La actriz quiso casarse con al actor de El padrino, pero él no estaba listo para formalizar su relación con ella; años después, conocería al protagonista de Mejor...Imposible, quien se terminó convirtiendo en una de las personas más importantes de su vida
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Ella asegura que durante gran parte de su vida se fue poniendo “objetivos inalcanzables”, desde los vínculos amorosos que tuvo hasta los familiares, especialmente la compleja relación con su madre, sobre la que se explayó en detalle en sus memorias. Diane Keaton, una de las actrices más carismáticas de Hollywood y heredera de las reinas de la comedia de rematrimonio, se reconoce también como una persona introspectiva, por lo que en determinado momento necesitó volcar sus vivencias al papel, aquellas que también excedían a la industria de la que todavía forma parte, a pesar de que sus últimos roles no están a la altura de su inconmensurable talento.
En cuanto a esos objetivos imposibles de obtener, ese proceder sobre el que tuvo que trabajar a lo largo de su vida, el de no autoimponerse metas que le exigieran un sacrificio que no valía la pena, se encuentran sus grandes amores. No es casual que su libro se titule Then Again (“Entonces otra vez”). A fin de cuentas, se trata de revisitar el pasado con la óptica actual para conocerse más y para no repetir ciertos patrones. Entre ellos, el de entablar vínculos con hombres emocionalmente inmaduros para lidiar con los pormenores de una relación, como fue el caso de Warren Beatty, de quien Diane se enamoró a fines de los 70, antes del estreno de Reds. Según la actriz, su colega se mostraba interesado en debatir con ella proyectos laborales, hasta que en una Navidad se comunicó para hablar de otros tópicos y así comenzaron un noviazgo “imposible de manejar”.
Keaton era muy consciente de la forma en la que Beatty se relacionaba con las mujeres y no quería sufrir en el proceso. “Era inteligente y completamente hermoso, no sé cómo pensé que iba a controlar todo lo que me pasaba. No fue verdad: me enamoré y me volví a enamorar por mucho tiempo desde la primera vez, era un sueño hecho realidad”, escribió Keaton. En un determinado momento, sus personalidades empezaron a colisionar con frecuencia y decidieron alejarse. “La ruptura no tuvo que ver con nuestras circunstancias sino con nuestro carácter”, reconoció la actriz. “Éramos muy distintos. Él era el ‘Príncipe de Hollywood’ y todo el tiempo había rumores de sus conquistas, pero mi perfil era otro”, remarcó sobre un hombre al que definió como “irreal”, hasta que el velo se cayó y notó cómo muchas mujeres habían sido “humilladas” por Beatty.
“No quería caer en esa trampa, pero lo que no sabía es que una vez que Warren te ilumina, no hay forma de volver atrás”, expresó. Con el tiempo, las cosas se acomodaron y ambos lograron reconvertir el vínculo amoroso en una profunda amistad, como sucedió con casi todas sus exparejas, con excepción de Al Pacino, el hombre con el que quiso casarse, deseo que no fue correspondido.
Al Pacino, ese amor inolvidable y doloroso
Se conocieron en una suerte de ensayo improvisado para la primera entrega de El padrino que se llevó a cabo en el bar O’Neal, cerca del Lincoln Center, en Nueva York. Francis Ford Coppola quería que Keaton y Pacino conversaran antes de interpretar a Michel y Kay en lo que se convertiría en un clásico del cine. “Nos habían dicho que teníamos que hablar y yo estaba nerviosa, él era una estrella de Broadway”, rememoró la actriz en su libro, en el que pudo evocar con precisión lo que más le impactó del actor cuando se acercó a ella. “Lo que más me llamó la atención fue su nariz, era tan larga como un pepino y luego la manera incesante en la que se movía, parecía nervioso también. No me acuerdo hablar del guion, solo de mirar su rostro extraordinario”, aseguró Keaton, quien en ese momento estaba en pareja, al igual que su colega. La actriz, de hecho, no alude a fechas sino a sucesos indelebles.
Entre 1972 y 1990, los actores experimentaron los estrenos de la tres entregas de El padrino, pero también algo más fuerte: una amistad que fue mutando en un amor que la actriz nunca logró olvidar. La pareja se acercaba y se alejaba, ambos empezaban otras relaciones, pero siempre volvían el uno al otro. El magnetismo era tan fuerte, que Keaton, quien no creía en el casamiento (de hecho, la actriz nunca se casó), le propuso matrimonio a Pacino, quien la rechazó en ese instante, para volver a separarse de ella. Las intermitencias de su relación provocaron un gran dolor en la actriz de Annie Hall, quien llegó a definir a Al Pacino como “el gran amor de su vida” y la persona que no pudo tener.
Con la perspectiva que da el tiempo, supo vislumbrar que el actor era otra de esas metas inalcanzables que se había puesto, que ella se había engañado a sí misma al no querer ver cómo ese vínculo, debido a su inestabilidad, no estaba destinado a convertirse en uno formal. Cuando la actriz alude a esa relación en Then Again, lo hace como si estuviera fotografiando: a través de flashes de momentos como almuerzos y cenas, días de ensayo, la escritura de cartas que se enviaban y los libros que leían en la cama. “Al parecía haberse criado con los lobos”, expresó la actriz, quien recordó el momento en que supo que esa relación no perduraría. “O te casás conmigo o al menos contemplá la posibilidad”, le dijo Keaton en pleno rodaje de una de las entregas de El padrino. La respuesta no fue la esperada. “Nunca quiso casarse conmigo y yo nunca paré de insistir. Teníamos un patrón de ruptura muy predecible, pero Al nunca fue mío. Pasé veinte años perdiendo a un hombre que nunca tuve, él no quería casarse: quería una salida”, remarcó.
