Diez películas de Amy Adams para descubrir en streaming
El escenario es una escuela católica del Bronx en los tumultuosos años 60. Los actores que se disputan el poder son dos colosos de la interpretación, Meryl Streep y el fallecido Phillip Seymour Hoffman. En el medio hay una mujer más joven, inocente, que observa la batalla con igual grado de admiración, respeto y temor. Con esa cara angelical, Amy Adams, por entonces de 33 años, probó estar a la altura de dos leyendas de la actuación de Hollywood en La duda (2008). No iba a ser la última vez frente a esas estrellas: se lució de igual manera, o más, junto a Meryl Streep (aunque no compartieron escenas juntas) en Julie y Julia, la comedia de Nora Ephron, como una blogger que trata de seguir las recetas de la cocinera Julia Child. También volvió a compartir cartel con Hoffman en The Master, el relato indiscreto, retorcido y oscuro sobre la cienciología (aunque no "sea" la cienciología) de Paul Thomas Anderson. Nacida el 20 de agosto de 1974 en una base militar estadounidense en Italia, de religión mormona, a la actriz de cabellos ígneos le ofrecían solo papeles de personajes positivos e inocentes, pero a ella nunca le preocupó quedar encasillada. Un repaso por su carrera sugiere que hizo bien en restarle importancia al asunto: supo convertirse rápidamente en una de las actrices más versátiles de esta generación, ostentando el dudoso honor de haber recibido seis nominaciones al Oscar pero —todavía— ningún premio de la Academia.
Escándalo americano (2013)
"Todos engañamos para sobrevivir" es el eslogan de Escándalo americano, la película donde David O. Russell satiriza, con sensibilidad kitsch, la desesperación de sus protagonistas por algo más que conseguir dinero: antes que estafadores son "artistas del engaño". Como decía Borges, en este mundo basta cualquier simetría con apariencia de orden para embelesar a los hombres, y el primer guiño cómplice de la película es la advertencia inicial: "Algo de esto sucedió", que se burla de las "historias verídicas" que cada tanto propone Hollywood. Amy Adams es Sydney Prosser, una parte del corazón de esta historia, un alma desesperada que modifica su acento para transformarse en la seductora inglesa Edith Greensly. Otro estafador, el personaje de Christian Bale, dice embelesado sobre Sydney: "Es una mujer que sabe apreciar a Duke Ellington". Como si fuera la tintorería donde los enamorados se besan, mientras se prueban tapados de animal print, la película es un contrabando de influencias constantes (del Nuevo Hollywood y, en especial, de Martin Scorsese). Adams consigue evocar el sex appeal y la complejidad de uno del personaje que, en sus propias palabras, fue el más duro de su carrera: "En esta película están todos rotos y Sydney en especial". La intensidad que tuvo este personaje sobre la actriz fue tan grande que, apenas terminó el rodaje, tuvo que cortarse el cabello: "El director me mandaba fotos con peinados muy específicos de los 70 todo el tiempo, hizo un trabajo de investigación muy intenso". Se nota: el pelo de cada personaje (como Syndey con sus rulos) simboliza que, de algún modo, todos mienten. Disponible en Flow.
Atrápame si puedes (2002)
Una enfermera frágil, inocente, algo tímida, que todavía usa brackets y se enamora de un joven doctor: así es (o aparenta ser) Brenda Strong. Steven Spielberg fue uno de los primeros en descubrir el talento de Amy Adams, tres años antes de que la actriz tuviera su primera nominación al Oscar por Junebug. Le llamó la atención la frescura que aportaba para acompañar a Leonardo DiCaprio, como el estafador Frank Abagnale Jr. Para el falsificador de cheques, que engaña a PanAm, y sueña con ser James Bond, ella representa algo más que la pureza. Es la perspectiva de una familia modelo para el sueño americano: profesionales sureños, luteranos, que se sientan en el living a compartir la televisión y bendicen la comida. Pero el director de Lincoln deja entrever que nadie es totalmente inocente ni culpable cuando de engaños se trata: Brenda tal vez no sea la muchacha indecisa y llorona que aparenta ser a primera vista. Disponible en Flow y Netflix
La llegada (2016)
"Ya no creo en principios y finales" afirma la lingüista Louise Banks cuando comienza la película basada en la nouvelle de Ted Chiang "La historia de tu vida". El canadiense Denis Villeneuve dirigió un nuevo clásico de ciencia ficción donde algunas naves alienígenas quedan suspendidas sobre diversos puntos del planeta Tierra. La gran incógnita es el propósito de esas visitas inesperadas, en una carrera contra el tiempo, ante la creciente desconfianza entre las distintas potencias mundiales. Villenueve recurre al viejo axioma que determina que el montaje es la pieza más importante de cualquier película: la organización temporal del relato crea significado y sentido. Que la Academia ni siquiera haya nominado a Amy Adams por este rol, que sostiene la arquitectura de toda la trama, es anecdótico, pero parece suscribir al prejuicio que la institución siempre tuvo contra el género. El personaje de Jeremy Renner es su complemento perfecto, el científico del ejército que domina el mundo de las matemáticas. La relación entre las humanidades y las ciencias duras, como el proverbio italiano que sostiene que "traducir es traicionar", supone un estudio semiológico/antropológico que indaga sobre la relación entre la imagen/tiempo y la arbitrariedad simbólica del lenguaje. A la manera de la caverna platónica, los aliens son casi sombras que se proyectan sobre una suerte de pantalla de cine. Disponible en Netflix
