Divina Gloria: “Podría morir después de tomar un helado esta noche”
Forjadora de la leyenda del under que nacía a fines de la dictadura y se prolongaba en la transición democrática, algunos la conocieron en el Parakultural o Cemento. A otros se les reveló por sus actuaciones en la tele junto a Alberto Olmedo o sus incursiones en la música pop nacional.
Actriz, comediante y cantante, performer y diva del under porteño, luego de trabajar en teatro con Pepe Cibrián Campoy, a los veintitantos editó Desnudita es mejor, primer disco que en la inmortalizó en su tapa como la "Madonna" argentina.
De inmensa trayectoria, Divina Gloria pasó por el teatro under y la televisión descomedida, tuvo un hijo (Lenny,18), subió a escena para hacer teatro serio y teatro judío también; hizo canciones, música electrónica y trance; cantó jazz y sacó un disco de tangos en idish que la proyectó internacionalmente. También trabajo en cine y tiene una extensa lista de piezas teatrales. En su flagrante versión 2019, regresa a escena junto a Diego Licht como protagonista de Zeide Shike.
"Para mí la actuación es un oficio, no es una carrera, y a veces es como que uno ya está tan acostumbrado a esto que corre el riesgo de perder esa euforia de un estreno. Pero la estamos recuperando. Diego es el autor de la obra y le quiso hacer un homenaje a su abuelo, un ruso judío que viajó a América a los 17 años con la idea de ir a los Estados Unidos y encontrarse con un tío, pero la frontera estaba cerrada y el barco siguió de largo. En vez de venir a Buenos Aires, alguien le sugirió en el barco que se quedara en Remedios de Escalada. Y ahí es donde conoció a Sara, su mujer, que vengo a hacer yo", sintetiza Divina el disparador de esta historia con música en vivo a cargo de Nataly Salas. Una pieza de teatro musical atravesada por distintas canciones y situaciones de humor, valses, zambas, tangos y milongas, desde Atahualpa Yupanqui a Ástor Piazzolla, Eladia Blázquez, Teresa Parodi y Horacio Guarany, entre otros.
Divina nació el 6 de febrero del ’62. La anotaron como Martha Gloria Goldsztern en el barrio de Belgrano, pero se crió hasta los 18 en pleno Once, sobe la calle Lavalle entre Boulogne Sur Mer y Ecuador, exactamente a la vuelta del teatro donde se presenta ahora. Sus abuelos eran actores de teatro judío, y su padre también se desempeñó en el mundillo teatral, más volcado al área de gestión. Fue así que a los 5 años, Martita debuto con su abuela arriba de un escenario… y no paró nunca más.
-Empezaste muy chiquita: ¿en qué momento sentiste que tenías vocación artística?
-Me acuerdo perfectamente cuándo. El día en que fui a ver al Cervantes La niña boba, de Fernández de Moratín. Tendría 9 años y me impactó todo. No me olvido más de Juana Hidalgo, la protagonista. Dije: "éso quiero hacer yo".
-¿Y en qué momento te pusiste Divina Gloria?
-Me bauticé así en una reunión con los integrantes de Los Peinados Yoli, aquel grupo under de clown que tuvimos entre 1983 y 1984. Estábamos viendo libros en mi casa de las divas de Hollywood. Entonces decíamos, divina Greta (por Greta Garbo); divina Marilyn Monroe… Divina Gloria dije yo, por que Gloria es mi segundo nombre, y así quedó y lo registré. Igualmente ya había pasado por la escuela de comedia musical de Pepe Cibrián, tenía un recorrido por la sangre, el karma de la familia. Prácticamente me obligaron a actuar. Me decían: subite a un escenario, andá a brillar. Creo que Dios dijo, a ella le toca, y me señaló con un dedo. Y los milagros pasan, y suceden.
-¿Qué recuerdos tenés de tu paso por Cemento y el Parakultural en la década del 80?
-Los más lindos. Presenté el primer disco que hice en Cemento. Habíamos barrido todo con Omar Chabán, porque la noche anterior había actuado La Organización Negra, o sea que había vidrio, caca, barro, botellas, de todo, pero todo era genial. Éramos obreros del arte. Era lo mejor tocar con Pelvis, Rockabilly, estar con Batato (Barea), con Urda (Alejandro Urdapilleta), con Tortonese. Hacíamos La Fiesta del Culo, y les dábamos inyecciones a la gente... mentira, estábamos jugando. Yo tenía un vestido de novia con muchos rollos de papel higiénico, todo tenía que ver con el culito. El lugar estaba recontra repleto, desde Luca Prodan, hasta Los Ratones Paranoicos, Gustavo Cerati, Gamexane -el papá de mi hijo, guitarrista de Todos tus muertos-. Estábamos todos, y había una belleza y una libertad únicas. Todos vivos, además. A mí me dolió mucho todo.
-¿Cómo era el día a día con Batato, Tortonese y Urdapilleta?
-Hermoso. La noche a noche y el día a día. Todos muy trabajadores. Siempre nos vimos en situaciones de laburo, de ensayos, de cranear un show, de probar una poesía, de ver qué ropa nos poníamos; algo tan mío, siempre el juego, el interés de verse, a ver qué nos pasa en ese momento, a ver qué es, siempre dejando un margen enorme para la improvisación. Si leo este poema de Marguerite Yourcenar, qué pasa, y después… qué importa del después… No me quiero olvidar de Fernando Noy, que también era parte y musa. Éramos todos muy hermosos.
-Al mismo tiempo, en los años 80 trabajabas en uno de los programas más vistos de la tele como fue No toca botón, con Alberto Olmedo, Javier Portales y Hugo Sofovivh. ¿Sos leyenda?
