El centenario de Montgomery Clift: la vida de un actor frágil y atormentado
Hace por lo menos cinco años que se viene hablando con bastante frecuencia y ninguna confirmación del proyecto de una biografía de Montgomery Clift que produciría HBO y tendría como protagonista a Matt Bomer. Las menciones más recientes insisten en calificar brumosamente a este largometraje para televisión como un "proyecto en desarrollo", pero ni siquiera la conmemoración del centenario del nacimiento del actor logró activarlo y darle un curso definitivo.
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento del primer astro de Hollywood capaz de transmitir en plenitud desde su estampa de galán clásico los conflictos, el dolor interior y la angustia de una personalidad atormentada. Los personajes de esas características que Clift interpretaba a la perfección funcionaban como una continuidad de su propio temperamento. Nunca logró resolver con éxito ese profundo agobio existencial que lo torturaba y además estaba obligado a ocultarlo, al igual que su homosexualidad.
En la última década de su vida esos signos y rasgos se profundizaron desde que sufrió el 12 de mayo de 1956 un casi fatal accidente automovilístico que deformó para siempre su rostro, uno de los más apuestos del Hollywood más clásico. El calvario que padeció durante todo ese tiempo, marcado por tendencias depresivas e incontrolables adicciones terminó con su vida, cuando tenía apenas 45 años, por un ataque al corazón. Su reconocido maestro de actuación Robert Lewis resumió esa etapa con una frase que se convirtió con el tiempo en la definición más perfecta de la vida de Clift. Fue para él "el suicidio más largo de la historia".
Tal vez este centenario sirva para recuperar la memoria de lo que Clift significó en un momento de la historia de Hollywood. Cuenta Guillermo Cabrera Infante en el libro Cine y sardina que era "el actor del momento" a fines de la década de 1940, cuando todavía no habían debutado ni James Dean ni Marlon Brando, con quien compartiría cartel unos años más tarde en Los dioses vencidos, de Edward Dmytryk.
Clift tenía por entonces 28 años y Billy Wilder había visto en la refulgente apostura de Clift la expresión ideal para llevar a la pantalla la triste historia de Joe Gillis, el aspirante a guionista que se convierte en narrador de El ocaso de una vida (Sunset Boulevard, 1950) mientras lo vemos flotar ya sin vida en la piscina de la mansión de Norma Desmond.
Cuentan los biógrafos de Wilder que Clift se había entusiasmado de entrada con el papel, pero cuando llegó el momento del rodaje prefirió irse de vacaciones a Europa. Acababa de terminar de filmar La heredera (The Heiress, 1949), de William Wyler, con Olivia de Havilland, y aparentemente no consideraba apropiado para su carrera hacer dos películas seguidas en las que se convertía en amante de mujeres mayores que él.
Cabrera Infante va más lejos. Escribe que Clift rompió el contrato que había firmado con Wilder "aduciendo que semejante relación erótica (el héroe en sus veinte, la heroína cincuentona) le era tan repulsiva que no podría actuar jamás con Gloria Swanson, ni siquiera estar en el mismo set con ella". El escritor cubano agrega que en su vida "casi real" el propio Clift por entonces era amante de una mujer "tan vieja como Norma Desmond en el film". Alusión probable a la actriz Libby Holman, 16 años mayor, que adoptó a Clift como protegido y amante cuando éste asomaba como una gran promesa teatral en Broadway. Se dice que tuvo con Holman su única relación heterosexual seria y profunda, que a la vez resultaría muy traumática respecto de todo lo que tuvo que enfrentar más adelante.
Así, con el tiempo, se fue profundizando el trauma psicológico de Clift, incapaz de asumir en público su homosexualidad porque los mandatos y las reglas de Hollywood se lo impedían. Su carrera terminaría de un día para el otro si llegaba a saberse. No era el único astro que se mostraba todo el tiempo en bella compañía femenina. Los estudios y sus departamentos publicitarios se encargaban de organizar con la mayor discreción todo ese simulacro.
Con algunas de ellas mantuvo amistades sinceras y genuinas. Una de ellas fue Elizabeth Taylor, que llegó a poner como condición para filmar De repente en el verano (Suddenly, Last Summer, 1959), de Joseph L. Mankiewicz, que Clift estuviera en el elenco. Tenía el poder de hacerlo y además el buen ojo de haberlo propuesto para interpretar a un neurocirujano experto en lobotomías. Clift ya había atravesado el accidente que casi lo mata y su rostro surcado de cicatrices parecía perfecto para ese personaje, al que además el actor supo darle esa sofocante oscuridad que lo atravesaba por dentro. Los calmantes que consumía en exceso no lograban mitigar el dolor.
Se dice que Liz Taylor cargó ese accidente sobre su conciencia como una culpa que nunca la abandonó. Clift se accidentó con su auto después de participar de una fiesta en la casa de la actriz sólo porque ella le insistió mucho para que al menos por una vez modificara su costumbre de escapar de la vida social y preferir por la noche una buena lectura en la soledad de su casa. La excusa era el festejo por el rodaje de El árbol de la vida (Raintree County,1955), de Edward Dmytryk.
