Diego Peretti, entre su increíble transformación, la expectativa de Los Simuladores y sus consejos a su hija adolescente
El actor regresa al cine con Más respeto que soy tu madre, una película inspirada en el libro de Hernán Casciari, con un personaje muy especial; además habló con LA NACION sobre cómo fue su reencuentro con Florencia Peña y cómo será el “Peretti Proyect”, una propuesta con financiación colectiva que muy pronto lo tendrá como director
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Sin dudas, Diego Peretti se encuentra atravesando un gran momento profesional. Enemigo del encasillamiento y dueño de una gran versatilidad, el actor salta del drama a la comedia y de la comedia al thriller sin temor alguno, demostrando que cualquier papel le calza a la perfección. Sin ir más lejos, su última aparición en cine (La Ira de Dios) es un claro ejemplo de ello, donde se lo ve en la piel de un tenebroso y oscuro escritor muy distinto a ese “inmaduro” que, de jueves a domingos, arranca carcajadas sobre las tablas de El Nacional.
Mientras intenta compaginar una agenda que desborda de proyectos y desafíos interesantes (El Reino 2, Los Simuladores y su debut como director en La Muerte de un comediante), el próximo jueves el artista vuelve a la pantalla grande con Más respeto que soy tu madre; la adaptación cinematográfica del suceso teatral protagonizado por Antonio Gasalla, inspirado en el blog homónimo de Hernán Casciari. Y en esta apuesta -dirigida por Marcos Carnevale y que lidera junto a Florencia Peña- Peretti volverá a demostrar ese poder camaleónico que lo hace único y tan exitoso, convirtiéndose en un abuelo italiano fanático del rock y con algunos vicios. “Américo Bertotti es un personaje muy gracioso. Por un lado, es un nono rockero que fuma marihuana y se viste de una manera muy particular. Y por otro, está muy aferrado a sus raíces e intenta mantener como puede esa pizzería familiar que viene de generación en generación”, le cuenta a LA NACION, quien tuvo que someterse a un arduo proceso de transformación física y gestual para encarnarlo.
-¿Qué podés adelantarnos sobre Más respeto que soy tu madre?
-Es la adaptación cinematográfica de una obra de teatro escrita por Hernán Casciari sobre una historia que surge de Internet. No había visto la obra que hizo Antonio Gasalla, así que me encontré directamente con el guion ya adaptado y me pareció muy gracioso. Por el tipo de lenguaje, me hizo acordar a Esperando la carroza.
-Tu personaje es muy ambiguo: por un lado, es un abuelo poco convencional, rockero y con ciertos excesos y por otro, está muy apegado a sus raíces y a la tradición familiar... ¿Cómo lograste armonizar esos dos aspectos que, a simple vista, parecen contradictorios?
-Américo es un personaje muy gracioso. De chico quería ser músico pero no pudo lograrlo por quedar atrapado en la telaraña del mandato familiar. Y eso se ha contado millones de veces en forma de drama. En este caso, decidimos contar esa historia mostrándolo como un fanático del rock, donde su manera de protestar es estar fumando todo el tiempo marihuana. Pero, a la vez, mantiene lealmente y como puede la pizzería familiar abierta y eso me parece muy tierno. De ese entrecruzamiento sale este bicho que me encantó hacer.
-Un personaje para el que, además, tuviste que someterte a una gran transformación física y gestual... ¿Cómo fue esa preparación?
-Que esté caracterizado como un hombre mayor me atrajo muchísimo. El trabajo del equipo de maquillaje fue tremendo. Todos los días iba tres horas antes, me sentaba en la butaca y hacia un trabajo de meditación y respiración mientras trabajaban sobre mi cara. En cuanto al tema corporal, rápidamente encontré con Marcos (Carnevale) una forma de caminar. No necesité enchuecar mucho mis piernas porque ya naturalmente son como un paréntesis (risas), pero sí encorvé un poquito la espalda, subí un hombro más que el otro y listo. También trabajé el tema de la voz. Como este hombre tiene entre 75 y 80 años, carraspeé un poco la voz para hacerla más gastada. La verdad que como actor es muy placentero cuando se presentan este tipo de desafíos.
-Algo para destacar es que hablás durante toda la película en italiano...
