Diana Zurco es la protagonista de un precedente de múltiples connotaciones sociales, culturales y hasta políticas, al ser la primera mujer trans que conduce un noticiero en el prime time de la TV abierta local. Desde hace pocos días, junto a Gabriela Previtera y Ariel Senosiain, la periodista y locutora recibida en el ISER es una de las caras de TPA Noticias, en su edición central de las 20. "No debería ser noticia la participación de una persona trans en ningún puesto de trabajo, en este caso, en un medio de comunicación. Pero, aún, se están deconstruyendo normativas que la sociedad tiene como cultura. Es necesario que se visibilice, es bueno que hoy sea noticia para que después no lo sea", reconoce esta mujer de 40 años nacida en Hurlingham, donde aún vive, en el noroeste del conurbano bonaerense.
Cada día, Diana sube a un colectivo que la acerca a la estación Morón del ferrocarril Sarmiento, línea que la conducirá hasta Once, donde combinará con la Línea H del subte porteño para llegar hasta Barrio Norte. Desde allí, un colectivo o un taxi hasta el edificio de Figueroa Alcorta y Tagle: "Hago patria y viajo en transporte público", dirá con humor esta mujer que trabajó durante años en una reconocida cadena de peluquerías en el microcentro y que luego se decidió por la locución. El título del ISER le permitió ingresar a Radio de la Ciudad, donde aún es la responsable de interpretar los avisos publicitarios en los programas de Silvana Amato y Mario Massaccesi: "A mí siempre me gustó lo artístico: el doblaje de películas o decir tandas tienen mucho de eso. Pero la profesión me fue llevando para el mundo de las noticias".
–Ser la primera comunicadora trans al frente de un noticiero del prime time es un hecho trascendente.
–Me pienso como parte de un proceso de asimilación, de naturalización, de esta apertura que vive la sociedad. De todos modos, hay mucha gente que la está pasando mal. Hablo de los sectores sociales mal llamados minorías, que necesitan un impulso, un "ver que se puede". Por eso, mi participación en el noticiero de la TVP marca un significado para esa parte de la sociedad, y también para la otra parte que aún le cuesta la integración, la aceptación del prójimo, del ciudadano hermano. Quizás sea idealista, pero me quiero pensar como parte de una sociedad que quiera aprender, cada vez más, del otro. Y que se piense en ese otro al que se llama diferente, por qué y en qué es diferente.
–En tal caso, diferente con respecto a qué...
–Cuando pensás en el otro, las diferencias se acortan. Tenemos más cosas que nos acercan que las que nos alejan como sociedad. Hablando de la comunidad trans, somos personas que queremos trabajar, estudiar, hacer una carrera, integrarnos. Si preguntamos a los integrantes de la comunidad trans si desean tener un trabajo formal, casi el ciento por ciento te va a decir que sí. Todos van a coincidir en que se necesitan más oportunidades y eso no tiene que ver solo con un cupo laboral. También tiene que ver con una mirada más integradora, porque puede haber leyes, pero hay otras que no están escritas y esas son las de los mandatos, la cultura. Si no hay una deconstrucción, la ley irá siempre por detrás.
–Aparece imperiosa la necesidad de vencer prejuicios para poder construir una sociedad más inclusiva.
–Los prejuicios se vuelven orgánicos y eso es intolerancia.
–En este tipo de temas, la visibilidad es un valor en sí mismo.
–Mi participación en la TVP tiene que ver con eso. Además, es importante que sea en un noticiero y no en los roles a los que estamos acostumbrados a ver a las personas trans, sobre todo en televisión o en teatro, a través del humor y con determinados papeles. La trans, en una película, siempre personifica a una prostituta o a una mujer marginal. Incluso, hasta hace menos de veinte años, la temática trans aparecía en las noticias policiales o vinculadas al narcotráfico. Hasta no hace mucho, un canal de noticias titulaba "Los narcotravestis". Eso es un estigma.
–¿Cómo surge la posibilidad de coconducir el noticiero?
–Me llamó Daniel Míguez, gerente de Noticias de la TVP, contándome la propuesta y proponiéndome que me presentara a una prueba. Lo importante es que me valoró como profesional. No se trató de convocarme por el solo hecho de ser trans, sino porque tengo un trayecto en radio.
–¿Cómo se estableció el vínculo diario con tus compañeros?
–Excelente. Con Gabriela Previtera y con Ariel Senosiain nos llevamos muy bien, al igual que con todos los columnistas, productores, y técnicos. Es un gran equipo. A mí me gusta ponerle humor al trabajo, generar buenos climas.
Camino al andar
–¿Cómo recordás tu infancia en Hurlingham?
–Fui a un colegio católico, el Cardenal Stepinac de franciscanos croatas. Estuve allí desde el preescolar hasta el cuarto año del secundario. Al ser un colegio religioso, había cuestiones que no eran permitidas y libertades no aceptadas. Hubo cosas que tuve que reprimir. El colegio se regía por estereotipos, de manera binaria, donde nenas y nenes llevaban uniformes diferentes, y los varones no podían tener el pelo por encima del cuello de la camisa.
–En tu período de escolaridad, ¿se manifestaba tu identidad femenina?