La separación definitiva fue angustiante para Keaton. Si hoy nos acostumbramos a verla con sus sweaters con cuello tortuga, es porque hay una razón detrás de eso. “Después de Al, me puse una coraza, me puse más sombreros, remeras y camisas siempre de mangas largas, sacos en el verano, botas con medias y bufandas en la playa”, reveló sobre el look del que ella misma se ríe en Alguien tiene que ceder, el largometraje de Nancy Meyers por el que fue nominada al Oscar, una extraordinaria comedia romántica donde formó una inolvidable dupla con su “amor platónico”, Jack Nicholson.
Alguien tiene que ceder, la película que cambió su vida
Podrá haber ganado un Oscar por una de las mejores comedias románticas del cine, podrá haber construido una filmografía prolífica de la mano de Woody Allen, pero la película de Nancy Meyers cobró un gran significado para la actriz, quien recibió un Globo de Oro en 2004 cuando parecía que Hollywood le había dado la espalda.
En el film, Keaton interpreta a Erica Barry, una dramaturga que se enamora del novio de su hija, Harry Sanborn, personificado por Jack Nicholson, un productor discográfico que se rehúsa a aceptar el paso del tiempo, y que eventualmente también se termina enamorando de Erica. Cuando la directora le ofreció el papel y le contó que Nicholson iba a ser su partenaire, la actriz se mostró incrédulea. “Nancy me dijo que Jack iba a interpretar a mi novio en una película y yo le dije que no había forma, que estaba loca, que él jamás iba a querer hacer una chick flick conmigo”, recordó la actriz sobre el largometraje que fue un éxito de taquilla, a pesar de que a Meyers le costó acceder al presupuesto de 80 millones de dólares que necesitaba para comenzar el rodaje.
Alguien tiene que ceder rompía con los estereotipos, y mostraba que la audiencia también quería ir al cine a ver cómo una mujer de 56 años y un hombre de 63 se enamoraban, tenían sexo, citas, y problemas de comunicación que los llevaba a separarse y sufrir, como muestra el icónico montaje de Erica llorando sin cesar. Para la actriz, la experiencia fue memorable, en gran medida gracias a Jack Nicholson.
“Él me sorprendía completamente, en una escena teníamos que entrar a la casa en plena lluvia y besarnos. Para mí, Diane, el beso fue un recordatorio de algo perdido que de repente había encontrado. Cada vez que lo besaba me olvidaba de la letra y tenía que pedir disculpas, honestamente no sabía qué era lo que me estaba pasando. Lo único que sí me acordaba era de que tenía que besar a Jack”, compartió y aseguró que hubo secuencias en las que se involucraba tanto, que se olvidaba que estaba en una ficción.
Así, surgió un enamoramiento platónico, ciertamente imposible, que derivó en una sentida amistad, una que había empezado hace años, precisamente en Reds, donde el actor interpretó al dramaturgo Eugene O’ Neill. Por otro lado, la actriz se sorprendió cuando, dos años después del estreno del film, le llegó un cheque de Nicholson con un porcentaje del salario que había cobrado por la película. Jack había recibido un sueldo más alto que el de su colega, a pesar de ser coprotagonistas (algo que también puede ser refutado), y a pesar de que fue Diane quien llegó al Oscar representando al film. “Por los besos con Jack y por ese porcentaje, Alguien tiene que ceder es mi película favorita de todas las que filmé”, reveló la actriz, quien también le agradeció a Nancy Meyers por la posibilidad de lucirse en un rol que inevitablemente recuerda a Nora Ephron, con quien Diane colaboró creativamente en la comedia No nos dejes colgadas.
En un determinado momento, Keaton dejó de proyectar, hizo a un lado las metas y empezó a disfrutar de sus hijos, Dexter, adoptada en 1996, y Duke, quien llegó a su vida en 2001. Desde entonces, solo empezó a importar el aquí y ahora. “La maternidad cambió mi vida por completo, me volvió más humilde, me sacó del centro, lo único que quiero es estar cerca de ellos y aprovechar el tiempo”, manifestó la actriz que, a sus 77 años, asegura que el rememorar su vida y escribir al respecto la ayudó a adquirir otra perspectiva. “Ya no me imagino casándome, la idea de que si no te casás con nadie vas a estar en la ruina es ridícula, todas esas presiones alrededor de los vínculos lo son”.
Además, la actriz aseguró que sus ganas de ser madre se despertaron tras la muerte de su padre. “En ese momento pasaron muchas cosas en mi vida que me llevaron a decidir ir por la adopción. Mi padre estaba enfermo y murió y terminé una relación. Por eso tuve que analizar cómo seguía con el resto de mi vida”, manifestó y recordó un episodio de su juventud que la marcaría hasta el día de hoy: “En la secundaria, un chico me dijo: ‘Algún día vas a ser una buena esposa para un hombre’, y recuerdo que pensé: ‘¿Quiero yo eso?’. No creo que quiera que mi papel en la vida sea el de una buena esposa”.
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