-Sí, eso de hablar completamente en italiano lo decidí yo. Hablé con Marcos porque me parecía que hablar mitad y mitad iba a quedar un cocoliche; iba a sonar poco riguroso. Mi madre era española y en la época de la guerra civil vino a la Argentina con toda su familia exiliada porque era republicana. Estuvo 50 años viviendo en el país y hasta el último día de su vida habló como una madrileña. Por eso me pareció que, en el caso de esta película que habla de una familia italiana tan arraigada a sus raíces, el abuelo tenía que mantener su italiano intacto; me parecía un rasgo fundamental para pintar al personaje y a la historia. Así como se mantiene la fórmula de la pizza de generación en generación, me pareció que su idioma tenía que seguir el mismo camino. Marcos estuvo de acuerdo y como él tiene una genética italiana nos entendimos rápidamente en cuanto a la expresión del personaje. Coincidimos en esa cosa bien divertida, bien gestual, quizás medio exagerada y teatral. Eso sí, trabajamos mucho en ver qué se entendía y qué no, y lo que no se entendía intentamos acomodarlo con alguna palabra en castellano. De hecho, mi personaje estará subtitulado, todo eso me parece muy gracioso.
-¿Tuviste que tomar clases o sabías el idioma?
-Sí, tuve una profesora que me enseñó. Estuve un largo tiempo aprendiendo, pero fue un trabajo muy lindo. Además mi novia es hija de italianos y es profesora de italiano y me ayudó un montón. Me tuvo mucha paciencia (risas).
-¿Cómo fue volver a trabajar con Florencia Peña, con quien ya habías compartido cartel en Los vecinos de arriba?
-Siempre le digo que su personaje (que nos guía durante toda la historia) me hace acordar a Sophia Loren en Un día muy particular de Marcello Mastroianni y ella se ríe cuando la comparo. Me encanta como la lookearon y ese recurso cinematográfico de hablar a cámara todo el tiempo. Tiene esa cosa de ir directamente al grano en todos los temas, de no caretearla, y eso me gusta. Flor es una actriz que tiene una manera de abordar o construir los personajes un poco diferente a la mía. Yo soy más de trabajar el texto en mi casa y ella va más intuitivamente al set. En cuanto al trabajo en equipo, los dos coincidimos en que tiene que primar la buena onda para que salgan cosas interesantes, que no hay que obstaculizar el set con problemas tontos y que el ego hay que colocarlo creativamente y no en lo personal. Y en este elenco todos entendimos lo mismo. Es una película que trabaja con la exageración, con cierto caricaturismo, con cierta cosa de opereta y eso a veces es un riesgo pero hicimos un buen scrum (como le dicen en el rugby) y le dimos para adelante.
-¿Qué fue lo que más te costo de este personaje?
-Creo que esto del idioma. Aunque no en términos de sufrimiento sino de reto o montaña a subir. Actuar bajo palabras que pueden resultar parecidas, pero que no es castellano es difícil. De todas maneras, tengo una cosa muy italiana en cuanto a mi expresión, ya que mi papá era hijo de italianos.
-En tu familia, ¿hay alguna tradición o costumbre que, como en la película, se mantenga de generación en generación?
-Hay una tradición de Fin de año que yo creí que era normal en todo el mundo y cuando crecí me di cuenta que no. De hecho, cada vez que quería festejar de la misma forma me miraban medio raro. Esta tradición consiste en comer 12 uvas con las 12 campanadas y pedir un deseo por cada una. Me acuerdo que las uvas tenían que estar peladas así que mi mamá y mi tía se pasaban todo el día con esa tarea. Yo a veces ayudaba pero era un embole.
-¿Cómo eran esas fiestas de Fin de año? ¿Qué recuerdos tenés?
-Muy lindas, en familia. Me acuerdo de uno muy especial que fue cuando falleció Franco (dictador español) en el ‘75. Había un odio inexplicable que tenía toda mi familia con él, entonces cuando falleció “El Generalísimo” -como le decían-, se festejó con mucha algarabía y felicidad; un festejo que a mis ojos era medio inentendible. Después con el tiempo comprendí que no era felicidad sino catarsis. El destierro debe haber sido muy duro, muy difícil para ellos. De hecho, todos fallecieron muy temprano y de enfermedades que pueden ser producto de los grandes traumas; estoy seguro que ese dolor del destierro tuvo mucho que ver. Mis abuelos, mis tíos, los primos de mi mamá no llegaron a los 70. Me queda una tía nada más. Mi madre, por ejemplo, no me conoció a mí como actor. Me conoció como médico psiquiatra y hasta ahí llego. Mi viejo tampoco.