Clift tomó de más y decidió volver a su casa en ese estado. Ya era un secreto a voces la dependencia cada vez más fuerte que tenía del alcohol. Se dice que un par de años antes, en el rodaje de De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, 1953), de Fred Zinnemann, fortaleció a base de borracheras constantes una férrea amistad con Frank Sinatra. Con tantos tragos encima en esa noche fatídica, su compañero de elenco en El árbol de la vida Kevin McCarthy decidió guiarlo desde otro auto para evitarle riesgos. Pero al parecer Clift se adormeció y perdió el control de su vehículo, que chocó de frente contra un poste de teléfono.
McCarthy avisó de inmediato a Taylor del accidente y al llegar al lugar, la actriz comprobó que por su contextura era la única que podía acceder al asiento delantero, en el que Clift permanecía inconsciente, ya que todo el tren delantero estaba completamente destruido. Se cuenta que así lo hizo y logró salvarle la vida porque estaba a punto de asfixiarse. Tenía varios de sus dientes dentro de la tráquea, lo que le impedía respirar. Con una sangre fría extraordinaria, Taylor le abrió la boca y le extrajo las piezas de la garganta.
La película quedó como testimonio perfecto de las consecuencias de ese accidente, decisivo para la vida de Clift, porque desde allí empezó un descenso que solo finalizaría con su muerte. A partir de varias tomas quedaron a la vista las diferencias en su rostro, antes y después del hecho que lo dejó con la nariz rota y una de sus mejillas desgarradas. Tuvo que pasar varias veces por el quirófano para reconstruir sus facciones, que nunca volvieron a ser las mismas.
El accidente profundizó la reserva y el ensimismamiento que ya caracterizaban a un actor que no parecía dispuesto a vivir para el mundo dorado de Hollywood y se resistía con sus hábitos austeros y reservados a aceptar el lugar que la fama le estaba otorgando.
Había nacido como Edward Montgomery Clift en Omaha (Nebraska), el 17 de octubre de 1920. Cuatro años después en la misma ciudad nacería Marlon Brando. Clift, conocido toda la vida por sus afectos familiares y cercanos como "Monty", creció en el seno de una familia que tuvo muy buen pasar económico, pero cayó en la pobreza durante la Gran Depresión.
Desde su debut a los 14 años no hizo más que crecer y afirmarse en el mundo teatral de Broadway y formó parte del grupo fundador del Actors Studio un año antes de debutar en el cine, en 1948. Su aparición deslumbrante ese año en el western Río Rojo (Red River), junto a John Wayne, atrapó la mirada de todos. Su director, Howard Hawks, le contó a Peter Bogdanovich que cuando lo sumó al proyecto no se había subido jamás a un caballo. Tuvo que pasar dos semanas enteras de preparación con verdaderos cowboys para convertirse en protagonista de ese western icónico.
Clift filmó en total apenas 17 películas, casi todas ellas marcadas con el sello profundo de su atribulada personalidad. Nunca ganó el Oscar pese a sus cuatro nominaciones, todas ellas como mejor actor. La primera coincidió con su debut en La búsqueda (The Search, 1947), de Fred Zinnemann, y luego le siguieron Ambiciones que matan (A Place in the Sun, 1951), de George Stevens; la citada De aquí a la eternidad, y El juicio de Nuremberg (Judgement at Nuremberg, 1961), de Stanley Kramer.
Tengo el mismo problema de Marilyn: atraemos a la gente como miel a las abejas, pero por lo general se trata de la clase equivocada de personas""
Las historias más indiscretas sobre la vida de Clift cuentan que en este último film, en el que interpreta a un sobreviviente de los campos de exterminio golpeado por discapacidades físicas y mentales, era habitual que se olvidara del guion. La dependencia del alcohol y los fármacos estaban haciendo estragos en su memoria. En un momento, el director Kramer le sugirió improvisar una de las escenas y aprovechar en su favor (y en el de su personaje) el estado de confusión mental que ya era habitual en él. La idea dio resultado, pero no le impidió al año siguiente quedar al borde del despido en el rodaje de Freud: pasiones secretas (Freud, 1962), de John Huston.
La película sobre la vida de Clift todavía es una deuda pendiente, pero su vida puede reconstruirse a través de un documental dirigido por el sobrino más joven del actor, Robert Clift, y su esposa Hlllary Demmon. "Siento que su vida se ha definido a través de una lente que está condicionada por ideas obsoletas y homofóbicas. Cambiar esa lente le permite a uno ver esa vida desde una perspectiva completamente diferente", señaló Robert Clift, que no conoció a su tío y concibió el documental sobre todo como el retrato de la obsesión de su padre, hermano mayor del actor, de preservar su legado acopiando la mayor cantidad de objetos, materiales y referencias alusivas a él.
Nadie duda hoy de los fantasmas interiores que afectaron a Clift durante toda su vida. Tampoco nadie duda de su reconocimiento como uno de los grandes actores de su tiempo y como el hombre que ayudó a cambiar para siempre la idea que se tenía hasta allí del galán masculino protagónico. Queda por construir el retrato definitivo de una existencia marcada por la angustia, la melancolía y la imposibilidad de ser revelada tal cual fue.
