Edward Norton: los motivos por los que Hollywood “desechó” a una de sus más grandes promesas
Un ego inmanejable y su manía de intervenir guiones hicieron creer que su carrera estaba terminada, pero el actor, director y guionista tenía otros planes en mente
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Edward Norton podría ser uno de sus clásicos personajes: luego de convertirse en la gran promesa de Hollywood con su sublime papel de un monaguillo asesino con un severo problema de doble personalidad y alcanzar la cima en poco más de tres años, prefirió correrse del centro de la escena. Mientras su fama de incorregible crecía y varios señalaban su enorme ego y su manía por intervenir en los guiones como la razón del final de su carrera, Norton elegía los papeles que le interesaban al tiempo que preparaba su gran regreso con una película escrita, dirigida y protagonizada por él. ¿Insufrible o meticuloso? ¿Soberbio u obsesivo? ¿Quién es en realidad Edward Norton?
Edward Harrison Norton nació el 18 de agosto de 1969 en Boston, Massachusetts, pero se crió en la ciudad de Maryland, en Columbia. Hijo de una profesora de inglés y de un abogado ambiental y conservacionista, heredó de sus padres la pasión por las letras y su constante militancia por el cuidado del planeta. Su abuelo materno también fue central en su vida: James Rouse, famoso arquitecto y desarrollador inmobiliario, lo motivó a viajar a Japón luego de lograr el título de licenciado en Historia en la Universidad de Yale para desempeñarse como asesor de Enterprise Foundation, una compañía familiar que construía viviendas decentes y asequibles para familias de bajos ingresos. La experiencia terminó cuando Norton decidió que quería por fin dedicarse de lleno a ser actor y vivir en Nueva York.
De roles y estrategias
Instalado en la “ciudad que no duerme”, Norton consiguió subir al escenario como parte del grupo teatral Signature Players. Tenía 26 años cuando se enteró de la audición para La verdad desnuda. Leonardo DiCaprio ya había rechazado el papel y Richard Gere, protagonista del film, empezaba a mostrarse cansado de esperar la aparición de la persona indicada para personificar a Aaron Stampler, un monaguillo con problemas psiquiátricos acusado de asesinar de forma violenta a un arzobispo. Según recordó el mismo Norton en el marco de la 35 entrega de los premios Artios de Casting Society, le envió un fax a Deborah Aquila, directora de reparto, rogándole que lo deje hacer el casting y explicándole que “era él” la persona que estaban buscando. Lo que sucedió después explica, en gran parte, el futuro del actor.
Norton, uno de los 200 aspirantes, jamás dio su nombre en la audición. En cambio, entró a una de las habitaciones del set y se sentó en el piso. Aquila se sentó frente a él, quien sin mediar palabra se puso en la piel de Stampler. La grabación de esa prueba, que le valió el papel que lo puso en la escena principal de Hollywood, circuló antes que el film y causó tanto impacto que de inmediato soltó el cartel de promesa y se convirtió en uno de los actores más versátiles de la industria: fue Holden en Todos dicen te quiero, de Woody Allen (1996); trabajó con Milos Forman en Larry Flint, el nombre del escándalo (1996); ganó músculo y se transformó en un violento skinhead en América X (1998) y luego se lo sacó de encima para convertirse en el narrador de El club de la pelea (1999), donde trabajó bajo las órdenes de David Fincher junto a Brad Pitt. También se dio el gusto de compartir set con Robert De Niro y Marlon Brando en Un golpe maestro (2001). Con 30 años, Norton ya tenía en su haber un Globo de Oro, dos nominaciones al Oscar como actor de reparto y el cartel de “mejor actor de su generación”.
Fuera de la escena
Pese a que la industria parece haberle dado la espalda a medida que su fama de “conflictivo” ganaba terreno, el actor nunca dejó de trabajar. Así, formó parte de los elencos de Frida (2002), Dragón Rojo (2002), El gran golpe (2004) y El reino de los cielos (2005). También le dio voz a varios personajes animados -en Isla de Perros (2018) y La fiesta de las salchichas (2016)-, participó de algunos capítulos de Los Simpsons y se puso a las órdenes de directores como Spike Lee en 25 horas (2005) Wes Anderson en Moonrise Kindom (2012) y El Gran Hotel Budapest (2013) y Alejandro Iñárritu en Birdman (2014), film que le valió una nueva nominación al Oscar.
Su eterno perfeccionismo y sus ansias por abarcar mucho más que el rol del actor lo llevaron a soñar a lo grande: en 1999, un año antes del estreno de su primera película como director -Divinas tentaciones (2000)- quedó deslumbrado con Huérfanos de Brooklyn, la novela de Jonathan Lethem que cuenta la historia de un investigador privado con síndrome de Tourette. El texto, pese a su entusiasmo, quedó guardado en un cajón: su ambición por adaptarla, dirigirla y protagonizarla fueron mucho para sus jóvenes 30 años.
Entonces Norton se centró en elegir bien sus proyectos cinematográficos y dedicar el resto del tiempo a otras cuestiones: viajó, creó junto a su hermano la productora Class 5 Films, se involucró en distintas causas ambientales y sociales incluso a través de la creación de una organización que recauda fondos para obras de caridad y se unió al poeta Daniel Nadler y al inversor de Facebook Jim Breyer para iniciar y financiar EDO, una empresa emergente diseñada para medir en tiempo real la efectividad de los anuncios de televisión.
