Diego Capusotto: “Pienso en términos dolorosos; cada cinco minutos supongo que algo malo va a pasar”
El actor, creador de clásicos como Todo por dos pesos y Peter Capusotto y sus videos, se presentará en vivo con una conferencia performática en la que desgranará aspectos desconocidos de su vida y de su carrera; radiografía de un artista con códigos propios
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“El lado C de las cosas siempre me resultó más interesante. En realidad, esta vez es una excusa para prestar oído, porque no se cuenta nunca, es darle un giro a lo que no se sabe o lo que el otro quiere saber de uno, más allá de su profesión”. Diego Capusotto reflexiona sobre esa faceta inexplorada que promete revelar en cada función de Charla abierta, el lado C, una aventura escénica que viene desarrollando junto a la periodista Nancy Giampaolo y que este sábado 26 de noviembre se ofrecerá en el Teatro Gran Rivadavia de Floresta, antes de su paso por Banfield y de una temporada de verano que recalará en varios puntos de la costa atlántica.
Capusotto, como lo llaman sus seguidores, carece de redes sociales y su vida personal nunca fue noticia. Se preserva. Un outsider del medio que siempre pareció navegar contra la corriente. “Soy muy reservado, no me gusta que cualquiera venga a preguntarme”, reflexiona el actor, siempre fiel a su manera de ser y a ese pysique du role pelilargo y entrecano, gesto serio y algo enigmático.
-Hubo un cambio en tu postura y vas a contar aspectos inéditos de tu vida y de tu carrera.
-Lo que sucede es que el teatro es un ámbito cerrado, no tiene nada que ver con las redes sociales. No estoy en ese mundo que te exige que todo el tiempo tengas que estar opinando sobre algo, ahí es donde me corro y prefiero no pertenecer. Por otra parte, me seduce más la idea de una función que de contarme en primera persona, por momentos, por la forma en la que lo cuento, no siento que estoy contando mi vida, sino que soy parte de una ficción. Los relatos siempre me parecieron interesantes. Además, en las historias aparecen otras personas involucradas, no sólo estoy yo, así que eso puede hacer circular algo interesante.
La periodista Nancy Giampaolo es quien tiene la responsabilidad de guiar la exposición con preguntas, un sostén para Capusotto, acostumbrado a otras poéticas escénicas o audiovisuales: “De otra forma, no me pondría solo a hablar sobre mí”. Jugando con la intriga, el actor deja margen para la duda: “Nunca se sabe si lo que cuento es cierto o no, se le puede dar un sentido más literario que personal”.
Casi a modo de justificación, el actor argumenta que “es el trabajo que estamos teniendo, no estoy haciendo otra cosa”. Aunque la aseveración no es tan precisa, ya que también se encuentra rodando un film dirigido por Néstor Montalbano. Se trata de una comedia negra ambientada en los años cincuenta. “Es un material que está en un borde, todo el tiempo los personajes van mutando en otra cosa y con una relación de tensión”. Junto al actor, completan el elenco protagónico Alejandra Flechner, Norman Briski y Alejandro Müller.
Capusotto en varias oportunidades se probó con el cine con muy buenos resultados. Soy tu aventura y Pájaros volando, también dirigidas por Montalbano, fueron algunos de los títulos en los que expandió su rol como actor.
Y otros cuentos sobre el humor
“Más de una vez me ha aparecido un chiste mientras interpretaba un personaje y que decidí incorporarlo porque siempre funcionaba, es una estrategia”, dice.
-El humor es estrategia.
-También hay una salvajada de uno, una bestia que aparece y no mide nada. Hay efectos e imágenes que son cantadas, que siempre que las hacés funcionan, más allá del libreto.
-Tu arte es muy personal y, en consecuencia, el vínculo con el público es muy estrecho, se establece una fidelidad a partir de compartir códigos precisos y complicidades.
-Cuando uno deja de actuar, el personaje ya está en el otro, con el relato siento que sucede algo similar. Lo que se cuenta se desprende de quien lo contó, es una consecuencia inevitable.
Acaso Diego Capusotto recupere con esta nueva e inusual experiencia escénica, para de la tradición de los narradores orales y de la técnica del teatro del relato que encuentra en el humor de Luis Landriscina a uno de sus mayores exponentes. Sin embargo, el humorista reconoce que su manera de relatar deviene de imágenes que no tiene ni sabe hacer. “Lo mío tiene que ver más con lo físico, con poner el cuerpo y la acción. Por otra parte, lo mío también es algo más anárquico, donde hasta casi no me creyera lo que estoy contando de mi propia profesión”, asegura.
