Diego Scott: “Algunos creen que por estar delante de un micrófono tienen derecho a bajarles verdades de la vida a los demás”
A Diego Scott le atrae el concepto de gatekeeping en el periodismo. “Sos el que cuida la entrada”, dice, en relación a la práctica de dejar pasar la información basada en hechos y relevante para la audiencia y “rebotar” todo lo que los factores de poder quieren colar intencionadamente. Lo aplica en El primer café -el podcast diario de noticias que hace junto a Carola Gil para LA NACION desde marzo de 2020- y ahora también en Buenos días Berlín, el programa de “madrugón” (sale de seis a diez de la mañana) que acaba de estrenar en Radio Berlín 107.9.
Con todo, no deja de aclarar: “Yo soy un poco periodista, soy más otras cosas”. Entre esas otras cosas figura haber producido El parquímetro de Fernando Peña y todas sus obras de teatro, haber trabajado como imitador y coordinador autoral de los segmentos de humor de Periodismo para todos con Jorge Lanata y -allá lejos y hace tiempo- haber sido el inefable Doctor Felipe, especialista en cosas, en Duro de domar. Con un pie en cada faceta de la comunicación -pero siempre cuidando la puerta- Scott se lanza esta semana a otra aventura radial.
-Un desafío de las primeras mañanas de radio es informar pero no agobiar, no taladrar a gente que recién está abriendo los ojos. ¿Cómo vas a manejar ese equilibrio?
-Tenemos muy buena música para empezar porque la radio pasa música de los 90 y los 2000, que encaja mucho con mi edad y con el público que estamos yendo a buscar. Y por otro lado: a mí me gusta mucho la simpleza. No me gusta dar vueltas, no me gusta dar noticias que no no son noticias. Entonces vamos a ir con la información básica, simple, contada de manera fácil y honesta y además de las noticias hablaremos de temas de la vida y tendremos nuestras cositas de humor con Loló Muñoz, que me va a acompañar. No salimos a buscar intensidad desde el primer día: vamos a dejar que el programa vaya creciendo, y trataremos de transmitir las noticias que realmente pueden afectar tu vida. Se trata de discriminar qué noticias son hechos y qué noticias son anuncios, rumores, especulaciones.
-Otro desafío a la hora de comunicar es que se analice hasta la última coma de lo que uno dice buscando intencionalidades desde la famosa “grieta”. ¿Te afectan esas acusaciones que suelen ir y venir?
-No tengo ningún respeto por la gente que acusa a los demás, así que no me importa quién acusa de qué a quién. El que acusa me parece bastante poco persona. Entre las cosas que me parecen mal en la vida está acusar a otros. Tampoco creo en el coreadelcentrismo porque no creo que el punto medio entre dos cosas esté determinado por dos posiciones porque esas dos posiciones pueden estar las dos equivocadas. Creer que la ecuanimidad es ver qué dice uno, ver qué dice otro y ponerse en el medio es un error. Podés estar en medio de dos puntos equivocados.
-Si hablamos de grieta: viviste un momento de exposición política fuerte cuando estuviste en PPT con Lanata. ¿Te pesó?
-Te digo que no lo sentí mucho. También uno decide qué peso darle a las cosas. No me sentí expuesto en ese sentido porque no soy de estar muy atento a qué se dice o qué se deja de decir. Lo disfruté un montón estando ahí porque el año en el que estuve en PPT fue cuando explotó el tema de la ruta del dinero, así que -por más que yo no estaba con lo periodístico- fue buenísimo estar involucrado con el gran movimiento que fue el programa ese año. Nosotros grabábamos casi todo en exteriores y nunca me pasó de tener un incidente desagradable con nadie.
-Alguna vez lo dijiste en relación al teatro, pero la radio funciona en forma similar: es clave saber a quién le estás hablando. ¿Quién sentís que es el público de Radio Berlín a las 6 de la mañana? ¿A quién vas a buscar?
