Dominique Dunne: el femicidio de la protagonista de Poltergeist que sigue causando conmoción
La joven, quien creció rodeada de artistas y tenía un gran futuro por delante, fue asesinada por una expareja a los 22 años, luego de sufrir diversos episodios de violencia
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Dominique Dunne nació en una familia de artistas. Hija del escritor, productor y actor Dominick Dunne, hermana menor de quien también se convertiría en actor y director (Griffin), sobrina de los escritores John Gregory Dunne y Joan Didion, y ahijada de Maria Cooper-Janis, hija de Gary y Veronica Cooper, indefectiblemente se sintió atraída por el arte y sus diferentes expresiones. Su avidez por apostar ella misma por una carrera en el mundo del cine la condujeron a estudiar incesantemente. Luego de graduarse de la escuela secundaria, decidió emprender un viaje a Italia para aprender el idioma y después se abocó a estudiar actuación con Milton Katselas (quien estaba bajo el ala de Elia Kazan y Lee Strasberg en el emblemático Actors Studio). De inmediato, se despertó en ella la certeza de que eso era lo que quería hacer toda su vida y comenzó pisando las tablas con las puestas de varias obras -y bien variadas- como West Side Story y La ratonera, entre muchas otras.
No pasó demasiado tiempo hasta que a la joven Dominique se le diera la posibilidad de integrar series como Lou Grant, Family, Hart to Hart, Fame, y Breaking Away, los necesarios pasos previos al que sería su gran debut en cine con un verdadero clásico del terror basado en una historia de Steven Spielberg: Poltergeist: Juegos diabólicos de Tobe Hooper, que recientemente regresó a salas comerciales con motivo de su cuadragésimo aniversario. En el largometraje, Dunne interpretó a Dana Freeling y fue una parte clave del aceitado engranaje del que se convertiría en un film de culto. Dominique tenía todo por delante y ya se encontraba filmando un episodio de la serie Hill Street Blues (y ensayando para la miniserie V) cuando, el 30 de octubre de 1982, cinco meses después de verse por primera vez en una pantalla de cine, John Thomas Sweeney acabó con su vida semanas antes de que Dunne cumpliera 23 años.
Durmiendo con el enemigo
La relación entre Dominique y el sous-chef de Ma Maison, un prestigioso restaurante de West Hollywood que solía ser frecuentado por numerosas celebridades, se desarrolló a un ritmo vertiginoso. A sus 21 años, la joven se enamoró de Sweeney luego de conocerlo en una fiesta privada y a las semanas se fue a vivir con él. El noviazgo parecía marchar sin demasiadas complicaciones. De acuerdo a los informes de la época, ambos estaban cumpliendo sus respectivos sueños. Ella, el de consolidarse como actriz. Él, el de hacerse un nombre en el mundo de la gastronomía. Por otro lado, Dunne había encontrado en Sweeney a un compañero que la entendía respecto de los problemas que había atravesado en su niñez, como el divorcio de sus padres y la enfermedad de su madre, Ellen Beatriz, quien padecía de esclerosis múltiple. A su pareja le sucedía lo mismo: sentía que podía compartir con Dominique traumas de su infancia, como el haber crecido con un padre alcohólico y violento. Más allá de esos puntos que los unían, Dunne nunca estuvo enteramente cómoda viviendo con Sweeney en la pequeña casa de Rangely Avenue, en donde se habían mudado al mes de verse por primera vez, ya que su pareja no tardó en mostrar su costado violento.
El joven le había pedido que se aleje de sus amigos porque quería pasar la mayor parte del tiempo posible con ella y también era muy celoso de los fanáticos que solían reconocer a la actriz. De manera paulatina, Sweeney fue apartando a Dunne de todo aquello que le hacía feliz y la mantenía encerrada en esa casa que se terminó convirtiendo en un ámbito pesadillesco del que la joven no sabía cómo escapar. Luego del estreno de Poltergeist, la situación empeoró porque la fama de la actriz había crecido exponencialmente. Una noche, un hombre que había visto el film, la reconoció y le mencionó una escena de la película sin ninguna otra intención más que la de compartir su entusiasmo. Dominique no pudo ni siquiera emitir sonido, que su pareja ya había tomado a ese fan del cuello para golpearlo contra la pared. Esa escena fue vista por Alex, el otro hermano mayor de la joven, quien acudió a su familia para contarles lo que había atestiguado. Esa situación violenta no hizo más que confirmar las peores sospechas de los Dunne, quienes intentaron alejar a su hija de Sweeney. Sin embargo, el hombre siempre encontraba la forma de persuadirla para que se quede a su lado.
En agosto de 1982, en medio de una discusión, el chef tomó a la actriz de los pelos y se los arrancó de raíz. El pánico invadió a la joven, quien salió corriendo y fue a la casa de su madre, completamente desesperada. Su novio la siguió, pero Ellen le prohibió el ingreso y amenazó con llamar la policía. Días después, y a pesar de las largas charlas que tuvo con su familia, Dominique regresó a la casa que compartía con Sweeney creyendo que lo que había vivido era un hecho aislado que no se repetiría. Luego de un mes de aparente calma, en septiembre, dos meses antes de su femicidio, Dominique fue víctima de otro hecho de violencia por parte de su pareja, quien la tomó del cuello y amenazó con asfixiarla. Tras lograr escapar por la ventana del baño, se instaló en la casa de su madre y en la de unos amigos y llamó a Sweeney para terminar con la relación de manera definitiva. Cuando él se mudó, Dominique cambió la cerradura y regresó a Rangely Avenue dispuesta a empezar una nueva etapa de su vida, aunque con el temor constante de las súbitas apariciones de su exnovio. “Él no está enamorado de mí, está obsesionado conmigo, me está volviendo loca”, le había contado Dominique a su padre en ese momento.
