Diego Olivera: el llamado que iba a ayudarlo a pagar deudas y le cambió la vida y su gran historia de amor
Galán de galanes, se mudó para protagonizar una novela en TV Azteca y pronto se convirtió en una celebridad; hoy hace un ciclo de streaming con su mujer y disfruta de la familia que formaron
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Ya era un actor popular cuando a Diego Olivera le propusieron protagonizar Montecristo en México, en TV Azteca. Tuvo sus dudas, pero la propuesta era interesante y tenía deudas que pagar. Pasaron 18 años y hace tiempo que es uno de los actores más reconocidos en México.
Vive entre el DF y Miami, según lo requieran sus proyectos y los de su mujer, Mónica Ayos, y sus hijos, Federico y Victoria, todos actores. Por estos días está en Miami haciendo Circo Beach, un podcast que propone junto a Ayos, Diego Ripoll y Maite Peñoñori. En diálogo con LA NACIÓN, Diego Olivera cuenta cómo es su vida, recuerda la difícil decisión de mudarse a otro país y repasa su romántica historia de amor.
-¿Es cierto que fuiste vos quien dio el puntapié inicial para que se concrete Circo Beach?
-Yo no me daría todo el crédito (risas). Con Moni, Ripoll y Maite comenzamos una aventura hermosa que se llama Circo Beach y puede verse por YouTube en formato streaming, donde me divierto mucho y además me permite desarrollar mi pasado en producción, con la diferencia que somos nuestros propios jefes, y hoy en día no es un tema menor (risas). Un día coincidimos con Ripoll en un evento en Miami y me permití contarle mis ganas de hacer algo fuera de mi estructura laboral como actor; le planteé la inquietud, ya que siendo de palos distintos, podía resultar interesante hacer algo juntos.
-Y le interesó....
-Él ya venía barajando un proyecto que podía ser compatible con estos formatos nuevos y la idea del streaming juntos fue creciendo. Moni se sumó en esa misma charla y casi en automático pensó en Maite. Lo groso es que con Maite pegamos onda de entrada. Por no me animo a adjudicarme ningún inicio, sino más bien me adjudico haber hecho la pregunta en voz alta a Ripoll y adelante de Moni (risas). Lo demás tuvo vida propia. Son gente muy talentosa en lo suyo y da gusto compartir con ellos.
-Nunca paraste de hacer ficciones, ¿qué estás grabando ahora?
-Acabo de terminar de grabar Sed de Venganza para Telemundo-NBC Universal, en los Estados Unidos. Sale al aire a principios de octubre en Estados Unidos a nivel nacional, aunque aún no sé cuál es la plataforma que la tendrá en el resto del mundo. Es una serie cuya historia sucede en Miami y es la primera que grabo fuera de Televisa-Univisión después de más de 10 años. Es un momento profesional en el que navego entre lo conocido y lo nuevo, y me divierte. Si bien con Moni tenemos un hogar en Miami desde hace muchos años, nunca me había pasado esto de ir caminando a la locación a grabar, así que lo vivo con sorpresa y agradecimiento. Hay otros proyectos, pero sin entrar en una reflexión conformista ni demasiado profunda, me gusta proyectar mi propia propuesta y a lo sumo bancarme mi propia sombra (risas). Está bueno no depender tanto de la propuesta ajena. También me gusta trabajar en equipo con objetivos comunes y Circo Beach o el formato streaming me interesa. Sigo siendo un agradecido que me sigan pensando para tal o cual personaje, pero siempre creí que hay mil formas de contar historias, ajenas o historias propias.
-¿Cómo es tu vida entre Miami y México? El día a día, las rutinas, los placeres y responsabilidades...
-México sin dudas es un lugar muy poderoso para mí. Lo es para Moni y para mis hijos, también. No solo por la continuidad laboral que nos permitió proyectar, sino también, porque a nuestros hijos los abrazó amorosamente, les da amistades, estudio y trabajo. Tal vez a Moni y a mí nos cuesta un poco más quedarnos quietos, porque en Miami descubrimos una vida social muy activa que disfrutamos, con grandes amigos, conocidos, contactos con los cuales compartimos asados, cenas o reuniones. La rutina siempre se nos modifica entonces. Nuestro puente aéreo con México es incesante y más si se trata de estar presentes en cosas importantes de los chicos o si estamos grabando novelas o alguna serie como nos pasó en estos últimos años. Es probable que no haya elegido algunas de las propuestas teatrales que recibí a lo largo de los años en DF justamente para no estar tan atado a un lugar y poder hacer este mix que nos regala un poco de aire y descanso, y también el poder recargar pilas para lo próximo. Cuando estamos más tiempo en un lugar me gusta quitarle la mala fama a la rutina y redefinirla como armonía. Y viajar en armonía a todos lados.
