cierto sentido, Ansari ya lo hizo. Es un cómico distinto: más cascarrabias, el tipo de persona que dice "no entiendo a la generación más joven".
Ansari nunca ha sido introspectivo, así que indagar en su pasado sobre el escenario lo sacaría de su zona de confort. Evidentemente, mencionar la historia de la cita viral tiene sus riesgos, pero también potencial. Escuchar un punto de vista personal sería interesante.
Se habla mucho sobre lo que deberían o no hacer los artistas que hacen comedia en vivo, sobre las líneas que se les permite cruzar y las que no, pero tal vez no se han considerado lo suficiente los riesgos de actuar con demasiada cautela.
Los cómicos articulan cosas que el público piensa, pero que no se atreve a decir. Así que no hablar de lo que la gente piensa revela una cobardía reñida con el arte. Algunas veces, la apuesta más segura es arriesgarse.
Jason Zinoman
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