El Bicho Gómez, entre el regreso a la era dorada del circo y su vuelta al “Bailando por un sueño” con Anita Martínez
Mientras continúa con la obra Tom, Dick & Harry, el humorista se prepara para debutar en Antiquus, el show de Cirque XXI para las vacaciones de invierno y analiza participar nuevamente del programa de Marcelo Tinelli con su clásica compañera de pista
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“¿Viste la cara que tengo?”, dice el Bicho Gómez y suelta la carcajada. “De toda la vida me dicen Bicho. Ni Marcos, ni Rafael. No sé de dónde salió, pero no es muy difícil imaginarlo”, insiste. El apodo se lo ganó cuando era chico, en el circo, donde se crio y donde todos tienen un sobrenombre. Así lo llamaban durante sus años como malabarista y payaso, y así se dio a conocer cuando se abrió camino en el teatro, en la televisión y se hizo famoso. Hoy, ese tipo gracioso del que nadie sabe el nombre pero que a la mayoría, el algún momento, le robó una sonrisa, divide su tiempo entre las funciones de Tom, Dick & Harry y los ensayos de Antiquus, el nuevo espectáculo de Cirque XXI que promete un viaje mágico a la era dorada de los circos antiguos y que del 8 al 30 de julio estará en el Portal Escobar. Antes del estreno, el humorista conversó con LA NACIÓN sobre el encanto del circo y este nuevo viaje a sus raíces. Además dejó la puerta abierta a un posible regreso a “Bailando por un sueño”.
-¿Qué significa volver al circo?
-El Cirque XXI es de mi primo Fabián y cada vez que tenemos la posibilidad, nos juntamos a hacer vacaciones de invierno. A mí me encanta porque es volver a mis raíces, a mi infancia. Es reencontrarme con la familia y es también la excusa perfecta para ir y disfrutarlo. También es el momento perfecto para que mis hijos que conocen mi historia pero nunca me han visto en ese ámbito, se reencuentren con mi familia. Todo eso me motiva a volver al circo cada vez que puedo.
-¿En qué rol te va a encontrar el público en este show?
-Principalmente en mi rol de comediante, de humorista, pero también voy a subirme a la pista de circo para hacer un poco de malabarismo y de acrobacia, para compartir el escenario con compañeros y amigos que son payasos y clowns. Me divierte muchísimo jugar y hacer las payasadas que hacía cuando estaba en el circo.
-Antiquus busca llevar al público a la era dorada de los circos aunque en un contexto muy distinto. ¿Qué incorporó el espectáculo de la actualidad?
-Esta es una nueva manera de hacer circo, es un circo mezclado con danza, acrobacia y teatro. Además, el show incorporó la tecnología: la iluminación y el sonido son realmente modernos y asombrosos. Eso viene a sumarse a la idea principal de Antiquus, que es contar la vieja tradición circense, tratar de que el grande que fue al circo, que tuvo la posibilidad de ir con su papá, cuando vuelva con su hijo reviva ese momento. Creo que el espectáculo del circo es uno de los pocos espectáculos que reúne a toda la familia y eso lo veo cada vez que me subo al escenario: en la platea está el papá, la mamá, el tío, el abuelo... Eso es muy lindo.
-Apelan a la nostalgia.
-El circo es el espectáculo que eligen los papás para llevar al chico. Si vos le dejás elegir a un chico, seguramente va a querer ir al teatro a ver algo que vio en la televisión, en cambio al circo el papá lo lleva al niño y eso está buenísimo. Siempre trato de hacer los chistes que a mí me divertían cuando era chico, y cuando los hago el grande se ríe, y ver al niño que se ríe con su papá es muy contagioso y es muy divertido. Yo hago una rutina con el público y siempre subo a un papá. Y le regalamos de todo, como si fuera un chico. Ver a ese adulto que se va con un copo de nieve, con los pochoclos, con la naricita de payaso y con un sombrerito, como si fuera un chico, me encanta.