-¿Qué pensás que dirían ahora?
-Les encantaría. Me vieron en algunas obras independientes cuando recién empezaba, pero no me llegaron a ver como un actor profesional. Pero esas pocas veces que me vieron estaban felices.
-¿Estudiar psiquiatría fue un mandato familiar?
-El mandato quizá venía por el lado de que eran generaciones que vivieron guerras mundiales entonces lo que querían con sus hijos era asegurarles cierta estabilidad. Ellos querían que tuviera un título, pero para asegurarme el futuro, no como estatus social. Cuando fui médico e hice la residencia de psiquiatría, estaban contentos pero hubieran estado felices si me vieran ahora. Tenían dos cabezas muy progre, muy libres; eran muy éticos los dos. Les debo este molde con el que estoy muy a gusto y contento.
-La película habla sobre los vínculos familiares, sobre las problemáticas de una familia disfuncional, sobre la relación con los hijos adolescentes, ¿cómo es para vos ser padre de una adolescente?
-Mora ya tiene 20 pero aún así trato de que tenga la menor cantidad de obstáculos improductivos, ya sea logísticos o emocionales, en su vida para que pueda aprovechar todo el talento que la naturaleza le dio positivamente. En eso está mi cabeza. No me engancho ni con celos familiares, ni con envidia, ni con resentimiento, ni con una adolescencia que demanda más de la cuenta o es más indiferente de lo que uno quisiera. Todo eso trato de mirarlo desde un lugar que me da la edad porque algún beneficio tiene que tener cumplir años. Trato de ser una guía cada vez que ella lo requiere. Como los faros o esas luces que te marcan el camino cuando estás perdido. Si yo veo que ella se mete en algún camino que no está bien pavimentado, trato de decírselo de una manera que le llegue, no de una manera autoritaria ni poniéndome el delantal del sabelotodo.
-Por lo visto sigue tus pasos... ¿te gusta eso o preferirías que se dedique a otra cosa?
-Lo pensé mucho. Si se dedicara a otra cosa quizá yo estaría un poquito más neutral en cuanto a su profesión porque al no saber de qué se trata recibiría de ella solo cierta información que la tomaría de manera objetiva. En el caso de la actuación, conozco mucho el paño entonces cada información que ella me da tiene una profundidad mayor. Muchas veces me tengo que callar porque tiene que ver con mi experiencia y no tiene por qué ser la de ella pero, a la vez, esa experiencia es abarcadora. Pero me encanta porque tiene pasión por lo que hace. Hace muchos años que está estudiando. Hizo una obra de teatro de género de terror con una puesta de escena que vi en cine, pero nunca en teatro; algo muy interesante. Y casualmente, en el elenco está Pedro, el hijo de Fede D’Elía. O sea mi hija y el hijo de Fede coincidieron en el mismo elenco, eso es una señal. Así que estoy muy contento.
-¿Te ves reflejado en ella?
-¡Sí, claro que sí! Yo conocí mi pasión artística tarde, estaba en la facultad y nadie en mi familia era actor o artista. Digamos que era un campo a ciegas para mí y la alegría que yo sentí al darme cuenta que mi intuición no se equivocaba es indescriptible. Es un festejo de gol interno que te da una alegría con la que podés soportar otras tristezas, te da una solidez grande. Y a ella la veo igual de apasionada. Veo que puede expresar este festejo interno que se le está cumpliendo. Por ahí dentro de tres años se da cuenta que no quiere hacer esto y rumbea para otro lado pero, hoy por hoy, está feliz con lo que está haciendo.
Lo que se viene...
-Además de Más respeto que soy tu madre, se viene otra película junto a Hernán Casciari: el “Peretti Proyect” con financiación colectiva. ¿Qué podés adelantarnos?
-Es un proyecto que nació hará unos seis años atrás. Javier Beltramino (que trabajaba mucho con Axel Kuschevatzky en producción de cine) quería dirigir su primera película y durante mucho tiempo me escribió por mail para contarme su propuesta. Me dijo que quería trabajar conmigo y me dio vía libre para crear. Un día nos juntamos con Hernán Casciari, les gustó mi idea y la trabajamos en conjunto hasta que llegamos a un guion interesante. La película se va a llamar La muerte de un comediante y vamos a rodarla entre Buenos Aires y Bruselas, pero el año que viene después de que yo haga Los Simuladores.