Animales nocturnos (2016)
Un chiste recurrente es aquel que (de manera deliberada) confunde entre sí a las coloradas de Hollywood. Jessica Chastain suele burlarse de su parecido con Bryce Dallas Howard y el marido de Isla Fisher, el humorista Sacha Baron Cohen, alguna vez hizo una broma sobre lo indistinguible que es su esposa con Amy Adams. Tal vez por eso Tom Ford eligió a Fisher para que interprete, en la ficción dentro de la ficción de su film, a una de las protagonistas de la novela que lee Adams. El punto de vista corresponde al de una mujer rica, pálida, estoica y fría, que avanza sobre una historia policial que transcurre en Texas. En el desierto "imaginado" la temperatura es cálida, los hombres son rednecks vulgares y violentos, pero en la realidad vive en la soledad de su departamento neoyorkino, en un ambiente repleto de referencias a las obras de Jeff Koons, Alexander Calder y Richard Misrach. El diseñador Tom Ford creció en Texas y trasladó su estética avant-garde al cine. Nada de la puesta en escena es accidental y todo sirve a un propósito mayor: contar una historia clásica de suspenso. Disponible en Netflix
Ella (2013)
Joaquin Phoenix deambula cabizbajo por una ciudad futurista que parece ser una cruza entre Los Ángeles y cualquier urbe asiática. No existe la lluvia ácida: el cielo es claro, los colores son suaves, y todavía existen los teléfonos y las computadoras. Su profesión que consiste en escribir cartas "manuscritas", por computadora como servicio para terceros. El universo que propone Spike Jonze tiene más puntos en común con la melancolía de Sofia Coppola en Perdidos en Tokio que con la decadencia claustrofóbica de Ridley Scott en Blade Runner. El título es deliberadamente ambiguo: puede referirse al sistema operativo del que se enamora el protagonista (Samantha, el OS con la voz de Scarlett Johansson) o alguna de sus exparejas, a quienes recuerda con más dolor que gloria. O puede ser una manera de referirse a Amy (sí: se llama como la propia actriz), la vecina de Theodore. Ella también tuvo un breve romance con el protagonista. "Para mí es una de las pocas relaciones que existen en el cine entre un hombre y una mujer sin ningún tipo de insinuación sexual: son amigos y tienen mucho amor el uno por el otro". Antes que un relato moralista sobre los peligros de la alienación tecnológica, el director de ¿Quieres ser John Malkovich? construye una tesis sobre las relaciones interpersonales. Disponible en Flow
Los Muppets (2011)
En el regreso triunfal (aunque breve) que tuvieron Los Muppets, Adams es una profesora, y mecánica, que está enamorada del personaje que interpreta Jason Segel. El dilema que enfrenta es cuando su pareja parece estar más pendiente de los muñecos antes que del aniversario entre los dos. Ella misma lo interpela: "¿Sos un hombre o un Muppet?". Comparte cartel con Chris Cooper, Kermit y —en la tradición de la serie— un montón de rostros famosos que tienen cameos (Sarah Silverman, Emily Blunt, Selena Gomez, John Krasinski y Mickey Rooney, entre otros). A la actriz le toca mostrar sus enormes dotes para la comedia, el canto y el baile en "Me Party": el dueto que tiene con Miss Piggy, en un diner estadounidense con música disco incluida, en donde las mujeres deciden darse una fiesta para ellas solas. ¿Acaso algo salió mal? "Lo único malo fue ver a los Muppets quietos cuando no estábamos filmando, era como que se rompía mi ilusión", confiesa. Disponible en Flow
El vicepresidente: Más allá del poder (2018)
"En Nueva York las mujeres están quemando sus corpiños. ¿Saben lo que hacemos las mujeres de Wyoming con nuestros corpiños? ¡Los usamos! ¡Nosotros creemos en lo que está bien y lo que está mal": así se dirige Lynne Cheney (Adams) a un grupo de trabajadores rurales cuando da uno de sus primeros discursos políticos. En la película de Adam McKay, la analogía es evidente, porque Lynne asciende como una suerte de versión femenina de Donald Trump que se comunica con los sectores más tradicionales y reaccionarios, que son los más golpeados por la economía. Pero Adams aclara que su personaje "entiende las reglas de juego pero cree en su propio discurso patriótico". Para componer al personaje, la actriz asegura haber leído, entre otras cosas, las memorias de la esposa de Dick Cheney: "Pude entender la naturaleza de su ambición y lo que significa crecer en Wyoming. Una vez mi hija me acompañó a grabar unas sesiones de regrabación de los diálogos (ADR, por sus siglas en inglés) y, cuando salimos, me preguntó por qué mi personaje creía que no podía ir a la universidad por ser mujer. Por esas cosas entiendo los obstáculos que tuvo que atravesar Lynne para crecer. Pero sé que estamos cambiando eso". Disponible en Flow.