-Yo no lo puedo creer. Hoy sos la séptima persona que me habla de Olmedo. Todo el tiempo está presente en mí. Es como mi ADN.
-¿Te acordás cómo lo conociste?
-Lo conocí dos veces. Cuando vivía mi viejo, le consiguió a Hugo Sofovich la habilitación del aeropuerto de Ezeiza para hacer su primera película. Entonces mi viejo le preguntó: "¿por qué no la metés a Martita, la nena? Claro, yo no daba 90-60-90, entonces Hugo le hacía caritas. De todos modos, me metió en un gag de una película: tiraba a Mario Sánchez a la pileta. Yo no tendría más de 11 años. Después pasó el tiempo, estaba haciendo Glamour, un espectáculo de Jean Francois Casanovas, y nos presentamos en Mar del Plata. Entonces una amiga de Olmedo, Inés Quesada, me vio y le dijo: "Hay una actriz que tenés que ver. No se puede creer". Después llegamos a Buenos Aires y Danielito Pérez Hernández me empezó a dejar mensajes en el contestador automático para que hable con Olmedo. Al cuarto mensaje dije: "lo voy a llamar al señor Olmedo", y le dejé un mensaje en su contestador. A la media hora me vuelve a llamar él, y me vino a conocer. Al rato aparece Olmedo con la gorrita, la bandolerita, y me dice, bueno, a ver: le hice un show, le declamé, le zapateé, le recité Berta Singerman, bailé tap, hice piruetas, hice todo. Y cuando se fue me dijo: "Bueno, petisa, algo vamos a inventar. El miércoles vení a Canal 11 que voy a grabar un adelanto y así lo ves a Hugo, nos vemos ahí". En ese momento yo tenía 20 años, tremenda inocencia, todavía no entendía la dimensión que tenía trabajar con él.
-¿Y cómo era trabajar con él?
-Era un genio. La mirada, el ver al otro, era muy notorio en Olmedo. Era muy, muy divino. Muy extrañable. Y no hablo más porque me pongo a llorar… o me pongo a reír.
-¿Como ves aquel humor de No toca botón a la luz del feminismo en estos días?
-Justamente creo que Olmedo tiene esa magia [N del R: lo menciona así, en presente] que hace que nadie se sienta ni dolorido, ni herido, ni ofendido. Él no ofendía, porque si no, no seguiría tan presente su amor, el cariño o el recuerdo.
-¿Hoy el Manosanta no sería criticado por tomar a la mujer como un objeto?
-No, yo creo que si le preguntás a las compañeras o las actrices que lo acompañaron, todas te van a decir que era un señor. Lo hacía desde un lugar súper pícaro. Era tan caballero, tan buena gente, tan noble, tan buen tipo, tan buena persona, que debería ser el ejemplo de muches. Era muy genial, súper generoso, súper atento. Lo último que me regaló a mí fue una rosa. Siempre te preguntaba si habías morfado, si tenías plata para comer, si habías pagado el alquiler. Nada que ver con este demonio que a veces se hace carne en los hombres y también en las mujeres. Digo, en el ser humano, porque a veces las mujeres también podemos ser muy violentas, dañar, hacer doler a otro y ofender. Todos tenemos muchas cosas para aprender todavía
-¿Cómo era la noche en aquellos años 80?
-En el teatro, por ejemplo, era catorce pizzas de Manolo entre función y función, cinco pizzas para cada camarín, y venían todos. En distintos lugares te cruzabas con Fito Páez, con Andrés Calamaro, María Kodama, Charly García, se metían en los camarines con el negro, cenábamos juntos, íbamos a bailar. Muy divertido todo. Era la vida, la vida, la vida. A su vez, en el circuito under íbamos mucho a las disco gay, que era la libertad de todo. Era el ambiente donde nos movíamos con Peinados Yoli. Algo similar a lo que pasaba en España con la movida de Pedro (Almodóvar). El prejuicio es que todo era muy oscuro, y no lo fue para nada. Yo lo veo como más ingenuo. Si te ponés a pensar… ¿qué es lo malo y lo oscuro?... la dictadura y la muerte, no lo otro. Creo que acabo de decir una genialidad que nunca había pensado, pero verdaderamente, lo oscuro era lo anterior, no los payasos.
-¿Qué cosas te hacen gracia hoy?
-Muy pocas. Vos (se ríe). No soy de carcajada fácil. Pero te puedo decir que me da mucho placer y mucha risa estar en mi casa, en mi cama, mirar por la ventana y sentirme en paz. Creo que esa es mi felicidad, y la risa, la alegría más profunda viene de ahí. La observación de los otros, un gesto, una cara, cosas absurdas, cotidianas, sin peso.
-¿Sos muy religiosa?
-Sí, creo mucho en Dios. Soy monoteísta, y amo a Dios. Lo amo. Viste que siempre está, siempre es, fue y será.
-¿Cómo te lo imaginás?
-(Se ríe) Negro. De piel negra, claro. Bueno... enorme, inconmensurable, bondadoso, generoso, piadoso, "omni total", de altísima topetitud. El más gracioso, el más genial, el más sabio, el que mejor oído tiene, el que mejor vista tiene. Dios es muy grosso.
-Para terminar, en febrero cumpliste 57. ¿Qué balance hacés?
-Muy bueno. Podría morir después de tomarme un buen helado esta noche.
Zeide Shike.
Desde el domingo 3 de marzo.
Domingos, a las 18.
IFT, Boulogne Sur Mer 549.
Dirección: Perla Laske.
Entrada general, 350 pesos.
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