-Para el humor, el vínculo con el espectador define buena parte de una esencia que lo aparta de ser una abstracción retórica. Así como en el teatro, el convivio te lleva a capitalizar una reacción espontánea e instantánea del público, ¿qué sucede con el trabajo en los medios audiovisuales?
-En el caso de la televisión, que es un medio tan público, la reacción se ve en la calle. Antes, hay pasos donde se establece un orden más cerrado, como con la música, donde aparecen las primeras devoluciones del entorno o los técnicos. Por otro lado, la televisión es super masiva, donde te ven desde un intelectual hasta un cartonero y eso me parece interesante. El teatro es más un nicho para un público específico o, quizás, también te viene a ver gente menos teatrera, pero que te sigue en televisión.
-¿Cuánto modificás, o no, en torno a esa respuesta del público? ¿Qué sucede si te interesa transitar un personaje que no caló hondo en los gustos de las audiencias? ¿Hay condicionamientos?
-El condicionamiento aparece cuando hay una gran producción detrás que comienza a intervenir. Con Pedro (Saborido) nos hemos manejado de una manera muy libre en la creación, ni siquiera cuando hemos trabajado con (Marcelo) Tinelli él intervenía mucho.
Capusotto se refiere a las temporadas de Todo por dos pesos, el recordado ciclo de humor que hacía junto a Fabio Alberti y que Ideas del Sur, propiedad de Marcelo Tinelli, produjo durante un par de años. El mainstream apoyando a los artistas menos concesivos con el sistema quienes interpretaban a Mario y Marcelo, parodia de Pergolini y Tinelli, en un bizarro programa fantasiosamente transmitido desde la ciudad de Miami, que se vio por Azul TV (hoy elnueve) y el antiguo Canal 7 (hoy TV Pública).
-¿Cómo era el trabajo compartido con Tinelli?
-Manteníamos una reunión por semana, algo que no me parecía mal, pero él no intervenía permanentemente con las ideas que proponíamos. Él sabía qué programa hacíamos nosotros y cuál era el que él hacía. Cuando, en algún momento, se quisieron mezclar las cosas, le dijimos que no.
-¿A qué te referís?
-A la posibilidad de mezclar lo nuestro con VideoMatch o TVR, como nos han ofrecido. Intervenir una cosa con otra no tenía nada que ver, le quitaba el peso propio a lo que hacíamos. Pero no tuvimos mayores problemas, todo el mundo sabía lo que queríamos hacer. Es como si alguien que hace trap le ofrecés hacer un tema de reggaetón. La verdad es que nunca tuvimos que redefinir el programa porque había alguien que quería ir para otro lado.
-Ese es un gran valor de ética artística que te atraviesa.
-Hacíamos cuatro puntos, es lo que se supone que hace un programa de humor de nuestro tipo.
-Hoy el humor no está presente en la televisión abierta, cuando se trata de un género con un gran historial en nuestro país. ¿Por qué el medio se resiste al humor?
-No tengo ni idea, podría ser un tema de presupuesto, pero no estoy seguro, quizás el humor hoy circula por otro lugar, como las redes sociales. La televisión está más volcada a lo político, el panel y la opinión y el humor comenzó a filtrarse dentro de algunos noticieros, Guillermo Francella lo último que hizo en torno al humor fue hace años.
-Incluso muchos noticieros tienen agenda de magazine.
-Periodistas que antes no tenían un rol gracioso, parece que hoy tienen que tenerlo. Hay un momento donde parece ser que el conductor del noticiero tiene que hacer un paso de comedia, y esto sucede en todos los canales y está mal hecho, porque no lo saben hacer.
-Supongo que el humor es una necesidad orgánica y que el público tendrá el mismo deseo de consumir este tipo de programas como sucedía hace años.
-Por eso no se explica por qué no hay humor en la televisión. A nosotros siempre nos preguntan cuándo volvemos, incluso en momentos donde pareciera ser que socialmente hay más necesidad. Tampoco uno puede estar pendiente de cuándo la gente necesita reírse, hay problemas más urgentes que se deben solucionar antes.
-Está claro que el humor no va a solucionar los problemas de la gente, pero, como uno de los lenguajes del arte, entiendo que cumple un rol que nada tiene que ver con lo superficial. ¿No es sanador acercarse a este tipo de expresiones?
-No sé si sana, pero está claro que el ser humano necesita apropiarse del humor, es una forma de saltear la propia realidad. Incluso el humor no tiene que ver con la profesionalización, todo el mundo puede apropiarse de eso para transitar la vida, es un lenguaje que circula todo el tiempo y es una forma de paliar ciertas angustias.
-Los momentos dolorosos suelen disparar humor.
-Porque se trata de tomar una distancia de eso que acontece.
-En lo personal, cuando llega, ¿cómo transitás el dolor?