-¿Te sorprendió la convocatoria que tuvo este proyecto, ya el primer día se recaudaron más de 100 mil dólares?
-Eso fue increíble. Tratamos de hacerla de manera independiente, pero los avatares del país, los cambios en el INCAA, más la pandemia y la explosión de las plataformas hizo que todo cambie mucho en muy poco tiempo. Entonces a Hernán se le ocurrió este tipo de financiamiento colectivo que ya había probado con otros proyectos propios y está funcionando muy bien. La idea es que quienes quieran participar, colaboren con lo que quieran y automáticamente se conviertan en accionistas del proyecto. Después se les devolverá el dinero en proporción a las ganancias que tengamos.
-Además es tu debut como director, un nuevo desafío en tu carrera...
-Sí, igual voy a codirigir con Javier Beltramino, pero justamente el otro día hablaba de esto con Fernán Miras (que hace poco también dirigió su primera película) y él me decía: “No sabés lo que sabemos de cine nosotros”. Y es verdad. Después de haber hecho tantas películas, tenemos un poder de solución bien concreto que proviene de la experiencia. Yo filmé mucho, hace 30 años que estoy en esto así que algo del set conozco y el arma que tenemos para luchar contra la eventual inexperiencia es la preparación porque es un proyecto que hace siete años tenemos en la cabeza. Digamos que la inexperiencia se va a sopesar con muchísimo trabajo.
-También se viene El reino 2, ¿ya hay fecha de estreno?
-Terminamos hace dos meses de filmar, pero no sé exactamente cuándo se lanzará. Yo creo que el año que viene o, tal vez, a fin de año tengamos novedades.
-Lo que sí ya está confirmado es la llegada de Los Simuladores a la pantalla grande en 2024... ¿Qué nos podes adelantar sobre este tan esperado regreso?
-Si Dios quiere se filma en el segundo semestre del año que viene. Al ser cine, la propuesta va a ser mucho más grandiosa, mucho más abarcadora, más épica. No me sorprende tratándose de Damián Szifron que es un director con un nivel de puesta, narración y escritura de lo mejor que hay. Y trabajar de nuevo con los chicos (en referencia a Federico D’Elía, Martín Seefeld y Alejandro Fiore), encontrarnos de nuevo los cuatro, le aporta algo fresco, amateur. Yo espero divertirme mucho, con mucha responsabilidad, por supuesto, porque no vamos a querer defraudar. Así que intentaremos ser lo más creativos posible, por lo pronto hay mucha expectativa.
-También la estás rompiendo en teatro con Inmaduros junto a Adrián Suar...
-Eso es algo impresionante, un fenómeno fuera de lo común lo que estamos viviendo con Adrián. Esto de tener de jueves a domingo todas las funciones a sala llena hace como siete meses es muy raro, así que feliz de la vida. Más allá de la obra, que es una pieza muy aceitada y trabajada, siento que la gente tiene muchísimas ganas de distenderse, distraerse y evadirse (en el mejor sentido de la palabra) de todo lo que sucede últimamente.
-Sos un actor muy versátil, nunca te encasillás en un género y siempre sorprendés con personajes bien diferentes, ¿qué tiene que tener un proyecto para que digas que sí?
-Me tiene que gustar el personaje y la historia, eso es fundamental. Así que primero me fijo en el guion, después en el elenco con el cual voy a trabajar, el director y la producción; en ese orden.
-¿Hay algún personaje que, todavía no te haya llegado, y sueñes con interpretar?
-No, no sueño mucho con un personaje específico. Sí sueño con recibir guiones que me hagan soñar. Tuve muchas oportunidades lindas a lo largo de mi carrera; hice personajes muy cambiantes, así que estoy pipón en ese sentido.
-¿Qué es más difícil hacer reír o llorar?
-No lo sé. Yo sé que hacer reír lo puedo comprobar en teatro, por ejemplo. La risa es una emoción que se demuestra con ruido entonces ahí tengo una señal. En cambio, el llanto es algo más interno, silencioso, algo más difícil de comprobar. Igual creo que logro llegar al corazón de la gente. Me llaman para hacer drama, así que alguna efectividad debo tener.
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