El peor final que marcó el inicio de otra pesadilla
Con su mente intentando dejar atrás lo que había padecido a manos de Sweeney, Dunne empezó a ensayar para su personaje de Elizabeth en la miniserie de ciencia ficción V con su compañero de escena, David Packer. Ambos se encontraban en la casa de Dominique ese fatídico 30 de octubre de 1982, cuando Sweeney golpeó la puerta luego de un infructuoso intento de hablar con ella por teléfono. La joven accedió a hablar en el porche y lo que pasó luego fue relatado por Packer, quien contó que escuchó gritos y golpes. Cuando llamó a la policía, le negaron el envío de oficiales a la casa porque esta se encontraba fuera de su jurisdicción.
El actor entró en pánico y se comunicó con un amigo, a quien le dijo que, si lo encontraban muerto, el responsable era Sweeney. Cuando salió de la casa, encontró una secuencia aterradora: al hombre arrodillado ante una agonizante Dunne. El femicida le pidió a Packer que llame a la policía, que finalmente acudió al lugar en el que Sweeney confesó lo que había hecho: “Maté a mi novia y después intenté suicidarme”, dijo.
La joven, que todavía tenía signos vitales, fue trasladada el centro médico Cedars-Sinai. Su cuadro era de un coma irreversible. Luego se confirmó que Sweeney la había estrangulado por cuatro minutos. El 4 de noviembre, sus padres pidieron que su hija fuera desconectada del soporte vital y dos días después se realizó, en Beverly Hills, el funeral que marcó el inicio de una nueva pesadilla para la familia Dunne: el juicio contra Sweeney. El chef fue asistido legalmente por uno de los mejores letrados por la ayuda que le brindó su empleador de Ma Maison, Patrick Terrail.
En el juicio en cuestión, que comenzó en agosto de 1983, el abogado de Sweeney, Michael L. Adelson, alegó que su representado era tan solo un hombre que se había dejado llevar por los sentimientos que le provocaba “una joven loca, rica y con problemas con la bebida”, y que el chef había actuado “irracionalmente” porque se había enterado de que Dominique se había realizado un aborto. Asimismo, Adelson también apuntó contra los Dunne, la enfermedad de la madre de Dominique y las presuntas adicciones de su padre, y le comunicó al juez Burton S. Katz que el acusado estaba dispuesto a declararse culpable de homicidio involuntario, figura que tenía una pena de siete años.
Al mismo tiempo, muchos amigos de Dunne testificaron sobre los episodios de violencia que sufrió la joven y cómo los golpes eran visibles, al punto tal de que no podían ser maquillados para los rodajes. Entre los testigos también se encontraba Lillian Pierce, expareja de Sweeney, quien relató cómo el hombre la había intentado asfixiar en diez ocasiones y que fue hospitalizada dos veces. De todos modos, el juez desestimó su testimonio y no permitió que el jurado lo tomara en consideración para el veredicto.
La sentencia que nadie esperaba
El 21 de septiembre de 1983, el jurado integrado por nueve hombres y tres mujeres declaró a Sweeney culpable de homicidio involuntario y de ataque físico con abuso de violencia: el hombre solo tuvo que cumplir una condena de tres años y siete meses. Luego de que el juez se excusara de la sala, la familia Dunne gritó que no se había hecho justicia y el padre de la víctima le marcó el grave error de haber desestimado el testimonio de la expareja del femicida que podría haber demostrado que el hombre “tenía un historial de violencia con las mujeres”. “Por el resto de mi vida, cada vez que tenga oportunidad, voy a mencionar el nombre de este asesino: John Sweeney. Quizás la ley lo deje ir, pero no yo”, declaró el padre de Dunne, quien falleció en 2009 y quien siempre se ocupó de alertar a posibles futuras víctimas de Sweeney, quien recuperó su trabajo al salir de prisión.
La reputación del juez Katz no volvió a ser la misma después de este juicio tan expuesto (años más tarde admitiría que no procedió correctamente) y de que Victims for Victims, un grupo de activistas que luchaban por los derechos de las víctimas de violencia liderado por la actriz Theresa Saldana, marchara fuera del juzgado, una postal que nadie olvidó. Lo que tampoco se olvidó fue la manera en la que Dominique fue revictimizada por su femicida y por los abogados que lo representaban.
Un día, una amiga de la joven actriz encontró en su habitación una carta de Dunne a Sweeney que ella nunca le envió. “¿Por qué tenés que ser parte de todo lo que hago? ¿Por qué querés venir a mis clases de equitación y a mis clases de actuación? ¿Por qué estás celoso de cada compañero de trabajo que tengo? ¿Por qué debo contarte palabra por palabra todo lo que hablé con mi psicólogo? (...) Tu paranoia está desbordada. Vos no me amás. Vos estás obsesionado conmigo (...) Todo esto me ha hecho darme cuenta de lo asustada que estoy de vos, y no me refiero solo físicamente. Tengo miedo de la próxima vez que tengas otro cambio de humor”, había escrito la joven en ese descargo epistolar en el que graficaba cómo era su vida al lado de ese monstruo que se la arrebató.
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