-Vivo esas situaciones como tales, sin necesidad de apelar al humor. En realidad, pienso en términos dolorosos, cada cinco minutos supongo que algo malo va a pasar, no hay duda.
-¿Qué te salva?
-Me salvan un montón de cosas, como el encuentro con el otro y su humor, y que no siempre el humor sea el mío. A mí también me gustan otras cosas como tirarme a tomar sol. Ahora, ser observado y ser el portavoz de algo que genera risa, también me encanta.
-Cuando se tiene mucha repercusión con un personaje puntual, pero se desea abandonarlo, ¿es una presión del medio no poder discontinuarlo?
-A los personajes hay que dejarlos un rato largo para que se extrañen y volverlos a hacer mejor. No hay que aprovecharse, que sea el personaje mismo el que te pida volver sin que uno lo esté llamando, por eso hay personajes que hacemos una vez por ciclo.
-¿Con qué creación te sucedió algo de eso?
-Violencia Rivas, Micky Vainilla… Bombita Rodríguez era más específico, algo más político.
Esos nombres de ficción rápidamente se instalan en las retinas. Creaciones contemporáneas que han dejado su huella con una lectura estridente de la realidad. Defectos y miserias puestas en blanco sobre negro. También el humor es una de las formas posibles de pensar el mundo. En Peter Capusotto y sus videos, programa de culto si los hay, el alter ego del humorista desgranaba esas criaturas instaladas, que generaban fanatismo y que permitían una mirada radiográfica de los comportamientos humanos desde el desborde. “No hay que ser rockero para entender a Pomelo”.
El más reciente Peter Capusotto y sus videos, el fundacional Cha Cha Cha, creado por Alfredo Casero, y el icónico Todo por dos pesos, junto a Fabio Alberti, fueron ciclos en los que el actor desplegó una forma de humor que rompió con determinados estándares, dentro de un medio que tiene un rico historial del género. Absurdo, irreverencia y una lectura de la realidad distorsionada fueron algunas de las claves de esos éxitos. “Tengo imágenes permanentemente, pero esas ideas las acomoda Pedro Saborido”, asume.
-¿Cuándo nace esa conciencia del humor?
-Desde que soy chico me aparecen personajes, para mí era algo natural como jugar al fútbol.
-¿Cómo fue esa infancia influenciada por el don creativo?
-Siempre estaba proponiéndome salir de la formalidad de la casa e ir en busca de la calle, eso siempre estuvo en mí. Y en la relación con los amigos o en el fútbol hacía algo que que causaba gracia. No es previsto, me viene. Y viene a partir de lo que me dice el otro, de observar, imágenes que luego hay que ordenar.
Volver al barrio
Nancy Giampaolo acompaña al actor en la charla con LA NACION, en un mediodía caluroso en uno de esos bares emblemáticos de Barracas donde el tiempo parece detenido. La periodista recuerda que “a Diego lo conocí entrevistándolo, en 2008 me propuse contactarlo, pero era muy difícil, no respondía los mensajes, hasta que María Laura, su mujer, le pidió que me atendiera”. En aquel primer encuentro, Capusotto le dijo que no haría fotos. “No soy Sofía Zámolo”, le remarcó, como si hiciera falta. “Después de aquello nos hicimos amigos y lo entrevisté en varias oportunidades”, sostiene Giampaolo.
“Como no tiene redes, la única posibilidad que tienen los fans de dar con él es a través de una presentación en vivo o con las repeticiones de sus programas”, reconoce la periodista que oficia de anfitriona en Charla abierta, el lado C, un espectáculo que tiene un formato que ya han probado varios actores en el mundo.
“Las intervenciones del público son muy potentes, la gente tiene referencias personales en torno a Diego, ya que lo tienen atado a momentos de sus vidas”, dice la partenaire, quien apela a la técnica de la entrevista para buscar disparadores escénicos que permitan desandar el camino de mostrar aquellas zonas más vedadas y las anécdotas no conocidas del arte de la actuación modelo Capusotto.
La función del próximo sábado en la sala del Gran Rivadavia conlleva para él un valor afectivo intrínseco ya que en la barriada de Floresta y Villa Luro pasó buena parte de su niñez y juventud, luego de sus primeros siete años de vida en Morón y Castelar. “Iba a un boliche que se llamaba Maracaibo y a la noche nos íbamos al Gran Rivadavia, desde nos han echado y llevado la policía más de una vez. Podías ir al cine y al salir se armaba una bataola con otra gente, veinte contra veinte. Todo eso podía pasar y donde había un refugio, más allá de la película, era el cine, que se transformaba en un lugar de confort”, finaliza Diego Capusotto, convencido que el lado C es también una opción para volver a las raíces.
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