Mala fama
Los problemas que provocaron el ego y la obsesión de Norton dejaron huella en muchos trabajadores de la industria. El primero en chocar con él fue Tony Kaye, director de América X. Cuando el film estuvo terminado, la productora se mostró disconforme con el montaje y permitió al actor meter mano en la edición final. El resultado fue una película más larga y mucho más centrada en el personaje de Norton. La furia de Kaye fue tal que intentó borrar su nombre de los créditos y reemplazarlo por Humpty Dumpty -un personaje infantil descripto como “torpe y pequeño”- pero no lo dejaron; también inició una demanda que terminó en la nada.
Norton también tuvo problemas con Paramount. En 1995 la productora le ofreció un contrato por tres películas, pero luego de filmar Un golpe maestro, cada vez que se le acercaba un nuevo guion, él lo rechazaba de manera sistemática. Ocho años duró la disputa, hasta que con la amenaza de llevarlo a tribunales accedió a trabajar en La estafa maestra (2003). Según una nota publicada en Vanity Fair, el actor no solo se negó a promocionar el film sino que, además, cuando el productor envió regalos a todo el elenco Norton lo devolvió con un fuerte mensaje: “Dale esto a alguien que te caiga bien. O, mejor dicho, a alguien al que le caigas bien”.
Quizá el conflicto que más prensa atrajo fue el que protagonizó con Marvel. Fascinado por el personaje, Norton aceptó en 2008 protagonizar Hulk, el hombre increíble, y puso una condición que el estudio aceptó: tener la posibilidad de participar del guion. Al principio la relación con el director, Louis Leterrier, fue buena, pero luego todo cambió: en el momento de la edición, la intención de Marvel de hacer una película con menos diálogo y más acción -más comercial- chocó con la versión de Norton, una película más oscura, al estilo del Batman de Christopher Nolan, con diálogos más profundos y una construcción más psicológica de sus personajes.
El conflicto escaló a tal punto que el diálogo se interrumpió. Norton de nuevo se mostró reacio a promocionar el film. En 2010, luego de dos años del estreno, Kevin Feige, presidente de Marvel Studios, lo apartó del reparto de Los Vengadores y emitió un comunicado en el que dio a entender que el actor era problemático. En una entrevista con el New York Times, Norton le bajó el precio a la disputa, habló del comunicado como “un golpe barato”, aseguró que el nivel temático de Los Vengadores no era algo en lo que quisiese invertir su tiempo.
Cuestión de actitud
Desde que interpretó a Aaron Stampler, Norton metió mano en cuanto guion pudo. Al asesino del monaguillo le dio, entre otras cosas, su característico tartamudeo; a su personaje de Apuesta Final, que originalmente fumaba, le quitó el vicio. Con el guión de Frida también tuvo que ver: su entonces pareja, Salma Hayek, le pidió reescribir la trama disconforme con el resultado; Norton accedió, aunque por una disputa con el Sindicato de Guionistas no aparece en los créditos. Así llegó, también y luego de 20 años, al guion perfecto para encarar su sueño: en 2019 estrenó como guionista, director y actor por fin Huérfanos de Brooklyn.
Según una entrevista que le otorgó a la revista GQ, el film fue posible gracias a su obsesión y perseverancia: “Estas son las palabras exactas para hablar de mi participación en esta historia”. ¿Por qué tardó tanto? “Al principio quería hacerlo bien o no hacerlo; no me convencía el primer borrador, lo dejé de lado. Luego volví a trabajar en él, pero me topé con el clásico síndrome de la página en blanco”, explicó. Luego de un tiempo de abandono, un amigo lo motivó no solo a seguirla, sino a pensar en dirigirla. Ante las dudas del actor, insistió: “Conocés esta historia como nadie, eres la persona ideal para hacerla”. “Me di cuenta de que tenía razón. Ahora me alegro de que insistiera tanto”, reveló.
¿Quién es Edward Norton?
Reacio a mostrar su intimidad en público, de Norton se sabe que fue novio de Salma Hayek, que también tuvo una relación con Courtney Love -a quien defendió con una carta memorable de un crítico que la atacó a raíz de un documental sobre su ex, Kurt Cobain-, y que se casó con la productora de cine Shauna Robertson, con quien tiene un hijo.
El cuidado de su vida privada no es solo una declaración de principios. Para Norton, mientras menos se sepa de él, más creíbles se vuelven su personajes. “Soy actor, y cada vez que salgo a escena, trato de convencer al público de que soy este personaje. Cada pequeña cosa que la gente sabe sobre mi como persona impide mi capacidad para lograr esa terrible suspensión de la incredulidad que sucede cuando el público acompaña al actor y al personaje que está interpretando”, señaló el actor alguna vez. Incorregible o consecuente consigo mismo, amante de los personajes complejos o personaje complejo en sí mismo, las miradas que se posan sobre Edward Norton oscilan entre su capacidad laboral y su carácter, pero a él parece no importarle.
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