CINCO PELÍCULAS DE MONTGOMERY CLIFT EN STREAMING
Río rojo (Red River, 1948), de Howard Hawks. El ensayista inglés Robin Wood definió en su muy leído estudio sobre la obra de Hawks que Río Rojo es uno de los westerns con mayor poder visual de la historia. "La textura auténtica de la vida cotidiana (las horas del día, la atmósfera) y de los acontecimientos tiene una gran importancia temática", señala aludiendo sobre todo a las escenas de transporte de ganado, que se sienten en su genuina densidad como pocas veces en la pantalla. En ese marco se desenvuelve el vínculo, casi como si se tratara de enemigos íntimos, entre el experimentado Tom Dunson (John Wayne) y el joven Matt Garth (Clift), con ideas diferentes sobre ese tema que terminan en un choque colosal de personalidades. El aire intenso y frágil de Clift funciona como contraste perfecto de la dureza de Wayne. La pelea entre los dos, extensa y extenuante, es uno de los grandes momentos del film. Disponible en Qubit TV.
Ambiciones que matan (A Place in the Sun, 1951), de George Stevens. Se encuentra en streaming con la traducción literal de su título de origen, Un lugar en el sol. En esta película, que le dio a Clift la primera de las cuatro nominaciones que tuvo al Oscar, el actor inaugura un nuevo estilo de interpretación. Así lo afirma Peter Bogdanovich, para quien Clift es el genuino fundador desde su lugar de actor de lo que con el tiempo se conoció como "el Método". Dice Bogdanovich que Clift fue el primero de todos, llegando antes que Brando y que James Dean. "De todos ellos, Clift fue el más puro y el menos afectado, seguramente el más sensible y con toda seguridad el más poético", agrega. Así se lo ve en uno de sus grandes papeles, el del muchacho de escasa posición económica que se pone a trabajar para su acaudalado tío y se enfrenta al amor simultáneo hacia dos mujeres (Elizabeth Taylor y Shelley Winters). Disponible en Qubit TV.
Mi secreto me condena (I Confess, 1953), de Alfred Hitchcock. Uno de los grandes clásicos de Hitchcock, reconocido por el público sobre todo por el empleo en una trama policial del secreto de confesión como un tema clave en la posible resolución de un asesinato. Quien se involucra en ese conflicto es el sacerdote interpretado por Clift, cuyo silencio empieza a ser peligrosamente para él visto como un reconocimiento de su culpabilidad. Hitchcock no quedó muy conforme con los resultados de la película, en especial porque no quería a Anne Baxter como la protagonista femenina. Pero todos fueron elogios para el desempeño de Clift y hasta Francois Truffaut, en el libro de conversaciones con Hitchcock, sostiene (con el aval del maestro del suspenso) que la actuación de Clift es extraordinaria. "De un extremo al otro de la película solo tiene una expresión e incluso una única mirada: una dignidad total con un leve matiz de asombro". Puede verse en streaming con el título de Yo confieso. Disponible en Qubit TV.
Río salvaje (Wild River, 1960), de Elia Kazan. Nadie mejor que Clift para interpretar al personaje central de una historia con aristas dolorosas y con los padecimientos de sus personajes en primer plano. Le toca interpretar aquí a un funcionario gubernamental encargado de expropiar terrenos del Valle de Tennessee que terminarán cubiertos por el agua a raíz de la construcción de una represa en una de las tantas obras públicas llevadas adelante en los Estados Unidos luego de la Gran Depresión. Allí se encontrará con la resistencia de una anciana que prefiere mantener la memoria viva del lugar tal cual lo concibió que a dejarlo por una apuesta al futuro. En el momento del rodaje, Clift se mostraba al parecer resuelto a terminar con sus adicciones. Fue apenas un espejismo. Disponible en Google Play.
Los inadaptados (The Misfists, 1961), de John Huston. En el tramo final de su carrera, Clift trabajó un par de veces con Huston. Antes de personificar a Freud como protagonista excluyente se sumó a esta película que siempre despierta interés en buena medida por todos los detalles de su rodaje turbulento. Fue la última película completa rodada por Marilyn Monroe y Clark Gable. Ese halo trágico también envolvió con perfiles reales otra de las clásicas (y melancólicas) historias de perdedores con el sello de Huston, mirada a la que Clift lograba adaptarse naturalmente. "Tengo el mismo problema de Marilyn. Atraemos a la gente como miel a las abejas, pero por lo general se trata de la clase equivocada de personas. Gente que quiere algo de nosotros, así sea nada más que nuestra energía. Necesitamos estar solos para ser nosotros mismos. Para ser actor uno no puede permitirse una piel dura. Hay que ser abierto y la gente puede hacerte daño con facilidad", dijo Clift en aquél momento según se lee en la biografía del actor escrita por Michelangelo Capua. Su personaje en la película expresa esas sensaciones y todavía algunos afirman que las exigencias extremas del rodaje en las zonas desérticas de Nevada aceleró en un organismo frágil como el de Clift el desenlace fatal, el ataque cardíaco que ocasionó su muerte prematura en 1966. Disponible en Movistar Play.
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