Edgardo Nieva: de su dura infancia al sueño de ser Gatica y el “acto de locura” que hizo por un pedido de Favio
Creció en una familia humilde y fue actor a pesar de que su papá lo echó de su casa; tuvo que convencer al gran director argentino para poderse poner en la piel del reconocido boxeador; estaba a punto de hacer otro importante film cuando lo sorprendió la muerte
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“Yo no era un tipo conocido, no me daba el cartel, pero fui quien tuvo la idea de hacer Gatica, el Mono. En realidad, me lo sugirió mi papá y se dio” contó alguna vez Edgardo Nieva, quien protagonizó la película de Leonardo Favio que es un clásico de nuestro cine. Y tenía razón porque ya había hecho algunos trabajos en televisión y teatro, pero no era la figura que el director necesitaba para semejante personaje. Sin embargo, se lo ganó. Este 31 de agosto se cumplen cuatro años de la muerte de Nieva, que había nacido el 19 de marzo de 1951. Porteño de pura cepa, abrió los ojos al mundo en una pensión de Callao y Corrientes. Su mamá era concertista de piano de la alta sociedad de Bahía Blanca y su papá trabajaba como mozo en el tradicional Bar Ramos.
“Mi vieja colgaba una bolsa con leche en el pasillo de la pensión para que se mantuviera fresca. Esa era la heladera”, contó hace muchos años. Tuvo que salir a trabajar de muy chico, para ayudar en su casa y entonces vendió libros, fotocopiadoras, fue visitador médico. Hizo algunos años de Ciencias Económicas, pero cuando supo que quería actuar abandonó la carrera con algunas materias ya aprobadas. En su casa no cayó bien esa decisión y después de una fuerte pelea, su papá lo echó. Nieva tenía 23 años. El tiempo cicatrizó las heridas y padre e hijo se reencontraron y mantuvieron una buena relación. Como dijo el actor, fue su papá quien le sugirió que hiciera una película sobre el boxeador.
En teatro, Nieva participó de La Demolición, Orquesta de Señoritas, La empresa perdona un momento de locura, Muero por ella, Esquirlas, Un tranvía llamado deseo, El nuevo mundo y El dragón de fuego, entre otras obras. En televisión, hizo Sin condena, El Lobista y Sandro de América. Y en cine, debutó de la mano de Leonardo Favio con Gatica, el Mono (1993) y luego trabajó en La dama regresa, Expediente Santiso, Palermo Hollywood, Tesoro mío, Ni vivo ni muerto y Palabra por palabra.
El sueño cumplido
Gatica, el Mono fue el gran trabajo de su vida y porque el que se lo recuerda desde hace décadas. Y no fue solamente el protagonista, sino también su artífice. El actor contó muchas veces que fue su idea filmar la vida trágica del boxeador y le acercó el proyecto a Favio. Como no conocía a nadie en el medio, Nieva fue a la Asociación Argentina de Actores para que le recomendaran un guionista con quien trabajar. Le recomendaron a Zuhair Jury, el hermano mayor de Leonardo Favio y guionista de todas sus películas. Lo contactó y le dijo que quería filmar la vida de José María Gatica, leyenda del deporte argentino y quería que alguien escribiera el guion. En 1989, cuando estuvo listo, también le ofreció dirigir la película, pero Zuhair rechazó la propuesta y sugirió que hablara con Leonardo. Dicen que Nieva lo pensó porque el cineasta vivía en Colombia y hacía 15 años que no filmaba. Su última película había sido Soñar, soñar (1976), protagonizada por Carlos Monzón, otro gran boxeador e ídolo popular con un final trágico.