–A los seis o siete años comenzaba a sentir que no era igual que los demás varones, no me sentía un nene, pero la sociedad me decía: "Sos nene, tenés que hacer las cosas que hacen los chicos". Debía ocupar un rol social que no sentía.
–¿Cómo sobrevivías?
–Todo eso quedaba a un costado y no me privaba de vivir una infancia relativamente normal. Hoy se habla de niñez trans. Yo, en cambio, me adapté.
–¿Padeciste discriminación?
–En el primario, quizás por mi color de piel morocha y por una cuestión socioeconómica porque, a mi colegio, iba tanto gente acomodada como de clase media trabajadora. Había diferencias entre los que tenían plata y los que no, y eso era un motivo de bullying. En la primaria, incluso, una maestra de quinto grado, a los que éramos morochos, nos trataba distinto. De todos modos, no fue una infancia traumática porque siempre tuve un costado idealista, soñador. Soy de Libra, un signo de aire que construye sus castillos.
–Mal no te fue idealizando castillos en el aire.
–Tuve dos etapas de crisis. Una fue a los 17, cuando me fui de aquel colegio. Y la otra, a los 27, cuando tuve un quiebre: me separé de mi pareja y perdí el trabajo en la peluquería, fue una caída terrible. Fue un tiempo de bucear en mi existencialismo, de preguntarme qué me sucedía. Pero esas etapas me fortalecieron mucho, fue cuando planifiqué lo que venía. Mis caídas fueron motor. Cuando me caí fue cuando me pregunté qué quería ser e ir por eso. Y ese es un costado de resiliencia.
–¿Cómo estaba conformada tu familia?
–Mi mamá, que es una mujer luchadora, me tuvo sola porque la persona con la que salía, el que me engendró, la abandonó.
–¿Lo conociste?
–No. Alguna vez, se me cruzó por la cabeza, pero no sucedió. Yo tenía dos años cuando conoció a la persona que me crió y a la que le dije papá.
–¿Tu apellido es el materno?
–Es el de mi papá adoptivo, que falleció hace cinco años. Cuando nací, mi mamá me puso su apellido, pero cuando conoció a quien considero mi padre, él me dio el suyo.
–¿Cómo vivieron ellos tu proceso de maduración?
–Más que cambio es crecimiento. No es de un día para otro. A los 17 años, cuando ya empezaba a padecer bullying de una manera más fuerte de parte de mis compañeros, un sacerdote del colegio me sugirió hablar con mis padres para que ellos estuviesen enterados de lo que me sucedía.
–Fue un buen consejo.
–A medias, porque el colegio fue indiferente, no me acompañó. Incluso, cuando se organizó un retiro espiritual para varones, estando en cuarto año, decidí no ir. No me sentía identificada con los chicos. Cada vez, me alejaba más.
–Además de las limitaciones del colegio, la sociedad era otra en términos de inclusión.
–Fijate qué paradójico: a partir de mi visibilidad mediática me comienzan a escribir compañeros del colegio que me agregan a sus redes sociales.
–Aquellos mismos que te discriminaban.
–Se lamentan y me confiesan que no sabían que yo la pasaba tan mal. Está bien que hayan madurado algunas cosas, pero, cuánto tiempo tuvo que pasar y cuánto tuve que pasar yo.
–Nadie te puede borrar el sufrimiento.
–Vuelvo a la resiliencia, soy paciente.
–¿Estás en pareja?
–No, hace varios años que estoy sola y bien, ocupada con mi carrera. No idealizo estar en una relación. Eso también es un mandato social. Hay una idealización de la felicidad estando al lado de otra persona, pero yo creo que la felicidad primero comienza por uno. No concibo la idea de, sí o sí, estar en pareja o tener hijos.
–¿Te interesa ser madre?
–Por ahora, no. Eso no implica que no admire ese rol. Adscribo a la idea de la familia, me parece que es importantísima en una sociedad. Pero adscribo a un modelo de familia diversa, de la unión vincular desde el amor: sea mamá y papá; mamá y mamá; papá y papá.
Colegas
–Integrás el team de mujeres al frente de noticieros en el prime time. ¿Son referentes María Laura Santillán y Cristina Pérez?
–Estás hablando de grosas. Yo recién estoy comenzando en la televisión, en cambio María Laura y Cristina son exponentes fuertísimos, me siento chiquitita al lado de ellas. Mujeres como ellas han marcado el camino, como también lo ha hecho Mónica Cahén D'Anvers quien, además de ser una excelente profesional, es una mujer humilde.
–Hace poco tuviste que entrevistar al presidente Alberto Fernández. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Para mí, fue muy importante. Es nuevo que una periodista trans le pregunte a un presidente sobre el colectivo trans en un momento de pandemia. Por eso, es importante pensarnos como comunicadoras desde los valores. Por ser trans, no voy a dejar de tener valores y comprometerme. Siempre tuve una mirada universal con respecto a la cuestión trans, me interesa que se puedan adquirir derechos. Me siento una activista de esta causa. Se está matando gente y existe la pena de muerte en algunos países de Oriente. Así que, aún, hay mucho por hacer.
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