-Pese a los cambios, el circo resiste. ¿Por qué creés que sigue siendo un mundo fascinante?
-El circo logró evolucionar. Antiguamente si el circo no tenía animales casi seguro era un fracaso porque la gente iba al circo a ver a los leones, los elefantes y los monos. Todo eso cambió. Se prohibieron los animales y el circo fue el único espectáculo que aceptó eso y comenzó a buscar una nueva manera de reinventar su espectáculo. Por suerte lo logró. Y además, sigue siendo un espectáculo que logra que toda una familia esté sentada divirtiéndose.
-¿En el detrás de escena también se mantiene la tradición circense?
-Sí. El ámbito circense es muy solidario en todos los sentidos. Esta cuestión de tener que estar viajando todo el tiempo, de tener que hacer tu número circense... Los acróbatas son personas que conviven con el peligro, la parca está dando vueltas por ahí todo el tiempo a ver qué sucede, y eso te hace ser solidario. Cuando es el turno del trapecista estamos todos atentos a que no le pase nada, a estar ahí para lo que necesite.
-¿Qué herramienta fundamental te dejo el circo para tu carrera?
-El respeto hacia los compañeros pero, primero y principal, el respeto hacia el público. Eso es algo que me ha marcado para mi vida. En el circo podés trabajar para dos mil personas y podés trabajar para cuatro, pero los brillos, la música y el humor siempre son los mismos. La persona que viene a verte se toma el tiempo de ir a sacar una entrada, termina de trabajar y va a su casa, se baña, se cambia, se perfuma, se sube al auto, viene hasta donde vos estás, entra y se sienta... Ese tipo merece lo mejor de vos porque eligió ir a verte.
-¿En qué momento decidiste cambiar la carpa y los malabares por el escenario y el humor?
-Lo primero que me sucedió a mí es el teatro y el haber conocido a Claudio Gallardou, que es un amigo, un hermano para mí. Recién empezaba la democracia, nos conocimos, nos hicimos amigos. Él estaba investigando sobre el clown, se acercó al circo donde nosotros hacíamos nuestros espectáculos y empezamos a compartir momentos, aprendizajes. Y cuando fundó La banda de la risa, allá por los 80, me invitó a participar. Yo era un joven inquieto y me sumé a probar esa nueva aventura. Era hacer lo mismo pero en otro ámbito. Y ahí empezó mi carrera de a poco: que te sale un bolo acá, que te llaman para hacer esto, que te llaman para hacer lo otro... fue como que el viento me fue llevando.
-Las mismas convocatorias te marcaron el camino.
-Y me empezó a gustar. Al principio fue difícil porque éramos jóvenes, teníamos un grupo de autogestión y había que ponerle los huevos, pero de a poco fui arrancando. El camino que hice hasta acá lo disfruté muchísimo y cada momento que me tocó fue de gran aprendizaje: el primer personaje que hice con Miguel del Sel -el mariachi loco-, después sumarme a Jorge Ginzburg, que para mí fue una beca. Nos teníamos un cariño enorme y él me acunó bajo sus alas y me dejó aprender, me dejó hacer, crecer con libertad, y me acompañó en todo ese proceso.
-Te tocó cruzarte con grandes maestros.
-Sí. Uno se va volviendo más viejo y se va poniendo más nostálgico. Yo nunca me saco fotos con gente porque soy respetuoso con eso, pero haciendo memoria me tocó compartir el escenario con grandes artistas, gente que yo admiraba desde chiquitito: trabajé con Balá, con Gasalla, en Mesa de noticias, con Pepe Soriano; trabajé en el San Martín, en el Cervantes, con artistas internacionales, con Nacha Guevara, con María Marta Serra Lima, con Estela Raval, Raúl Lavié, y así te podría nombrar millones de personas. Pero los recuerdos más lindos que tengo de toda esa gente es que a algunos de ellos los he dirigido y me han respetado de una manera tan conmovedora que me dejaron muy marcado. Y eso es maravilloso.