Finalmente, Nieva se contactó con Favio. Muchos años después contó cómo fue esa primera charla: “Me acuerdo bien de ese llamado telefónico, de cómo le conté la idea. Me dijo que le interesaba y me preguntó de quién era el guion. ‘No, ¿de Zuhair? -me dijo-. Uy, el Negrito, te estafó’, me contestó en broma”. A Favio le interesó la idea y al tiempo se reunieron y rápidamente se pusieron de acuerdo en casi todo. El único problema era que Favio no lo veía interpretando el papel de Gatica y ofreció que hiciera el personaje de El Rusito, el amigo del boxeador. Fue un golpe para Nieva. “Yo ya tenía lágrimas en los ojos. Le dije que renunciaba a hacer de Gatica porque no quería ser una traba para que el director más grande de la Argentina volviera a filmar, pero también le contesté otra cosa por respeto a mí: ‘Leonardo, vas a encontrar caras más parecidas y mejores actores que yo, pero difícilmente a alguien que entienda mejor el motor que sacó a Gatica de la pobreza porque yo también vengo de ahí’, le dije. Y Leonardo Favio se debe haber conmovido porque aceptó el desafío y le dio el tan deseado papel.
Sin embargo, le pidió que se operara la cara para parecerse más a Gatica. Por supuesto, Nieva aceptó y se hizo algunos retoques para ese personaje que lo inmortalizó. “Me rasgaron los ojos para tener más cara de tigre, me ensancharon la nariz y me cortaron los lóbulos de las orejas. Un acto de locura total”, confesó alguna vez. “No cambió mi rostro, sino la expresividad. Mi mirada quedó más estilizada porque a Gatica le decían el tigre. El Mono le decía la contra nomás. Tenía que hacer ese sacrificio porque Favio nos cuenta a los argentinos mejor que nadie. Era un visionario y Gatica fue el Maradona de la época. Si viajaba, se llevaba 30 pares de zapatos. Se iba de joda y volvía a las 6 de la mañana y sobornaba al conserje para que no lo delatara. Y a los 20 minutos, lo buscaba el técnico para ir a entrenar y él iba sin chistar. Nunca fue un desclasado. Ganó cinco millones de dólares en toda su campaña y pudiendo comprarse un piso en Recoleta, nunca salió de los barrios humildes. Además, su historia de algún modo era también la historia del peronismo”. La película se estrenó en 1993 con gran éxito y excelentes críticas.
La vida sigue igual
Años más tarde contó: “Escribí un libro que se llama Cómo y por qué llegué a ser José María Gatica, pero nunca lo publiqué. Me vinieron a buscar de varias editoriales, pero no quise porque me parece que son cosas que pertenecen al mundo del cine, y sería un desagradecido si cuento puntos flojos de Favio. Le estaré eternamente agradecido porque fue el primer tipo que confió en mí en el cine”.
Esa película cambió su destino, pero no su actitud porque no era una estrella antes de hacer Gatica y no lo fue después. Fiel a su apasionada manera de trabajar, en cada proyecto hurgaba hasta el fondo. Cuando hizo El dragón de fuego y tuvo que interpretar a un personaje discapacitado fue durante tres meses a visitar distintas escuelas especiales e iba a casas particulares también. “Fue una experiencia muy enriquecedora para componer el personaje, pero también para mí como persona”, contaba.
Si no lo llamaban para trabajar, gestionaba sus propios proyectos. “Me duele que no me convoquen para hacer cine, entonces doy vuelta la situación: me pongo a inventar películas en las que yo sea el personaje que quiero hacer y luego salgo a ofrecerlas. Es un camino más difícil, pero no quiero seguir esperando”, decía. Cuando se enfermó tenía todo listo para interpretar a Juan Manuel de Rosas. Como con Gatica, contrató a un guionista y empezó a preparar el personaje. “Estoy listo para filmarla mañana, si es necesario. Aprendí a andar a caballo y a manejar el sable; hice un trabajo de composición muy profundo. También tengo al director, Eduardo Pinto”. Pero no llegó a hacerla porque se enfermó y luego de luchar varios años contra el cáncer, murió a los 69 años.
De perfil muy bajo, poco se sabía de su vida privada, pero estaba casado con la actriz y directora Silvana Espada, desde 2013.
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