-En ese sentido, con respecto al teatro es muy distinto porque en en el teatro tenés una audiencia limitada, está sucediendo algo a puertas cerradas. En cambio un medio de comunicación es un lugar a puertas abiertas, donde hay que ser un poco más cauteloso porque por ahí estás llegando a gente a la que no podés estar cayéndole todo bien. En el teatro ya sabés qué fueron a buscar, pero los que me gustaría que escucharan la primera mañana de Radio Berlín es gente de pensamiento abierto y pensamiento independiente. Cuando empecé a darle vueltas al nombre y al spot que hicimos para lanzar el programa hablamos del Muro de Berlín. Nosotros siempre encontramos un muro que nos divide: la cuestión del aborto, la cuestión política, lo que sea. Y también nos sentimos cómodos pensando dentro de nuestros muros, de nuestras ideologías. Me gusta que escuche gente que se atreva a desafiar y a preguntarse y a pensar abiertamente.
-¿Qué aprendiste trabajando con Fernando Peña que terminaste aplicando en todo lo que hiciste de ahí en más?
La pasión por hacerlo bien y por los detalles. No hacerlo así nomás. Fernando no permitía que estuviera ningún detalle librado al azar, desde el principio hasta el final. A pesar de que muchas veces se mandaba, improvisaba, se salía del guion, hacía la suya, pero el marco para que todo eso suceda estaba muy planificado al detalle. No empezaba ninguna función sin revisar todo el escenario. Si había un escritorio con cosas arriba acomodaba hasta la última cosa. Tenía que estar todo listo para que él pudiera hacer lo suyo. Esa pasión por los detalles. No tengo la obsesión que tenía él porque eso lo llevó a ser el genio que era, pero trato de ser lo más prolijo que puedo en eso.
-Tu salto a la conducción se da después de su muerte, cubriendo su lugar. ¿Te sentiste conductor de inmediato o te tuviste que “graduar” con la experiencia?
-Y... fue raro. Con Fernando siempre estabas expuesto a que faltara por alguna cuestión de salud que pudiera ir teniendo. Primero estaba Seba Wainraich y (Diego) Ripoll y después entré yo e íbamos llevando eso como podíamos y cuando se murió fue como un gran faltazo. Venía un poquito entrenado y algo de gimnasia para salir a la cancha tenía. No sé si me sentí conductor enseguida, pero me encantó el desafío de tener que hacerlo y tener que sacarlo adelante, y después todo lo que siguió. Quizás tardé un poco en tomar conciencia. Quizás todavía estoy tardando. Quizás quitarle peso es una forma de defenderme. Otros le dan demasiado peso y creen que por estar delante de un micrófono tienen derecho a bajarles verdades de la vida a los demás. Yo no creo tener ese derecho, pero sí tengo una herramienta que está buena y que me gusta usarla de manera creativa cuando puedo.
-Hoy hacés radio y tenés un podcast. ¿Cómo comparás los dos formatos? ¿Qué comodidades le sentís a uno y al otro?
Son dos cosas muy distintas, pese a que las dos tienen el audio como soporte. En el podcast no agarrás desprevenido a nadie, te fueron a buscar. La radio está ahí, puede estar de fondo. El podcast, que esté de fondo... es medio raro. También trabajamos con Carola con mucha atención para encarar los temas de una manera que esté a la altura del que elige escuchar. Ponemos todo lo que tenemos que poner y tratamos de sacarle a los entrevistados lo mejor que tengan para aportar. Y además el podcast después se edita, una gran ventaja que tiene con respecto a la radio. A todos los que hacemos o escuchamos radio nos pasó que nos clavamos con una entrevista que decís: “Uh, esto es un embole”. El que está del otro lado cambia y vos que estás haciendo la entrevista te querés matar porque la gente está cambiando y porque te estás aburriendo. En cambio, lo hermoso del podcast es que queda solo el jugo: no se deja nada más que lo sustancial, vamos al punto. La gran diferencia entre radio y podcast: la edición. Lo que podés sacar.
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