Encantada (2007)
La primera nominación al Oscar vino por la película independiente Junebug, pero el salto a la fama llegó con esta película de Disney. Amy Adams puede ser una matriarca de sangre fría y calculadora como en The Master y El vicepresidente, pero también sabe encarnar a un personaje cándido, torpe y travieso, con gracia, mucho espíritu, y simpatía. El director, Kevin Lima, reconoció que no sabía que la chica que hacía la audición podía cantar y bailar: la eligió porque fue la única, entre más de 300 postulantes, que podía darle la inocencia necesaria al personaje sin que pareciera un constante guiño al espectador. La princesa Giselle es un dibujo animado que, por obra de una reina malvada (Susan Sarandon), termina en la Nueva York "real". El contraste entre la ciudad moderna y la ternura celestial que evoca Giselle, como si fuera una de las más clásicas princesas Disney, es el motor que impulsa esta comedia romántica. La película fue un éxito de taquilla que llevó a la actriz a cantar en el escenario del Oscar, por una de las tres canciones nominadas ("Happy Working Song"): "Pude cumplir con varios sueños: actuar junto a los Muppets, ser una princesa de Disney y convertirme en Lois Lane". Disponible en Netflix
Big Eyes (2014)
Margaret Keane no podía creer, a sus 80 años de edad, que alguien estuviera interesado en hacer una película sobre su vida. La artista confiesa que se reunió con Amy Adams cuando la película de Tim Burton estaba en preproducción. El proyecto que estuvo en carpeta durante once años, y fue originalmente rechazado por la actriz, que filmaba por entonces Escándalo americano porque sentía que la protagonista no tenía mucha conciencia de sí misma. Pero el rol de Sydney Prosser la afectó de tal manera que, al terminar el rodaje de la película de David O. Russell, la "dignidad silenciosa" de Keane la terminó por conquistar. La segunda biopic en la carrera del excéntrico autor de Ed Wood se centra en la relación de la mujer que dibujaba ojos grandes con su marido (Christoph Waltz), quien se adjudicó el crédito de sus obras. Casi como un repaso de los temas que obsesionan a Burton, la creación artística se desenvuelve entre una visión sensible y apasionada sobre el mundo en contra de una manipulación publicitaria y mercantilista que intenta aprovecharse del talento de la primera. Disponible en Netflix.
El ganador (2010)
La primera colaboración entre Christian Bale y Amy Adams fue un éxito. Valiéndose del subgénero de "historias sobre boxeadores", David O. Russell aprovecha para desmantelar los modismos del estereotipo white-trash con el que Hollywood suele retratar a los suburbios de los Estados Unidos. Aunque el protagonista es Dicky Ward (Mark Wahlberg), la atención se la roba el púgil drogadicto que encarna Bale, Dicky Eklund, el "orgullo de Lowell", que HBO (en la película dentro de la película) construye más como un freak que como un ser humano frustrado. Russell evita el sentimentalismo de los relatos sobre aquellos que tienen que luchar contra la vida fuera y dentro del ring: inyecta una dosis adrenalínica de fatalismo exagerado en estos personajes de clase media baja. Amy Adams debe enfrentarse a Dicky y a su familia (una manipuladora Melissa Leo, con siete hermanas aguerridas) para "enderezar" la carrera deportiva de Mickey. Fuera (y dentro) de la pantalla, a Amy Adams suele confesar que le sobra calle y no tiene un pelo (colorado) de inocente: "Crecí haciendo audiciones para gente que trata de arruinarte la cabeza, trabajé con gente despiadada. Nadie me intimida a esta altura". Disponible en Amazon Prime Video
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