-En el 2006 te contrataron para protagonizar Montecristo, ¿es verdad que tu idea no era irte para quedarte sino para juntar dinero y pagar una deuda?
-Estaba grabando Se dice amor para Telefe, una novela que producía Quique Estévanez. Un mediodía estaba almorzando en el bar de Teleinde, hoy Telefe, esperando grabar y recibí un llamado de Quique pidiéndome que fuera porque las autoridades de TV Azteca me querían conocer. No le di mucha bola porque supuse que iban a ver el estudio, algo que sucedía regularmente con visitas de anunciantes o clientes. Me quedé haciendo sobremesa porque no grababa hasta la cuarta escena y pensé “volviendo de almorzar graban fulano y mengano y la gente de TV Azteca tendrá su función con ellos”. Al rato volvió a llamarme y me repitió que los de TV Azteca querían conocerme. Hoy agradezco la insistencia de Quique y a las autoridades de ese momento de Telefe que permitieron que esa propuesta avanzara porque yo tenía exclusividad con el canal.
-¿Qué pasó en ese encuentro?
-Me enteré un tiempo después, y ya en confianza, que mientras negociaban con el canal aún no tenían al actor protagónico porque la estrategia era presentar un elenco de todas figuras mexicanas y que el Conde de Montecristo fuera una cara nueva para México. Con el tiempo Martín Luna, que era el director de Azteca Novelas, me contó que me vio en un televisor del hotel donde se hospedaba y antes de salir hacia Telefe dijo: “Ese es Montecristo… lo quiero conocer”. Y entonces entendí los llamados insistentes (risas). No solo hicimos un gran éxito que incluyó 50 capítulos más que la novela original, sino que me abrió las primeras puertas de México y el mercado hispano de las novelas. Las demás puertas se las debo a productores de Televisa-Univisión como Salvador Mejía, Rossy Ocampo, Lucero Suarez o Carlos Moreno, entre tantos otros. También es cierto que había nacido Victoria y me tomé muy en serio la responsabilidad como padre, y lo que antes eran deudas de tarjeta que transitaba relajado hasta el siguiente contrato, con mi hija todo era diferente y me urgía cierta estabilidad en ese aspecto. Entonces me venía bien hacer esa novela y ya después sí retornar a Argentina.
-Pero no volviste...
-No. Pagué las deudas, pero las propuestas de trabajo eran tan poderosas y concretas que volver a trabajar en Argentina se hizo muy difícil, hasta el día de hoy. Eso se sostuvo en el tiempo, así como la continuidad y debíamos tomar decisiones que no eran tan simples. Supimos hacerlo con humildad y responsabilidad, aprendimos a capitalizar cada oportunidad y nos cambió la realidad. Será por eso que Circo Beach me entusiasma tanto. Hablar en argentino, reír en argentino, llorar en argentino y festejar en argentino me emociona mucho. La identidad es parte muy mía y viajando no se desdibuja, se hace más y más fuerte.
-Tuviste que adaptarte a una nueva manera de actuar y de hablar. ¿Fue natural encontrar un lugar en la ficción mexicana o es algo que te propusiste?
-No sé si natural, pero debo reconocer que entendí muy rápido el estilo mexicano y logré captar sus maneras, sus formas… Mi neutro me ayudó a comunicarme fluidamente. Tal vez parezca ridículo, pero eliminar de mi léxico el lunfardo sin el prejuicio de creer que estaba perdiendo mi origen, me ayudó a verme profesional. No me interesaba refregarle en la cara a nadie mi ser argentino porque eso lo único que suma es debilidad. Si me pagan en México para hacer personajes mexicanos, intentaré verme mexicano. Cuando componés un personaje y necesitás ejercitarlo durante el día, bienvenido el ejercicio.
-¿Fantaseás con la idea de volver alguna vez? ¿Qué extrañas todavía, luego de tantos años?
-Fantaseo con volver, algunas veces más que otras. Extraño la cotidianidad con mi mamá, mi papá, mi hermano, mis sobrinos y sobrinas… Hasta mi suegra extraño (risas). Extraño no solo Buenos Aires. Extraño Mendoza, Neuquén, Tandil o Sierra de la Ventana… Extraño las giras teatrales y los escenarios pequeños o gigantes de cada ciudad o pueblo. Extraño a los argentinos en general. Extraño a mis compañeros actores. Pero también tengo claro que no volvería por la culpa. Volvería por volver. No extraño todo, todo el tiempo, pero extraño. Ya son 18 años que vivo fuera de Argentina y te aseguro que el paraíso no existe. Cada lugar o casi todos tienen su lado impresentable. Hay que tener mucha responsabilidad cuando hablás de tu país viviendo fuera de él.
-Creciste con una mamá productora de televisión y un papá cantante folclórico, ¿creés que era tu destino ser artista?