-Tu nombre sonó este año como una de las figuras convocadas para el “Bailando”. ¿Vuelve la pareja con Anita Martínez a las pistas?
-Estamos charlando, hay grandes posibilidades de volver. Es una manera de volver a hacer lo que nos gusta, que es hacer humor. En definitiva nos llaman para eso porque bailar... En realidad Anita es una gran bailarina, yo soy el Mascherano de la danza: le pongo mucho huevo.
-¿A qué le atribuís el éxito de la pareja?
-Me parece que la pareja quedó marcada por esta cosa de hacer divertir al público. Estuvimos programas enteros improvisando con Marcelo (Tinelli) y él también nos permitió jugar. También creo que a la gente le gustaba ver cómo le hacíamos lo que queríamos al dueño del programa, un productor exitoso y un tipo recontra famoso, y eso estaba buenísimo. Al estilo de las películas de Chaplin cuando caga a palos a los policías, a la gente de poder. Me parece que la gente se divertía con eso.
-¿Qué es lo que más te marcó de esa época?
-Yo me acuerdo de que mientras estábamos en el piso no teníamos conciencia de lo que sucedía. Entrábamos al estudio y sin darnos cuenta nos comíamos un programa entero improvisando y jugando. Nos dábamos cuenta al otro día, en la calle. Esta cosa de no poder ir a un lugar porque la gente quería una foto con vos. Y lo que más me marcó fue un señor de unos 50 años que un día se me acercó en la calle, me abrazó fuerte y se largó a llorar. Yo no entendía y me dice: “Te quiero agradecer porque hace poco murió mi señora y con mis hijos el único momento que nos reímos es cuando están ustedes”. Eso me liquidó. Ahí tomé conciencia. Con una sonrisa quizá le salvás el día a alguien. Eso me parece importante.
-Con Anita son como un matrimonio. ¿La idea de reinventarse para sobrevivir al paso del tiempo aplica también para ustedes como pareja de artistas?
-Sí, claro. Hay que reinventarse todo el tiempo. El otro día charlamos sobre la idea de volver al “Bailando...” Uno se lo pregunta, también consulta a la familia. Y Anita me dijo “Sí, gordo. La gente necesita reírse, gordo. Creo que no te puedo decir más gordo...” Para mi Anita es una de las mejores comediantes que hay en la Argentina, sin ningún lugar a dudas y desde la admiración también se crean grandes cosas.
-Como en el caso del “gordo”, ¿tienen que frenar a pensar qué van a decir en estos tiempos de corrección?
-Yo pienso de otra manera. Yo sé que hay que cuidarse en ciertos lados de decir ciertas cosas, y creo que en la televisión sucede eso. En la TV tenés miles de personas y todos piensan distinto, entonces tenés que cuidar eso. En la tele yo hago humor para la gente, no para un sector. Cuando hacés teatro es distinto porque ahí la gente elige ir a verte, sabe quién sos y lo que hacés. Si vas a ver a Radagast sabés qué tipo de humor hace y si lo vas a ver a Favio Posca también. Si Posca en el teatro se baja los pantalones no te podés ofender porque sabés a quién vas a ver. En cambio si lo hace en la tele sí podés decir “qué desubicado” porque hay otra gente mirándolo. Ahora se habla mucho de la cancelación. Me parece que eso también aplica para el humor. A mí particularmente me gusta el humor negro. Y el humor negro está mal visto, por eso justamente es humor negro. Pero entonces ¿no me puedo reír más de eso? ¿No puedo ver más nada de eso, de lo que me divierte y me gusta? ¿Lo tengo que cancelar? Me parece complejo. Yo tengo la libertad de reírme de lo que quiera en la intimidad. Yo en mi casa pongo cosas de humor negro y me río. Ahora no lo voy a hacer en la televisión porque sé que hay mucha más gente que no le gusta ese humor.
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