-Empecé a estudiar teatro en la escuela de Alejandra Boero siendo muy chico. Mamá, Teresa Walger, fue una gran productora de televisión con éxitos importantísimos como Socorro Quinto Año, De carne somos, Dos al toque, Detective de señoras, Grande Pa!, y muchos más. Hoy, a la distancia, puedo ver lo trascendental que fueron personajes como ella para mí y pata la televisión de ese entonces. Ella le ponía laburo, pasión y mucho amor a sus producciones. Muchos productores reconocidos hoy han trabajado con mamá cuando todos éramos remadores, delante y detrás de cámara. Y papá, Julio Olivera, cantante y muy identificado con el folklore también trabajó durísimo para que los grupos como El Grupo Vocal Argentino o Las Voces Blancas sostuvieran el folklore argentino en un nivel de excelencia. Cada uno en su especialidad, son un orgullo. Y mi suegro, Víctor Ayos que ya no está, y mi suegra, Mónica Cramer, pasearon el tango por todo el mundo.
-Llevan más de veinte años con Mónica, ¿hay algún secreto para este amor?
-Mónica es mi gran historia de amor. El amor de mi vida, que locamente se agiganta aún más con el paso del tiempo. Definir mi amor por Moni le quita algo de poder a lo que siento por ella. Todo lo que diga, como cualidades o defectos, pueden habitar en mayor o menor medida en una persona y ella no es la excepción. Sin embargo, lo que la hace excepcional es que entendió desde siempre lo que significa ‘ser humano’. Es una persona que me permite llorar, me permite reír hasta doler la panza, me permite ser padre y cuando me olvido me lo recuerda (risas). Es una compañera que me permite ser vulnerable, ser, ser, ser… Y es hermoso encontrar a alguien que te deje ser, y que además ella nunca deje de ser ella. Tan ella que no se parece a nada. Me baja a Tierra cuando vuelo demás o me ayuda a pensar cuando me enrosco. Es la persona a quien acompañaría hasta el fin del mundo si me lo pidiese. Nos hemos aprendido a complementar hermosamente. Como anécdota puedo contar que en un viaje por Europa yo estaba pero no estaba. ¿Se entiende? Caminaba hacia los destinos sin prestar atención al trayecto. Sin compartir ese aquí y ahora. Solo caminaba y con tranco largo yo iba un paso adelante. Ella optó por grabarme en cada uno de los trayectos completos sin decir nada y luego editó todos los videos juntos en cámara rápida y con el tema de Misión imposible. Terminamos el viaje y nos mostró el video a mí y a los chicos. Quedó gracioso. Muy gracioso. Pero me vi patético y ella sabía que me iba a dar cuenta de su mensaje. Esa imagen fue mucho más poderosa que cualquier intento por convencerme que no estuve presente. Me enojé, pero conmigo. Ella tuvo la genialidad de mostrármelo con humor. Hace 24 años que estamos juntos y todos los días tengo claro que nuestra unión depende de cuidar cada minuto del día. Y no exagero. Es mutuo pero la pareja tiene tanto de ella que no me produce ninguna contradicción. En el streaming ella nada como pez en el agua y me da vuelta como una media, y entendí que es más lindo disfrutarla que intentar zafar de su magia. Es mágica en serio. Como dice un amigo mío: “Moni es el as de espada” y está en quien la tenga cerca, como jugar esa carta.
-Mónica ya era mamá de Federico, ¿cómo fue ensamblar la familia y hacerla crecer?
-Fede era un niño cuando lo conocí, y yo un adulto que no tenía la menor idea cómo ocupar mi rol. Moni me dejó en claro en cuanto la conocí, que ella venía con combo. Y yo no hubiera avanzado si yo no me ponía ese punto de partida como prioridad. Hoy, Fede es un tipo adulto y no lo quiero condicionar, pero nos llena de orgullo. Un actor superlativo, un músico excelente y una calidad humana exquisita. Fede es mi hijo. Chau, a otra cosa. Así lo vivenciamos y sin forzar vínculos. El tiempo habló por sí solo, y nosotros desde las emociones y los sentimientos. Victoria es mi hija biológica, pero no por eso más hija. Ella es otra joya de la familia. Sensible, amorosa, responsable y talentosa. No es que sea el padre de ellos (risas), pero son hijos que dejan la vara tan alta que como padre me quedo regulando varias veces al día. Son artistas como los padres, pero no quita que si quisieran ser profesionales dedicados a otra cosa siempre contarán con nosotros para ayudarlos a crecer o en lo que necesiten. Obvio que les damos nuestros consejos u opinión de las cosas que viven, pero en realidad esperamos que surja la pregunta o intuimos la necesidad. Tratamos de no opinar si no lo piden. El diálogo en el hogar y como familia siempre fue primordial y muy abierto. Son seres independientes, libres, luminosos y buena gente.
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